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Bullying por homofobia.

El bullying por homofobia debe salir del clóset

Aunque algunas directivas y docentes de instituciones educativas colombianas, insistan en que el bullying por homofobia no existe o no merece especial atención, en la práctica es una realidad que reporta graves consecuencias.

El ascensor se abrió en una de las salas de exposición. Al frente, a unos pocos pasos estaba el artista colombiano Carlos Motta. Leía en voz alta un fragmento del libro Close to the Knives (Cerca a los cuchillos), del artista estadounidense David Wojnarowicz. 45 personas lo escuchaban.

Cuando Carlos reconoció al hombre que salía del ascensor para integrarse a los espectadores, quedó petrificado. Hacía 17 años no lo veía, nunca imaginó encontrárselo en ese lugar y, mucho menos, en medio de esa lectura.

Se trataba de un ex compañero de colegio que participó en el bullying del que Carlos fue víctima durante su vida escolar. Fueron las burlas de él y sus amigos, las que lo llevaron a refugiarse durante sus años de adolescencia en el libro que justamente leía en ese momento.

La escena tuvo lugar en 2012, en el New Museum en Nueva York, ciudad en la que Carlos está radicado desde hace 17 años, cuando se graduó como bachiller en Bogotá. Lleva algunos años trabajando en proyectos artísticos relacionados con orientaciones sexuales e identidades de género y, la lectura que hacía formaba parte de uno titulado: Nosotros que sentimos diferente.

Carlos recuerda el colegio como una pesadilla. Nunca le gustó el fútbol, prefería la gimnasia olímpica y saltar lazo y pasaba más tiempo con las niñas que con los niños. Y esos eran motivos suficientes para que otros estudiantes lo percibieran como un “desertor de la masculinidad heterosexual” que merecía ser sancionado.

“A los 12 o 13 años tuve muy claro que mi orientación sexual no era heterosexual y fui víctima de discriminación, agresiones verbales y de calificativos como ‘marica’, por parte de alumnos de cursos superiores, generalmente los ‘machitos’ del colegio”.

Jamás reaccionó a los insultos. Era como si no los escuchara, aunque esto no significa que no tuvieran un impacto importante en su vida. “Influyeron de una manera muy profunda. Si no hubiera tenido esa presión, seguramente habría sido bailarían, pero por temor a una mayor sanción, nunca me permití tomar clases de baile”, afirma Carlos.

Tenía miedo de ir al colegio, de salir a recreo, de pasar por ciertas esquinas o pasillos donde sabía estaría ‘el grupito’ atento a molestarlo. “A veces pienso que las personas que me hicieron bullying creen que eso no fue grave. Yo he desarrollado una profesión pública, soy el centro en ciertas inauguraciones y exposiciones y en ocasiones las he visto diciendo con orgullo: ‘yo estudié con Carlos en el colegio’, olvidando que fueron el terror de mi vida”.

El acoso a la diferencia

Carlos Motta fue víctima de lo que algunos psicólogos e investigadores llaman bullying homofóbico. Según el libro Cómo entender y detener el bullying y cyberbullying en la escuela de Cléo Fante, la palabra bullying, también conocida como acoso, hostigamiento e intimidación, se refiere a situaciones donde uno o varios estudiantes, adoptan intencionalmente comportamientos agresivos y repetitivos contra otro(s) que están en desventaja de fuerza o de poder.

Enrique Chaux, investigador en prevención de bullying, explica en el libro Educación, convivencia y agresión escolar que la intimidación escolar se caracteriza por agresión permanente contra la misma persona, ausencia de razones que justifiquen los ataques, intención del autor en causarle daño y en ponerla en situación de inferioridad y desequilibrio de poder entre las partes.

“Este desequilibrio puede darse porque quien es víctima tiene pocos o ningún amigo, es nuevo en la clase, es menor, más pequeño, tiene más baja autoestima o es más débil por cualquier otra razón”, señala Chaux. Las acciones son premeditadas, especialmente contra aquellos que son considerados “diferentes”, bien sea por su aspecto físico o psicológico o por su manera de ser, vestir, hablar…

Para Andrés Felipe Castelar, integrante del Grupo de Estudios en Género de la Universidad ICESI de Cali, la intimidación escolar es una forma de forzar a una persona a encajar en una única manera de ser hombre o de ser mujer. “Por eso suele tener como víctimas a los estudiantes gordos, negros, afeminados o los que se salen de los parámetros de perfección esperados por la sociedad”.

