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Acoso sexual: lo que se dice vs. lo que es

Cada vez que una mujer denuncia ser víctima de acoso o de abuso sexual, salen voces cuestionando su versión. Sentiido recogió algunas de estas ideas para mostrar otra cara de la moneda.

La historia se repite. Cada vez que una mujer denuncia haber sido víctima de acoso o  abuso sexual, salen voces cuestionando su versión: “¿ya oyeron a la contraparte? No se le puede creer así como así”, “¿por qué lo dejó entrar a su habitación, no será que tenían una relación afectiva?” o “¿por qué lo denunció tantos años después? Debe tener algún interés oculto”. (Ver: El problema es el victimario, no la víctima).

Otras frases son: “¡ahora todo es acoso!”, intentando justificar comportamientos indebidos o “los hombres también son víctima”, desconociendo que las cifras de acoso y de abuso sexual contra las mujeres son, de lejos, superiores a las de los hombres.

Incluso, con premisas como: “eso sí, que les paguen la cuenta y las recojan en carro”, hay quienes revuelven dos temas: estereotipos de género con delitos como el acoso y el abuso sexual. (Ver: “Desde que las niñas son rosadas y los niños azules, estamos jodidos”).

Rara vez las dudas que se plantean tienen que ver con las razones por las que hay hombres que se sienten con derecho de acosar o de abusar de otras personas, especialmente mujeres, o qué podemos hacer para evitar que estas situaciones sigan presentándose.

Uno de los tantos aspectos positivos de movimientos como #MeToo o #AMíTambién es que sacó del clóset el tema del abuso y el acoso sexual para ponerlo en la opinión pública. (Ver: Machismo y feminismo no pueden coexistir).

Cada vez más mujeres se animan a contar su historia demostrando que no están dispuestas a callar más. #MeToo puso a mucha gente a hablar de comportamientos que hasta hace relativamente poco no eran tema de conversación ni de columnas de opinión.

Sin embargo, los prejuicios alrededor del acoso y el abuso sexual siguen presentes. Sentiido recogió algunas de estas creencias para presentar otra mirada:

1. “Las mujeres no son bobas, pueden decir ‘No’ e irse”:

El movimiento #MeToo o #AMíTambién que tanto impacto tuvo en redes sociales buscaba, fundamentalmente, denunciar situaciones de acoso y de abuso sexual en entornos laborales. (Ver: Ser LGBT en el mundo laboral).

Especialmente hechos perpetrados por hombres que aprovechan su poder sobre el futuro profesional de muchas mujeres para acosarlas. Por lo general, en industrias o sectores donde ellas no tienen mayor presencia en espacios de toma de decisiones.

En el caso de la denuncia hecha por la periodista Claudia Morales en la columna “Una defensa del silencio”, el abuso sexual tuvo lugar por parte de un jefe con mucho poder.

Morales destacó lo difícil que le resultó denunciar a su agresor por esa razón: “mi papá estaba en una posición laboral que yo debía proteger y mi vida profesional, una vez renuncié al lugar donde trabajaba con ‘Él’ (el abusador), era incierta”.

Indigna por tanto, explica el abogado Rodrigo Uprimny en su columna “Silencios”, que se les hagan exigencias injustas a las víctimas como poner a Morales en un dilema inaceptable: dar el nombre de su agresor o haber callado todo.

Las mujeres saben que pierden mucho cuando denuncian: las autoridades -e incluso sus conocidos- suelen poner en duda su versión y corren el riesgo de perder sus trabajos o de sufrir retaliaciones por parte del violador o de sus amigos. (Ver: Decir “no”: un privilegio de los hombres).

¿Por qué imponerles a tantas mujeres una situación de carácter sexual para obtener o mantener un trabajo?

En teoría, está muy claro que cuando una persona dice “no” es “no”; pero en los contextos de acoso o abuso sexual pasa que las mujeres temen expresarlo porque saben la violencia que esa respuesta puede desatar. ¿Por qué ellas, principalmente, tienen que aguantar estos comportamientos?

Las empleadas del servicio doméstico, por ejemplo, son víctimas de una altísima violencia sexual. Y es muy difícil que ellas lo denuncien porque saben que pueden perder sus trabajos de los que dependen sus familias”, señalaba Juliana Martínez, coordinadora de proyectos de Sentiido, en una reciente #CharlaConSentiido. (Ver: Una empleada del servicio doméstico en Colombia).

