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En series como Glee, las relaciones entre parejas del mismo sexo se asumen con la misma naturalidad que las heterosexuales. Foto: LesMedia.

El día en que la televisión colombiana salga del clóset  

Aunque la televisión se esfuerza por dejar atrás la representación de los personajes LGBT como la cuota de humor de series y telenovelas, aún falta mucho para llegar a una interpretación sin estereotipos.

No son más de 30 las series o telenovelas que en la historia de la televisión colombiana han incluido personajes LGBT. En cuanto a la manera de representarlos, se ha visto de todo. Desde el clásico peluquero interpretado por Carlos Barbosa en la novela El Divino (1986) hasta un obrero de construcción como el que representó Juan David Galindo en la serie El último matrimonio feliz (2008 – 2009).

Hasta entonces, mucha gente protestaba cuando se incluían estos personajes argumentando que eran un mal ejemplo para los niños. Por este motivo, la serie Infierno (1986), protagonizada por Luis Eduardo Arango, fue retirada de la programación cuando apenas llevaba tres capítulos al aire. El peligro radicaba en que mostraba que la homosexualidad existe.

Algo similar sucedió con la telenovela Perfume de agonía (1997), dirigida por Kepa Amuchastegui. Una vez más la razón era que contenía “escenas homosexuales”. Fue censurada después de que dos de sus personajes, interpretados por Marcela Gallego y Alejandra Borrero, se dieran un beso.

Incluso, por una serie relativamente reciente como El último matrimonio feliz, Consuelo Cepeda, la defensora del televidente de RCN recibió cartas de rechazo.

“Hay papás que reclaman que se muestren escenas de sexo y más entre parejas del mismo sexo, pero no protestan porque sus hijos vean violencia y el uso de la mujer como objeto sexual”, agrega Javier Olarte, profesor de la Facultad de Cine y Televisión de la Universidad Nacional de Colombia.

Con el paso del tiempo, estas protestas han disminuido. Lo que indica que, lentamente, los personajes LGBT son cada vez más cotidianos en series y telenovelas.

El problema, en líneas generales, es que siguen siendo presentados sin profundidad y sin la variedad de sentimientos propios de cualquier persona. Son más bien “accesorios” de la historia: la cuota de humor, los peluqueros o los mejores amigos del personaje central. Nunca aparecen en roles protagónicos sino como parte de la escenografía.

Secundarios y sin profundidad

Para el periodista Héctor Fabio Cardona, el personaje gay aparece como una manera de ponerle picante a la historia, pero no tiene una vida propia.

Este es el caso de Rodrigo Flores, interpretado por Mijail Mulkay en la serie Los caballeros las prefieren brutas (2010). “Dependía de otros para poder existir, su identidad estaba supeditada a que otros lo nombraran”, afirma Alejandro Jaramillo, artista, director de televisión y docente universitario.

Otras veces quedan reducidos a su vida afectiva. “Hay quienes creen que por incluirlos deben enfocarse exclusivamente en su orientación sexual cuando esta parte es tan solo una faceta más de su vida, como en cualquier persona”, señala Olarte.

En ocasiones se van al otro extremo: se incluyen pero sin presentar escenas de su vida sexual, como sí ocurre con las parejas heterosexuales. “Esto refleja la doble moral propia de comentarios como: ‘no tengo nada contra los gais, siempre y cuando no lo demuestren’”, dice Cardona.

Una interpretación más certera se encuentra en una película como La vida de Adéle (Francia, 2013). Más allá de tratarse de una relación homosexual, es una historia de amor con la que cualquier persona puede sentirse identificada.

Asimismo, en series internacionales como Glee -en Colombia puede verse por televisión por cable- son más frecuentes los personajes LGBT como pieza clave de la historia. Allí, tienen una identidad propia. Las relaciones entre parejas del mismo sexo se asumen con la misma naturalidad que las heterosexuales: lloran, se ríen, pelean, tienen vida sexual, socializan…

“A pesar de que series como Glee muestran representaciones alejadas de la realidad colombiana en cuanto a físicos o costumbres, también es cierto que abordan de manera más cercana la realidad LGBT”, explica Mauricio Arroyave, periodista, exdirector del programa El primer café de Canal Capital.

Los canales nacionales, por ejemplo, acostumbran presentar a los hombres homosexuales como cercanos al chisme, al punto de que en algunos programas son contratados para que sean los encargados del tema.

Según Alejandro Jaramillo, el hecho de que un programa de chismes sea presentado por hombres gais, refuerza el estereotipo de que los homosexuales viven pendientes de la moda y de la farándula, pero también muestra que un hombre puede presentar un magazín.

¿Reconocimiento o estereotipo?