Existe la idea de que todas las personas deben ser iguales y que las diferencias entre unas y otras son una amenaza. La base de esa “igualdad” radica en que lo correcto es ser de piel blanca y heterosexual y estar dispuestos a formar una familia conformada por papá, mamá e hijos.

Sin embargo, no por ser diferente a la mayoría, una persona necesariamente será víctima de bullying. Según Fante, los agresores prefieren atacar a los estudiantes que no ofrecen resistencia como los inseguros, ansiosos, temerosos, retraídos o con dificultades para relacionarse o defenderse.

La víctima, agrega Chaux, tiene poco poder frente a los intimidadores, suele estar sola en los ataques y vive situaciones humillantes al ser nombrada con apodos peyorativos y al convertirse en centro de burlas, persecuciones o calumnias. Por el contrario, quienes intimidan tienden a ser muy populares en el grupo.

El acoso escolar es un fenómeno grupal. Christina Salmivalli, profesora de la Universidad de Turku en Finlandia, identificó seis roles que desempeñan los estudiantes en la intimidación: víctimas (sufren la intimidación); intimidadores líderes (la inician y la lideran); asistentes (ayudan al líder participando); reforzadores (refuerzan la intimidación al reírse o servir de audiencia); defensores (intervienen para frenar la intimidación) y externos (se alejan de la situación o no están presentes cuando ocurre).

“Es aconsejable evitar hablar de ‘acosador’, ‘víctima’ o ‘espectador’, sino del niño o niña que acosa, que es víctima o que es espectador. De lo contrario, se rotula a una persona sin darle la oportunidad de cambiar”, afirma  Natalia Cárdenas, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad CES de Medellín.

Menú de intimidación

Chaux, por su parte, plantea los siguientes tipos de intimidación: física, se vale de puños, patadas, empujones o daños a objetos personales; verbal, se ponen apodos que molestan, se dicen groserías y hay burlas; relacional o indirecta, se excluye a la persona de los grupos o se le hace daño a través de rumores y, virtual o cyberbullying, se agrede a alguien por medios como Internet o teléfonos celulares. Muchas veces ocurre una combinación de formas.

En Colombia no hay estudios recientes que permitan establecer con precisión cómo está el país en materia de bullying escolar. Sin embargo, una encuesta realizada en 2009 a través de las pruebas estatales de calidad educativa SABER, en la que participaron 50.000 estudiantes de todos los departamentos, evidencia que el 29 por ciento de los alumnos de quinto grado y el 15 por ciento de los de noveno (cursos encuestados) fueron intimidados en los dos últimos meses.

También está claro que hay menos víctimas de acoso escolar en secundaria que en primaria, debido a que el fenómeno se focaliza en algunas personas, probablemente en las que los intimidadores perciben como más vulnerables.

Estudios llevados a cabo en la Universidad Javeriana de Cali que coinciden con los adelantados en otras ciudades, permiten señalar que la principal forma de intimidación es la agresión verbal, seguida de la exclusión y de la agresión física.

“Las mujeres se valen más de la intimidación social relacional o la exclusión, mientras que los hombres usan más la física. Son más los intimidadores hombres que las mujeres y los lugares donde con mayor frecuencia tiene lugar el bullying son en su orden: salones de clase, espacios de recreo o de actividades deportivas y lugares de poca visibilidad como baños o pasillos”, señala la psicóloga María Clara Cuevas, docente de la Universidad Javeriana de Cali.

En los colegios mixtos, las niñas tienen mayor capacidad para reforzar o detener la agresión cuando es llevada a cabo por niños. “Si la celebran, le echan más leña al fuego, pero si dicen ‘no me parece’, pueden frenarla”, afirma Carolina Piñeros, directora de la organización Red PaPaz.

El bullying puede ser identificado en los primeros años escolares, pero los casos empeoran a medida que aumenta el grado de escolaridad, alcanzando un pico en la adolescencia o entre los 11 y 15 años. “Su incidencia es mayor en los estudiantes de entre sexto y noveno grado”, dice Fante.

Ninguna novedad

La intimidación escolar no es un fenómeno nuevo, pero se ha convertido en tema de preocupación desde que la gente está más consciente de sus consecuencias (Ver recuadro). “A finales de la década de los 80 e inicios de los 90, se incrementaron en el mundo los estudios sobre este fenómeno”, asegura Fante.