Acá, la #CharlaConSentiido completa:

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el 10% de los trabajadores en el mundo sufre acoso laboral, siendo las mujeres las más expuestas, en especial, las menores de 25 años y las que tienen contratos temporales.

Además de las consecuencias que un acoso o un abuso sexual causan en el bienestar y en la salud mental de una mujer, también afecta su derecho a la igualdad de oportunidades para su desarrollo profesional.

A esto se suma lo expuesto por Pablo Londoño en su columna “#YoTambién y el acoso laboral en Colombia” en la Revista Dinero: salarialmente en Colombia las mujeres están un 20% por debajo de los hombres. (Ver: Feminismo: de dónde viene y para dónde va).

Solo cuatro de cada diez cargos gerenciales son ocupados por mujeres. Solo el 1% de las 500 empresas más grandes del mundo son presididas por mujeres y solo el 14% de ellas forman parte de juntas directivas. Paradigmas machistas limitan el ascenso de las mujeres a cargos directivos”, agrega Londoño. (Ver: Feminismo: Lo que se dice vs. Lo que es).

Lo que buscan, por tanto, movimientos como #MeToo o #AMíTambién, es que las carreras laborales de las mujeres dependan de sus habilidades y de su desempeño y no de qué tanto se ajusten a las expectativas sexuales de sus jefes.

2. “Si de verdad pasó, ¿por qué se demoró tanto en decirlo?”:

El movimiento #MeToo o #AMíTambién es un síntoma de cómo el sistema legal les falla a las mujeres y, en general, a quienes han sido víctimas de acoso y de abuso sexual.

Nuestra sociedad ha permitido que esas violencias sexuales, casi siempre de hombres hacia mujeres, ocurran frecuentemente y queden muchas veces en la impunidad, especialmente si el agresor es poderoso”, señala el abogado Rodrigo Uprimny en su columna “Silencios”.

El hecho de que a través de #MeToo miles de mujeres se volcaran a las redes sociales a contar sus historias dejó en evidencia que muchas de ellas no encontraron en su momento el espacio institucional para hacerlo.

Además de que, en muchos casos, una víctima necesita tiempo (años) para reponerse de lo sucedido, no son pocas las situaciones en las que se sospecha de su denuncia: “¿no será que lo provocó?” o “¿no será un malentendido, una revancha o una relación consentida?”. (Ver: La media naranja y otras trampas del “amor verdadero”).

Las mujeres que tienen el valor de denunciar suelen ser revictimizadas: tienen que enfrentar obstáculos para acceder a la justicia y pocas veces se cree en sus versiones, cuando no son amenazadas y denigradas”, señala Uprimny. En últimas, todo esto favorece a que los acosadores y abusadores continúen con su comportamiento.

También hay un silencio encubridor: el de las autoridades que no reaccionan apropiadamente ante esos crímenes que quedan impunes, lo cual favorece el silencio culpable de los victimarios y el silencio cómplice de quienes les son cercanos”, agrega Uprimny.

Cuando la gente acude a métodos alternativos para denunciar es porque los sistemas dispuestos para tal fin no están funcionando.

En #MeToo se vio a miles de mujeres rompiendo la mordaza que en muchos casos se les pone a las víctimas por los mismos sistemas legales o institucionales.

La popularidad de este movimiento llevó a que muchas mujeres se sintieran animadas a hablar de lo que tantos años habían callado. Y ni siquiera para denunciar nombres sino el contexto: un profesor, un jefe, un tío, un sacerdote… Casi que un ejercicio de catarsis que tiene una larga historia en el feminismo. (Ver: Es feminismo: no humanismo ni “igualismo”).

De ahí la importancia de enfocar la atención en el sistema legal: ¿de qué manera está fallando? “Debemos promover los cambios institucionales y culturales necesarios para que las mujeres que denuncian no sean revictimizadas, haya justicia y las víctimas sientan que, por fin, tienen oportunidad de hablar”, señala Uprimny.

Más que señalar a las mujeres que no denuncian porque no encuentran el respaldo ni las garantías para hacerlo, habría que cuestionar, explica Uprimny, un silencio que sí resulta ofensivo: el de las personas que, pudiendo hacerlo, no expresan solidaridad con las víctimas, banalizan su sufrimiento o sugieren motivaciones bajas en sus denuncias.

