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Vivir la diferencia

Silvia Uribe retribuye el gesto de valentía de sus padres, quienes publicaron un artículo en Sentiido en el que hablan de la experiencia de tener una hija no heterosexual. Este es su mensaje.

Antes pensaba que solo los que éramos como yo estábamos bien jodidos.
Porque no somos ni seremos nunca ni mujercitas ni héroes de Río Grande.
Ahora sé que en realidad todos estamos bien jodidos,
no seremos nunca ni mujercitas ni héroes de Río Grande.
Beatriz Preciado , filósofa.

Hace unos días mis papás escribieron una carta en este medio sobre su experiencia de tener una hija no heterosexual: yo.

Mi nombre es Silvia Uribe y hoy, ante el gesto de valentía que no todos los padres hacen y que valoro mucho en ellos, también quiero hablar más en concreto de mi historia con este tema.

Este tipo de voces necesitan ser oídas, conversaba con la persona que me invitó a escribir este artículo.

Lo que realmente pasa con quienes tenemos sexualidades disidentes -que no solo contempla lo LGBTI- debe ser dialogado. Esto, para dejar atrás la “tolerancia” que no es un respeto ni un reconocimiento real, sino un “lo tolero lejos”, desconociendo su vida y lo que pasa en ella.

Lo primero que debo decir es que no hablaré de toda mi experiencia y en ese sentido tampoco soy representativa de una comunidad o grupo de personas. La mía es una historia de entre las muchas que existen de personas no heterosexuales, atravesada, además, por factores generacionales, económicos, sociales, culturales y demás.

Sin embargo, desde ese lugar que ocupo, quisiera hablar de lo que he visto, vivido, pensado y discutido a lo largo de los años. Estos son algunos de los mensajes que les quiero dejar.

Creo que aún hay poco apoyo para padres de hijos/as LGBTI y que el rechazo y resistencia social al tema hace que sea difícil encontrar una buena reacción, al menos inicial, en los papás, cuando se evidencia la no heterosexualidad de uno de sus hijos/as.

Por ello, después de casi 10 años de hablar esto con mis papás y de aprender ellos de mí y yo de ellos en el proceso, agradezco mucho su apertura, reconocimiento y apoyo total en mis decisiones de vida.

El apoyo, fundamental

Tener este respaldo de una familia o un círculo cercano fue crucial para mí y creo que lo sería para cualquiera persona en la misma situación. Lo creo porque he visto cómo en mis amigos y conocidos no hablar el tema o saltar al rechazo por ignorancia o incomprensión, hecho que sucede en la mayoría de casos, se convierte en un círculo vicioso nocivo que afecta a todos en el sistema familiar y social.

Si socialmente se tiende a invisibilizar o juzgar el tema, los hijos LGBTI tienen dos opciones: callar o asumir la reacción de sus padres y lo que implica socialmente para ellos, mientras los padres no encuentran mucho apoyo o material para informarse y tener otra actitud. A veces es más la desinformación que se brinda, sobre todo en lugares donde aún abundan especialistas u organizaciones que tratan el tema como una enfermedad o aberración.

Esto no sorprende si se recuerdan los términos en que algunos congresistas y otros políticos se han referido a la comunidad en el último año. Hay que poner el tema sobre la mesa, reconocer que existimos como personas y ciudadanos y que no por tener gustos sexuales de un tipo u otro somos menos; la dignidad e integridad es la misma.

Pido el reconocimiento de esto y comprensión para los que les cuesta entender el peso que los prejuicios e imperativos sociales pueden ejercer en la vida de alguien. Por ejemplo, he visto mentir a muchos amigos y amigas por años porque saben que si dicen la verdad pueden perder a su familia del todo.

Mi pregunta es: ¿no se están perdiendo a ellos/as mismos/as? ¿Es necesario vivir en el miedo o siendo a medias? A nadie se le debería obligar a escoger entre ser o pertenecer. Como personas no heterosexuales deberíamos aspirar a poder hacer las dos: ser quienes queremos ser y formar parte de la comunidad.

Creo que a través de los años ha mejorado mucho el panorama en términos de derechos y de mejores condiciones de vida, sobre todo gracias a años de lucha de muchos y muchas a través de todo el mundo. Siento como una familia extendida, pero vital, a todas aquellas personas que en Colombia y en el mundo dieron la lucha, o incluso murieron, para que yo hoy me preocupe un poco menos y tenga la capacidad de ser más abierta.

Sin embargo, creo que el peso de la incomprensión, las agresiones físicas y verbales, la presión social y el daño psicológico del rechazo prevalece y que sólo podemos cambiarlo si lo confrontamos.

