La encuesta de Sentiido sobre cómo vivieron la pandemia las personas LGBTIQ entre los 13 y 21 años en Colombia, confirma que la mayor fuente de discriminación no viene de sus pares sino de los adultos que les rodean.
Profesores y estudiantes, pupilos y tutores y papás, mamás e hijos conviven como si fueran dos universos paralelos que se tocan pero que no se conectan. Pese a su inherente cercanía física, parece ser poco lo que el universo adulto entiende y quiere entender del universo juvenil en Colombia.
Esa es la huella que encuentra la investigación “Experiencias y bienestar de la juventud LGBTIQ durante la pandemia de Covid-19 en Colombia: colegio, familia, religión y actividades en línea”, realizada en 2021 por Sentiido. (Ver: Encuesta Somos. Contamos: Experiencias de jóvenes LGBTQ en Colombia).
Después de encuestar a 3.246 jóvenes entre los 13 y 21 años, se pudo concluir que en Colombia los adultos no están escuchando, protegiendo, entendiendo ni respetando a la juventud LGBTIQ.
Justamente uno de los principales hallazgos de esta investigación es que la mayor parte del acoso que sufre esta población es de carácter institucional, es decir, no proviene en primer lugar de sus pares sino del mundo adulto de la escuela, la familia, la iglesia o el sector médico. (Ver: Ideas para respetar la diversidad sexual en los colegios).
La investigación de Sentiido constituye una de las panorámicas más completas de la vida, las experiencias, las necesidades, las redes de apoyo y los desafíos de la juventud LGBTIQ de Colombia.
La investigación de Sentiido se enmarcó en la pandemia y recabó datos sobre clima escolar, online y presencial, ambiente dentro de las familias, cómo se siente la juventud LGBTIQ en las congregaciones de fe y su vivencia online en general.
Prueba de ello es que las tutelas que han marcado una diferencia en la vida de la juventud LGBTIQ se originan en casos de acoso institucional, como el de Sergio Urrego, quien se suicidó tras el acoso que vivió por parte de las directivas de su colegio por ser un joven gay. (Ver: Por qué cuesta creer en la rectora del colegio de Sergio Urrego).
Por este caso, la Corte Constitucional ordenó en 2015 la revisión de todos los manuales de convivencia del sistema escolar colombiano para que promuevan ambientes incluyentes. (Ver: Dos años después, Sergio Urrego vive).
Sin embargo, del papel a la práctica hay un largo trecho. Como lo dice el informe de Sentiido: “los adultos le están fallando a la juventud LGBTIQ en los colegios, en las iglesias y en el hogar. En todos estos espacios, la juventud LGBTIQ escucha comentarios homofóbicos y transfóbicos por parte de los adultos responsables de su educación, cuidado y bienestar, y a menudo enfrentan acoso institucional”. (Ver: “Dejemos que nuestros hijos vivan su vida y no nuestros sueños”).
Con mucha frecuencia, papás, mamás, acudientes, líderes religiosos e incluso profesionales de la salud mental siguen insistiendo en que las personas LGBTIQ pueden acudir a “terapias” o “tratamientos” para cambiar su orientación sexual o su identidad de género, prácticas que ya han sido descalificadas por la comunidad científica internacional y que además han sido señaladas por la ONU como tortura. (Ver: Esto no es terapia).
La investigación de Sentiido revela que el 61% de la juventud LGBTIQ en Colombia ha sido presionada por algún adulto para que “cambie” su identidad de género u orientación sexual, rol que casi siempre ejercen los padres (60.2%), seguidos por otros miembros de la familia (40.3%), líderes religiosos (31.4%) y consejeros o psicólogos (17.4%). (Ver: “Dejemos de decir que no queremos hijos LGBT”).
La pandemia exacerbó algunos temores presentes en la juventud LGBTIQ, el principal, que al pasar tanto tiempo dentro de sus casas, sus papás y mamás se enterarían de su orientación sexual o identidad de género, una preocupación que manifestó el 55.1% de las personas encuestadas. Adicionalmente, la mayoría reportó problemas de salud mental (85.6%). (Ver: Cuando nos volvamos a encontrar).
La investigación se dividió en dos partes: Parte I, “Experiencias de clima escolar hostil para estudiantes LGBTIQ”, respondida por 1.550 estudiantes y parte II, “Vida y bienestar de la juventud LGBTIQ: familia, religión, impacto del Covid-19, y actividades online”, respondida por 3.246 estudiantes (incluyendo a quienes participaron en la parte I).
El 63.9% de la juventud LGBTIQ encuestada que fue forzada o presionada para “cambiar” su orientación sexual o identidad de género, consideró el suicidio.
La mayoría de la juventud LGBTIQ en Colombia, 87.2%, ha escuchado comentarios homofóbicos o transfóbicos en su familia y 44.6% reportó escucharlos de manera frecuente.