3. “Son casos aislados”:

Algunas personas, afirman, con razón, que no todos los hombres son acosadores ni abusadores sexuales. Aunque efectivamente no se puede generalizar, las estadísticas demuestran que los casos de acoso y abuso sexual de hombres hacia mujeres son sistemáticos, de ahí la importancia de no borrar su carácter estructural.

Esto significa que el problema va mucho más allá de “unos pocos casos aislados” y que las mujeres lo sufren en mayor proporción que los hombres. Son situaciones que les ocurren a las mujeres por ser mujeres.

Los hombres no experimentan el acoso ni el abuso sexual con la misma frecuencia que les sucede a las mujeres.

Esas experiencias que para algunas personas no pasan de ser “casos aislados” entre un esposo y su esposa o entre un jefe y su secretaria son en realidad situaciones que les pasan a muchas mujeres, entre otras cosas, por la manera como las sociedades han construido el género: en desigualdad. (Ver: Un mundo más allá del “¡enloquécelo en la cama en 5 pasos!”).

Pablo Londoño explica en su columna “#YoTambién y el acoso laboral en Colombia“, que durante el aniversario de la Línea 155 de la Policía Nacional de Colombia que atiende casos de abusos y maltratos contra las mujeres, se dio a conocer que han recibido más de un millón de llamadas.

Infortunadamente son pocas las mujeres que no han experimentado algún tipo de acoso sexual o de “manoseo” en su vida.

Aunque la mayoría de llamadas están asociadas con violencia intrafamiliar, en los últimos años se ha presentado un aumento de las denuncias relacionadas con acoso laboral. Según cifras de la Línea 155, entre 2015 y 2017 se han denunciado 127 casos, más todos los que las mujeres callan por miedo a perder su empleo o a recibir otra represalia.

4. “Con tanta denuncia se va a acabar con el coqueteo”:

Tanto el columnista Antonio Caballero en la Revista Semana como las artistas e intelectuales francesas que firmaron el manifiesto contra el movimiento #MeToo, expresaron su preocupación de que con tanta denuncia de acoso y abuso sexual se fuera a acabar con el romance y con el coqueteo de los hombres hacia las mujeres.

Llama la atención la jerarquía implícita en este concepto al creer que son los hombres quienes deben liderar el coqueteo y las mujeres quienes deben esperar el cortejo de manera pasiva. De lo contrario, podrían ser juzgadas o señaladas.

Creer que si el acoso y el abuso sexual disminuyen se acabará con el romance, es creer que el coqueteo y el romance son sinónimo de violencia.

Hombres y mujeres pueden coquetear. Lo importante es el contexto en el que ocurra. Hay ambientes propicios para esto, pero en el espacio laboral el asunto es distinto. En todo caso, sea en el contexto que sea, las normas generales deben ser en igualdad, con consentimiento y en sintonía con lo que la otra persona está comunicando.

El movimiento #MeToo no se opone al coqueteo sino a los hombres que persiguen mujeres a pesar de que ellas les dicen “no” y a aquellos poderosos que les piden a las mujeres que laboralmente dependen de ellos que les hagan un masaje o les practiquen sexo oral. Algo muy distinto. (Ver: Una cosa es coqueteo y otra acoso).

5. “Es mucho más grave una violación que un manoseo”:

Nadie discute que tocar a una mujer en la calle no es igual de grave a una violación. Pero los dos comportamientos son indebidos. Hay violencia en ambos casos así sea en distintos niveles y con repercusiones diferentes.

Sin embargo, detrás de estos dos actos, hay un sistema que permite o justifica la agresión sexual de las mujeres y que les dice a los hombres que los cuerpos de ellas están para su satisfacción.

El problema es cuando se pretende relativizar ciertas situaciones o restarle gravedad con frases como: “es más grave una violación que tocarle una teta a una mujer” para no sentirse responsable en caso de hacer “lo menos grave” o para no enfrentar las consecuencias de realizar estos actos.

6. “A las mujeres les gusta victimizarse”:

Muchas veces, cuando las mujeres denuncian públicamente una situación de acoso o de violencia sexual, aparece la pregunta: “¿por qué se victimizan?“. Sin embargo, denunciar no es “victimizarse”, es no estar dispuestas a callar más.

Muchas veces a las mujeres se las pone entre la espada y la pared: si no denuncian, se les acusa de “por qué no dijo nada” o “seguro era que le gustaba”. Y si lo hace, de ser “quejetas”.

Detrás de la idea de “se están victimizando” está la creencia de que ya se logró la igualdad entre hombres y mujeres y que, por tanto, cualquier denuncia es “victimismo” porque las mujeres podrían simplemente decir “no” y parar la situación.

