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Gais y lesbianas en Chocó

La verdadera diversidad LGBT

Es importante entender que para reclamar igualdad, debemos dejar atrás los estereotipos de belleza y las premisas clasistas, racistas y sexistas que existen entre algunas personas LGBT.

Por: Luis Shaka Gutiérrez*

“Ese hombre de allí dice que las mujeres necesitan ayuda al subirse a los carruajes, al cruzar las zanjas y que deben tener el mejor sitio en todas partes. ¡Pero a mí nadie me ayuda con los carruajes, ni a pasar sobre los charcos, ni me dejan un sitio mejor! ¿Y acaso no soy yo una mujer?

“¡Miradme! ¡Mirad mi brazo! He arado y plantado y cosechado, y ningún hombre podía superarme. ¿Y acaso no soy yo una mujer? (…) He tenido trece hijos y los vi vender a casi todos como esclavos, y cuando lloraba con el dolor de una madre, ¡nadie, sino Jesús me escuchaba! ¿Y acaso no soy yo una mujer?”.

Arranco con este fragmento del discurso Ain’t I a Woman que pronunció en 1851 la abolicionista y líder de los derechos de las mujeres Sojourner Truth en Ohio.

Sojourner, una mujer negra esclavizada en la época colonial de los Estados Unidos, invitaba a un debate que dentro del movimiento feminista estadounidense se pasaba por alto: que las diferentes formas de ser y de existir eran importantes a la hora de propender por la reivindicación de los derechos de las mujeres. Es decir, ponía sobre la mesa la palabra “interseccionalidad”. (Ver: ¡Si no fuera por el feminismo!).

Uno podría pensar que la categoría interseccionalidad responde a una clasificación más de las muchas que acuña la academia.

Esta palabra resulta vital a propósito de la discriminación que constantemente vivimos las personas LGBT. La interseccionalidad permite entender cómo se articulan las formas de dominación, así como las múltiples características socioculturales y políticas que atraviesan a los seres humanos. (Ver: ¿Victimismo gay? 8 voces opinan).

Categorías como género, clase y etnia/raza, solo por nombrar algunas, hacen que dentro de las relaciones sociales algunos seres humanos sean apreciados y tratados de mejor manera que otros y que unos dominen y otros sean dominados.

La interseccionalidad nos brinda la oportunidad de pensar y reconocer que existen cuerpos que por las múltiples categorías por las que son atravesados merecen y no merecen un reconocimiento. ¿Cuáles son esas personas que no son “susceptibles de ser lloradas”?

Así es la pirámide

Si hiciéramos una pirámide, podríamos partir de que en la punta estaría el hombre blanco, heterosexual, de clase alta, con estudios superiores y con un cuerpo tonificado. Podría sumarse que sea católico o perteneciente a alguna otra religión dominante.

Seguirían las mujeres blancas heterosexuales, de clase alta, bellas y educadas. Más abajo estarían las personas mestizas, trigueñas, mulatas e indígenas, aunque los hombres por encima de las mujeres.

Esta es una verdad que muchos sabemos, pero ¿por qué traerla a discusión? Porque muchas personas que habitamos el amplio abanico de la diversidad sexual y de género no estamos exentas de repetir los comportamientos y costumbres machistas, racistas y sexistas con los que hemos crecido. (Ver: ¡Somos gais y nos vemos como gais!).

Entre las personas LGBT lamentablemente se replican estos modelos. De ahí que muchas personas gais, lesbianas, bisexuales y trans sigan siendo discriminadas por ser pobres, LGBT, negras, indígenas y por no ajustarse a ese prototipo de belleza impuesto desde el “gaycapitalismo”.

En la base estarían las personas afro heterosexuales. Y más abajo, hombres y mujeres de raza negra, LGBT y de escasos recursos.

Un ejemplo de esta última categoría es el comercio que se hace con un solo tipo de personas LGBT: aquellas aceptadas, correctas y reconocidas. (Ver: Soy gay… Pero masculino). 

La discusión de la interseccionalidad en lo LGBT está más vigente que nunca. Como personas diversas debemos reconocer a nuestros pares y entender que no podemos dar la lucha por una reivindicación de derechos, si no se discute la discriminación que existe entre las mismas personas LGBT.

Es necesario romper con esos estereotipos de belleza, con esas premisas clasistas y sexistas que no permiten aprovechar al máximo nuestro potencial a la hora de unificar nuestras luchas.

Así pues, el llamado es a darnos cuenta de las múltiples categorías por las que estamos atravesados. Somos un país multicultural y pluriétnico. Somos múltiples colores, sabores y olores.

* Activista y estudioso del género y la diversidad sexual.

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