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Mujeres trans, migrar para descubrirse

Además de desarraigo, la migración también despierta nuevas vivencias. Estas son historias de mujeres trans peruanas que, lejos de su país natal, afirmaron su identidad y reconfiguraron sus proyectos artísticos.

Por: Oscar Bermeo Ocaña*
Foto apertura: Oscar Bermeo Ocaña.

Robi, las canciones que me habitan

Durante algunos años, a Robi le costó escuchar las canciones de su primer disco. El “Nueva Ola”, ese puñado de temas que había lanzado recién cumplidos los 20, parecía cada vez más distante en su nueva etapa. (Ver: Artivismo transfeminista: el arte de la resistencia)

En cambio, del álbum debut de su proyecto Santa García no ha pasado mucho tiempo, pero sí muchas cosas. Pocos meses después de lanzarlo, en 2017, dejó Lima para estudiar composición musical en Buenos Aires. El viaje con fines educativos fue el disparador de varios cambios que se manifestarían de forma definitiva en su segundo disco. (Ver: Miluska Luzquiños, transfeminismos por los caminos del Perú).

En 2022, ya radicada y aclimatada a la capital argentina, arrancó un nuevo proceso de grabación. La atmósfera era distinta. En su primer trabajo había sido difícil sugerir ideas al productor. Esta vez le dejaron a Robi siempre la palabra final. (Ver: Yo, monstruo mío).

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Robi dejó Lima para estudiar composición musical en Buenos Aires. Foto: Oscar Bermeo Ocaña.
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Robi sabe que la producción del disco acompañó su proceso de descubrimiento personal. Foto: Christian Valera.

Ella también era distinta. O, mejor dicho, era por fin Robi. “Me dejé crecer el cabello, me pintaba los labios, me perforé las orejas, comencé a vestirme diferente. No sabía que estaba transicionando, simplemente estaba feliz expresando mi ser”, señala. (Ver: Cristina Rodríguez: mujer orgullosamente trans).

En términos sonoros, su propuesta dejó la textura del indie folk e incorporó una sonoridad más cercana al soft rock. Guardó la guitarra acústica y sacó la eléctrica. Aunque eso sí, sus letras no abandonaron el tono confesional.

Hace tiempo salí de casa, y no pretendo volver. Dejé atrás lo que me afectaba y no pretendo volver…” se escucha al inicio del tercer track. Robi hoy, un año después, nota que la producción del disco acompañó su proceso de descubrimiento personal. “Escucho esas canciones y está todo ahí, solo que no lo sabía, lo volcaba sin saberlo”. (Ver: Brigitte Baptiste, una navegante del género).

“El mundo es fabuloso” es el título que optó para la segunda placa de Santa García. Pareciera una declaración de sus nuevos tiempos. A las pocas semanas de publicarlo, inició la terapia hormonal, la cual es cubierta por el Estado argentino gracias a la Ley de Identidad de Género. (Ver: Así lo logró Argentina, ¿cuándo lo hará Colombia?).

Vivió en las calles de Buenos Aires la lucha por la despenalización del aborto, promulgada finalmente en 2021. “Esas marchas fueron experiencias conmovedoras”, menciona. Participó en espacios de discusión política y militó por los derechos de la diversidad. (Ver: Los súper poderes del feminismo transincluyente).

Conoció la historia de Lohana Berkins, una activista del movimiento trans argentino. “Todo eso, hizo que explorara mi identidad y que me diera cuenta de que no era un chico”. (Ver: Los argumentos que sustentan la despenalización del aborto en Colombia).

Así descubrió que era una mujer trans. “Antes no estaba en el espacio indicado para llegar a esa conclusión. La migración fue clave”, afirma. Aunque los cuatro mil kilómetros que la separan de Lima no la han desconectado de los sonidos de sus raíces. (Ver: Diferentes formas de ser trans).

El clima social de las calles argentinas le dio la posibilidad de interiorizar su búsqueda personal.

