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9 miradas a las marchas LGBT de Colombia

Se acercan las marchas anuales LGBT en las principales ciudades del mundo. Sentiido presenta nueve puntos de vista sobre las que tienen lugar en Colombia.

El domingo 30 de junio tendrán lugar buena parte de las marchas LGBT que anualmente se llevan a cabo en las principales ciudades de Colombia, tal cual como sucede en otros países.

Se verán la XVII Marcha por la Ciudadanía Plena LGBT de Bogotá, la VI Marcha por la Vida, la Diversidad Sexual y de Género en Medellín, la III Marcha LGBTI de Barranquilla, la Marcha por la Diversidad de Pereira, el Cali Pride 2013 y el IV Carnaval por la Diversidad en Manizales, entre otras.

Son las marchas que cada año tienen lugar en las principales ciudades del mundo, con ocasión del Día Internacional del Orgullo LGBT (inicialmente fue solamente del orgullo gay). Entre sus objetivos están celebrar las orientaciones sexuales e identidades de género diversas, reclamar la igualdad de derechos y decirle “no” a la discriminación.

Son eventos que suelen tener lugar a finales de junio en conmemoración del 28 de dicho mes de 1969, cuando ocurrieron los disturbios conocidos como de Stonewall (Nueva York), producto del maltrato de la Policía a hombres que departían en el bar Stonewall Inn.

La primera marcha gay que se llevó a cabo en Colombia tuvo lugar en Bogotá, el 28 de junio de 1982. Contó con la participación de 32 personas. Actualmente la de esta ciudad se conoce como Marcha por la Ciudadanía Plena LGBT y participan alrededor de 40.000 personas.

Sin embargo, cada año este evento genera voces encontradas. Por un lado están quienes la ven como una marcha que refuerza estereotipos de las personas LGBT y se oponen a los desnudos y al consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas.

Por otro, están quienes aseguran que esta marcha es el evento político más importante del año para visibilizar a las personas LGBT y celebrar la diversidad.

María Mercedes Gómez*

Coordinadora Regional para Latinoamérica y el Caribe de la International Gay and Lesbian Human Rights Commission.

María Mercedes Gómez. Foto: archivo particular.

¿Qué opina de las marchas LGBT que anualmente tienen lugar?

Estas marchas tienen un origen político y de resistencia y son un espacio de visibilidad para las personas LGBT. Tienen la importancia simbólica de mostrar, un día al año, que sí existe una comunidad. En las cinco marchas en las que he participado en Bogotá, he percibido, además, que los observadores se vinculan de una manera muy conmovedora y solidaria.

En estos espacios de creatividad ciudadana, lo político no es solamente hacer visible las discriminaciones o las exclusiones, sino también la celebración. Acá el reconocimiento no viene de que nos agreden, matan o quitan derechos, sino de que estamos bailando y expresando lo que sentimos en las calles.

Esto ayuda a transformar lo cultural, tanto como una ley. No lo consigue radicalmente pero constituye un espacio de celebración que vale la pena expandir para que sea aún más representativo: darle voz a la mayor cantidad de gente posible.

Hay quienes critican que los grupos más poderosos económicamente aprovechan este evento para destacarse. A mí eso no me preocupa. Si la gente se organiza, cada persona tendrá su lugar de visibilidad. En últimas, no creo que pueda hablarse de una sola manera de vivir la marcha.

También se dice que las marchas se han convertido en espacios capitalistas, de anuncios comerciales y de bares. Yo me resisto a pensar que celebrar de una cierta manera no sea político. Sí lo es, pero no tiene solamente el carácter de protesta o marcha, sino de fiesta.

Nunca he participado en una marcha en donde lo que yo esté haciendo, así sea bailando o tocando un tambor, no me parezca político. No conozco una sola persona que haya estado en una y no haya sentido que algo importante pasa ahí.

La marcha puede ser un espacio de resistencia, pero ante todo lo es de celebración: la gente se toma en lo público lo que normalmente le es negado.

¿Qué le cambiaría, agregaría o quitaría a estos eventos?

En Canadá la marcha la abre la Policía y regala banderas de arcoíris a los espectadores. En las marchas que he estado en Bogotá, fue un poco duro ver a la Policía Antidisturbios (ESMAD) parada en las aceras. Sueño con un país donde la Policía marche. Me gustaría este año estar en la de Bogotá porque me parece que el alcalde, Gustavo Petro, le ha dado una visibilidad y un respaldo a la comunidad LGBT como ninguno otro lo había hecho.

¿Qué opina de los desnudos y del consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas durante estas marchas?

No creo que sea algo específico ni de las marchas de Colombia ni de la marchas gais. En los espacios públicos de celebración, como los conciertos, hay quienes consumen drogas y bebidas alcohólicas. No estoy en contra de estos comportamientos pero tampoco voy a promoverlos en estas marchas. La legalidad o ilegalidad de una situación no la pongo yo, sino las leyes.

Me parece que quienes cuestionan estas actitudes tienen un afán de controlar el evento y les produce ansiedad no poder cambiar ciertas actitudes. Pero uno no puede intervenir en las expresiones de la gente. Cada persona verá lo que quiere hacer. La marcha es lo que es.

Lo único recomendable es que la gente sea cívica, lo que significa, entre otros, no tener comportamientos violentos. La marcha debe ser un espacio de expresión ciudadana respetuoso, pero no iría más allá. Para mí es una fiesta, lo que no significa quitarle lo político. Es una marcha del orgullo, un espacio para ganar visibilidad y tomarse las calles.

Andrea García Becerra*

Antropóloga, magister en estudios de género y docente de la Universidad Javeriana en Bogotá.

Andrea García acompañada de su papá. Foto: archivo particular.

¿Qué opina de las marchas LGBT que anualmente tienen lugar?

