Son varios los desafíos que el movimiento LGBT de Colombia tiene para este año. Contrario a lo que algunas personas creen, los retos van más van más allá del matrimonio entre parejas del mismo sexo.
Aún falta mucho para afirmar que en Colombia, incluso en Bogotá, “se puede ser”. Aunque se ha avanzado en igualdad, es equívoco pensar que en este país ya no se discrimina por razones de orientación sexual o identidad de género.
A muchas personas todavía les resulta difícil ser abiertamente LGBT y se sienten obligadas a ocultar esta parte de sus vidas. Por este motivo, a principios de diciembre de 2014, activistas, líderes de organizaciones y personas interesadas en aportar a la construcción de sociedades más justas, participaron en una tertulia abierta para discutir los retos del movimiento LGBT para 2015.
Ese día compartieron algunas ideas que, sumadas a otras que se habían puesto sobre la mesa en eventos anteriores, dan como resultado algunos de los desafíos que el movimiento LGBT tiene para este año:
1. Establecer una agenda colectiva: activistas y líderes de organizaciones enfocadas en temas LGBT, acostumbran fijar sus objetivos de trabajo según sus conocimientos, experiencia e intereses. Finalmente es difícil y poco efectivo que una sola persona u organización intente abarcar todos los temas que atraviesan un movimiento.
Sin embargo, es claro que el LGBT podría tener un mayor impacto si activistas y líderes se unieran para impulsar una agenda común, al menos en temas de interés general, como pueden ser la discriminación, la violencia contra las personas LGBT y la educación en diversidad sexual y de géneros.
Un trabajo articulado en aspectos clave generaría mayor respaldo y aumentaría la visibilidad de estas iniciativas en medios de comunicación y redes sociales. Los buenos resultados del trabajo en equipo son evidentes en las organizaciones religiosas que se oponen a los derechos de las personas LGBT.
2. Menos competencia entre líderes y activistas: lo que implica menos rivalidades por quién tiene más años de experiencia o es consultado con mayor frecuencia por los medios de comunicación.
Ahora, hablar de disminuir las rivalidades no significa dedicarse a elogiarse entre sí. Tampoco se trata de contratar laboralmente a los amigos, a dedo, sin darles la oportunidad a otras personas que no son de la “rosca” pero que están más capacitadas para llevar a cabo una determinada labor.
Aunque este comportamiento es censurado en cualquier persona, sin importar su orientación sexual o identidad de género, socialmente es juzgado con mayor dureza si tiene lugar en un movimiento que habla de igualdad, justicia y equidad.
Lo cierto es que será más difícil lograr cambios sociales sustanciales, mientras persistan las rivalidades entre activistas y organizaciones por cuál es más influyente o cuenta con mayores recursos económicos.
Aunque el afán de protagonismo está presente en todos los movimientos sociales -no es algo exclusivo del LGBT- es importante tener presente que atacar no aporta sino que destruye. La competencia entre activistas también es evidente cuando se cuestiona a una organización porque trabaja temas que a otros no les interesan o cuando se increpan procesos porque “no me gustan”.
Alguno de los líderes manifestó que el “canibalismo” en el liderazgo debilita energías y la lucha común. “En vez de tener una política de la amistad, hay una de la competencia”.
Justamente uno de los retos del movimiento es fomentar nuevos liderazgos para que no sean “los mismos con las mismas” quienes siempre encabecen las iniciativas. Aunque la experiencia es importante, vale la pena darles la oportunidad de aportar a caras nuevas.
3. Personas LGBT y proceso de paz: la orientación sexual e identidad de género, ha sido motivo para que algunas personas LGBT sean víctimas de señalamientos, amenazas, homicidios y desplazamiento forzado en el marco del conflicto armado de Colombia.
El Consejo Nacional de Paz, órgano que facilita la participación de la sociedad civil en el actual proceso de paz, tendrá en 2015 representantes de las personas LGBT. Por tanto, habrá que hacer un seguimiento de su intervención y de lo que allí se acuerde.
4. Subir la autoestima de la población LGBT: aunque legalmente el país ha avanzado en igualdad de derechos para las personas LGBT, es evidente que aún existe discriminación por orientación sexual e identidad de género, y muchas veces incluso entre esta misma población.
Se cuestiona, por ejemplo, a los hombres “afeminados” y a las mujeres “masculinas”. En últimas, se valora a quiénes no se les “nota”. Esto refleja que aún para muchas personas, ser LGBT es motivo de vergüenza y por esto son mejor percibidos quienes “pasen” por heterosexuales.
“Hay que trabajar por una mayor fraternidad en el movimiento. El lema de la revolución francesa era libertad, igualdad y fraternidad”, dijo en la tertulia Mauricio Albarracín, director de la ONG Colombia Diversa.
5. Más allá del matrimonio y la adopción igualitaria: según el abogado y activista Alejandro Michells, mucha gente dice: “pero si ya hay parejas del mismo sexo casadas y que han adoptado, ¿qué más quieren?”. Aunque en estos dos temas aún falta mucho por hacer, ese comentario refleja que algunas personas creen que el matrimonio y la adopción son los únicos objetivos del movimiento LGBT de Colombia.
