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Ana Piñeres

Ana Piñeres: la televisión no debe reforzar estereotipos

Ana Piñeres es la vicepresidenta de CMO Producciones, firma detrás de series tan exitosas como “La venganza de Analía” que aborda la diversidad sexual y la violencia de género. Sentiido habló con ella de la representación en medios de las personas LGBT y del machismo presente en esta industria.

Fotos: cortesía Ana Piñeres.

Ana Piñeres, La venganza de Analía
Ana Piñeres es vicepresidenta de CMO Producciones. Estudió Comunicación Social, es máster en escritura de guiones para cine, televisión y transmedia y en literatura hispanoamericana. Es experta en nuevas narrativas audiovisuales. Intervención foto: Sebas Santafe.

Es Ana, no Anita. Con Ana Piñeres, vicepresidenta de CMO Producciones -casa productora de cine, series de televisión y documentales- no funciona el trato en diminutivo. ¿La razón? Por un lado, le recuerda el bullying que vivió en su infancia. Esto, debido a que Ana es el resultado de una historia de amor adolescente. Su papá y su mamá se volaron de sus casas en Ocaña (Norte de Santander) rumbo a Cali, porque no los dejaban ser novios.

Con el tiempo su mamá regresó a Ocaña. Allí nació Ana, a quien la criaron sus abuelos maternos. Esto significó que cuando en el colegio hablaba de su papá, los niños se reían y la llamaban “Anita, la huerfanita”, a propósito de la película del mismo nombre. (Ver: Sí, todo mejora).

La otra razón por la que el “Anita” no le gusta es porque sabe que a un “Juan” o a un “Fernando” no les dicen de buenas a primeras, como sí le ha sucedido a ella, “chao Juanito” u “hola Fernandito”. Es una práctica más frecuente con las mujeres para minimizarlas. “A mí que el cariño me lo expresen de otra manera”, dice.

“Mis abuelos me enseñaron las bases de la vida. A ellos les debo mucho de lo que yo soy”.

Otro dato clave de Ana Piñeres: es una de las grandes creadoras y productoras de cine y televisión en Colombia. Para empezar, junto a su socia Clara María Ochoa (CMO), fueron las creadoras de La venganza de Analía, serie de Caracol Televisión que estuvo al aire entre el 15 de abril y el 3 de julio de este año y que muchas noches fue tendencia en Twitter. De hecho, fue el programa más visto de la televisión colombiana durante los meses que estuvo al aire.

Para Ana, el éxito de la serie radicó en que la gente estaba necesitando una historia que mostrara lo que pasa en el país. Guillermo León Mejía, el protagonista, refleja la falsa moral de muchos políticos. “Gente que roba y que maneja mal los recursos, pero que públicamente se muestra como modelo de honradez. Un hombre que se muestra como defensor de las mujeres y de los niños pero que mata a una mujer y maltrata a menores y que se presenta como promotor de la diversidad, pero sacó a su hija de su casa por ser lesbiana”. (Ver: Feminicidio: crónica de una muerte anunciada).

“En Colombia sabemos de políticos con hijos LGBT que lideran proyectos para retroceder en los derechos de esta población”.

A la pregunta: “por qué abordar una relación homosexual en un horario triple A”, su respuesta es simple: ¿por qué no hacerlo? “Hay que quitarle el misterio a una relación de amor consensuada. Además, la serie comienza con una violación y un feminicidio. Esta relación entre dos mujeres es lo más amoroso y menos violento de la serie. Es solamente eso: una historia de amor”.

Lo ideal, aclara Ana, es que en Colombia ya se hicieran series protagonizadas por parejas del mismo sexo y por personas trans y con identidades de género no binarias. “Son historias de la vida real. Hay parejas que la gente ni siquiera contempla pero que existen, como una conformada por una mujer y un hombre trans, donde él, por ejemplo, queda embarazado”. (Ver: La supuesta amenaza de un hombre embarazado).

“Solo el 18.6% de los personajes de series y películas en el mundo representan identidades LGBT”

También es momento de ver los personajes que creativos y productores eligen para las identidades LGBT, roles que muchas veces reafirman estereotipos y el mundo del entretenimiento no está para eso. “Si sale una mujer trans -porque los hombres trans ni siquiera se presentan- es en una comedia o es el chiste de la serie. Durante muchos años los hombres gais solo tenían espacio como peluqueros”. (Ver: El día en que la televisión colombiana salga del clóset).

“Julio Sánchez Cristo en la radio y Clara María Ochoa en el cine y la televisión han sido mis grandes maestros”.

Para Ana, parte de su misión como creadora es visibilizar los distintos tipos de familias. “El entretenimiento es una oportunidad para mostrar cómo por miedo o ignorancia la gente se pierde de conocer y de compartir con una parte del mundo. Esto incluye presentar las historias de amor entre personas del mismo sexo”. (Ver: “Dejemos de decir que no queremos hijos LGBT”).