Hace muchos años me divertía en la marcha de Medellín que era una especie de rumba por las calles. Aunque esto fue cuestionado por algunos activistas, a mí el hecho de tomarse las calles, espacios heterosexuales y binarios (hombres y mujeres) con otras manifestaciones, me parecía interesante y divertido.

Me parece que la marcha en Bogotá, la ciudad donde vivo, está vendida a la Alcaldía. Le hace campaña al alcalde de turno. No es porque quiera u odie a Gustavo Petro, sino porque tengo la sensación de que la marcha es una acción de la Alcaldía para generar capitales políticos.

Siento que la marcha en esta ciudad es institucional, financiada en buena medida por la Alcaldía y donde aparecen por todos lados los logos de las entidades de esta institución que trabajan estos temas.

Me parece que participar en esa marcha es hacerle propaganda a una administración y estoy en desacuerdo con que miles de personas sean usadas para justificar o avalar una administración distrital.

Debería ser un asunto más crítico y que cuestione más, que tenga otras intenciones y apuestas.

Actualmente no participo porque no me siento vinculada, acogida ni representada en la categoría LGBT. Me siento incluso rechazada por este movimiento, por algunas lideresas trans. En ningún momento me he visto beneficiada por una política pública o acción LGBT, no me he sentido incluida en esos procesos ni beneficiada de ese movimiento. Es más, me siento alejada de lo LGBT y de los movimientos trans.

A veces me parece que es un evento que se reconoce solamente como gay, que sigue nombrándose, visibilizándose y representándose como gay y eso me parece excluyente.

Siento que allí las mujeres trans son casi unas payasas, unos cuerpos que se muestran de manera espectacular y esa es una visibilidad muy violenta. Se resaltan sus tetas o cuerpos en las carrozas para destacar la categoría gay. Son cuerpos utilizados y manipulados.

No pertenezco a un movimiento gay y tengo problemas con esa noción del “orgullo”. No puedo decir que me sienta orgullosa por ser una mujer trans. Siento orgullo quizás de ser antropóloga, tener una maestría y poder dictar clases.

Tampoco salgo a las marchas porque no me parecen divertidas y porque no me gusta exponerme a las miradas de los otros.

¿Qué le cambiaría, agregaría o quitaría a estos eventos?

No sabría qué decir porque siento que son marchas que no me tocan. Tienen cosas interesantes como el hecho de que ciertos cuerpos salgan a la calle y que quienes miran desde los andenes o las ventanas se confundan al no tener claro si quien pasa es un hombre o una mujer, o que les llame la atención dos hombres dándose un beso o dos mujeres cogidas de la mano. Ese efecto desestabilizador me parece muy potente políticamente.

¿Qué opina de los desnudos y del consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas durante estas marchas?

Me parece que una de las marchas que tiene lugar en Medellín surge más que como una manifestación política o institucional, como un acto festivo.  Se trata de tomarse las calles con prácticas de fiesta y eso es parte de una historia.

En ocasiones me parece moralista la intención de represión de algunos líderes y lideresas con respecto a esas prácticas. Siento que eso responde a una mirada institucional, al hecho de que como la Alcaldía apoya la marcha, debe cumplirse con ciertos comportamientos.

He escuchado a algunas lideresas trans decir “las tetas de una mujer trans son algo político” y eso puede tener sentido. Aunque en términos personales, me parece muy violento hacerlo: las personas que salen así no solamente lo hacen durante la marcha sino en los lugares donde ejercen la prostitución. En este evento se hace evidente eso que forma parte de la vida cotidiana de muchas mujeres trans: la exhibición del cuerpo.

En las marchas aparecen los moralismos de qué dirán los niños chiquitos o los padres de familia al ver a toda esa gente tomando, pero a mí me parece que esto es más un moralismo institucional que intenta restringir comportamientos que atentan contra una moral burguesa, neoliberal y capitalista.

¿Cómo ha visto la transformación de las marchas en Colombia?

Me parece que hace unos años eran algo más parecido a tomarse las calles. La rumba era un componente importante. Se destacaban las carrozas de los espacios de homosocialización masculina (bares gais), los hombres gais y las mujeres trans. Salía a la luz pública del medio día y por las principales vías, todo eso que pertenecía a la clandestinidad.

Ahora me parece que, por lo menos en Bogotá, es un asunto más institucional, más de oficinas y de dependencias de la Alcaldía como la Dirección de Diversidad Sexual, la Subdirección de Asuntos LGBT, el IDPAC (Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal) y la Secretaría de Integración Social, así como de los lideres y lideresas de organizaciones.

Otro aspecto que ha cambiado es el intento por nombrarla. Al principio era claramente marcha del orgullo gay. De manera más reciente se ha buscado, con esfuerzo, cambiar el nombre y se habla de marcha del orgullo LGBT o de la ciudadanía LGBT, lo que constituye un tema importante, aunque creo que no se ha logrado del todo.

Me parece que en los medios de comunicación y en el imaginario de muchas personas sigue siendo una marcha gay, de hombres homosexuales, donde personas como las mujeres trans son solamente parte del espectáculo.

*Su opinión es personal y no compromete, necesariamente, la de institución alguna.

Franklin Gil Hernández*

Investigador de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional, sede Bogotá.

Franklin Gil Hernández. Foto: archivo particular.

¿Qué opina de las marchas LGBT que anualmente tienen lugar?

Las marchas son una expresión que obedece a una historia importante para los sectores LGBT, conmemoran la lucha que han tenido para su reconocimiento. Le dicen a la ciudad: acá estamos, existimos y exigimos derechos.

Cuando estuve vinculado a la organización de la marcha de Bogotá porque formaba parte de la Mesa LGBT de Bogotá, siempre salía la discusión de si tenía o no un carácter político. Siento que hay moralismo en esos cuestionamientos y una visión restringida de lo que es político.

Me parece que el solo hecho de que cuerpos que en el espacio público experimentan violencia y discriminación estén en la marcha, ya es un gesto político importante. Estén o no acompañados de pancartas.

