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Derecho de admisión vs. discriminación en bares LGBT

Cada vez son más frecuentes los reclamos por discriminación en bares y cafés dirigidos a personas LGBT. ¿Qué hacer? Especial de Sentiido sobre “rumba gay”. Primera parte.

Muchas personas creen que los bares y cafés que abren sus puertas enfocados en el “mercado” homosexual, tienen por naturaleza un espíritu más incluyente y diverso que aquellos dirigidos a un público heterosexual.

Pero todo parece indicar que la principal diferencia entre unos y otros, no pasa de ser que en los primeros –contrario a los últimos– una pareja del mismo sexo puede tener manifestaciones de afecto sin ser señalada o rechazada por esto.

De resto, todo apunta a que tienen más coincidencias que diferencias entre sí. De esta manera, en algunos de los espacios concebidos para garantizarles privacidad y entretenimiento a los hombres gay –en menor medida a lesbianas, bisexuales y transgeneristas– también se padece discriminación por raza, condición social, apariencia y, lo más paradójico, por orientación sexual e identidad de género.

El hecho de que estos establecimientos hayan sido creados para una población históricamente marginada, llevó a muchos a pensar que en sus instalaciones todas las personas LGBT serían más que bienvenidas: si sabían lo que era discriminación, se suponía que no repetirían estas prácticas.

Sin embargo, en la vida real, el asunto es distinto. A pesar de que hay bares y cafés que se enorgullecen de ser “abiertos”, mantienen prácticas excluyentes. Para la muestra, lo sucedido en noviembre de 2012 en Village Café, ubicado en Chapinero (Bogotá).

Una tarde, César Sánchez-Avella, magister en estudios culturales y cliente habitual de este lugar ingresó en compañía de Jei Alanis Bello Ramírez, socióloga feminista. A pesar de que Daniel Sánchez, administrador del establecimiento, lo define como un espacio friendly (o amigable con todas las orientaciones sexuales e identidades género), ese día César y Alanis fueron expulsados de allí.

¿El motivo? Natalia Benavides, propietaria del negocio y quien ese día los atendió, les dijo: “hay gente que me gusta, otra que no, y esta no me gusta”.

Me gusta, no me gusta…

Al parecer, lo que realmente le incomodó fue que Alanis sea una persona trans, alguien que no se identifica como hombre ni como mujer y cuya apariencia física resulta, de cierta manera, inclasificable como lo uno o lo otro.

César le pidió a la propietaria una explicación de la “echada”, a lo que ella respondió: “derecho de admisión mi amor”. Inconforme con la situación, siguió insistiendo en una justificación satisfactoria. “Natalia se inventó, entonces, que le estábamos rayando la pared”, explica César.

Una vez ellos denunciaron el episodio en las redes sociales, la propietaria les envió una carta de disculpas. Como era de esperarse, en ningún momento mencionó lo de las paredes. Es más, dice que su comportamiento no tiene excusa.

Para el administrador de Village, lo que pasó fue una confusión y nada tuvo que ver la ropa o la apariencia de ellos. “A Natalia le pareció que violentaban las instalaciones del lugar y eso la estresó”. Sin embargo, reconoce que la forma de solicitarles que se retiraran del lugar no fue la indicada.

Además de no compartir dicha versión, César cree que lo sucedido no fue un hecho aislado. “Es una dinámica más frecuente de lo que se piensa. Y no solamente en Village, sino en muchos otros sitios LGBT”.

Alanis recuerda que una vez mientras departía con unas amigas en el bar El Perro y La Calandria, ubicado en Chapinero (Bogotá), hacía mucho calor. “Como unos hombres se quitaron sus camisetas y no pasó nada, nosotras hicimos lo mismo”. El dueño del bar las regañó y las sacó.

La artista visual Andrea Barragán también fue víctima de una situación similar en este lugar. Iba a entrar con su pareja un martes por la tarde, cuando la persona de la puerta les pidió que le mostraran sus cédulas y bolsos. Así lo hicieron y, para su sorpresa, la respuesta fue: “no pueden entrar”, sin dar explicación alguna.

¿Vade retro trans?

El filtro de los censores de la puerta se agudiza cuando quien pretende entrar es una mujer trans. Aunque son más que bienvenidas para espectáculos y reinados, se reclama que en muchos de estos lugares les impiden el ingreso.