Adicionalmente, desde hace más o menos tres años, los medios de comunicación empezaron a hacerlo más visible. El problema fue que esto vino de la mano de un uso indiscriminado del término y todo se convirtió en “matoneo”. Para María Clara Cuevas, lo más importante ahora es dejar de usar esta palabra, porque “matón” es un sicario y el niño que intimida no puede ser calificado de tal manera.

Poco a poco, se empezó a decir que docentes, papás, empleados, jefes… ¡Todo el mundo hacía bullying! Y como la palabra se convirtió en algo cotidiano, disminuyó la preocupación real sobre el tema. De ahí la importancia de tener claro que no cualquier agresión puede ser clasificada así.

La intimidación escolar es una forma de violencia que ocurre entre pares o entre estudiantes en el ambiente escolar y fuera de éste. No toda la violencia que tiene lugar en el colegio o entre estudiantes debe ser llamada de dicha forma. “Hay peleas o desacuerdos motivados por los conflictos que surgen en las relaciones interpersonales y eso no es bullying”, señala Fante.

Una de las causas más frecuentes pero menos visible por las que tiene lugar la intimidación escolar, es cuando un niño o una niña no cumple con los roles de género establecidos o con los comportamientos que la sociedad espera de un hombre y de una mujer. Es decir, cuando un niño no juega fútbol, es más amigo de las niñas que de los niños o cuando una niña se deja el pelo corto, no usa aretes y prefiere participar en actividades consideradas masculinas.

En ocasiones, la persona no es o no se ha reconocido como gay, lesbiana, bisexual o transgenerista (LGBT), aunque la intimidación también puede tener lugar cuando el estudiante se asume abiertamente como LGBT. A esta clase de acoso escolar se le conoce como bullying homofóbico.

Sin embargo, hay quienes no están de acuerdo con este nombre. Para María Mercedes Gómez, coordinadora regional para Latinoamérica y el Caribe de la International Gay and Lesbian Human Rights Commission (IGLHRC), las fobias vienen de un miedo irracional, mientras que estos casos no son muestra de una situación psicológica individual tratable como la fobia a las alturas. Esta clase de intimidación escolar es una extensión del prejuicio social (juzgar algo sin conocerlo) que existe frente a la diversidad sexual y de géneros.

El llamado bullying por homofobia es más difícil de detectar y de manejar que los demás, porque si un estudiante insulta a otro llamándolo “negro”, probablemente varios docentes o directivas de la institución intervendrán para decirle que eso está mal y que todas las razas merecen el mismo respeto.

Se lo buscó

No obstante, si es “marica”, la palabra utilizada para referirse a un niño que tiene comportamientos o ademanes considerados femeninos, menos personas frenarán la situación. En el fondo, existe una cierta aprobación o justificación a este tipo de agresiones. Carlos Motta, por ejemplo, recuerda que cuando fue víctima de bullying homofóbico nunca un profesor enfrentó a quienes ejercían las agresiones.

Por el contrario, algunas directivas de instituciones educativas, docentes, estudiantes y hasta padres de familia le dicen al estudiante que por no ser como los demás es que lo molestan. Lo responsabilizan de los ataques.

“Cuando en el colegio una persona sufría violencia física por este tipo de bullying se hablaba del tema, pero no desde la perspectiva de que un niño le pegó a otro porque asumió que era homosexual, sino desde lo negativa que resulta la violencia”,  recuerda Carlos.

Si normalmente el bullying pasa inadvertido para la mayoría de docentes, en estos casos es aún más frecuente: pocas veces tienen las herramientas y el interés de intervenir cuando a un niño le dicen “marica” o a una niña “machorra”.

Adicionalmente, los niños que son objeto de agresiones no acostumbran hablar de la situación con sus padres o profesores. Según Fante, los principales motivos por los que evitan abordar el tema son: la vergüenza que sienten por ser el centro de bromas de la escuela, temor a las represalias que puedan tomar los estudiantes intimidadores, creer que los adultos no los entenderán o que deben resolver solos la situación y no querer llevar más problemas a la familia o a los profesores.

Y con mayor razón, evitan tratarlo cuando han escuchado en su entorno que ser o parecer homosexual es un pecado, una enfermedad o una anormalidad. “Evidenciar que lo están molestando por eso no es nada fácil”, agrega José Fernando Mejía, director del Programa Aulas en Paz.