Las personas lesbianas, gais, bisexuales y transgeneristas son distintas como son distintas las personas en general. Y la manera como se expresan en la marcha es como cada quien considera que debe hacerlo. Los gestos políticos son incontrolables y me parece bien que sea así. No creo que haya que uniformar la marcha ni imponer cómo participar en ésta.

Hay personas preocupadas por la imagen que este evento da. Algunas quieren presentar una imagen “pura” de lo que serían los gais, las lesbianas, los bisexuales y los trans y les molesta que haya expresiones de diversidad, cierto nudismo y expresiones corporales. Pero siento que no tiene sentido imponer una imagen de lo que “debería ser” un gay, una lesbiana, un bisexual o un trans.

Hay quienes quisieran que la marcha fuera distinta, pero me parece que desconocen la historia de esta expresión. Algunas personas no se identifican con las expresiones de las mujeres trans ni quisieran que ellas estuvieran presentes, les parece que son inmorales o que son mensajes equívocos para la gente. Pero no entiendo qué sería lo que se “debería” mostrar en la marcha. Esas son expresiones de cada quien y me parece importante que todas estén presentes.

No creo que la marcha sea un espacio para dar una imagen correcta para ser aceptados. Las personas de los sectores LGBT no tienen que dar una imagen correcta para exigir derechos, es suficiente con que sean ciudadanos. No tienen por qué acomodarse a lo que esperaría la ciudad que ellas fueran. La marcha, además, es una expresión de diferencia.

El primer lugar político de las personas que somos considerados una minoría en relación con la sexualidad o el género, es el cuerpo. Tiene sentido que muchas de ellas hagan de éste su lugar de manifestación.

Hay que entender también que la marcha es un momento de la vida que está entre paréntesis. Es decir, la gente generalmente no sale a la calle vestida de esa forma o sin ropa porque, de hacerlo, se expondría a violencia o a discriminación. La marcha es un espacio de excepción en donde las personas hacen lo que deberían poder hacer en su vida cotidiana como estar en la calle cogidos de la mano de sus parejas sin temor a ser señalados o golpeados.

¿Qué le cambiaría, agregaría o quitaría a estos eventos?

Me parece que no es un evento para que alguien diga cómo debe ser. Mucha gente asiste y no sabe todo el trabajo que hay detrás durante la organización. Hay unas personas que asumen unas responsabilidades muy grandes por ese evento.

Lo importante es ofrecer las condiciones mínimas de seguridad, pero creo que la organización no consiste en dar normas de cómo se debe participar. Quienes la organizan dan el espacio para que la gente se exprese como quiera. Si hiciera una sugerencia sería que la gente se calmara por cómo asisten los demás y pensara más en los problemas de violencia contra las personas LGBT.

No tengo ningún problema en que los periodistas escojan imágenes de mujeres transgeneristas o travestis para representar a los sectores LGBT. Yo me siento representado allí. Es importante que las personas que sufren más violencia tengan mayor protagonismo. No me parece negativo que la marcha se visibilice a través de ellas. Por el contrario, es una posibilidad de visibilizar los cuerpos más sometidos a violencia.

¿Qué opina de los desnudos y del consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas durante estas marchas?

Creo que deben existir unas prácticas mínimas de cuidado para evitar que las personas se hagan daño. No veo el tema del control de las bebidas alcohólicas  y de las sustancias psicoactivas como un asunto para generar normas morales en torno a la marcha o como estrategias para dar una imagen correcta.

Cuando estaba vinculado en la organización de la marcha de Bogotá, alguna vez nos pidieron que las mujeres trans no mostraran sus senos. Con las entidades del distrito que hay que dialogar para tener los permisos necesarios, a veces hay situaciones que sus funcionarios no entienden, como que el cuerpo de las mujeres trans es un terreno político y que tiene sentido que los enseñen en la calle: es una declaración al público y a la ciudad de lo que ha sido su construcción de género.

También hay moralismo en algunas personas que no entienden la marcha. No solamente de algunas instituciones del distrito sino de las mismas personas que participan. Muchos miedos y prejuicios estás relacionados con una moralización muy fuerte y con construir una imagen de lo que “debe ser” lo LGBT.

Me parece más importante que la gente esté como quiera, pero que esté. Imponer normas de cómo debe estar va en contravía de lo que la marcha busca.

¿Cómo ha visto la transformación de las marchas en Colombia?

El principal cambio es el número creciente de personas que participan. Otro tiene que ver con el nombre: pasar del “orgullo gay” a la ciudadanía LGBT que habla de la ampliación de expresiones que antes no estaban o estaban más ocultas por lo gay masculino. El recorrido también comunica cosas. El hecho de que termine en la plaza de Bolívar le da una connotación particular.

La participación de los bares también ha generado discusiones. Se tiende a clasificar a la gente que asiste entre quienes son serios y llevan pancartas y quienes son desordenados y van detrás de la música. Yo diría que son expresiones políticas distintas, no las pondría en una jerarquía de cuál es mejor o peor. La presencia de esos cuerpos ya es un gesto político.

*Su opinión es personal y no compromete, necesariamente, la de institución alguna.

Wilson Castañeda

Director de Caribe Afirmativo, organización que trabaja en la promoción de los derechos humanos de las personas LGBT del Caribe colombiano.

Wilson Castañeda. Foto: archivo particular.

¿Qué opina de las marchas LGBT que anualmente tienen lugar?

En la región Caribe hay cuatro marchas que conozcamos. Solamente dos se hacen con ocasión del día del “orgullo gay” y tendrán lugar el 30 de junio. Son la de Valledupar (Cesar), llamada “Por la diversidad sexual”, que va para su tercera versión y que cuenta con la participación de entre 300 y 400 personas.