Es decir, se asume una igualdad que todavía no existe. Aún para muchas mujeres es muy peligroso decir “no”: aumentan las posibilidades de que les echen ácido, las golpeen, las despidan de sus trabajos e, incluso, sean asesinadas. (Ver: Feminicidio: crónica de una muerte anunciada).

Denunciar es reconocer, por un lado, que las mujeres aún no están en igualdad de condiciones ni en el trabajo ni en el espacio público y, muchas veces, ni siquiera en sus casas.

Y por otro, recordar que así muchas veces ellos oigan ese “no” por parte de ellas, están de por medio todas esas frases populares de “cuando la mujer dice no es porque quiere decir sí” o “se está haciendo la difícil para que él se esfuerce más”.

Cuando se reta el privilegio y el poder de quienes usualmente lo han tenido, se culpa a la víctima y se excusa al victimario.

No se puede responsabilizar a las mujeres de la violencia que sufren por ir vestidas de una u otra manera. En los demás delitos se culpa al perpetrador pero cuando tiene que ver con desafiar el privilegio o el poder masculino, se cuestiona a la víctima.

En ocasiones se señala a las mujeres que denuncian de “no tener sentido del humor” o de pretender “sacar provecho” de la situación. La filósofa y periodista Carolin Emcke explica en su libro Contra el odio que todas estas etiquetas pretenden impedirles a las víctimas oponer resistencia y hacerles creer que “tampoco es para tanto”.

7. “Estas denuncias promueven el odio hacia los hombres”:

Es una salida rápida a un problema de fondo. En todo caso, no importa las veces que sea necesario repetirlo: ningún feminismo –incluido el movimiento #MeToo– promueve la superioridad de las mujeres sobre los hombres ni pretende una jerarquía invertida o donde ellas sean “las que manden”. (Ver: Orgullosamente feministas).

Nadie está sugiriendo que no haya hombres en los espacios laborales ni que no puedan salir a la calle: el feminismo aspira a la igualdad. Aboga por las libertades de todas las personas hasta donde coartan las de los demás. El feminismo no ha generado una sola muerte. El machismo cobra muertes a diario.

El feminismo pretende que todas las personas puedan desarrollar su potencial sin estar presionadas por estereotipos de género.

Y se llama feminismo y no de otra manera por un asunto de énfasis, no de exclusión: destacar el hecho de que esta desigualdad entre hombres y mujeres proviene de la forma en que la diferencia sexual ha sido construida.

El feminismo también fomenta nuevas masculinidades porque los hombres también son víctimas de una masculinidad tóxica. (Ver: Hombres, ¿feministas?).

8. “Estas denuncias se están convirtiendo en una cacería de brujas”:

Por denunciar los actos de acoso y abuso sexual, hay quienes acusan a las mujeres de estar liderando una “cacería de brujas”. Lo primero es recordar de dónde viene dicha expresión: de la persecución de miles de mujeres que querían dedicarse a la ciencia.

Este tipo de metáforas facilistas pretenden justificar el acoso y el abuso sexual.

Las brujas, explicó Juliana Martínez en la #CharlaConSentiido, eran las mujeres que investigaban científicamente y a las que se excluyó de ese espacio quemándolas en la hoguera. Acá ninguna persona está proponiendo que se queme, se persiga o se asesine a nadie como sí se hizo con las mujeres para quitarles el acceso al conocimiento.

9. “Las mujeres quieren oprimir a los hombres”:

El feminismo surge como una solución al machismo y lo que busca -incluido el movimiento #MeToo- es que todas las personas tengan los mismos derechos y deberes.

No se aspira a que los hombres se queden en la casa y no puedan trabajar como sucedió con las mujeres durante años. Nadie está buscando una purga para que en los ambientes laborales no haya hombres sino que unos y otras trabajen como iguales.

10. “Son asuntos íntimos que no deben ventilarse públicamente”:

Diana Ojeda, profesora de la Universidad Javeriana, explica en un artículo publicado en el portal La Silla Vacía, que debido a que muchas veces la violencia sexual sucede entre personas que tienen una relación -familiar o laboral- como le sucedió a la periodista Claudia Morales, el mayor peligro para muchas mujeres está, justamente, en sus casas y oficinas. Y si a ese tipo de abusos se les considera “un asunto privado” no habrá forma de enfrentarlos de raíz.

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