Aunque para algunas personas no hay nada que celebrar respecto a la decisión que tomó la Corte Constitucional, para otras es un avance. Lo cierto es que este proceso dejó lecciones importantes.
No sorprendió el hecho de que la Corte Constitucional de Colombia no aprobara la adopción de menores por parte de parejas del mismo sexo o, al menos, de la manera como se esperaba.
La polarización en la que estaban sus magistrados, cuatro a favor y cuatro en contra, así lo hacía prever. De hecho, el empate llevó a que la última palabra quedara prácticamente en manos de una sola persona: el conjuez José Roberto Herrera, quien el 18 de febrero hizo pública su posición.
Desde que Herrera fue elegido se daba por sentado que su opinión no sería favorable. Y justamente la Corte optó por su propuesta: aprobar la adopción solamente en caso de que uno de los integrantes de la pareja sea el padre o madre biológico del menor, tal como sucedió en el caso de Ana Leiderman y Verónica Botero.
En otras palabras, se ratificó que no solamente las personas homosexuales pueden adoptar de manera individual, como ya lo hacen, sino también cuando el hijo sea biológico de una de las dos personas, lo que se conoce como adopción consentida.
Tras el fallo, una de las preguntas que algunos activistas se plantean es qué pasa si un niño es adoptado por una persona y más adelante una pareja estable de esta persona también quiere adoptarlo como su hijo. El interrogante surge porque finalmente no sería hijo biológico de ninguna de las dos.
Otra duda es: qué pasa si alguien adopta a un menor en otro país y luego se viene a vivir a Colombia. ¿El hecho de no ser un hijo biológico impediría que el vínculo fuera reconocido por el Estado?
En el caso de las parejas de mujeres el asunto es más claro, pero no tanto en las de hombres debido a que en Colombia hay un vacío jurídico e informativo respecto a la maternidad subrogada, también conocida como “alquiler de vientre”.
El fallo también deja dudas de si la Corte considera que los vínculos de consanguinidad es lo que califica a una pareja del mismo sexo para ser buenos padres o madres. ¿Si el hijo no fue concebido por uno de los dos, no lo son?
La división que se vivió en la Corte fue similar a la que se vio en todo el país. Así, mientras una de las tendencias en Twitter era #SiALaAdopcionIgualitaria, le seguía muy de cerca #NoALaAdopcionIgualitaria.
Quienes se oponen a esta posibilidad aseguran que los niños tienen derecho a crecer en una familia conformada por un papá y una mamá. Y quienes están a favor, que los niños tienen derecho a crecer en una familia que los quiera sin importar la orientación sexual de sus padres. En últimas, cada parte interpreta el término “derecho” según la orilla en la que esté.
Para tener en cuenta
Más allá de la división que el tema causa, son varias las lecciones que el debate dejó. La más evidente es que muchas personas todavía creen que la homosexualidad no es una orientación sexual más, como la heterosexualidad y la bisexualidad, sino una decisión errada del 10 por ciento (o más) de la población, producto de traumas, aberraciones, desórdenes mentales o abusos sexuales.
Y seguramente así seguirá siendo mientras profesores como Gabriel Mora Restrepo, de la Universidad de La Sabana, les continúen diciendo a sus alumnos que la homosexualidad es una enfermedad y que quienes la “padecen” practican la pederastia, la zoofilia y el incesto.
Una de las razones en contra, era que el niño “corre el riesgo de ser homosexual”. Aunque la orientación sexual no se define por imitación, detrás de esta frase subyace la teoría de que la homosexualidad es algo incorrecto. O ¿por qué nadie se pregunta, con miedo, si el menor pueda ser heterosexual?
Una manera de hacerle frente a estas ideas producto de prejuicios, es apostarle a una verdadera educación sexual desde la más temprana edad, sin sesgos, que aborde la sexualidad humana con todas sus aristas, lo que incluye las diferentes orientaciones sexuales e identidades de género.