La otra es la de Barranquilla (Atlántico), denominada “Marcha por la ciudadanía LGBT”. Será también la tercera edición. Cuenta con entre 300 y 500 marchantes. La de Cartagena (Bolívar) o “Marcha para el reconocimiento de derechos de la diversidad sexual y las identidades de género diversas”, es la más antigua de la región, lleva siete años, y tiene lugar en noviembre. En 2012 asistieron 5.000 marchantes.

La de Santa Marta (Magdalena) se lleva a cabo en julio o agosto y participan entre 500 y 700 personas. El año pasado en Sincelejo (Sucre) se organizó una en enero pero este año no lograron repetirla. En Maicao (La Guajira) existe la intención de hacer una primera versión este año.

Las marchas de Cartagena y Santa Marta, especialmente, son el primer espacio para que la población LGBT del Caribe colombiano (principalmente las mujeres transgeneristas) sea visible. Es una oportunidad para sacar al espacio público sus necesidades, propuestas y agendas.

Son una posibilidad para mostrarse en escenarios profundamente culturales, entendiendo la cultura como un vehículo de reconocimiento y reivindicación y no como un escenario de reproducción de roles estereotipados.

¿Qué le cambiaría, agregaría o quitaría a estos eventos?

Lo importante es que las marchas del Caribe tengan cada vez mayor contenido. Hemos dado un primer paso que es apropiarnos de unos espacios culturales para reivindicar un grupo poblacional. Por esto, la ciudadanía se acerca con interés de espectadores. La idea es que estas personas se sientan motivadas, involucradas e incluso motivadas a marchar.

Las marchas tienen que conservarse en movilizaciones sociales. Pareciera que algunas quisieran ser un “copie y pegue” de las que tienen lugar en otros países, motivadas por el comercio, la “cosificación” de los cuerpos y por unas agendas no políticas de movilización.

En el Caribe, las marchas han logrado conservar cierta autonomía e idiosincrasia. En la de Cartagena, por ejemplo, no se ven las grandes carrozas de las discotecas, sino su esencia: la movilización social entendida como una expresión de mensaje político y social.

¿Qué opina de los desnudos y del consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas durante estas marchas?

Los cuerpos de las mujeres transgeneristas son portadores de mensajes políticos y símbolos de resistencia y transgresión. Nos oponemos a que sean usados en serie y puestos como imagen a mostrar por patrocinadores o movilizaciones que dejan a un lado su autonomía y mensaje político. Se pasa, así, de unos cuerpos autónomos, transgresores, cargados de sentido y reivindicación, a unos exhibidos y puestos al espectáculo y a la burla.

Respecto al consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas, el problema es poner en riesgo la movilización. Los espacios de la población LGBT se siguen viendo como un mercado y no como eventos de exigencia de derechos. El comerciante o el ciudadano que está allí, no ve a esas personas como portadoras de un mensaje sino como consumidores que no proponen.

El hecho de que cada año vayan ingresando con más fuerza patrocinios privados de licoreras, discotecas y se vayan ausentando los sociales y de gobiernos, conduce a que se vaya pasando de un estado de movilización social a un estado de “cosificación” de la lucha y eso es grave.

¿Cómo ha visto la transformación de las marchas en Colombia?

Hemos avanzado. Cartagena se prepara para su séptima marcha (quinta consecutiva) y hemos venido ganando en contenido. Cada año se involucran más personas y hay más preparación y preocupación por el mensaje que por la exhibición y eso nos parece interesante. También vamos logrando que cada vez sean menos los espectadores y más los marchantes.

Como las de Cartagena y Santa Marta se hacen en medio de las fiestas de la ciudad, hay gente que cree que son un espectáculo más como los reinados de belleza, las cabalgatas o las ferias de toros, y no es así.

Detrás de lo que todo el país conoce como el reinado de belleza, está la fiesta de la independencia y la historia del barrio Getsemaní que buscaba liberarse del yugo español. Ahí está la verdadera independencia de Colombia o donde se empieza a dar libertad y autonomía a, por ejemplo, las mujeres trans.

Para que las marchas no se sigan viendo como un espectáculo más de las fiestas de estas ciudades, el primer reto es llenarlas aún más de contenido y depurarlas de esa posible contaminación del consumo y del comercio, para que no pierdan su mensaje.

El segundo reto es no ver las marchas como algo exclusivo de la población LGBT, sino que se conviertan en un sello público de nuestra lucha social. Que la marcha sea el punto de partida y de llegada de nuestra agenda ciudadana, de nuestras acciones colectivas y la posibilidad para contarle a los miles de marchantes y espectadores lo que estamos construyendo. Que sea la oportunidad para sumar más personas a la causa y renovar los mensajes ciudadanos.

El reto es lograr marchas sociales. Lastimosamente la población LGBT, especialmente algunos hombres gais, se han construido en bares y discotecas y eso ha llevado a que estos espacios sientan derecho a ser protagonistas de las marchas. Sin desconocer que son lugares de encuentro, la idea es que no se vuelvan las marchas de los bares. Éstas son de lo social, por lo social y para lo social y por eso tienen que ser cada vez más reivindicativas.

Es cierto que son marchas festivas. Somos hijos de la revolución de mayo de 1968 y la alegría es una característica de nuestras movilizaciones, pero en medio de esto, es importante no perder el foco de una acción colectiva, de un propósito social y lograr protegernos frente al riesgo de que se conviertan en espectáculos de consumo y que la sociedad las vea como espacios de exhibición, donde no se lee el cuerpo como un vehículo político.

Jessica Useche, “La Totoya Show”

Artivista (artista + activista) y líder social y comunitaria en Bogotá.

Jessica Useche “La Totoya Show”. Foto: archivo particular.

¿Qué opina de las marchas LGBT que anualmente tienen lugar?

Las marchas nacen y se fortalecen cada vez más dentro del discurso político. Aunque son eventos de visibilización social y política, es importante que la gente pueda expresar allí cultura y diversión. Finalmente también son espacios abiertos para esto.