Aunque en un buen número de instituciones educativas se están tomando medidas para enfrentar el bullying por razones de raza, religión, condición socioeconómica o discapacidad, en pocas se aborda, de manera explícita, por motivos de orientación sexual e identidad de género.

Se promueve el respeto por las personas negras, indígenas, blancas… Pero en ningún momento por las homosexuales, bisexuales, lesbianas o transgeneristas. “La mayoría de veces se considera que con hablar sobre tolerancia en general, se tiene un currículo incluyente. Pero la enunciación tiende a visibilizar algunas diferencias y a obviar otras y eso es aún más grave”, señala el Diagnóstico de situación de niños y niñas, adolescentes con orientaciones sexuales o identidades de géneros no normativas, presentado en 2013, por la Alcaldía Mayor de Bogotá.

Una realidad que se intenta ocultar

“No se ha reconocido la dimensión real del bullying homofóbico”, establece el informe Respuestas del Sector de Educación Frente al Bullying Homofóbico publicado por la UNESCO en 2012. Sin embargo, este acoso es un acto de discriminación. “Así como la exclusión por razones de raza, sexo, discapacidad o religión son inaceptables, también debe serlo aquella motivada por la orientación sexual e identidad de género”.

De ahí justamente que Ban Ki-Moon, Secretario General de las Naciones Unidas, haya definido este tipo de bullying como un “ultraje moral y una seria violación de los derechos humanos.

En una encuesta liderada por Enrique Chaux para el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) y la Secretaría de Gobierno de Bogotá realizada en 2006 con 87.000 estudiantes de todos los estratos socioeconómicos de la ciudad, el 34 por ciento reportó que algún compañero fue rechazado en el último mes por ser o parecer homosexual.

Para María Clara Cuevas, el hecho de que exista intimidación escolar por este motivo, puede deberse a que la diversidad sexual y de géneros es un tema al que hasta ahora el país se está aproximando.

“La mejor manera de empezar a derrumbar estereotipos en las escuelas, es logrando que las personas LGBT sean cada vez más visibles, que niños y jóvenes tengan más referentes. Es dejar de hablar de los homosexuales como comunidad sino como seres individuales”, afirma Pablo López, psicólogo especialista en temas de diversidad sexual y de géneros radicado en Madrid (España).

El problema de fondo es que un buen número de directivas, docentes, padres de familia y estudiantes, todavía tienen profundos prejuicios y desconocimiento sobre el tema. Aún hay quienes piensan que la homosexualidad es una enfermedad que se contagia o una característica que puede “fomentarse”.

Miguel Ángel Barriga explica en su trabajo de grado de maestría en Política Social titulado Reconocimiento e inclusión de la diversidad sexual y de géneros en cuatro instituciones educativas del distrito capital, a partir del acuerdo 371 de 2009 del concejo de Bogotá, que al indagar entre los docentes sobre la conveniencia de incorporar en los planes de estudio asuntos relacionados con orientaciones sexuales e identidades de género, algunos afirmaron que eso podría propiciar en los estudiantes un interés por formar parte de las poblaciones LGBT.

 ¿La homosexualidad se fomenta?

“Existe la idea de que si se apoya a un estudiante homosexual se está ‘promoviendo’ esta orientación”, dice Natalia Cárdenas. Abordar la diversidad sexual en las escuelas suele generar incomodidad y resistencia. “Es un tema en el que hay ignorancia y miedo”, enfatiza José Fernando Mejía.

Docentes y directivas de algunas instituciones intentan restarle importancia a la intimidación por homofobia, afirmando que “ahora muchos jóvenes se tratan de manera amigable con palabras como marica”. Sin embargo, es claro que en numerosas ocasiones ésta y otras como “loca” o “gay”, son utilizadas con el ánimo de hacer sentir mal a una persona.

Adicionalmente, el rechazo a lo que tenga que ver con diversidad sexual y de géneros, es respaldado a través de lo que se conoce como el “currículo oculto” o el conjunto de influencias no explícitas, no evidentes y no abiertamente intencionales, presentes en las instituciones educativas y que determinan formas de ser, pensar y actuar de los estudiantes.