Los propietarios del bar Studio 54, sede Barranquilla, fueron acusados por esto. “Otros establecimientos de esta ciudad les prohíben la entrada, especialmente a aquellas que se salen de los estereotipos de mujer bonita y bien vestida”, enfatiza Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo, corporación con sede en la región Caribe que aboga por los derechos de las personas LGBT.

El argumento para evitar su ingreso suele ser que son peligrosas, drogadictas, agresivas, prostitutas y que están armadas. Adicionalmente, muchas veces son los mismos clientes quienes presionan para que no entren.  “En otras palabras, las utilizan para sus espectáculos pero las desconocen como ciudadanas”, completa Castañeda.

Jorge López Polo, propietario de Cavú Bar, señala que, en su caso, se reservan el derecho de admisión con las mujeres trans que no cumplan con el código  de vestuario “o las que traigan ropa que muestre más allá de lo que corresponde”.

En su opinión, gran parte de las personas LGBT excluyen a las mujeres trans porque consideran, al igual que él, que muchas veces tienen comportamientos inadecuados.

“Además, llegan con vestimentas poco acordes con lo que nuestro establecimiento quiere mostrar de los homosexuales. Igual, el cover es alto, lo que limita el ingreso a personas con alto poder adquisitivo y con una forma de pensar que difiere de lo que la mayoría de trans vende del mundo gay”, agrega López.

En esto coincide Dila Marín, quien se desempeñó como administradora del bar Romeo hasta diciembre pasado cuando el establecimiento cerró sus puertas. “En una ocasión, una trans cogió su zapato de tacón y se lo puso en la cabeza a un cliente y otra, con sus uñas postizas, hirió a otro”.

Por su parte Juan Andrés Ruíz, gerente de relaciones públicas de El Mozo Club & Bar, ubicado en la Zona Rosa de Bogotá, explica que, contrario a los casos anteriores, ellos no han tenido problemas con mujeres trans. “En todo caso, este es un bar para todas las personas LGBT y no se le niega la entrada a nadie”.

Para Alanis, es evidente que muchos de los lugares LGBT que se presumen de abiertos, reproducen las mismas prácticas transfóbicas propias de la sociedad. Por el comportamiento de unas, se tiende a juzgar a todas.

Yo no soy esa mujer

Federiko Ruiz, director de comunicaciones y prensa de Santamaría Fundación (SF), entidad que propende por los derechos de las personas LGBT (especialmente de las mujeres trans) de Cali, señala que la mayoría de bares y discotecas “diversas” de esta ciudad no permite el ingreso de la población trans. Además de las peluquerías o los sitios de trabajo sexual, solamente pueden reunirse en La barra de Juanchito”.

“Muchos gays mantienen distancia con ellas, no solamente por los imaginarios que existen, sino porque no quieren que las demás personas los vean como mujeres trans. Para algunos, ellas son la parte ‘boleta’ de la sigla LGBT”, completa Ruiz.  

A finales de 2012, Andrea García Becerra, antropóloga, magister en estudios de género y docente de la Universidad Javeriana, quiso entrar con un amigo a Leo’s Bar, ubicado en Chapinero (Bogotá). Al intentar ingresar, la persona de la puerta le dijo: “no pueden entrar”. Ella preguntó: “¿quiénes?” Él no respondió. Ante su insistencia no tuvo más alternativa que decir: “las trans”.

En una ocasión, agrega, casi no la dejan entrar a Theatron, el templo de la rumba gay de Colombia, por ser trans aunque utilizaron el argumento del derecho de admisión. Sin embargo, para Edison Ramírez, propietario de esta discoteca, es mentira que en su establecimiento estas personas no puedan ingresar.

“Entran muchísimas trans y otras tantas trabajan acá. Pero hay unas que vienen a esculcar y a robar a los clientes. Le pasan el objeto al cómplice con el que vienen. Así, cuando el cliente grita ‘ella me robó’ no se les encuentra nada. A esas ya las tenemos fichadas y no las dejamos entrar”, señala. Y agrega que no es algo en contra de ellas, sino de todo aquel que va a delinquir a su establecimiento.