Si fueran netamente sociales y políticas, no tendrían ese tinte de carnaval y de disfraces que se ve, por ejemplo, en la de Bogotá. Esto forma parte de las manifestaciones de la diversidad, de las expresiones de género y del deseo que tienen muchas personas de tener una oportunidad al año, diferente a Halloween, de ponerse un vestuario o lucir un maquillaje especial. La idea es disfrutar esta fiesta de la mejor manera posible.

Es importante recordar que son espacios de participación política y social y que es aconsejable evitar el consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas para dar una buena imagen a las personas heterenormativas (quienes consideran que las relaciones heterosexuales son las dominantes) que asisten a la marcha y a los medios de comunicación que las cubren.

¿Qué le cambiaría, agregaría o quitaría a estos eventos?

Yo le agregaría mayor conciencia política. Que los asistentes aprovecharan sus disfraces, puestas en escena y carrozas, para hacer más visibles sus apuestas políticas. También sería importante que a la gente le diera menos miedo expresar lo que piensa porque este año, especialmente, hemos estado en una convergencia de opiniones frente a la diversidad sexual y de género.

A pesar de que la asistencia es masiva, le agregaría aún más personas. Aún hay gente que dice que no le gusta este evento por las personas que participan, especialmente las mujeres trans desnudas o la gente de estratos bajos.

Si esas perdonas no asisten porque nadie las representa, lo mejor es que salgan y se representen a sí mismos. Si ellas, a diferencia de las demás, sí se sienten bonitas, de buen linaje y “gente bien”, que bueno que nos acompañen y demostremos que la diversidad es infinita.

¿Qué opina de los desnudos y del consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas durante estas marchas?

He sido una acérrima enemiga de los desnudos de las mujeres trans porque me parece que falta concepto. Puede que algunas lideresas y activistas trans lo hayan intentado camuflar con la idea de que son una apuesta política porque sus cuerpos son parte de su opinión política, y así mismo, porque han transgredido el sistema y no se han quedado encasilladas en ser hombres y se han construido como mujeres.

También dicen: “es el único patrimonio que tienen y por el cual han luchado toda su vida y por tanto tienen derecho a mostrarlo”. No niego que, evidentemente, sus cuerpos son un patrimonio que les ha costado trabajo, dinero y sacrificio y, por supuesto, sé que son cuerpos políticos, pero pienso que para ser considerados así no tienen que estar desnudos en la calle, dispuestos al exhibicionismo. Esto genera vulneración. Es como si en un país con un fuerte racismo, una persona negra caminara desnuda por la calles porque quiere hacer visible su color de piel.

Esa manera de hacerse visibles es, para mí, incorrecta. A través del desnudo se pueden hacer propuestas artísticas, pero en escenarios como el cine, la televisión o el teatro. O, en la misma marcha, pero con presentaciones más elaboradas. Falta unir lo artístico con lo político.

Respecto a los desnudos de los hombres gais no he escuchado comentarios negativos. Y es ahí donde es evidente la misoginia, la transfobia y el rechazo al cuerpo femenino. Los hombres gais son felices viendo a otros ligeros de ropas y, con mayor razón, si son bonitos. Acá entra el tema de la estética: quién es bello y quién no. Hay un aprecio por el cuerpo como producto de si vale la pena o no para mostrarlo.

Si las personas LGBT quieren salir desnudas, deberían pensar en unir sus conceptos de desnudez con propuestas artísticas y políticas. Esto les va a dar argumentos para ser “políticamente correctas” frente a las críticas que puedan recibir de quienes se oponen a los desnudos en este evento.

Respecto al consumo de bebidas alcohólicas y sustancias psicoactivas, está claro que las normas no se pueden transgredir. Empezando porque el evento tiene lugar en un espacio público en los que existen unos parámetros claros sobre lo que se puede hacer y no allí. Esto puede ser causa de malas experiencias con la Policía.

También es una manera de hacerse vulnerables ante los medios de comunicación y los espectadores. Y en un espacio de visibilización política, esto no tiene sentido. Es importante que las personas que participan en la marcha hagan buen uso del evento y tengan presente que las sustancias psicoactivas y el licor no tienen lugar en este espacio público. Por supuesto, cada quien es libre de hacer lo que quiera pero vale la pena reflexionar en esto.

¿Cómo ha visto la transformación de las marchas en Colombia?

Quienes organizan las marchas en ciudades como Bucaramanga y Cúcuta me han contando que allí estos eventos son claramente políticos y no quieren ningún tipo de carnaval. Allí se retiran a los vendedores ambulantes de confetis, pitos y licor. Son marchas que desde que nacieron tienen una apuesta política muy fuerte.

Lo importante es que la gente acuda masivamente y que, en Bogotá, se conecten con la propuesta del FlashMob que, este año, complementará el evento. Este tipo de manifestaciones culturales tienen alto impacto.

Camilo Martínez Orozco

Licenciado en filosofía y magíster en ética aplicada. Actualmente se desempeña como asesor filosófico y terapeuta integral en Barcelona (España).

Camilo Martínez. Foto: archivo particular.

¿Qué opina de las marchas LGBT que anualmente tienen lugar?

Es un evento importante en la medida en que visibiliza a la comunidad LGBT. Esto es fundamental porque lo que no se ve, no se reconoce. Es clave que exista un evento masivo como este que ponga a este sector a la vista de los medios de comunicación y de las personas heterosexuales, los políticos y las altas cortes, entre muchas otras. Que la gente sepa que existen otras formas de vivir y de esa manera se gane reconocimiento.

La comunidad LGBT es diversa. Es mucho más variada de lo que algunas personas que forman parte de ésta quisieran que fuera. Hay colectivos cuyo eje de acción es la parte política o legal y marchan con su bandera y camiseta. Hay gente para quienes su cuerpo y manera de vestir son sus herramientas de lucha.