En algunos casos, la discusión se redujo a expresar que a las parejas del mismo sexo les corresponde adoptar “los niños que los heterosexuales abandonaron”. Pero ¿quién puede asegurar que todos los menores que esperan por adopción fueron abandonados por “malos padres o madres”? ¿No hay otras razones?
Puede ser que el menor sea producto de una violación o hijo de una madre que no quiso abortar pero que no se sienta preparada para ejercer este rol. No se puede partir de la base de que las personas o parejas heterosexuales son las malas del paseo y las homosexuales las redentoras.
Incluso, otra posibilidad es que algunos de los menores pendientes de adopción hayan sido entregados por personas homosexuales que por una o muchas razones no estén en capacidad de darle a ese niño la familia que necesita.
Por otra parte, uno de los argumentos utilizados a favor era que el menor de los males para los menores, es que parejas del mismo sexo los adopten.
Esta premisa lleva a pensar que lo ideal sería que los niños fueran adoptados siempre por padres heterosexuales y que en caso de no poderse, lo menos grave sería que quedaran en hogares con padres homosexuales. No hay mejores o peores padres según la orientación sexual. Esto depende de las características, la formación y las habilidades de cada persona.
Lejos de ser un Estado laico
Otro de los aprendizajes que ha dejado este debate es que Colombia está lejos de ser, en la práctica, un Estado laico. Para la muestra, la mayoría de quienes públicamente rechazaban esta posibilidad y participaban en debates en medios de comunicación, eran líderes religiosos, congresistas o concejales vinculados activamente a un credo.
La senadora Viviane Morales, una de las personas que más se ha opuesto a la adopción de menores por parte de parejas del mismo sexo, fue justamente una de las que más contribuyó a la redacción y trámite de la Ley 133 de 1994, de Libertad religiosa, que señala que ninguna religión o confesión será oficial ni estatal.
Sin embargo, su empeño para que la adopción igualitaria no fuera aprobada, evidencia que la agenda política de los legisladores pentecostales como ella, está determinada por sus creencias religiosas.
Finalmente uno de los objetivos del “lobby pentecostal” es favorecer lo que ellos denominan “valores tradicionales” como la familia conformada por papá, mamá e hijos. La mayoría de líderes religiosos que llegan a espacios de elección popular consideran legítimo que sus creencias regulen la sociedad.
Así, se han opuesto a las iniciativas de ley que buscan reconocer los derechos patrimoniales y de seguridad social a las parejas homosexuales, considerando que atentan contra el modelo de familia “instituido por Dios”.
Por un lado buscan, como lo demostró Viviane Morales, la libertad religiosa y el tratamiento igualitario de todas las confesiones por parte del Estado, pero por otro que sus creencias se conviertan en legislación.
Otra muestra de que el ámbito religioso entró a jugar en el debate, fue el concepto emitido por el profesor Pablo Arango a nombre de la Universidad de La Sabana, institución educativa que se ajusta a la doctrina del Opus Dei. Allí señala que la homosexualidad es una enfermedad.
Para completar, monseñor Luis Augusto Castro, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, dijo que el tema debería decidirse en el Congreso. Esta es una forma muy sutil de hundir la iniciativa porque tanto él como el resto de colombianos saben que mientras este escenario reúna a figuras como Álvaro Uribe, Roberto Gerlein, María Fernanda Cabal y Viviane Morales, entre otras, ahí no prosperará.
PD. Para profundizar más sobre este tema, analizar el fallo de la Corte, entender qué implica y resolver dudas, Sentiido en alianza con el Grupo Rosarista de Interés en la Identidad Sexual (GRIIS) de la Universidad del Rosario, están organizando un conversatorio el próximo martes 24 de febrero a las 5:30 de la tarde en la Universidad del Rosario. Habrá transmisión vía streaming. Próximamente informaremos quiénes serán las personas invitadas.