Para Cristina Rojas, del Grupo de padres, madres y familiares de personas LGBT, algunos activistas y líderes le han prestado mayor atención a la igualdad de derechos para las parejas del mismo sexo que a las necesidades de las familias con hijos LGBT o con algún integrante trans.
Otros temas menos visibles que el matrimonio y la adopción, pero no por esto menos importantes son: la discriminación laboral y escolar por orientación sexual e identidad de género, la ley de identidad de género y los menores de edad que acuden a la prostitución para costear su cambio de género (pasar de hombre a mujer o viceversa).
También está la población LGBT adulta desprotegida y lograr que el movimiento LGBT trabaje de manera más articulada con los movimientos de mujeres, afro o de personas en situación de discapacidad.
6. Seguimiento a las políticas públicas LGBT: en primera instancia, a la nacional liderada por el Ministerio del Interior, para que se conozca en qué fase del proceso va, en qué se están invirtiendo los recursos y cuándo va a estar lista.
Este seguimiento también debe hacerse a la política pública del departamento del Valle y a las de ciudades como Bogotá, Medellín y Cali (aún en proceso). “La de Bogotá, por ejemplo, dejó de lado el tema de la niñez, las familias y la vejez”, afirmó Cristina Rojas.
7. Veeduría al plan de desarrollo LGBT del presidente Santos: aunque la población LGBT está incluida en el plan de desarrollo del actual gobierno, es importante presionar para que sea más público qué recursos se van a invertir y de qué manera.
8. Educación en diversidad sexual y de géneros: la diversidad sexual y de géneros suele plantearse como un tema exclusivo de adultos, desconociendo que también contempla a los menores. Para derribar los prejuicios y mitos que al respecto existen, organizaciones y líderes pueden trabajar de la mano con directivas de instituciones educativas, docentes, estudiantes y padres de familia.
Adicionalmente, muchos jóvenes quieren salir del clóset en sus colegios y con sus familias, pero no saben cómo hacerlo ni a dónde acudir para recibir apoyo en este proceso. “Hace falta difundir más historias de salir del clóset. Aunque esto pueda sonar trillado en Bogotá, en las regiones resultan inspiradoras”, afirmó Carolina Giraldo activista de Pereira.
Uno de los desafíos del movimiento es lograr que más personas se sientan con la confianza y la tranquilidad necesarias para reconocerse como LGBT, sin que esto implique discriminación o señalamientos.
9. Incluir más a las regiones en los eventos de Bogotá: apoyar más a los activistas y a los líderes de otras partes del país. “En las regiones hacemos el ejercicio de ver lo que se hace en Bogotá para evaluar qué podemos replicar, pero no sucede a la inversa. Nosotros esperamos más respaldo y un trabajo más articulado”, explicó Armando Villota, activista de Pasto.
Cuando se habla de regiones no solamente se hace referencia a las capitales, sino a los pueblos y a las ciudades pequeñas, especialmente aquellas donde hay menor presencia estatal y mayor violencia por ser LGBT.
10. De la mano con los medios: aunque cada vez un mayor número de medios de comunicación tradicionales incluyen más contenidos relacionados con diversidad sexual y de géneros, aún muchas veces lo hacen de manera estereotipada, superficial o sensacionalista.
Los medios de comunicación independientes y especializados en diversidad sexual y de géneros tienen la posibilidad de llenar ese vacío mediante contenidos más rigurosos. Para esto, líderes y activistas LGBT, recordó el director(e) de la emisora virtual Radio Diversia, deberían estar en mayor contacto con estos medios.
Aunque la mayoría de líderes y activistas LGBT han concentrado sus esfuerzos en los medios masivos, los especializados producen un contenido más preciso que puede ser compartido en espacios educativos y replicado por los medios masivos.
11. Lejos de ser “LGBT vs heterosexuales”: lograr igualdad de derechos para las personas LGBT y que no sean discriminadas por su orientación sexual o identidad de género, no implica irse lanza en ristre contra las heterosexuales. En varios escenarios se ha expresado la importancia de convocar más a esta población en las acciones del movimiento y este año es un buen momento para hacerlo.
12. No se las saben todas: líderes y activistas no tienen la responsabilidad ni los recursos para dar respuesta a todas las necesidades de las personas LGBT. El Estado es el que está en capacidad de responder a buena parte de estas. Es una manera de evitar desgastarse en asuntos que no pueden resolver.
13. Un mensaje más claro: es aconsejable que líderes y activistas procuren comunicarse de una manera más clara, menos técnica y agresiva, para que su mensaje tenga mayor impacto. De igual manera podrían contemplar en sus discursos y acciones a las personas que quieren mantenerse en el clóset.
14. No todas las personas LGBT quieren ser activistas: tener presente que por el hecho de que una persona se reconozca como LGBT no implica que deba ser activista, ni trabajar por la igualdad de derechos ni tener que mencionar públicamente su orientación sexual o identidad de género.