Por todo esto, Ana participó en la película Cómo te llamas, de Ruth Caudeli, que aborda el amor y el desamor. “En este caso la historia es de dos mujeres, pero estos son temas universales”. 

Su próxima película, la segunda del director vallecaucano Klych López, es En el verde mar, inspirada en el libro Espérame en el cielo, capitán del periodista Jorge Enrique Botero, que relata la historia de amor entre una mujer trans, en tránsito de género, y un capitán del Ejército, estando secuestrados.

“Quienes creen que las historias de personas LGBT no deben presentarse en cine y televisión, no van a impedir que estas historias sigan sucediendo en la vida real”.

Para Ana, Latinoamérica, por ejemplo, necesita su propio The L World, serie norteamericana que cuenta la vida de un grupo de mujeres lesbianas, sus amigas, parejas y familias. “The L World marcó mi vida, me cambió muchas de las ideas que yo tenía de mí misma y de mi entorno. Necesitamos más historias que nos inviten a ser nosotros mismos”.

“Julio Sánchez Cristo en la radio y Clara María Ochoa en el cine y la televisión han sido mis maestros”, Ana Piñeres.

De hecho, entre los efectos de La venganza de Analía está que muchas personas decidieron salir del clóset, hecho que Ana celebra así ella nunca haya estado en uno. Su papá le ayudó en esto. “Él es de los que no avisa que viene de visita y un día cuando yo ya estaba estudiando en Bogotá, se vino de Cali y en el aeropuerto me llamó. Yo le dije que ya salía a desayunar con una amiga -mi novia en realidad- quien se había quedado a dormir. ¿Dónde van a desayunar?”, pregunto él. Allá llegó. (Ver: ¿Cómo salir del clóset?).

Esa mañana tuvieron la siguiente conversación:
Me encantó tu novia – dijo él.
¿Por qué dices eso? – Preguntó Ana.
Se nota en la manera cómo se miran, cómo se hablan y cómo se rozan. Si tú la amas, yo también – concluyó él. (Ver: “Tener una hija lesbiana es un orgullo para mí”).

Desde entonces, en donde esté, su papá siempre le pregunta por la pareja que tenga. Sus tías también preguntan por ella y le mandan saludos. “Lo que pasa es que en los pueblos no pronuncian palabras como ‘lesbiana’ o ‘tú novia’ o ‘tú esposa’, cuando se trata de una pareja del mismo sexo. No es que lo ignoren, sino que lo expresan con frases como ‘saludos a fulanita’, pero nunca dicen ‘saludos a tu novia’. Lo reconocen a su manera”.

“Mucha gente hace un esfuerzo por incorporar a su realidad conceptos de los que nunca les hablaron o que si lo hicieron fue para censurarlos”.

En su caso, dice, quienes estuvieron en el clóset, fueron las personas que preferían no hablar del tema. “Pero yo me identifico con la premisa del gran Juan Gabriel de que lo que se ve no se pregunta. Y se respeta. Es bueno que la gente LGBT sepa que la no aceptación es problema del otro, no de nosotros”. (Ver: Aceptarse).

Ana Piñeres recuerda como un momento muy especial de su vida cuando su papá reconoció su orientación sexual y le dijo: “te amo y acá estoy”.

Ana fue consciente de ser lesbiana cuando estudiaba comunicación social y le llamó la atención una compañera. “Me parecía linda, sentía que quería pasar más tiempo con ella, buscaba que hiciéramos trabajos juntas, pero de ahí no pasó. Cuando por primera vez me enamoré de una mujer, lo viví de frente. Era una persona que se reconocía como lesbiana y nunca me cuestioné que fuera mujer y que me gustara, simplemente lo dejé fluir”. (Ver: “Yo era rara por principio”).

Sintió la plenitud. “Descubrí que uno podía ser amiga, amante, compartir ropa y hablar de la regla con conocimiento de causa. Encontré lo que yo buscaba. En las relaciones con los hombres había una distancia muy grande, mis roles eran unos y los de ellos otros”.

“Desde que sentí algo por una mujer no le dejé espacio al miedo o a la preocupación. Era amor y punto”.

Además, desde que era una estudiante universitaria, Ana ha sido una mujer independiente que se ha pagado todos sus gastos y menos se le pasó por la cabeza que alguien se atreviera a cuestionarla por ser lesbiana.

Desde que yo llegué a Bogotá a estudiar con un crédito de Icetex, tuve que trabajar porque debía pagarme el lugar donde vivía, la comida y todo lo que necesitara. A mí me enseñaron a trabajar, a que en la vida uno se tiene que ganar todo y a que uno no necesita nacer en una familia con dinero para llegar a donde uno quiere”.