Edison cuenta que hace unos meses una mujer trans le dijo que un amigo suyo se había quedado con su cartera y que, por tanto, saldría de Theatron a recogerla y regresaría. “Le pedí al personal de seguridad que cuando volviera la requisaran nuevamente. Ella pensó que no lo harían y su bolso estaba lleno de droga”.

a quiénes discriminan a la entrada de Theatron
Para algunas personas, es evidente que en ciertos bares LGBT evalúan el ingreso de las personas según su imagen. Foto: flickr.com/photos/zdub/

Lo cierto es que muchas personas LGBT coinciden en que la discriminación que en ocasiones encuentran en los bares “heterosexuales”, es la misma que enfrentan en los lugares que supuestamente las protegen.

Andrea Barragán relata que un amigo suyo iba a entrar a Theatron acompañado de una persona con tatuajes y perforaciones. Les negaron el ingreso.

“Mi amigo intentó entrar solo y pudo hacerlo, fue entonces cuando le manifestó su inconformidad a uno de los funcionarios del lugar, quien no tuvo problema en responderle: ‘y hablando de discriminación, ahora usted también se va’ y lo sacó”.

También se reclama que las excusas utilizadas para evitar el ingreso son: “tenemos fiesta privada” o “se requiere la tarjeta StarCard”. Y esto es, en opinión de muchos, una forma discreta de discriminar. Edison Ramírez confirma que en su establecimiento manejan la StarCard como una estrategia para incentivar la fidelidad de sus clientes.

Fiesta privada o excusa

No obstante, para Dila Marín, antigua administradora de Romeo, los argumentos de “fiesta privada” o “tarjetas VIP” no pasan de ser pretextos para conservar un estilo de clientes. En sitios como Theatron, agrega Daniel Sánchez de Village, la ropa que se lleve es motivo suficiente para reservarse el derecho de admisión.

Afirmaciones que no comparte Edison Ramírez. “Uno con qué objetividad dice este es bonito y puede entrar o este es feo y se queda por fuera. O quién está bien vestido y quién no. Eso es ridículo”.

Explica que en Theatron no se permite el ingreso de personas con chancletas y bermudas porque no es el código de vestimenta para el lugar, más que todo, por razones de seguridad. “Si se rompe una botella se corre el riesgo de cortarse. Y el hecho de que sean extranjeros quienes vengan vestidos así no significa que voy a ser más flexible con ellos. Las normas son para todos”.

Según Edison, Theatron es un bar al que en promedio asisten 4.000 personas un fin de semana. “¿Así que de qué discriminación puede hablarse? Las quejas que, por el contrario recibo, es que acá entra todo el mundo. Dentro del mismo mundo gay es donde más se critica y discrimina”.

Su establecimiento, agrega, sí tiene unas políticas de ingreso para garantizar una adecuada convivencia. “Más que un derecho de admisión, es un reglamento para impedir que entren menores de edad, personas tomadas, armadas o en mala actitud”.

Otro reclamo frecuente es que una buena parte de estos espacios parecen concebidos, única y exclusivamente, para hombres homosexuales. Así, por ejemplo, en junio de 2012, Caribe Afirmativo denunció al bar Studio 54, con sede en Cartagena, porque uno de sus meseros agredió a una mujer lesbiana.

Algo similar le sucedió a Andrea Barragán a la entrada del bar Tri3ar en Chapinero (Bogotá). “Como el chico de la entrada se me quedó mirando, por molestar le dije: yo soy todo un varón y él se sintió retado y casi se me va encima”.

Alanis agrega que en dicho lugar en una ocasión golpearon a una amiga suya porque un mesero la obligó a bajarse de una silla y ella no quiso hacerlo.

El problema de fondo es que quizás en Colombia no hay bares para personas gays, lesbianas, bisexuales y transgeneristas y lo que predominan son espacios para hombres gays, blancos y que puedan pagar consumos altos.

“Son establecimientos tan masculinos como un billar, un cuartel de policía o un monasterio, solamente que los hombres se dan besos entre sí. Cuando estoy en Theatron me siento en el ejército, con la diferencia de que los hombres huelen más rico”, dice Andrea García.

Son espacios, añade Alanis, con un altísimo grado de misoginia, transfobia, clasismo y racismo. “No son lugares de socialización sino de consumo que se han aprovechado de un mercado creciente llamado LGBT”.