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Los cuatro mil kilómetros que la separan de Lima no la han desconectado de los sonidos de sus raíces. Foto: Christian Valera.

Mientras conversamos, además de Pink Floyd o Kanye West, la música de La Lá o Susana Baca invaden su sala. Respeta a los clásicos, pero dice que le interesan también las propuestas recientes que han aparecido en el Perú. Principalmente las más desprejuiciadas, que mezclan ritmos, instrumentos y géneros. “A veces no pareciera que existe una identidad de la música peruana, pero si te pones a escuchar el tipo de melodía que utilizan está ahí. Existe”, menciona.

Se entusiasma al hablar de música. Las canciones son su mundo desde la adolescencia, cuando empezó a componer. Pasó por varios instrumentos: violín, batería, bajo, hasta llegar a la guitarra. Con ella escribió los temas de “Nueva ola”, que le valieron el reconocimiento de la crítica especializada de su país.

Foto: cortesía Santa García.

En Lima dejé la posibilidad de desarrollar mi carrera artística. Es el lugar donde más me conocen”, dice en tono consciente. Agrega que no se arrepiente de su decisión debido al crecimiento profesional y personal que le permitió su nueva ciudad. (Ver: La Mocha: un bachillerato popular travesti-trans).

Tampoco romantiza la migración. No ha sido fácil insertarse en el competitivo circuito musical argentino. “El argentino ama su música, el producto nacional es su prioridad”, explica. Es consciente de las menores oportunidades que tienen las artistas trans para posicionarse en la escena, pero sabe que poco a poco irán ganando visibilidad. “En el futuro la gente se va a expresar más libremente y en la música seguro eso se manifestará”. (Ver: La fuerza de Lola Dejavu).

Espera pronto viajar a Lima para reencontrarse con su público. Durante su última visita, Robi volvió a juntarse con amistades de otros tiempos. No siempre fue sencillo retomar las relaciones con fluidez. “Nadie sabe cómo tratarte. Hay mucha confusión. También para una persona que transiciona al comienzo es difícil. No es que de un día para el otro te presentas 100% de otra forma”. (Ver: “¿Cómo es tu nombre real?” y otras preguntas impertinentes).

Debido a su tratamiento, en el último año ha bajado el ritmo de sus conciertos. Pero, han sido los suficientes para comprobar que, muy lejos de juicios, la comunión con sus seguidores se ha fortalecido.

La mayoría le pide aquellas canciones de “Nueva Ola” que le costó valorar. Hoy, las ha resignificado. “Era una chica inconsciente de lo que vivía, con un sentimiento de inadecuación muy fuerte. Ahora puedo ver ese trabajo con otros ojos. Me da ternura, mucha alegría haber podido plasmar esa etapa”, cierra sonriente.

En Robi y Romina, la música se convirtió en una compañía contenedora y catalizadora.

Romina, reconstruirse a ritmo de techno

Cuando se propagó la pandemia del Covid 19, Romina tuvo que decidir si volvía al Perú. Había llegado en 2018 a Buenos Aires para una maestría en Diseño Comunicacional. Después de dos años, la beca que cubría sus costos de estudio culminaba. (Ver: Cuando nos volvamos a encontrar).

En ese momento, sin ingresos fijos, decidió arriesgar y quedarse en la ciudad donde pensaba echar raíces. “En este país iba a tener más herramientas para realizar mi transición de género. Prioricé mi identidad”, sostiene. (Ver: “Nuestra revolución será envejecer con dignidad, respeto y amor”).

La fantasía de estar en un lugar donde nadie la conocía, alimentaba la posibilidad de repensarse. En sus trabajos de maestría investigó sobre los estereotipos de la moda y así se acercó a los estudios de género.

Leyendo a Judith Butler y a Paul Preciado era inevitable que no me interpelara”. Decidió hacer la tesis sobre artistas pop trans. La investigación resultó una premonición de lo que ella experimentaría.

