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Papa Francisco

El sí pero no de la Iglesia Católica frente a los homosexuales

Los recientes pronunciamientos de jerarcas de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad, hacen pensar que soplan vientos de renovación en esta institución. Sin embargo, podría tratarse de frases políticamente correctas sin cambios sustanciales.

El 70 por ciento de los colombianos se define como católico. Esto significa que aunque Colombia sea un Estado laico, las decisiones que toman los altos jerarcas de esta iglesia, son determinantes en la percepción que sus fieles tengan frente a ciertos temas.

En otras palabras, mucha gente repite sin filtro alguno y como si se tratara de verdades incuestionables, la posición de los líderes de esta institución en asuntos como aborto, divorcio y matrimonio entre personas del mismo sexo.

La discriminación contra la población LGBT tiene su razón de ser, en buena medida, en el rechazo que la Iglesia Católica ha manifestado frente a la diversidad sexual y de géneros. Afirmar que “se puede ser” pero no “ejercer” una orientación sexual o identidad de género, es lo que ha conducido a que tantas personas LGBT se sientan culpables, opten por el suicidio o por llevar una doble vida.

Esto mismo ha permitido que padres de familia, directivas de instituciones educativas y funcionarios públicos, entre otros, se sientan con el respaldo suficiente para discriminar a una persona que según sus parámetros religiosos, se sale de lo “normal”. Y es, en últimas, lo que ha llevado a que cada vez se difumine más el límite entre ley y creencia personal.

Los argumentos en contra del Matrimonio Igualitario, por ejemplo, giran en torno a “Dios los creó hombre y mujer”, sin dejar espacio a otras formas de ver la vida, como si todas las personas compartieran las mismas creencias.

El pasado lunes 13 de octubre fue público el resumen de 265 intervenciones que han tenido lugar durante la III Asamblea del Sínodo sobre la Familia, que reúne en el Vaticano, entre el 5 y el 19 de octubre de 2014, a obispos de diferentes países.

Convocada por el papa Francisco bajo el lema “los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”, el evento también es conocido como “Sínodo extraordinario de obispos sobre la familia”.

El documento dado a conocer, titulado Relatio post disceptationem, dice: “Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que sea acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?”

Más vale tarde…

No deja de llamar la atención que mientras en países como Australia y Alemania ya se reconoce el género neutro para quienes no se identifican ni como hombre ni como mujer, hasta ahora la Iglesia Católica se esté cuestionando si sus comunidades están listas para “recibir” a las personas homosexuales (a las bisexuales y transgeneristas ni siquiera las contemplan).

La cúpula de esta institución insiste en mirar  lo LGBT con un lente distinto. Hablan de una inclusión que no comprometa la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio. Pero si de verdad contemplan acoger a las personas homosexuales interesadas en pertenecer a esta iglesia, tendrían que ajustar su doctrina de manera que las parejas del mismo sexo participen en igualdad de condiciones.

Sin embargo, no deja de ser relevante que dado el poder e influencia de esta institución, al menos ahora se estén cuestionando estos temas. Un hecho que resulta significativo para las personas homosexuales católicas y sus familias.

“La cuestión homosexual nos interpela a una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realistas de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual”, es otra de las conclusiones planteadas. Y más abajo señala: “las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer”.

Esto significa que la iglesia ratifica un estatus de superioridad de unas personas (las heterosexuales) frente a otras (las homosexuales). ¿Y qué mensaje envía esto? ¿De igualdad? En cuanto a la adopción de menores por parte de parejas del mismo sexo, el texto señala: “… Se deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños”.

La adopción es ante todo una manera de garantizarles a los menores su derecho a crecer en compañía de adultos capaces de responder por su sano desarrollo. Lo de menos es la orientación sexual o la identidad de género de los adoptantes, sino que cumplan con los requisitos estipulados para hacerlo. Y en ningún caso está el tipo de personas por las que se sienten atraídos.

Decir que priman los derechos de “los pequeños”, insinuando que por ser LGBT no se está en “condiciones” de adoptar, además de avalar falsas creencias ampliamente aclaradas por la ciencia, ratifica una esencia discriminadora fundamentada en prejuicios.

Acogimiento ¿con prudencia?

En el Sínodo también se afirmó: “Se ha vuelto a subrayar la necesidad de acoger a los homosexuales y a las personas que conviven sin casarse, aunque con justa prudencia para que no se cree la impresión de una valoración positiva de tal orientación sexual por parte de la Iglesia”.

Esta idea es una de las que más dudas despierta sobre el real avance de esta institución frente a la homosexualidad. Si se advierte que no se puede crear una “falsa valoración positiva de las uniones homosexuales”, ¿de qué acogimiento se está hablando? ¿De uno a medias?

Mientras los jerarcas de esta iglesia sostengan que las “las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas a las de un hombre y una mujer”, las personas homosexuales seguirán ocupando un segundo renglón.

Y mientras esta sea la filosofía de la Iglesia Católica, el trato discriminatorio contra las personas LGBT persistirá en numerosos escenarios. O, por lo menos, mientras esta sea la religión predominante y con mayor influencia en el Estado.

Aunque en el documento no se vieron -como en otras ocasiones- rechazos contundentes a la diversidad sexual y de géneros y se contempló la posibilidad de garantizarles espacios más amigables a las personas homosexuales, no se puede creer que el cambio llegó.

Mientras en la práctica no haya modificaciones reales ni sentencias contundentes de inclusión, la Iglesia Católica continuará discriminando, respondiendo a intereses políticos más que a una filosofía de amor.

El próximo Sínodo de la Familia tendrá lugar del 4 al 25 octubre de 2015. Será el momento de confirmar si en esta iglesia predomina un interés real de renovación o si estas palabras no pasan de ser frases políticamente correctas.

2 thoughts on “El sí pero no de la Iglesia Católica frente a los homosexuales

  1. Mientras la Iglesia siga predicando su doctrina desligada de una sincera comunión con la doctrina de Jesús, va a ser muy difícil que reconozca en los homosexuales a hijos de Dios y por tanto hermanos en igualdad de condiciones. Para la Iglesia y en general para el fenómeno religioso, es casi imposible reconocer que sus miembros son todos los hombres y mujeres vinculados a ella por el sacramento del bautismo independientemente de cualquier condición. y la razón ya está dicha, no se atiene a la doctrina de Jesús sino que antepone su propia doctrina a la del divino Maestro dándose el lujo de creerse superior a él mismo y por tanto con autoridad para marginar, excluir y condenar. El amor de Cristo en la Iglesia es el más acendrado ausente ya que prima el amor por el dinero, la posición social, las conveniencias y toda una gama de intereses ajenos al amor de Cristo por los débiles, marginados y parias de la sociedad. Da vergüenza reconocerlo pero no es mentira que en la mayoría de los casos la tan alardeada caridad para con los más pobres y necesitados de la sociedad no es sino tan solo una careta para ganar honores y prebendas y poderse pavonear de santos e íntegros. Recuerdo con un sabor agridulce la actitud de un tal hermano Heraldo que dirigiendo una casa para servicio de enfermos de VIH-SIDA ya se daba por canonizado y algún día después de la celebración mensual que acostumbraba hacer para recolectar fondos, dejó escapar una frase de profundo desprecio por aquellos a quien decía servir por amor a Cristo como fruto de su decepción porque según él no le agradecían el esfuerzo que hacía por ellos. Siempre me he preguntado desde aquél día si la caridad cristiana necesariamente debe ser agradecida so pena de pasar los destinatarios de ella por ingratos sino rinden pleitesía a quien la ejerce.

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