“Aunque no tiene un carácter institucional, el currículo oculto educa a través de comportamientos, normas, lenguaje y costumbres. Establece esquemas rígidos sobre lo que deben ser las mujeres y los hombres”, afirma Miguel Ángel Barriga.

Partir de la base de que todos los estudiantes son heterosexuales y de que, según su genitalidad, una persona deba, obligatoriamente, considerarse hombre o mujer, son muestra del currículo oculto. También, el hecho de que los ejemplos puestos en clase sean siempre sobre personas y relaciones heterosexuales y de que se obvie la orientación sexual homosexual o bisexual de personajes históricos.

El Diagnóstico de situación de niños y niñas, adolescentes con orientaciones sexuales o identidades de géneros no normativas, revela que los textos educativos dejan a un lado la diversidad sexual, que en las aulas de clase se refuerzan los roles de género tradicionales de hombres y mujeres y que la discriminación contra jóvenes homosexuales no es objeto de análisis ni reflexión.

Es más, la escuela siente que parte de su labor es fomentar el ideal de masculinidad en los hombres y el de feminidad en las mujeres. Y cuando aparecen expresiones que se salen de ahí, el sistema las interpreta como deficiencia, desviación de lo normal o patología.

Detrás, está el hecho de que la mayoría de actores de la comunidad educativa (docentes, directivas, empleados, etc.) creció con un único esquema de ser hombre y de ser mujer, sin contemplar la diversidad sexual y de géneros.

Uniformar cuerpos y mentes

Algunas directivas y docentes asumen que los estudiantes son una masa homogénea. De ahí las normas sobre cómo lucir físicamente de manera adecuada según el género, revela el Diagnóstico de situación de niños y niñas, adolescentes con orientaciones sexuales o identidades de géneros no normativas. Para Andrés Felipe Castelar, la escuela debe saber que el proyecto de uniformar mentes y cuerpos se acabó, para pasar al reconocimiento de la diversidad.

“Al consultarles a los maestros entrevistados acerca de las personas LGBT, manifestaron que las respetan pero no comparten su vida y que lo más importante es que no se pongan en evidencia”, afirma Miguel Ángel Barriga. Es decir, es posible que acepten esta población siempre y cuando oculten su orientación sexual o identidad de género y actúen dentro de los parámetros definidos como masculino para hombres y femenino para mujeres.

“Se considera que el respeto hacia niños y adolescentes LGBT equivale a permitir su existencia, mientras se acojan a las normas heterosexuales. Pueden ser gais pero que no se les note”, revela el Diagnóstico de situación de niños y niñas, adolescentes con orientaciones sexuales o identidades de géneros no normativas.

Para Chaux, la intimidación escolar por homofobia reproduce un modelo según el cual los hombres deben ser fuertes, agresivos, poco sensibles y conquistadores de mujeres. “La homosexualidad es castigada con acoso porque representa todo lo contrario de aquello que es valorado en ellos”.

Discriminar a otra persona es algo que el menor aprende en su entorno. “Señalar a otro por ser o parecer homosexual evidencia que ha crecido en un entorno donde eso es lo que ve”, dice Pablo López. Así, mientras que para los papás la palabra “gay” sea un insulto, para los hijos también lo será.

Además de la resistencia de algunos padres de familia, directivas y docentes de instituciones educativas a abordar en la escuela la diversidad sexual y de géneros, también hay organizaciones que tienen como fin evitar que esto suceda.

Para la muestra, después de una conferencia en la que un psicólogo habló de lo grave que resulta la intimidación escolar por homofobia, la entidad que organizó el evento recibió una carta de una ONG. El documento decía que ese tipo de charlas le hacen publicidad a la homosexualidad y que seguramente el psicólogo buscaba promover su orientación sexual. Partían de la base de que quien habla de respeto por la diversidad es homosexual.

Algunos profesores temen que al abrirle espacio a estos temas o al apoyar a un estudiante LGBT, se crea que es él o ella son homosexuales, por las implicaciones sociales que aún existen frente al tema. Se desconoce que apoyar estos temas no necesariamente significa ser homosexual y que si así fuera, la persona no tiene porqué ser considerada, automáticamente, abusadora sexual.

