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La nueva versión del Padre Llano

De parecer una luz al fin del túnel en medio del estancamiento de la iglesia católica, pasó a ser uno de sus representantes más conservadores. ¿Qué le pasó al Padre Llano?

Uno de los regalos de navidad que más recuerdo no es de la infancia sino más bien reciente: el libro Confesión de fe crítica publicado en 2008.

Su autor es el padre Alfonso Llano Escobar, sacerdote de 87 años y con más de 70 como jesuita. El mismo que dirigió la maestría en Bioética de la Universidad Javeriana.

La lectura de este título le dio un giro radical a la fe en la que crecí. Me permitió conocer a un Jesús histórico, aproximarme a la religión católica de una manera menos infantil y alejarme de dogmas y fenómenos “inexplicables”.

Me llevó, también, a hacer algo que creía vetado: cuestionar la doctrina que me enseñaron, la que muchos fieles siguen con una fe que el padre Llano denomina “de carbonero”, por ser ciega y poco crítica.

En su libro, el sacerdote dice: “Son múltiples los puntos discutibles de nuestra fe, puntos que hoy estudia la teología católica. Por citar algunos: ¿fue María virgen? En vida, ¿Jesús fue Dios? ¿Tuvo hermanos? ¿Pudo pecar? o ¿Están realmente presentes el cuerpo y la sangre de Jesús en el pan y el vino consagrados?”.

La revelación

En las 390 páginas de Confesión de fe crítica conté con la suerte de conocer a un Jesús hombre que tuvo hermanos y que nació de una mujer como el resto de mortales. Me acerqué con más confianza y menos “temor de Dios” a quien trajo al mundo un mensaje de amor y perdón que poco a poco los jerarcas de la iglesia han convertido en uno de sectarismo y poder.

También sugería que dejara a un lado sus vestimentas, el lujo y tanto aparato externo para irse a vivir a barrios de condición modesta.

Su propuesta de obispos del siglo XXI decía: “Que trate con sencillez y sin discriminación alguna a los fieles de su diócesis, y se muestre cercano a sus problemas matrimoniales, económicos y laborales, y que trate con especial deferencia a quienes fracasaron en su primer matrimonio y tuvieron que iniciar un segundo”.

En cuanto a cómo deberían ser los futuros sacerdotes, señalaba: “un hombre a carta cabal, sencillo, alegre, orientador, sociable, abierto, que sobresalga por el trato maduro y respetuoso con todos sus fieles, y que se le permita vivir en matrimonio, si así lo desea”.

El padre Llano proponía ideas tan trasgresoras como que el Papa del siglo XXI debería abandonar la sede vaticana y la basílica de San Pedro para convertirlos en museos y hacer lo mismo con las demás basílicas y catedrales medievales.

Un oasis en el desierto católico

En ese entonces, leer al padre Llano en su columna “Un alto en el camino” que publicaba en el diario El Tiempo desde 1976, era encontrar una cara menos retrógrada y oscura de la iglesia católica. Era un espacio de reflexión y crítica que alimentaba y no alienaba la fe.

Pero como su mensaje era tan opuesto a aquellas lecciones de sus jerarcas, con las que logran mantener en sus fieles una fe “de carbonero”, le ordenaron suspenderla hasta hace unos pocos años que le fue restituida.

Entre los motivos que le dieron para quitársela, muy seguramente estaba la columna en la que invitaba a los divorciados y vueltos a casar a comulgar (algo que la iglesia rechaza), pues finalmente el amor de Dios, decía, está por encima de las leyes del clero.

Por esa época, alguna vez en una emisora le preguntaron si la Biblia decía algo en contra de la homosexualidad. Él respondió que nada. Era, en últimas, un sacerdote conciliador y abierto al debate que de un momento a otro regresó a los “dogmas” y al “confunde y reinaras”.

Una de las muestras más visibles de esto fue la columna que publicó el domingo 20 de mayo titulada “Matrimonio viene de madre”. En ese entonces, Sentiido le respondió con “El huequito y el palito” a su metáfora sobre el matrimonio representada en el popular juego de la coca, en el cual el palito “persigue al huequito para penetrarlo”.