Me pregunto si quienes se preocupan porque la marcha pueda dar una “mala imagen” de las personas LGBT, no solamente estarán juzgando este evento con unos criterios heteronormativos (las relaciones heterosexuales son las dominantes) sino conservadores.

¿Qué sugieren? ¿Que nos vayamos uniformados? ¿Que se instaure un código de conducta? ¿Cómo nos ponemos de acuerdo sobre cuál es la imagen que queremos dar como comunidad más allá de la que cada quien quiera proyectar?

Buscar que todas las personas se vistan o actúen igual por salvaguardar una presunta imagen, es correr el riesgo de perder lo más importante de la marcha: celebrar la diferencia.

¿Qué le cambiaría, agregaría o quitaría a estos eventos?

Serían más temas de orden práctico. En la última que estuve en Bogotá, hace un par de años, me pareció que la organización era algo defectuosa, especialmente cuando se pasaba de una gran Avenida al centro de la ciudad. Lo más importante es garantizar siempre que sea una marcha abierta donde los diferentes sectores estén representados.

¿Qué opina de los desnudos y del consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas durante estas marchas?

Hay ciertas normas que son comunes tanto para eventos heterosexuales como para LGBT. Debe evitarse el consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas, de la misma manera que se prohíbe en otras marchas. En este sentido, la marcha es un evento masivo más, no veo ninguna diferencia porque sea LGBT. Más allá de cualquier aspecto moral, si ocurre una emergencia, es necesario que las personas estén en sus cabales para que todo salga mejor.

En cuanto a los desnudos, que son más bien con el pecho descubierto, no conozco las normas colombianas respecto a la desnudez. Supongo que una persona en público no puede hacerlo pero no sé si mostrar los pechos sea tratado igual que andar sin ropa. Todo depende de lo que diga la ley.

Sin embargo, el cuerpo de las mujeres trans es político. Son personas que quieren mostrar que han llegado a construirse como mujeres, que tuvieron que transformar sus cuerpos para acercarse a lo que son. Acá me acuerdo de una frase que dijo “La Agrado”, personaje de Pedro Almodóvar: “una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”. Andar con los pechos al aire es una reivindicación de lo que han llegado a ser.

El hecho de que los medios de comunicación centren su atención en estas mujeres, es un reconocimiento implícito de la diferencia, de que estamos ante algo que no es común, porque estadísticamente así es. Por eso llaman la atención.

Debería reconocerse el valor que tienen estos cuerpos. No es presentar una foto como un espectáculo de circo. Sin embargo, hay razones por las cuales estas fotografías se siguen publicando: no hemos hecho el cambio cultural para que eso ya no sea tan sorprendente.

¿Cómo ha visto la transformación de las marchas en Colombia?

He estado en unas cuatro o cinco en Bogotá. Tomar la decisión de asistir la primera vez, no fue fácil. No tenía claro si era necesario ni qué se pretendía con este evento. Creía que era como un circo. Por un lado, tenía serios prejuicios de “ultragodo” y, por otro, no encontraba ninguna razón para superarlos.

Pero mi pareja en ese momento era muy activo políticamente. Llevaba algún tiempo insistiéndome en que fuera. Y si alguien tan cercano a uno y a quien uno quiere tanto, dice que ir a la marcha es importante, uno termina pensando que a lo mejor sí. Es claro que si no hubiera estado con él, la decisión habría demorado más tiempo.

Otro aspecto que también influyó para que asistiera, fue la idea de que la marcha da la sensación de comunidad, de no estar solo, de que hay otros como yo.  Eso lo puede decir un hombre homosexual, una lesbiana o una persona trans o bisexual. Permite que la gente pueda ver esa multitud y decir: “no soy tan raro”. Por eso celebro la diversidad de la marcha y su poder de visibilización.

Entre la primera marcha a la que asistí y la última, la sensación que tengo es la de un movimiento que va en aumento. Cada vez se sumaba más gente y más diversa. En algunas, me llamó la atención ver personas heterosexuales apoyando la causa, lo que me parece muy valioso porque la comunidad LGBT no puede entenderse como un gueto sino en relación con el resto de poblaciones.

Luis Felipe Rodríguez Rodas

Licenciado en Lenguas Extranjeras, profesor, activista LGBT y defensor de Derechos Humanos en Cali.

¿Qué opina de las marchas LGBT que anualmente tienen lugar?

Luis Felipe Rodríguez. Foto: archivo particular.

Me parece importante salir a las calles a reivindicar los derechos humanos. Sin embargo, hay quienes no salen a marchar sino a desfilar y a emborracharse, olvidando el verdadero propósito de este evento que es exigir la igualdad de derechos, así como políticas públicas y el reconocimiento del Estado.

Por supuesto que puede haber carnaval y las chicas transgeneristas están en su derecho de salir como quieran. La marcha puede ser también una fiesta de reivindicación pero sin que esto le reste protagonismo al tema de los derechos.

El año pasado asistieron casi 5.000 personas a la marcha de Cali, algo nunca visto. Casi siempre participaban un promedio de 500. Quizás las sentencias de la Corte Constitucional a favor de nuestros derechos y el debate del Matrimonio Igualitario han llevado a que la gente salga, pero lo más importante es que la gente reciba el mensaje de ser sujeto de derechos.

Muchas personas, por ejemplo, no donan sangre porque piensan que las van a  discriminar, cuando ya existe una sentencia que prohíbe eso. Otras no denuncian que en sus trabajos las despidieron por ser homosexuales porque desconocen que hay sentencias que castigan esto.

Hay que hacer una balanza entre la fiesta y el hecho de exigir derechos. Todavía hay mucho por pelear.

¿Qué le cambiaría, agregaría o quitaría a estos eventos?