En su natal Arequipa o en Lima -donde ejerció la arquitectura- la música no pasó de ser un hobby: horas escuchando discos de Madonna, Britney Spears o invirtiendo sus ahorros en conciertos. Subir a los escenarios fue una decisión reciente en la capital argentina.

Entendió que el sonido de su proyecto musical Miss Romi no debía parecerse al pop masivo, sino buscar su propia esencia. Así nació una atmósfera ruidosa, que tiene mayores aproximaciones al techno alternativo. A la capa sonora, que es trabajada por su socio Ignacio Herbojo, se le superponen letras que son reflexiones para abrazar su identidad trans.

Hasta el momento ha publicado seis canciones. Durante el primer semestre de 2024, Romina espera lanzar su primer álbum, en el cual pretende instalar el concepto: “tecnomujer”.

“Transicionar es también descubrir a una nueva persona, y preguntarle a esa persona qué te gusta, por fuera de lo que te impusieron. La música estaba ahí, salió de un lugar guardado junto con mi identidad”, Romi.

Foto: Santiago Leguizamón.

Consideró que la mejor forma para vencer su timidez a los escenarios era creando un personaje. Preciado, uno de sus autores preferidos, refiere que el género no sólo es una construcción social sino también una tecnología. Romina usa ese concepto para reconstruirse tecnológicamente y quitarse los corsets morales y mentales. “Technomujer dice cosas incómodas para la sociedad. No sé si es una heroína o villana”.

El español Preciado, filósofo, hombre trans, escribió el libro “Testo yonqui”, donde cruza reflexiones teóricas con sus propias vivencias del proceso de hormonización. Romina quiso hacer algo similar en la música, pero con una cuota de ficción.

El proyecto musical, el proceso de transición y la tramitación de documentos para regularizar su estado migratorio, pusieron en pausa la tesis académica. El año pasado obtuvo el DNI por residencia permanente, donde pudo registrar su identidad de género. “Fue un antes y un después. Lo más fuerte fue reconocer que había vivido en desigualdad”, confiesa.

“Siento que las personas trans no hemos tenido la oportunidad de soñar, de pensar en el futuro. Mi idea con este personaje es mostrar que las personas trans tenemos la capacidad de soñar”, Romi.

Tener un documento que reconoce legalmente su identidad no es posible en su país natal. Quizás esa sea también una de las razones por las que viajar al Perú no sea una opción en el corto plazo. “Era un quiebre que tenía que hacer. Mantengo comunicación con pocas personas de allá, viví la transición como una ruptura”, sostiene. (Ver: Transitar en la escuela primaria).

Con su documento pudo acceder a un puesto de trabajo por la Ley de cupo laboral trans. La norma, promulgada en 2021, establece que, al menos, el 1% de personas empleadas de los organismos públicos en Argentina deben ser personas trans. Actualmente trabaja como asistenta técnica en un ministerio.

Al concluir la beca de estudios, se vio en mayores apremios económicos. Para Romina, tener un trabajo estable le significa también la posibilidad de acceder a una vivienda digna. “Alquilar para un migrante es muy complejo. Piden varios requisitos y entonces se termina yendo a los alquileres temporarios que son carísimos”.

Mientras los libros y papers de la tesis dormitan, ella le pone energía a su vivencial trabajo de campo: su proyecto musical. Además de alistar el lanzamiento de su primer álbum como Miss Romi, los fines de semana presenta DJ sets en diversas fiestas LGBTIQ. Estas son posibilidades que surgieron tras la migración. 

No sé qué hubiera pasado si no hubiera migrado. Me da escalofríos pensarlo”, afirma. Pero, rápidamente pasa esa página. No se detiene en mirar atrás, ahora le preocupa el futuro. Ahora tiene la capacidad de soñar.

*Periodista. Corresponsal del diario El Comercio (Perú) en Argentina y colaborador de Mongabay Latam. Codirector del documental “Prueba de fondo”, (2018).

“No sé qué hubiera pasado si no hubiera migrado. Me da escalofríos pensarlo”. Foto: Ignacio Prelat

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