La estigmatización

Precisamente, una de las razones detrás de la escasa investigación que existe en Colombia sobre intimidación escolar por homofobia, es que aún hay académicos que creen que trabajar dichos temas, los puede llevar a ser considerados LGBT. “Algunos periodistas también me han dicho que ponerse a favor de la diversidad sexual en sus medios les genera estigmatizaciones”, dice Hernando Uribe, coordinador del Grupo de Investigación en Conflictos y Organizaciones de la Universidad Autónoma de Occidente de Cali.

Otro tema que fortalece el bullying escolar por homofobia es el hecho de que a pesar de que el programa de Educación para la sexualidad y construcción de ciudadanía del Ministerio de Educación sea de de carácter obligatorio e incluya módulos correspondientes a diversidad sexual y de géneros, cada colegio es autónomo en cuanto a su implementación.

Por esto, muchas veces lo limitan a la vida sexual como un modelo heterosexual reproductor y a la prevención de embarazos y de enfermedades de transmisión sexual. Se cree que la sexualidad es solamente salud sexual y reproductiva, sin tener en cuenta la perspectiva de derechos. “No solamente se ignora la homosexualidad y el transgenerismo sino que no se habla de la sexualidad como acto de placer o sin fines reproductivos”, recuerda Carlos Motta.

En ocasiones, los programas de educación sexual están a cargo de docentes con prejuicios sobre las orientaciones sexuales no heterosexuales y con un profundo desconocimiento de los temas de identidad de género.

“Las instituciones educativas olvidan que las ideas y creencias de estas personas están en contravía de lo que enseñan, lo cual se hace evidente”, señala María Clara Cuevas. No tiene sentido destinar a un docente, sin un entrenamiento previo, a replicar contenidos. Además de estar en manos de especialistas, la enseñanza de la diversidad sexual debe venir acompañada de un cambio cultural.

Según Andrés Felipe Castelar, la mayoría de maestros entienden cuando un niño presenta dificultades de aprendizaje, pero les cuesta aceptar que se sienta atraído por personas de su mismo sexo. “Dicen que seguramente cree eso porque es muy consentido, protegido y no tiene mayor presencia de la figura paterna. Para ellos, los niños no sienten, no desean, no se identifican y, en caso de hacerlo, no se salen del marco de ‘lo correcto’: la heterosexualidad”.

“Si bien las prácticas sexuales suelen comenzar en la adolescencia, existen manifestaciones tempranas de una orientación sexual”, dice el Diagnóstico de situación de niños y niñas, adolescentes con orientaciones sexuales o identidades de géneros no normativas.

Una explicación de “la elección”

Muestra del desconocimiento que existe entre algunos actores de la comunidad educativa sobre los temas de diversidad sexual y de géneros, son las declaraciones de la psicóloga de un colegio privado de Cali: “la pregunta también es ¿qué está pasando para que ellos tomen estas decisiones? (refiriéndose a las orientaciones sexuales no heterosexuales en estudiantes). Muchas veces puede ser porque no tienen habilidades sociales y los niños no saben cómo relacionarse con las niñas. La idea es preguntarse qué los ha llevado o cuál ha sido la motivación para tomar esa decisión”.

Para que el país avance de una manera más efectiva en el manejo del bullying por homofobia, es importante empezar los programas de prevención desde la primera infancia. También es clave que el sistema educativo colombiano tenga claro que su objetivo, más allá de transmitir unos contenidos y producir mano de obra calificada, es aportar en la construcción de personas reflexivas y respetuosas.

Además de recuperar el concepto de que la educación es una responsabilidad tanto de la familia como de la escuela, “vale la pena seguir trabajando para que quede claro que la homosexualidad y el transgenerismo no tienen nada que ver ni con desviaciones ni con enfermedades”, añade José Fernando Mejía.

De igual manera es fundamental que, en el ámbito legal, las personas LGBT tengan los mismos derechos que las heterosexuales, porque si desde las leyes se discrimina, el menaje que se envía es que sí hay diferencias entre unas y otras.

Finalmente, más allá de aprender a manejar el bullying por homofobia, el gran reto para prevenir este fenómeno, es formar nuevas generaciones capaces  de valorar la diversidad existente en sus entornos.

