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Mural del Hogar Infantil del ICBF en Paipa: mientras los niños piensan, las niñas juegan.

Al final del túnel rosado

Pasar por una juguetería es la mejor manera de entender cómo preparamos a los niños para que crean que les corresponden roles determinados en la vida.

Por: Luis E. Quintero
luiseduardoquinteroe@gmail.com

Nunca me preocupó la desigualdad de género.

De hecho, a estas alturas,  pensaba que los hombres y las mujeres eran tratados con mucha igualdad, que las diferencias eran pocas y solo se mantenían en lugares alejados de nuestro políticamente correcto mundo moderno…

Hasta que tuve una hermanita y empezó a preocuparme el mundo al que me di cuenta que se enfrentaba. No era una cuestión generacional. Tengo también un hermano tan solo un par de años mayor que ella y las diferencias eran abismales. Empezó desde que era pequeña.

Todo, todo era rosado, lleno de corazones, bebés de juguete solo un poco más chiquitos que ella para que empezar a entrenarla en la maternidad; cocinitas, aspiradorcitas… Hasta sus juegos de armar eran casa con cocina, sala y comedor rosados, y centros comerciales llenos de ropa.

Mientras que los juguetes de mi hermanito parecían diseñados para alejar su mente del mundo de los adultos comunes y llevarlo a lugares y tiempos fantásticos, hacerlo tomar roles increíbles, los de mi hermanita parecían una copia miniatura de la vida tradicional, una preparación constante para ser mamá, esposa, mujer.

No es sólo que las labores de sus juegos correspondieran en su mayoría a las de ama de casa. Había algunas, por ejemplo, que hacían referencia a aspiraciones profesionales, como su kit de veterinaria. Sin embargo, me sorprendía lo poco que estimulaban su imaginación y lo mucho que parecían ser simplemente una imitación miniatura de la vida convencional que le esperaba.

Comprarle regalos a mi hermanita era para mí una constante fuente de preocupación. Si quería comprarle algo que me pareciera interesante tenía que cruzar a la sección de niños. ¿A quién se le ocurre que un microscopio, una nave espacial, un submarino o una pelota no son algo de niñas? Nunca lo había visto, porque siempre tuve todo eso en mi sección.

Ahora, cuando caminaba por los pasillos llenos de cocinas rosadas (rosado, siempre el rosado) me preguntaba cómo era que a los papás no les sorprendía lo mismo, y cómo seguían como ovejitas repitiendo los patrones impuestos.

Y claro, en su defensa, supongo que es difícil tener a la industria respirándoles en la nuca para que no haya riesgo de que se vayan a desviar de lo que debe hacer un buen papá consumidor.

De muñecos a maquillaje

Después de unos años, poquísimos, el problema de desigualdad en los juguetes pareció desaparecer: ya no tenía que escoger porque ya mi hermana estaba muy grandecita para eso.

Al parecer las niñas cambian más rápido o las hacen cambiar, porque su enfoque del mundo se volcó sobre su apariencia. Ahora quería ropa, rosada preferiblemente, que hiciera juego con su maletín del colegio, adornos para el pelo, más ropa y más adornos, mientras que mi hermano, dos años mayor, seguía dándole a los piratas y a las naves espaciales.

Y vuelve y juega la intersección entre el mercado y las convenciones sociales. Todos los almacenes ofrecían ropa y adornos, hasta maquillaje disfrazado de juguetes como los brillos de labio y los polvos, y toda la familia lo demandaba.

Ella se los ponía y todos admiraban su belleza y se lo decían: le decían cómo en unos años los niños se iban a morir por ella, y ella se sentía contenta, y así se mantenía este círculo vicioso. Mientras tanto,  mi hermano llegaba embarrado de jugar fútbol a darle otra vez a los piratas y las naves espaciales.

Mi problema ahora no era solo contra las tiendas sino también contra mi hermanita, a quien parecía importarle cada vez menos las actividades que yo proponía y las cosas que le compraba.

Supongo que tanta presión se la estaba llevando al lado oscuro, al lado rosado, y estaba cambiándola de manera definitiva a ella y a las demás niñas que la rodeaban, de una manera tan sutil que hacía que todos pensaran que era el proceso natural.

A veces sin embargo, en un descuido del sistema, veía de nuevo la niña que yo sabía debía estar por ahí medio escondida; se le caía el moño y mientras se agachaba a recogerlo, me preguntaba qué estaba haciendo.