Consumo “rosa”

Village Café, por ejemplo, completa Barragán, pertenece a una mujer heterosexual que encontró en la sigla LGBT una oportunidad de negocio. “Lo que nos sucedió en este lugar está encadenado a esa historia de los bares homosexuales como espacios netamente masculinos. Frente a eso, las demás personas no valen ni siquiera como consumidores”, enfatiza Alanis.

Para Andrea García, es una suerte de disfraz y falacia hablar de un espacio incluyente cuando están lejos de serlo. “Hay que acabar con esa payasada identitaria de lo LGBT: es ficticia y no genera inclusión sino que, incluso, legitima la violencia”.

Los llamados bares LGBT le parecen “antidiversos” porque, entre otras cosas, ponen restricciones para el ingreso de indígenas, afrodescendintes y hasta mujeres. “Son más cerrados que otros. Me siento mejor en sitios como El Goce Pagano, que no están marcados por sexualidades y no se lucran de una sigla”.

Lo cierto es que el racismo, clasismo y misoginia de la que se acusa a los denominados espacios LGBT no es una práctica propia de las personas diversas sexualmente, sino algo inscrito en la estructura social.

Sucede lo mismo en bares heterosexuales como en homosexuales porque hay un contexto que permea a unos y a otros. Las discriminaciones que existen dentro de la población LGBT son las mismas que persisten en el resto de la sociedad.

Para Wilson Castañeda, la sociedad está en deuda de implementar procesos de formación en temática LGBT donde los primeros en participar sean los dueños de bares, meseros, porteros y taxistas. “Es importante que esos establecimientos tengan acciones afirmativas con esa población a la que dicen estar dirigidos”.

Según César Sánchez-Avella, las personas LGBT no pueden seguir conformándose con “lo que hay” sino empezar a exigir sus derechos como seres humanos y consumidores. “Los comerciantes de este sector están confiados en que, como la oferta es limitada y son espacios que la gente necesita, pueden tratarla como quieran y hacer uso cada vez que les provoque del ‘derecho de admisión’”.

Un derecho que, dicho sea de paso, no puede convertirse en sinónimo de discriminación. Lo mínimo que un consumidor puede esperar, independiente de su raza, clase social u orientación sexual, es un trato digno. Bares y discotecas están en mora de hacer públicas sus reglas de juego, así como los derechos de los consumidores y los criterios por los cuales prohíben el ingreso.

¿Qué se puede hacer?

El abogado Mauricio Noguera propone algunas acciones en caso de discriminación en un establecimiento público:

  • Criterios discriminatorios: un  bar puede reservarse el derecho de admisión por unos criterios legítimos pero, para tal fin, no puede valerse de premisas discriminatorias prohibidas constitucionalmente.
  • Tutela: esta es una herramienta válida para el reconocimiento de los derechos fundamentales y evitar la discriminación.
  • Solicitar una sanción: como también se trata de una situación de maltrato comercial o de atención indebida, se le puede pedir a la Superintendencia de Industria y Comercio que sancione al establecimiento.

8 thoughts on “Derecho de admisión vs. discriminación en bares LGBT

  1. Es una conducta típica de muchos establecimientos no solo en Bogotá, en la que lleva el liderazgo de rechazos no solo a mujeres trans si no a otras personas de acuerdo al estado de ánimo del dueño o administrador del establecimiento THEATRON, los procedimientos policivos para la captura y posible judicialización de presuntos delincuentes está regulada por el marco normativo colombiano y con la excusa de ello no se pueden seguir vulnerando los derechos de las personas.

    Les recomiendo la lectura del siguiente reportaje: http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/L/la_accion_de_tutela_abre_las_puertas/la_accion_de_tutela_abre_las_puertas.asp

  2. Bastante ilustrativo el artículo, me gusta cómo termina aludiendo a los derechos del consumidor, categoría amplia en la que, si al menos tienes con qué entrar, tienes derecho a gozar del espacio que el mercado oferta como cualquier otro.

    “Algunos LGBT son más iguales que otros” parafrasenado a Orwell, es interesante percibir cómo algunos de los que se identifican con alguna letra van de rumba con menores preocupaciones que otros que se identifican con otra. La “comunidad LGBT” ha demostrado ser más bien un mito, o a lo mínimo una consigna política más o menos útil para los que la conforman: más para hombres gays masculinos y menos para lxs demás.