En Cali estamos haciendo dos eventos: el primero es una marcha que este año tendrá lugar el 7 de julio, y el otro es un pride, más carnaval, fiesta y rumba, que se llevará a cabo el 30 de junio.

En Bogotá apostaría a hacer lo mismo. Hay gente que sale a gozar porque no le interesa llevar pancartas con mensajes políticos, mientras que a otras personas no les interesa salir a tomar cerveza sino a reclamar la igualdad de derechos.

¿Qué opina de los desnudos y del consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas durante estas marchas?

Teniendo en cuenta que se llaman marchas, debemos tener ciertos comportamientos porque estamos frente a un público, cargado de prejuicios, que nos está observando. La idea es evitar las escenas obscenas o ser groseros porque hay quienes van gritando “somos maricas” y eso puede chocar.

También me preocupa que después de la marcha las calles quedan muy sucias. Muchas veces las discotecas llegan con carrozas desde donde riegan publicidad por todas partes. Así que otra apuesta importante sería dejar las calles limpias porque esto además de ensuciar la ciudad, afecta la imagen de la comunidad LGBT. Es tener la cultura ciudadana propia de cualquier persona.

Desde el punto de vista artístico, los desnudos me parecen muy interesantes y válidos. Los cuerpos y trajes de las mujeres transgeneristas son de admirar, pero a veces algunas salen de una manera vulgar, con un aire de “no me importa”, y esto a veces puede molestar.

En cuanto al consumo de bebidas alcohólicas y sustancias psicoactivas, me parece bien dentro de un consumo normal. Que la gente no se emborrache porque pueden presentarse peleas y dar una mala imagen. Es un tema de convivencia ciudadana.

¿Cómo ha visto la transformación de las marchas en Colombia?

Muy positiva. Cada vez son más las personas que salen y los medios de comunicación están muy pendientes del tema. Lo importante es no perder el enfoque de reivindicación y tener más equilibrio entre carnaval y marcha.

Andrés Alegría Polanía

Periodista, candidato a magister en estudios culturales de la Universidad Javeriana de Bogotá.

Andrés Alegría. Foto: archivo particular.

¿Qué opina de las marchas LGBT que anualmente tienen lugar?

Las marchas son un acto político, entendiendo este término como la posibilidad de ser visibles y de mostrar que existen otras realidades distintas a la heterosexual. En Bogotá, hay personas que la ven como un espacio de entretenimiento. Falta tener más claro lo que realmente es: un espacio de visibilización importante de aprovechar.

¿Qué le cambiaría, agregaría o quitaría a estos eventos?

Le agregaría más espacios para que, más allá de salir a marchar vestidos como cada uno quiera, se tuviera conciencia de por qué y para qué se hace eso. Yo pondría un componente académico durante la semana de la marcha que incluyera discusiones, debates y conocer otras experiencias. El primer tema sería “por qué nació la marcha y cuándo fue la primera en Bogotá”. El objetivo sería que la gente supiera que nació con la idea de exigir unos derechos, de ser visibles, más allá de ser un espacio de entretenimiento para caminar con amigos.

Trataría también de buscar un formato que fuera más agradable. A las marchas que he asistido en Bogotá he visto algo de desorden que evidencia la desarticulación del movimiento. Hay grupos y organizaciones que nacen con la idea de hacer una lucha política y de defender los derechos de las personas con orientaciones sexuales o identidades de género diversas, pero que se desvirtúan por el camino. Sería importante que todos nos sentáramos y nos organizáramos, para lograr un trabajo más articulado y aprovechar mejor este espacio.

¿Qué opina de los desnudos y del consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas durante estas marchas?

El cuerpo es una herramienta para transmitir emociones y estimular los sentidos. No critico los desnudos. Me parece que el tema de fondo son más los medios de comunicación porque generalmente representan este evento con mujeres transgeneristas para crear polémica y vender más.

En cuanto al consumo de bebidas alcohólicas o sustancias psicoactivas, yo creo que en cualquier espacio que tenga un objetivo político y social, incluso un cambio cultural, no hay lugar para esto. Además, no es necesario.

¿Cómo ha visto la transformación de las marchas en Colombia?

Desde 2003 que llegué a Bogotá, procedente de Cali, quedé asombrado con las primeras marchas a las que asistí. Allá no existían ese tipo de movilizaciones. Me pareció un escenario muy importante. Esto vino de la mano del nacimiento de organizaciones que buscaban el reconocimiento de derechos como Colombia Diversa y del papel de las feministas.

Para mí fue gratificante encontrar un escenario político muy bonito que proponía un cambio importante. Me parece que después de 2006 el asunto cambió, se volvió más un espacio de socialización, entretenimiento y rumba y, de cierta manera, se perdió el sentido que tenía.

La marcha cumple con uno de sus objetivos que es visibilizar y se debería aprovechar más para dar a conocer otras apuestas. Falta recuperar su sentido, sentarse a pensar para qué la hacemos y sacarle mayor provecho para enfrentar los paradigmas y estereotipos que existen y, más aún, cuando en el contexto político hay personas que todavía discriminan a quienes tenemos identidades de género u orientaciones sexuales no normativas.

Alejandro Gamboa

Activista por los derechos LGBT. De Medellín. 

Alejandro Gamboa. Foto: archivo particular.

¿Qué opina de las marchas LGBT que anualmente tienen lugar?

Me gustan, aunque preferiría que tuvieran un mayor sentido político y ver más reivindicaciones. En Medellín, hay actos que demuestran la libertad que en la ciudad se respira como son un consumo de sustancias psicoactivas relativamente abierto y la marcha cannábica o de la marihuana. En la marcha LGBT también está presente la libertad que se vive.

No sé si este evento ha perdido su contenido político porque no sé si alguna vez ha tenido el suficiente. Me parece que falta más. Es cierto que el simple hecho de que las personas salgan de sus casas y asistan, ya es un acto político, pero si esto no viene acompañado de un discurso, es difícil impactar las estructuras de poder. Aunque la marcha expresa y dice muchas cosas, falta una visión más clara de las reivindicaciones que se buscan.