Me ayudaba a sostener los cables de un aparato que estuviera arreglando y me preguntaba cómo funcionaba, y de ahí pasaba a preguntar sobre la energía eléctrica y cómo se pasaba del muro al cable, y de dónde venía antes del muro, y se sorprendía, y disfrutaba entonces de ser una niña, o un niño, no importa.

Después salía mi tía, le recogía el moño y le decía: “A ver mi princesa, cómo se ve de divina toda de rosado, ¡la niña más linda del colegio!”

¿Habrá luz al final?

¿Y ahora qué? Se viene el bachillerato de mi hermanita, y espero que el colegio no use todo el peso institucional para convencerla aun más de que lo importante para ella es tan diferente de lo importante para un niño.

Y dado que fue al mismo colegio que yo, temo que mis esperanzas sean vanas. Viendo hacia atrás, el trato era diferente en muchos aspectos en los que no tendrían que serlo.

¿Por qué las niñas de mi colegio podían pintarse el pelo, y cuando un par de nosotros hicimos lo mismo se armó un alboroto de los mil demonios? ¿Por qué un uniforme más cómodo para montar árboles para niños que para niñas?  En efecto, también hubo un gran escándalo cuando un par de niñas se pusieron pantalones en lugar de falda.

Y ni se diga de lo que hubiera pasado si algún hombre se hubiera maquillado. Entiendo que los estándares sociales para pelo pintado y maquillaje son diferentes para hombre y para mujeres, que significan cosas diferentes tal vez… Pero por una vez podríamos tratarlos igual.

Solo con mi hermanita entendí un poco, y aun sin algún conocimiento académico del tema, la importancia de la perspectiva de género y del efecto que tiene sobre nosotros los condicionamientos sociales sobre lo que deben hacer hombres y mujeres.

Si crecer en una familia moderna, que pareciera creer firmemente en la igualdad entre hombres y mujeres, y que espera que sus hijos hombres y mujeres estudien y trabajen por igual, puede crear el constructor de naves y la niña de moño rosado, ni imagino los personajes que crearán las familias más conservadoras que abundan por ahí.

En vez entonces de fijarme en las necesidades y características de mis hermanos según su género, quiero olvidarme de eso en la medida de lo posible, y tratarlos de manera igual mientras se pueda; desenfocarme en su género, si se quiere. En diferenciarlos, al parecer, ya hay mucha gente preocupada.

4 thoughts on “Al final del túnel rosado

  1. Me gusta mucho el artículo. Es algo que muchos de nosotros hemos experimentado en nuestras familias, no solo al momento de comprar los regalos, sino en las actividades en las que participan las niñas y los niños, dependiendo de su género. Creo que es importante que no esperemos a que el cambio llegue de afuera, de las compañías de juguetes, de las instituciones (colegios, etc), pues nosotros al interior de nuestras familias podemos contribuir evitando caer en los estereotipos..

  2. Luis una gran realidad que nos ha afectado a todos durante generaciones. Leo tu artículo y me acuerdo cuando era pequeña y quería jugar futbol, odiaba los vestidos rosados y de tejidos que mi mamá y papá me obligaban a ponerme, me encantaba jugar, ensuciarme, correr, trepar un árbol y siempre todos me decían comportate como una princesa, las princesas nunca se ensucian, no juegan futbol y jamás hacen cosas de niños. Entonces pensaba ¿Acaso las princesas no tienen vida?. Con el paso del tiempo descubrí que ser princesa es sacrificar tu diversión, tu niñez y guiar tu intelecto hacia un mundo rosa que solo masifica tu imaginación e ingenio y decidí dejar de ser una princesa. Jugué baloncesto y no bailé ballet como querían todos que lo hiciera, me encantaban los video juegos y no las barbies, usé jeans y camisetas hasta que tuve 13 años y jamás, bajo mi voluntad usé un vestido. Ser princesa no es malo, lo malo es dejar que te consuma un mundo rosa industrializado por empresas que monopolizan tu mente y la de tus padres. El verdadero problema está en ellos que creen que siguiendo estereotipos harán que sus hijas sean todas unas verdaderas PRINCESAS. Somos mujeres pero podemos disfrutar de la diversión e inmensidad que se encuentra en todo el mundo.

  3. Caro, estoy de acuerdo contigo, si esperamos que el cambio llegue de la oferta será imposible… Hay que cambiar la demanda desde los hogares.

  4. Pao,
    Gracias por el comentario… Yo he sido testigo de todos esos tratos diferenciales y desde hace rato quería preguntarle a una mujer como se sentía al respecto. Para mí era evidente pensar que sería algo incómodo, pero obviamente lo estaba viendo desde mi punto de vista. Parece entonces que hay mujeres que están de acuerdo.. gracias por el comentario.

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