Así se acostumbró a tener ocho puestos al tiempo. Por esto no le quedaba mucho tiempo de hacer vida social. Terminaba clases y salía corriendo al trabajo que tuviera. Pasó, entonces, que mucha gente empezó a decir: “ah, como esa se la pasa trabajando, mejor no la invitemos a tal fiesta”.

Recordó el bullying escolar que vivió porque lo más lejos que viajaba en vacaciones era a Bogotá a visitar a su mamá. También, al ser criada por sus abuelos, no tenía las comodidades de algunas de sus compañeras, como ser socia de un club y a veces por esto la sacaban de los planes.

Yo veía las Barbies donde mis amigas. A mí me enseñaron fue a montar a caballo, a pescar y a hacer arreglos de electricidad. Hoy yo puedo arreglar lo que se me dañe. Mi plan favorito era irme a pescar el fin de semana con mi abuelo guiándonos por el Almanaque Bristol”.

Ana Piñeres se quedó en el mundo audiovisual porque combina todo lo que le gusta. “Hoy soy feliz escribiendo y produciendo series de televisión”.        

Ana empezó su carrera profesional escribiendo sobre música. Finalmente, su abuelo había sido dueño de “Ecos de Ocaña”, en ese entonces la única emisora de Norte de Santander. Lo primero que él hacía al levantarse era poner un vinilo. “Yo me crié jugando con vinilos y con equipos de sonido”.

Además, cuando él se iba a dormir, Ana tomaba su radio y se iba para el patio de la casa a sintonizar emisoras de todas partes, donde conoció mucha música. “Y con el hermano de una amiga de mi tía conocí a The Rolling Stones, Led Zeppelin, Eagles, Chicago… Y amé aún más la música”.

Por esto, Ana es DJ. De hecho, mientras estudiaba en la Universidad Javeriana, fue programadora y locutora en el programa de música de Brasil en Javeriana Estéreo. Y estando allí la llamaron de la Embajada de Brasil para decirle que les gustaba mucho su programa y la becaron para estudiar portugués, idioma que ya le resultaba familiar.

Esto, debido a que, para conmemorar los 500 años del descubrimiento de América, el rey Juan Carlos de España puso en marcha una incubadora de líderes e incluyó a los 10 mejores estudiantes de Iberoamérica. Y a los 14 años, Ana había obtenido el primer puesto como estudiante del departamento.

“Yo académicamente era la mejor del colegio, pero era muy rebelde. Siempre me iba mal en disciplina”.

Fue una de las elegidas para irse en barco a estudiar a España. “En esa experiencia me dictó literatura Mario Vargas Llosa y Nicomedes Santa Cruz, cultura y tradiciones afroamericanas. Teníamos la posibilidad de especializarnos en el área que nos llamara la atención. Yo escogí medios audiovisuales”. En esta experiencia tuvo un novio brasilero, su primer maestro de portugués. Lo aprendió a punta de escucharlo cantar bossa nova.

Estando en noveno grado las monjas de La Presentación echaron a Ana del colegio. Se pasó a un colegio público y mixto donde fue feliz.

Ana también les agradece a sus abuelos la vida espiritual que le inculcaron. “Mi abuela era una mujer muy mariana. Las monjas de clausura necesitaban niños o adolescentes que les ayudaran a arreglar la iglesia de Santa Rita y ese era mi plan de los sábados. Les ayudaba a limpiar los santos y me sentía la más afortunada porque podía verles la cara a las monjas de clausura. Como agradecimiento me daban hostias y Fresco Royal. Yo era feliz llegando a la casa con mis hostias para jugar a la misa con mis primas”. (Ver: “Soy un gay a imagen y semejanza de Dios”).

Tiempo después de su viaje por España, Ana tuvo una crisis de fe, resultado quizás de experimentar, de conocer, de abrir su mundo. “Me quedé con el budismo Zen, una filosofía de vida que aporta un profundo autoconocimiento“. (Ver: El budismo, de la mano con los derechos humanos).

En todo caso, dice, siempre ha creído en Jesucristo, pero con su nueva pareja volvió a acercarse a la Virgen María. “Mi cuarto está lleno de vírgenes, rezo el rosario, siento una comunicación profunda con ella. Yo ya perdí a mis abuelos, que son mis ángeles, y esa energía de padre y madre la encuentro en Jesús y María”.

Finalmente, dice Ana, cada quien puede experimentar y elegir, libre de presiones, la persona que quiere ser. “Yo puedo tranquilamente rezar el rosario y después entrar a una clase tantra porque estoy aprendiendo a ser más feliz. No podemos perdernos los matices de la vida o la posibilidad de ser y de hacer lo que uno quiere. Yo, por ejemplo, fui vegana 10 años. Ya no”.