    Es cierto que hay personas peligrosas y que roban pero los bares deben encontrar métodos de ingreso que los excluyan sin incurrir en prácticas discriminatorias. Poner reglamentos claros y públicos donde le quede claro al cliente cómo no debe ir vestido por ejemplo, o si hay fiesta privada puede ser útil. Premiar a los que se comprometan a ello y castigar a los que se valgan del “derecho de admisión” para discriminar a la ligera.

    Con los reglamentos de ingreso sería más fácil ante un tribunal probar discriminación, algo que a veces no es sencillo.

  3. El Link anexo de Diana Navarro es muy ilustrativo, pues son muchisimas las veces que he escuchado de personas a las que les han negado el ingreso al Bar theatron, lo que es bastante humillante por cierto, dado que no dan mayor explicación que la del “DERECHO DE ADMISIÓN”, en cuanto a mi experiencia personal afortunadamente he ido solo una vez a theatron en la inauguración de un ambiente y aunque hay un control bastante estricto que incluye requisa y solicitud de documentos ¡pase!, sin embargo tenia dudas de que me dejaran entrar debido a que utilizo una protesis en mi pierna entonces pense… quiza no me dejen entrar, pues como dijeran alguna vez la gente “LE TEME A LO DESCONOCIDO” Y esto me da la oportunidad de comentar en un estudio reciente de infraestructura, espacios y otros de la ciudad, dio a conocer que CHAPINERO es una de las localidades que No tiene espacios y/o adecuaciones fisicas que permitan la integración de las personas con discapacidad y/O limitaciones fisicas lo que es bastante triste ya que hay gente que anda en muletas, silla de ruedas, que usa baston, que tambien quiere escuchar música, conocer gente o lo que sea pero no esta incluida en este tipo de ambientes, adecuaciones e instalaciones ¿NO ES ESTO DISCRIMINATORIO?

  4. Que tal esa gamina de la dueña de Village??? Vieja estupida…ridicula…pero asi es ese cafesucho…por ejemplo insultan a los clientes si no les dejan un monton de propina y cosas por el estilo y de Theatron ni hablemos…esa porqueria ya a superado todos los limites en lo que se refiere a mal servicio y discriminación.

  5. Por que entonces en theatron dan información engañosa cuando uno va ingresar? Hay im montón de personal afuera,empieza uno a hacer la fila y cuando uno llega al sitio donde primero lo requizan le salen con excuzas chimbas:,como por ejemplo:1.”Nuestras cámaras registran ue no eres cliente frecuente del lugar”.pregunta:Como hacen entonces con los cientos de extranjeros que se pasan por la ciudad e ingresan?acaso ellos son clientes frecuentes?…por favor!!!!. 2.para ingresar necesita la membresia stamcard,le dicen a uno.pregunta:No la tengo como la adquiero, le dicen a uno,tienes que hacerlo por internet responden,se mete uno a internet y de ahí lo mandan supuestamente al lobim del sitio ubicado detrás de la taquilla,osea como vulgarmente se dice pailas!!por que para ingresar al lobim hay que ingresar al sitio,por otro lado es falso por que usted no encuentra ningún lobim y nadie vendiendo la tarjeta.NoLes parece que todo esto es información engañosa????por favor señores de Theatron las personas merecen respeto!!!

  6. Radiqué una denuncia a la superintendencia de industria y comercio por discriminación ya que me negaron la entrada a theatron y la respuesta es que me aconsejan que consiga un abogado.

  7. Hacia mucho tiempo no salia a la rumba Bogotana, pero me decepciones de LEOS BAR, en donde no pude disfrutar de la rumba por estar pendiente de no perder la mesa que nos habian asignado al ingreso, y sucedio casi con todos los meseros, que siempre estaban sentando en la mesa a las personas que ingresaban al bar , incluso una chica que estaba sola tomando y consumiendole al establecimiento bastante licor mientras se fue a bailar se le llevaron el trago y sentaron a un grupo de personas en su mesa, cosa que me parecio de quinta, mal muy mal, estamos empeorando servicios, no vuelvo por alla.

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