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Hay mujeres que son madres y otras que no

El día de la madre y de la no madre

El día de la madre es un buen momento para reconocer la labor de quienes eligieron serlo. También, es una oportunidad para recordar que esta debe ser una elección y no una obligación de las mujeres.

Por: Ma. Jimena Azulejo

Tenía poco más de 30 años cuando decidí matricularme en un instituto para reforzar el inglés que aprendí en el colegio. Una mañana, antes de empezar la clase, una de mis compañeras me habló del profundo amor que le despertaba su hijo de 6 años y de lo difícil que le resultaba combinar los roles de madre soltera, empleada y estudiante a la vez.

En medio de la conversación me preguntó: “¿cuántos hijos tienes?” Ni siquiera me permitió la posibilidad de elegir ser o no mamá. Ella dio por hecho que a mi edad no tenía otra alternativa.

Aún recuerdo su cara de sorpresa, acompañada de un sonoro: “¿qué?”, cuando le respondí que entre mis planes nunca había estado la maternidad. No creí necesario justificar mis palabras, pero podría haberle dicho que mi decisión no fue algo repentino. De niña, me encantaba jugar con la Barbie y el Ken, pero jamás les incluí hijos. Sentía que la pasaban muy bien sin niños.

Cuando alguna amiga insistía en que les “ampliáramos la familia”, para mí el juego se volvía aburrido. Mi concepto de diversión no contemplaba la crianza de hijos sino las aventuras de la Barbie y el Ken, ya fuera juntos o separados. Por eso, antes que pedirle al Niño Dios los muñecos que les servirían de hijos, le pedía la piscina o el carro de la Barbie.

Mi discurso cambió cuando llegué a la adolescencia. A la pregunta: “¿cuántos hijos quieres tener?”, tan común en conversaciones con mi mamá, mis tías o amigas del colegio, no estaba bien visto responder: “la maternidad no está entre mis planes”. Así que empecé a decir que 2 o 3 y hasta imaginé los nombres que les pondría.

Sin embargo, en mi realidad, mis planes seguían intactos. Así que pocos años después le dije a mi mamá que no quería tener hijos porque tenía otros proyectos para mi vida. Su respuesta fue: “qué egoísmo el tuyo”.

Sus palabras me hicieron sentir mal, pero no le respondí nada. En ese momento, no sabía que podía decirle que para mí es más egoísta tener hijos por cumplir con un mandato social. Finalmente, muchos de esos menores crecen sin el apoyo y afecto que necesitan.

Me hablaban como si aún no hubiera recibido el “llamado de la maternidad”, del cual no podría escaparme.

Cada quien decide

Tampoco le dije que no estaba dispuesta a tener hijos solamente porque todavía hay quienes creen que ser mujer es sinónimo de ser mamá. No creo que todas las mujeres estemos llamadas a cumplir con este rol por el hecho de que físicamente podamos quedar embarazadas. Tampoco creo que solamente habré cumplido mi misión en este mundo hasta el día en que me haya reproducido.

Cuando estaba entre los 20 y los 30 años y decía que no quería tener hijos, algunas personas me respondían: “eso lo dices ahora, pero en unos años te veré cargando uno”.

Como era de esperarse, el “llamado” nunca llegó. En todo caso, tenía muy claro que no iba a contestarlo solamente porque otros consideraran que era el camino correcto. Sin embargo, aún hay quienes me miran con cara de lástima o de “se va a arrepentir”.

Yo no quiero tener hijos a manera de pensión o seguro para la vejez ni por miedo a la soledad. Respeto y me alegro por quienes afirman que no hay mayor alegría que ver crecer a un hijo y que esta es la máxima realización de una persona. Lo que no comparto es que la gente dé por hecho que todas debamos pensar o sentir lo mismo.

He escuchado a quienes dicen: “no tengo nada en contra de las personas que no quieren tener hijos (recordar: “no tengo nada contra los gais, pero…”) pero no saben de lo que se pierden”.

Podría responderles lo mismo: que quienes tienen hijos no saben de lo que se pierden. Pero esa no es la esencia de la discusión. Este no es un tema de quiénes son más o menos felices sino de evitar convertir decisiones personales en obligaciones sociales.

La clave está en entender que ser mujer no es sinónimo de ser mamá. De hecho, la sociedad les “permite” a ellas aplazar su desarrollo profesional, espiritual o personal, pero lo que no negocia es el mandato de ser mamá.

Hay personas que dicen, refiriéndose a una mujer, que es inteligente y trabajadora, “pero no tiene hijos”, como si ese fuera un punto en su contra y no una elección.

Tampoco tengo nada contra los niños. Por el contrario, me despiertan mi lado más sensible y emotivo. Disfruto jugar y pasar tiempo con mis sobrinos, pero esto no significa que esté satisfaciendo con ellos una “frustración maternal”.

Hace unos meses una compañera de la oficina me dijo que aunque ahora yo asegurara que no quería ser mamá, era inevitable que algún día cambiara de opinión. “La maternidad es parte de la naturaleza femenina”, señaló.

Tener hijos no es un mandato ni biológico, social o moral, sino una de las tantas posibilidades de un proyecto de vida. Optar por no hacerlo es tan respetable como inclinarse por el sí. Por esto, además de felicitar a quienes decidieron ser mamás, el día de la madre también es una oportunidad para reconocer la valentía de quienes, a pesar de las presiones, hicieron respetar su derecho a decir: “no, gracias”.

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