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El hombre de la casa

El cariño por nuestros hijos implica responsabilidad. Debemos pasar por un filtro lo que nuestros papás y abuelos nos repitieron y cortar de una vez por todas con las ideas que fortalecen las desigualdades entre hombres y mujeres.

Algunas de las frases que familiares y amigos les dicen con cariño a nuestros hijos, esconden un mensaje que promueve la desigualdad entre hombres y mujeres y que, con intención o no, incentivan el machismo. ¿Cómo evitarlo?

El trabajo de mi esposo requiere de muchos viajes y uno de ellos coincidió con la estadía en mi casa de una de las abuelas. Mientras él alistaba su equipaje, la escuché decirle a mi hijo de seis años que mientras su papá estaría de viaje, él sería “el hombre de la casa” y le correspondería cuidar a su mamá y hermana.

En ese momento, me pregunté qué estaría pasando por la mente de mi hijo, cómo se imaginará que debía cuidar a su mamá y por qué él era el responsable de hacerlo y no su hermana, por ejemplo. (Ver: ¿Hebillas para mi hijo?).

También pensé que de tanto repetirse, mi hijo terminaría creyéndose la idea y pensando que ni la hermana ni la mamá podían cuidarse por sí solas y que siempre necesitarían de un hombre al lado para sobrevivir.

El cariño por nuestros hijos, nietos y sobrinos debe ir mucho más allá del afecto y la empatía, debe ser responsable y venir acompañado de equidad de género.

Debemos reflexionar antes de transmitirles lo que nuestros padres y abuelos nos repitieron y cortar de una vez por todas con esa cadena de ideas que fortalecen la discriminación.

De manera permanente oímos por parte de nuestras familias y amigos frases como “eso no lo pueden hacer las niñas”, “eso no se ve bien en una niña”, “ese señor es una nena, llora por todo” y “como eres el hombre de la casa, debes dar ejemplo”. (Ver: “Desde que las niñas son rosadas y los niños azules, estamos jodidos”).

Muchos mensajes que se repiten sin mala intención, atentan contra la igualdad de género.

Si reflexionamos sobre lo que esas frases en realidad comunican, encontramos referencias a la debilidad, la inferioridad y la necesidad de cuidado de las mujeres y al rol de fuerza y responsabilidad de los hombres. Y así empezamos a enseñarles a los menores la subordinación de las mujeres.

A través de actos que parecen inofensivos, convencemos a nuestros hijos de que son ellos quienes deben cargar con la responsabilidad de cuidar a las mujeres sin importar si tienen o no seis años.

El concepto de cuidado, que es importante, debe ser explicado con un contexto de respeto, solidaridad, empatía y compasión por el otro. La definición que les demos debe partir de las capacidades que cada quien tenga y ser claros en que el cuidado no depende del sexo, género ni orientación sexual sino de la edad y las posibilidades de cada persona.

Adiós estereotipos

¿Por qué pedirle al niño que cuide de todo peligro a su madre y, a la niña, que mantenga limpia la casa? En estos casos, estamos reforzando estereotipos y ubicándolos en posiciones culturalmente creadas por su sexo y no según sus edades y capacidades.

Yo decidí, para mantener la armonía familiar y con los amigos, corregir el mensaje que les daban a mis hijos, una vez la persona que lo dijera se retirara. Así podía explicarles mejor lo que esa persona había intentado decir.

Les aclaraba que no siempre la gente logra expresar bien lo que quiere transmitir, lo que puede llevarla a calificar de débiles a las mujeres o a asociarlas con situaciones de fragilidad, o a poner en duda sus capacidades para actividades como conducir un auto.

Les ponía ejemplos de mujeres fuertes y valientes que se cuidan a sí mismas y les explicaba que en nuestra casa somos papá y mamá quienes cuidan a los niños y no al revés.

Hasta que un día me di cuenta de que ellos se quedaban con lo primero que les habían dicho. Por más que yo les aclarara la situación, de repente escuchaba a mi hijo darle órdenes a su hermana porque él era “el hombre de la casa” y la veía a ella obedeciendo.

Es evidente que estos mensajes tienen un enorme potencial para crear estereotipos donde las mujeres son vistas como débiles y como quienes deben guardar respeto y obediencia a los hombres.

Fue así como tomé la decisión de corregir la situación en el momento en que pasaba. Con palabras claras y respetuosas, empecé a remplazar el mensaje que les daban por uno de equidad de género, haciendo ver al adulto las consecuencias de sus palabras. (Me he ganado más de un “¡no exageres!”)

Debemos corregir en el momento las frases, dichos u opiniones que les comuniquen a nuestros hijos un mensaje misógino.

Uno ejemplo común es cuando un niño se cae y llora y alguien le dice “no llore que se ve como una nena”. Ahí es cuando uno debe acercarse a su hijo y explicarle que sentir dolor y expresarlo es de seres humanos, no de hombres o de mujeres.

Contribuir a eliminar estos mensajes cotidianos es más importante que pretender quedar bien con familiares y amigos. Pese a su aparente intrascendencia, son mensajes que de triviales no tienen nada. Por el contrario, marcan y construyen prejuicios y estereotipos. (Ver: Chao prejuicios).

Educar en el respeto y la igualdad no es una exageración. Lo exagerado son las cifras de abuso y violencia contra niñas y mujeres y la desigualad laboral. Y con “pequeños comentarios” alimentamos esto.

Tampoco quiero que a mi hijo, por ser hombre, le exijan comportamientos que él no comparte. Quiero que tenga la oportunidad de decidir sobre su proyecto de vida y no seguir, si así lo quiere, el estereotipo de hombre proveedor. También espero que respete las decisiones de los otros. (Ver: Educar a nuestros hijos en respeto y equidad).

Uno de mis propósitos de este año es hacer lo que esté a mi alcance para cambiar el “chip sexista” que nos fue implantado por la cultura machista que nos rodea y que de una u otra forma contribuimos a crear.

El cariño por nuestros hijos también debe representarse en eliminar los conceptos machistas que tanto daño le han hecho a niñas y niños, obligándolos a asumir roles que no les interesan o no les corresponden.

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