Los mismos derechos

Por ello, pienso que las declaraciones y debates en torno al Matrimonio Igualitario tienen efectos reales sobre nuestras vidas. Ante todo, si se sigue asumiendo una postura basada en un fundamentalismo religioso y desconocimiento de la igualdad, no cambiarán las condiciones hostiles y discriminatorias.

Con ello, no solo se desconoce la existencia de las parejas y familias gay, sino en general de los derechos civiles y capacidad de vivir plenamente de las personas no heterosexuales.

Esto me afecta, porque en estos debates se perpetua una visión de nosotros/as como ciudadanos de segundo orden y como personas que deben esconder sus vidas y parejas ante la sociedad y ante la ley.

Y allí, seguimos en el círculo vicioso si no lo hablamos, si no lo reconocemos; al no querer verlo y mantenerlo al margen con la injuria, nuestro contexto no cambiará… Mientras tanto, todos nosotros seguimos existiendo y teniendo nuestra vida en pareja y amigos LGBTI y personas solidarias: nuestros pequeños círculos de confianza.

Como decían mis papás, es tan sencillo como que yo lo que pido es respeto por la vida que vivo y la persona que soy sin importar mi género y mi sexualidad. Mi criterio es que mi pareja, si la hay, y yo no le hacemos daño a nadie por estar juntas o que yo no le hago daño a nadie por ser como soy.

No rompo la familia o el orden social, eso lo hacen solo los divorcios y demás problemas que afrontan hoy muchas las familias con perfiles diversos. Entonces, ¿por qué negarme derechos?

Para cerrar quisiera volver al epígrafe y resaltar ese mensaje que atraviesa mi vida y que creo que es un llamado que las sexualidades disidentes incentivan. Beatriz Preciado, filosofa clave de la teoría queer, evoca a estas figuras ideales de masculinidad y feminidad, para recordarnos que nunca lo seremos a cabalidad. No hay modelos o categorías que puedan limitarnos como personas.

Cárceles de imposiciones

Los patrones o estereotipos en torno a las categorías binarias de genero (hombre/ mujer) y de sexualidad (homosexual/ heterosexual) se convierten en cárceles de imposiciones que heredamos, aprendemos y exigimos a otros; estas nos alejan de quienes somos, porque en el momento en que preferimos el imperativo nos limitamos.

Y digo que no es solo sobre sexualidades disidentes, porque si bien nosotros nos enfrentamos a esto porque nuestras prácticas sexuales y de parejas amorosas no son reconocidas y debemos dar la lucha antes que doblegarnos y “convertirnos” a lo que “debemos hacer”, esta cárcel de ideales también la tienen mujeres u hombres heterosexuales: mujeres económicamente secuestradas que están en el clóset de su vida matrimonial infeliz u hombres que sienten que deben permanecer casados, para ser hombres excelsos, entre otros y otras.

Muchos son los casos que veo a diario en esta sociedad donde todo el mundo sabe que esa persona vive otra vida, siente otras cosas, quiere otras, pero es presa de los ideales que cree tener que cumplir o al menos aparentar.

No podemos escapar del todo, pero al menos podemos hacer un proceso reflexivo sobre quienes queremos ser, antes que intentar cumplir o demandar en otros un modelo de sexualidad, de género o de vida que nos atrapa.

Ahí sí -diría Preciado- estamos bien jodidos por querer aspirar a ser el ideal social predominante y castrarnos en el proceso. Aunque no nos podamos desligar del todo de cómo nos atraviesa el otro y el ámbito social, creo que la realización y tranquilidad está en buscar lo que queremos y somos más allá de las categorías.

En últimas, somos nuestros propios jueces y, como decía el director y guionista de cine Baz Luhrmann, la carrera de la vida es solo con nosotros mismos. Es un llamado a la autenticidad, una vida donde impere más mi derecho y responsabilidad sobre los hechos y acciones que tomo, antes que ideales religiosos o conservadores caducos que ni sus propios defensores cumplen.

Pd. Ma y Pa, se necesitaba mucha fuerza para sobrellevar la diferencia. La vida y ustedes me la dieron. Gracias por estar a mi lado.

One thought on “Vivir la diferencia

  1. En su epoca universitaria la vieja era un fastidio…de noble nada…era una lesbiana hipocrita,…androfobica…berrinchosa…superficial…rosquera…egocentrica y hasta
    infiel(decian por ahi) si ya cambio bien por ella espero sea mejor persona ahora.

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