También hay casos como el de Laisa Reyes en la novela Los Reyes (2005), que despiertan voces en contra y a favor. Para Jaramillo, incluir una mujer trans implica un reconocimiento y hasta una celebración de la diversidad. Mientras que para Javier Olarte, este papel era caricaturesco y estigmatizaba a esta población.

En últimas, falta que más guionistas, libretistas, actores y directores, perciban a las personas LGBT como parte de la sociedad y no como seres marginales. “El problema de fondo es que como todavía hay quienes se resisten a incluirlas en la sociedad, eso mismo pasa en los medios”, afirma Olarte.

No es frecuente, por ejemplo, encontrar una mujer lesbiana que trabaja de 8 a 5, hace mercado y tiene una pareja, sino que debe haber algún componente que marque una diferencia. Esto sucedió con Alejandra Borrero quien en Merlina Mujer Divina (2006) interpretó a una lesbiana que vivía con VIH.

Según Olarte, en Colombia hay una tendencia a homogeneizar y cuando alguien se sale de ahí, se margina o estereotipa, patrón que se repite en los medios. “Se supone que uno de los objetivos de la televisión es formar, pero en este caso lo que hace es condicionar la percepción de las personas frente al tema”.

Los medios, agrega Arroyave, han contribuido a crear imaginarios sobre la realidad LGBT. Y a partir de esas representaciones, buena parte de la sociedad se forma una opinión al respecto.

“En la televisión, sobretodo en la ficción, se acude a los estereotipos para captar la atención de la audiencia. Esto no solamente pasa con las personas LGBT, sino en general”, asegura Omar Rincón, crítico de televisión y director del Centro de Estudios en Periodismo de la Universidad de los Andes (CEPER).

Por esto, agrega, los sicarios generalmente son paisas. “Si quieren presentar a una persona ignorante, habla como boyacense. Si sale un perezoso, es costeño, o si se trata de un gringo habla mal español. La queja es colectiva”.

Por otra parte, los medios han contribuido a que la sociedad siga confundiendo homosexualidad con pedofilia. Algunos programas periodísticos abordan la homosexualidad en la Iglesia Católica asociándola con el abuso de menores, como si tuvieran las mismas características e implicaciones sociales.

Es justamente por esta mezcla que cuando aparecen hombres homosexuales al lado de niños, las alarmas se encienden, como si el hecho de tener esta orientación sexual convirtiera a una persona en abusadora de menores.

Reflejo de la sociedad

Según Omar Rincón, la televisión muestra qué piensa la sociedad y no al revés. “Si la televisión va más adelante del momento social y del lugar común, el rating se afecta”.

Si la sociedad es poco sensible a la diversidad, la televisión lo refleja: es más un confirmador de un pensamiento social que un provocador. “Así, cuando se ve la representación de lo gay en las series y telenovelas, se concluye que esta es una sociedad homofóbica”, afirma Rincón.

En esto coincide Héctor Fabio Cardona, quien asegura que los medios masivos no son unos “adelantados”, sino que tienden a reafirmar el status quo.

Tampoco ayuda el hecho de que en noticieros y espacios de no ficción, las imágenes utilizadas para apoyar las notas sobre diversidad sexual y de géneros, sean siempre personas en rumba, marchas o plantones, como si solo hicieran esto. “Poco se muestra de su vida diaria”, explica Omar Rincón.

Por su parte, en los programas infantiles, hay una tendencia a ignorar el tema. “Más bien ratifican estereotipos de lo que se cree debe ser el comportamiento de un hombre y el de una mujer. Los niños nacen sin prejuicios y es así como se los inculcan”, afirma Mauricio Arroyave.

Si los medios de comunicación le prestaran mayor atención a una realidad que tienen a la vista, podría resultarles hasta rentable en términos económicos. De hecho, buena parte de lo que pasa en la televisión por cable obedece a que existe un nicho de mercado. “En este sentido, las personas LGBT han sido reconocidas como un consumidor atractivo”, explica Rincón.

“Las grandes compañías han entendido, ni siquiera pensando en términos de igualdad, sino de marketing, que allí hay un mercado”, señala Cardona. Por su parte, los medios están en camino de entender que si en una serie o novela representan de una manera más certera a las personas LGBT, ese público, así como sus amigos y familiares, estarán más dispuestos a ver el producto.

Los medios podrían abordar esta temática sin miedo a perder anunciantes, que es lo que se cree. Finalmente, tanto unos como otros pertenecen a los mismos monopolios. Evitar abordar la diversidad sexual y de géneros tiene que ver más con la moral y los prejuicios de “los dueños del chuzo” y de quienes trabajan tras bambalinas de series y novelas.

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