“Soy de relaciones estables, he tenido más bien pocas porque yo busco tener mi hogar, mi casa”.

En su vida, agrega, ha hecho hogar. “Es lo que he elegido quizás porque mis padres no pudieron tenerlo. La pandemia que estamos viviendo nos está mostrando lo realmente esencial de nuestras vidas. En mi caso, es mi casa, mi pareja, mis perros, tener salud y poder respirar diariamente”. (Ver: Covid-19 y personas LGBT: respuestas a preguntas frecuentes).

También está su trabajo en CMO Producciones en el que lleva 20 años. Pero llegar hasta donde Ana Piñeres y Clara María Ochoa han llegado no ha sido fácil porque el machismo, como pasa con todo, también atraviesa esta industria. Y, con mayor razón, cuando se trata de una empresa creada y liderada por dos mujeres.

En los mercados internacionales uno pide las mismas citas que los otros ejecutivos hombres y nos las dan, pero generalmente los negocios se cierran con trago y en la noche. Y en ese espacio entran principalmente hombres. Hay mujeres que entran, no obligadas, y no precisamente lesbianas. Los tratos que se cierran conmigo se hacen de día y en otros espacios”.

“CMO Producciones nació en un cuarto de un segundo piso y hoy es la empresa que es”.

Acá es inevitable hablar de las acusaciones por acoso y abuso sexual contra el director de cine Ciro Guerra. “Si bien las denuncias son muy duras, me parece sospechoso el momento de la publicación. No estoy diciendo que los testimonios no sean ciertos, pero fueron años en los que no se dijo nada, y tal como lo escribió Cristina Gallego, su exesposa, justo aparecen cuando va a salir una de sus grandes películas”.

En todo caso, agrega Ana, hay que trabajar más en los temas de acoso sin desconocer que hay prácticas que las mujeres han utilizado como una forma de escalar. “No estoy diciendo que este sea el caso de las denunciantes de Ciro Guerra, pero sí hay mujeres que les hacen propuestas a directores acudiendo abiertamente a la seducción para obtener algo. Son prácticas de las que sale una transacción. Otra cosa es que en estas prácticas no haya consentimiento y haya violencia”. 

“No pretendo minimizar el acoso ni decir que las denuncias no son ciertas, pero me despierta sospechas el momento en que se hizo”.

En CMO Producciones, explica, tienen muy claro en su manual de producción la obligación de respetar la diversidad y los derechos de las mujeres. “Acá ni siquiera aceptamos esos gestos que podrían verse como cotidianos. Por ejemplo, cuando una actriz llama al maquillador, no con el mismo tono con el que llama al resto de sus compañeros, sino con un Feeernaaandooo más agudo, simulando el tono que mucha gente usa para referirse a los hombres gais. El respeto es innegociable”.

También, dice, el machismo es evidente en las reuniones de trabajo donde la gente les presta más atención a los hombres. “Uno puede estar en una mesa redonda y así uno sea la productora, la gente mira al director y le habla a él, hasta que uno tiene que decir ‘mira, la decisión la tomo yo, me podrías contar la historia por favor’. Y la gente no hace esto de mala, sino porque así fue educada. Así lo veía en mi casa cuando me decían: ‘corra con las pantuflas que ya llegó su abuelo”. 

En Colombia, agrega, faltan más mujeres dirigiendo proyectos, así como haciendo cámara, pero el problema de fondo también es cultural. “Hace falta que más mujeres estudien estas áreas, se capaciten en esto y que se postulen a estos cargos. ¿Qué tantas mujeres han estudiado para hacer cámara y dirección de fotografía? La industria las necesita, pero para esto se requiere que ellas elijan estudiar y ascender ahí”. (Ver: Le agradezco a mi mamá que no me obligó a ser una nenita).

“En un set hay que pedir silencio en voz alta. Si lo dice una mujer muchas veces es vista como una ‘histérica maltratadora’, pero si es un hombre, es un tipo con carácter”.

Ana, dice, aporta al cambio social desde el entretenimiento. En estos 20 años de CMO Producciones les han apostado a historias que deben ser tema de conversación familiar. “Eso fue lo que hicimos con ‘La niña’, una serie con la que pretendíamos preparar a Colombia para la reinserción. Cuando empezaron las series sobre narcotráfico, en CMO no les dimos visibilidad a estos personajes sino a sus víctimas, con la serie ‘Correo de inocentes’”.

También han abordado el machismo que existe en la industria de la música con series como Tarde lo conocí y La ronca de oro. “Cada quien desde sus profesiones u ocupaciones puede aportar al cambio. No estamos en este mundo solo para criticar o exigir sino para aportar con lo que cada quien tiene y sin esperar a que todas las personas se comporten como uno espera. Tenemos que aprender a ser mejores seres humanos”.

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