Es una marcha cada vez más grande. No es tanto un evento para ver sino para vivir y eso constituye una expresión política. Pero al no tener un discurso se queda en unas personas que marchan sin reclamar. Quienes participan deberían tener mayor conciencia de por qué lo hacen.

¿Qué le cambiaría, agregaría o quitaría a estos eventos?

Me parece que las marchas son expresiones que uno no puede cambiar porque sí. No se puede tomar una varita mágica y transformarlas en lo que a uno le gustaría que fueran. No me atrevería a decir si le cambiaría o le agregaría algo porque son procesos sociales que no se modifican según el parecer de una persona. Seguramente irán cambiando al ritmo de transformación de la ciudadanía. Lo importante siempre será participar.

¿Qué opina de los desnudos y del consumo de bebidas alcohólicas y de sustancias psicoactivas durante estas marchas?

Soy defensor de la libertad y de que cada persona haga lo que le guste. El problema es cuando esto impide la expresión o la presencia de otros actores. Así que sería importante diferenciar los espacios de rumba de los políticos.

¿Cómo ha visto la transformación de las marchas en Colombia?

En Medellín hay dos marchas. La que tendrá lugar el 30 de junio será la sexta versión de la “Marcha por la vida, la diversidad sexual y de género”. Aunque tiene unas reivindicaciones políticas importantes, aún le falta más al respecto.

4 thoughts on “9 miradas a las marchas LGBT de Colombia

  1. A medida que haya mayor participación por parte de la comunidad de LGBTI las marchas cambiaran. Sin embargo, lo importante es la participación activa de la comunidad para mostrar su existencia en pro de defender los derechos humanos.

  2. En el mundo se están generando cambios importantes ante la visión de la comunidad LGBTI, este momento el indicado para unirnos y hacerles sentir al mundo que somos personas que caminos unos junto a otros, trabajamos, estudiamos, pagamos impuestos, vivimos en una sociedad y por tanto lo único que pedimos es que se nos trate como a cualquier otro ciudadano que tenga una nacionalidad Colombiana sin ningún tipo de violación a nuestros derecho y mas aun sin ningún tipo de restricción en nuestra libertad.

  3. A la marcha le sobran gays y le hace falta más presencia de distintas organizaciones culturales, políticas, comerciales, etc. Fui a una marcha en Bogotá y fue muy triste como habían “carrozas” que eran camiones de trasteo con “reinas” mandando besos. Aunque me sorprendió la cantidad de jóvenes, fue triste también verlos a todos tomando cerveza, medio ‘trabados”. ¿Creen ustedes que esa es la imagen que deberían proyectar? Dirán que precisamente lo importante es “rechazar las normas heteronormativas”, pero pues, verse como unos alcohólicos, drogadictos, con looks poco favorecedores no tiene nada que ver con una lucha de ideales, de igualdad. ¿Quizá en realidad es muy poca la gente dentro de la comunidad lgbti que está informada sobre su historia, quizá deberían educar primero dentro de la comunidad antes de salir a proyectar cosas fuera? Ojalá, como lo dice una invitada, marchara la policía, el ministerio de cultura, avianca, ecopetrol, la ópera de colombia, el museo nacional.

  4. Muy interesantes las opiniones en general, las cuales plantean puntos de vista diversos y bien argumentados. Sin embargo, pienso que una docente universitaria que es entrevistada para dar su opinión debería fundamentarse mejor. La antropóloga hace aseveraciones fuertes que desconocen el movimiento social – conflictivo y diverso, es cierto – que ha dado sentido a estas expresiones. Hay numerosas contradicciones e historias frente al tema, pero me parece ligero afirmar cosas como “Me parece que la marcha en Bogotá, la ciudad donde vivo, está vendida a la Alcaldía. Le hace campaña al alcalde de turno.” Y remata con: “Me parece que participar en esa marcha es hacerle propaganda a una administración y estoy en desacuerdo con que miles de personas sean usadas para justificar o avalar una administración distrital”.

    ¡Qué tal la cachetada!. Su opinión es la de alguien que no participa en la marcha y que tampoco la ha estudiado (cosa que salta a la vista por su desconocimiento y porque, de haberlo hecho, lo habría mencionado para reforzar su imagen de autoridad). Le recomiendo a la profesora leer el artículo “Hacerse sujetos políticos. A propósito de la marcha de la ciudadanía LGBT en Bogotá”, de su colega José Fernando Serrano, publicado por la Revista Javeriana. Es de fácil acceso para usted, ya que trabaja allá. Después de eso sería interesante escuchar su opinión y poder decir con alivio “Hemos bajado los índices de ignorancia, un poquitico profesora”.

    Soy médico de profesión e historiador por afición. Aprendí de mis maestros la importancia de la rigurosidad en el conocimiento: así se salvan vidas y se protegen mentes. También soy marica y la marcha es para mí el momento para recordarle al mundo que amo a quien me da la gana. Como médico tengo claro que la normalidad no es sinónimo de felicidad, sino de mayorías. Muchos colegas no lo saben pero yo sí. Tal vez porque soy marica y me pienso un poquito las cosas antes de prescribirle moralidades caducas a mis “pacientes”. Además, la experiencia clínica me ha mostrado, una y otra vez, la profunda infelicidad de esas mismas mayorías. No soy más feliz por ser marica, claro, pero sí me siento más pleno el día que salgo y le recuerdo al mundo quien soy. No soy tan valiente para hacerlo todos los días en la calle, pero la marcha es mía porque soy un anónimo protagonista de mi propia liberación. Esa clave es importante: ¿por qué se hablaba tanto de “liberación” en el movimiento guey por allá en los años setenta?. Interesante ¿no?

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