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Agua para las mujeres, sexo para los hombres

La película La fuente de las mujeres cuenta una historia que parecería mágica si no hubiera sucedido en países como Colombia: quitarle las relaciones sexuales a los hombres.

Acostumbrados a las dramáticas películas de Oriente Medio, en las que pululan las minas antipersonales, violan a las mujeres y los niños van a estudiar sin zapatos debido a su pobreza extrema, La fuente de las mujeres parece ofrecerle a los espectadores un pequeño oasis en la cinematografía hecha en esta parte del mundo.

El argumento no es del todo original, aunque logra sobrevivir a lo largo de los 135 minutos que dura la película. No es del todo original, porque en Colombia este y otros casos similares ya se habían visto no en cine sino en los principales medios de noticias.

Se trata de la presión que ejerce un grupo de mujeres sobre sus esposos, negándoles las relaciones sexuales, para que ellos tomen la decisión de mejorar una situación que pone en riesgo la vida de la comunidad.

En Colombia, el movimiento cívico “de piernas cruzadas” se dio en el Municipio de Barbacoas (Nariño) en 2011, cuando un grupo amplio de mujeres decidió eliminar el sexo de la canasta familiar; así, buscaban que los hombres presionaran a la gobernación para que les mejorara la carretera que los conectaba con otros municipios y con lugares de primera necesidad como el centro de salud y los mercados.

La fuente de las mujeres, producción hecha en colaboración con Bélgica, Italia y Francia, cuenta una historia similar pero en un desértico pueblo musulmán, esta vez con la obligación que tienen las mujeres de bajar el agua de una fuente que les requiere transitar por un camino escarpado y peligroso, mientras llevan dos baldes sostenidos por una vara de palo que llevan en su costado.

Esta historia da pie para que se introduzcan elementos que generalmente tienen poca cabida en las películas de Oriente Medio que llegan a este lado del hemisferio: el alcance de las telenovelas mexicanas que muestran personajes y relaciones amorosas tipificadas, la dificultad que tienen ciertas poblaciones para acceder a los servicios más básicos como el agua y la electricidad y la restringida educación que tienen las mujeres en comunidades musulmanas.

Todo esto se muestra con cierto tono humorístico y musical, con una actitud un tanto relajada que evita crear la sensación de otras películas de este tipo de que las mujeres son eternamente infelices porque no viven como aquellas que no están bajo la presión de las creencias musulmanas o que viven en medio de la “libertad” de las sociedades occidentales.

Puede que el director, Radu Mihaileanu, el mismo de El gran concierto, profundice poco en temas que podrían explotarse mucho mejor sin caer en el melodrama que ya se conoce. Sin embargo vale la pena ver una película que se sale de los ya tradicionales moldes de “película de Medio Oriente” en la que siempre se espera lo más doloroso, lo más tortuoso, lo más triste, lo más violento y así sucesivamente.

La producción, además, cuenta con la participación de dos excelentes artistas: Hiam Abass, quien en 2008 protagonizó la excelente película El árbol de lima (aunque acá tiene un papel secundario) y Biyouna, una cantante y actriz argelina, que en La fuente de las mujeres aporta la cuota musical a muchos episodios en los que se cuenta cuál es la situación de las mujeres, las familias y lo que ellas quieren cambiar.

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