Lo que pasa si se ignora el bullying por homofobia…

  • Quienes son víctima, tienden a faltar al colegio inventándose excusas. Esto afecta su desempeño y rendimiento escolar. A este hecho se suman problemas de aprendizaje, dificultad de concentración y adaptación, desmotivación, dispersión y baja productividad.
  • Además de ser causa de un sufrimiento diario, ser víctima puede llevar a padecer pesadillas, problemas de sueño, cambios de humor frecuentes, irritabilidad y reacciones desmedidas frente a hechos que no lo justifican.
  • Los estudiantes que son víctima suelen pasar más tiempo en la enfermería, argumentando dolor de estómago o de cabeza. Pueden presentar fiebre, diarrea y vómito.
  • Los alumnos objeto de agresiones se caracterizan por timidez, pasividad, descenso en la autoestima, impotencia, desconfianza, temor, culpa, inseguridad, aislamiento y resistencia a participar en actividades grupales.
  • Los adolescentes hombres víctima suelen presentar ansiedad, depresión, angustia y una pérdida del sentido de pertenencia con la escuela. Las adolescentes mujeres, mayor retraimiento.
  • Los estudiantes que son víctima son más propensos a la deserción escolar, lo que constituye una violación al derecho a la educación. Los estudiantes que abandonan la escuela de manera anticipada están menos calificados, lo que afecta su vida laboral.
  • Este tipo de bullying impide que una persona asuma con tranquilidad su orientación sexual o identidad de género, promoviendo que la viva de manera oculta. Se vulnera el derecho al libre desarrollo de la personalidad.
  • En quienes son víctima hay mayor riesgo de conductas de autoagresión y sentimientos de desesperanza, lo que los lleva a contemplar el suicidio.
  • A largo plazo, el estudiante que es víctima puede desarrollar homofobia interiorizada, tener problemas para vincularse afectivamente con sus parejas y convertirse en consumidor habitual de sustancias psicoactivas y bebidas alcohólicas.
  • A largo plazo, los estudiantes agresores pueden presentar depresión, abuso en el consumo de bebidas alcohólicas y sustancias psicoactivas, conductas delincuenciales y ser violentos con sus parejas. Adicionalmente, hay una mayor tendencia a que sus hijos sean intimidadores.
  • El acoso escolar está asociado con la venganza. Con frecuencia, quien es agredido, en algún momento de su vida “devuelve” de igual manera.

Mitos del bullying

  1. Es inofensivo: quienes lo sufren tiene mayor riesgo de presentar problemas de ansiedad, depresión y desmotivación académica.
  2. Forma carácter y prepara para la vida: ser víctima no genera fortalezas sino vulnerabilidades.
  3. Se debe responder con violencia, darle “más duro”: quienes reaccionan a la intimidación con agresión física, verbal o fuertes descargas emocionales, tienen más chance de que aumente la agresión que reciben.
  4. Es por molestar: como quienes ejercen la intimidación se divierten, quieren creer que a la víctima también le parece gracioso. Está lejos de ser así.
  5. La solución es un colegio militar: es equívoco creer que lo mejor para un niño que presenta comportamientos considerados femeninos, es matricularlo en un colegio militar. También es errado desescolarizarlo de un colegio masculino por creer que “contagiará” a los demás.
  6. La homosexualidad es una etapa: es erróneo creer que “esas son cosas que se les van a pasar”. Nadie habla de la heterosexualidad transitoria.
  7. “A mí me pasó, es algo normal”: no es justo creer que el bullying es “algo de la edad”. Por el contrario, afecta, deja secuelas y constituye una situación de vulneración de derechos humanos.

¿Está de acuerdo con sacar a los homosexuales de su institución educativa?

Bullying o matoneo por homofobia

La gráfica refleja que, a pesar de que aún existe discriminación contra los estudiantes homosexuales, ésta viene disminuyendo. (Encuesta llevada a cabo por el DANE y la Secretaría de Gobierno de Bogotá en 2006 con 87.000 y, en 2011, con 104.000. Gráfica: Enrique Chaux, Educación, convivencia y agresión escolar).

Nota: Este artículo forma parte del especial “Bullying por homofobia en Colombia”, llevado a cabo como parte de la convocatoria: “Inclusión e identidad en América Latina y el Caribe, la agenda pendiente para el desarrollo económico de todos”, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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2 thoughts on “El bullying por homofobia debe salir del clóset

  1. y odio las personas homofobicas y machistas miren ustedes que paso en orlando florida de eeuu un homofobico machista entro a una discoteca a matar a unos chicos gays y herir otros chicos gays porque estaban celebrando el dia del orgullo gay gracias gay mauricio 35 años jaramilloruizfernando5@gmail.com

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