Pero la gota que rebosó la copa fue el escrito que publicó el pasado 8 de septiembre. Allí señala que las parejas del mismo sexo no pueden adoptar niños por falta de idoneidad moral.

¿El mismo de antes?

En palabras del Padre Llano esto significa que “una pareja homosexual no aporta el ambiente idóneo para formar la conciencia de los niños. Falta algo, falta mucho: el hogar, el calor de la familia, la complementariedad de los dos sexos, la delicadeza de la madre -en pareja masculina- el cariño, el respeto, la altura de miras, el ejemplo de una vida que no tiene nada que ocultar, y sí, mucho que dar. Cualidades que suelen estar ausentes en parejas homosexuales”.

Para tratar de minimizar el grado de exclusión de sus palabras, utilizaba frases como: “con todo el respeto del caso” o “no se crea que, por este rechazo, la Corte Constitucional pretende introducir una discriminación en contra de las parejas homosexuales”.

Ese sacerdote que reconocía los abusos de autoridad de algunos hombres de la iglesia, es el mismo que hoy dice: “Es mucho, quizás demasiado, lo que los homosexuales han conseguido. Lo que quieren es pasar por normales, con iguales derechos que los matrimonios heterosexuales”.

El padre que años atrás afirmaba que la fe católica debe desarrollarse, seguir creciendo y adaptarse a los diversos tiempos y cambios culturales, es el mismo que hoy asevera: “Veo bien el ayudar a dichas parejas a asumir un hecho poco agradable, que merece todo respeto: la tendencia homosexual, que por mucho que se la respete, nunca va a ser algo deseable y digno, algo normal”.

La “patraseada” final

Para cerrar con broche de oro, el padre Llano señala que en su larga vida, nunca ha oído a unos padres de familia proclamar a los cuatro vientos, ufanos y contentos: “Tenemos un hijo homosexual. ¡Qué suerte! ¡Qué dicha! Está bien sacarlos del clóset, pero jamás sentarlos en la vitrina”.

Se trata del mismo sacerdote que años atrás posiblemente habría respondido a dicha afirmación de la siguiente manera: “¿acaso qué padres de familia coherentes andan proclamando a los cuatro vientos, ufanos y contentos: mi hijo es heterosexual ¡Qué suerte! ¡Qué dicha!?”

Aprovechando las palabras que él propone en su columna: “es cuestión de sensatez, de responsabilidad, de amor a los niños y al futuro de la sociedad…” Yo le preguntaría: ¿Por qué cambiar de filosofía de vida solamente por temor a que unos superiores le recuerden su voto de obediencia que, en su caso, es de silencio?

Lo preocupante de esto, es que su imagen de jesuita progresista le llegó a muchas personas que hoy lo leen en El Tiempo. Las mismas que, posiblemente, creerán que si él dice: “los homosexuales desean la compañía de niños para llenar su vacío y carencia de afecto”, es por algo.

Sería interesante que el padre Llano regresara a esas épocas en las que señalaba: “Mi aporte es despertar el debate público en torno a una fe que busca ponerse al día con los avances de la ciencia y de la cultura y servir así a católicos y no católicos.

Los predicadores del evangelio no podemos seguir tratando a los laicos como menores de edad incapaces de pensar. Sus puntos de vista pueden enriquecer notablemente el debate de la fe. Que sean bienvenidos”.

One thought on “La nueva versión del Padre Llano

  1. No sufro de ningún tipo de blanqueamiento, ni mi historia no es eurocentrica, siii soy cristiano, mestizo y por sobre eso, humano. Humano como este sacerdote que tan habido de llamar la atención siempre me ha parecido y prueba de eso, son estos giros irregulares que poco demuestran un compromiso con algo o alguien, prefiero a los que siempre quieren conservar o lo que quieren halar, por lo menos de ellos se que esperar… como sea, no me sorprende ninguno de sus argumentos, tan viejos como son que le superan en siglos a este hombre, ha aprendido bien y ha vivido bien el camino del revolucionario, que al final siempre es asimilado por el sistema… ¿Será por eso que los escritos que mas aportan a mi fe son los mas ateos?

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