¿Hogar dulce hogar?
Como la mayoría de la juventud LGBTIQ ha escuchado en sus propias casas, iglesias y escuelas, comentarios homofóbicos, de asco, de reprobación y de rechazo hacia las personas LGBTIQ, prefieren guardarse lo que están viviendo. (Ver: Género, estereotipos y chistes malos).
De acuerdo con la encuesta, sólo la mitad de la juventud LGBTIQ en Colombia (54.7%) ha “salido del clóset” ante uno o más de sus padres o acudientes. De este grupo que ha hablado abiertamente de su orientación sexual o identidad de género en casa, sólo un cuarto (25.2%) afirma haber recibido un apoyo significativo y cerca de un cuarto (22.2%) afirma no haber recibido ningún apoyo. (Ver: “Tener una hija lesbiana es un orgullo para mí”).
68.2% de la juventud LGBTIQ en el país nunca o rara vez habla con sus padres o acudientes cuando tiene algún problema. En los casos en los que sí habla, 51.6% dijo que no se siente cómodo abordando ninguno de estos aspectos: problemas personales, religión, asuntos románticos, sexualidad y temas LGBTIQ. En otras palabras, los grandes temas de la adolescencia y juventud. (Ver: 6 respuestas a un familiar homofóbico).
Con esta carga en sus morrales escolares, en sus cuerpos y en sus mentes salen todos los días de sus casas la juventud LGBTIQ en Colombia. Lo que ocurre al llegar al colegio, a la iglesia y al equipo deportivo es una continuación de lo que comienza en casa, el lugar que debería sentirse como el de mayor aceptación y acogimiento para cualquier persona, en especial, para la infancia y adolescencia. (Ver: La educación sexual es un proceso, no una charla de un día).
Escuela, ¿un lugar seguro?
En Colombia, las parejas del mismo sexo pueden casarse o vivir en uniones civiles reconocidas, postularse a procesos de adopción de menores y gozar de la pensión y los beneficios de salud que tienen las parejas heterosexuales, entre otros. (Ver: La Corte Constitucional de Colombia y los derechos de personas LGBTIQ).
Aunque no hay una ley de identidad de género, las personas trans pueden cambiar su nombre y sexo en sus documentos de identidad sin requerimientos psiquiátricos ni pasar por intervenciones físicas. (Ver: Dani García y su desafío al sistema binario en los documentos de identidad).
Por otra parte, la Corte Constitucional ha establecido un precedente importante al nombrar explícitamente la orientación sexual y la identidad de género como categorías protegidas de discriminación.
Aparte de la sentencia de la Corte, originada a partir del caso de Sergio Urrego que ordenó que los manuales de convivencia se ajusten para que no sean discriminatorios, ha habido otras sentencias que ordenan que los institutos técnicos y los colegios reconozcan la identidad de género de sus estudiantes, sin importar si esta concuerda o no con los documentos oficiales. (Ver: “La muerte de Sergio Urrego nos deja muchas enseñanzas”).
Pero ¿cómo se ha traducido todo esto del papel a la práctica, en especial dentro de las aulas escolares? La investigación de Sentiido revela una enorme brecha: más de la mitad de los estudiantes encuestados (54.6%) afirmaron sentirse inseguros dentro de la escuela por su orientación sexual o identidad de género. (Ver: El bullying por homofobia debe salir del clóset).
Casi uno de cada cinco jóvenes, 19.8%, reportó haber sido castigado físicamente en su casa por ser LGBTIQ.
60% de los jóvenes ha recibido algún tipo de presión para que “cambie” su identidad de género u orientación sexual. 78.6% de quienes se han sometido a “terapias de conversión” lo han hecho obligados por sus padres y madres.
Adicionalmente, más de un tercio reportó haber perdido al menos un día de colegio en los últimos treinta días, debido a la sensación de inseguridad en el ambiente escolar. Esta percepción de vulnerabilidad persistió entre quienes acudieron al colegio de forma física y entre quienes asistieron a clases de manera virtual. (Ver: ¡Listos los resultados de la primera encuesta de bullying LGBT de Colombia! 9 voces opinan).
En gran medida, esto se desprende del hecho de que la mayoría de estudiantes LGBTIQ (92%), escuchó comentarios homofóbicos o transfóbicos en su colegio y más de la mitad (52.9%) reportó que esto ocurría de manera cotidiana. (Ver: Colegios: les llegó la hora de reconocer la diversidad sexual).
Pero tal vez lo más perturbador es que la mayoría de estudiantes, (65.5%), reportó haber escuchado dichos comentarios de parte de maestros o del personal administrativo de las instituciones.
Al ser cuestionados sobre con qué frecuencia profesores y otros miembros del colegio intervenían al escuchar estos comentarios discriminatorios, casi la mitad de las personas encuestadas (42.4%), dijo que nunca hubo intervención alguna. Menos de la quinta parte de las personas encuestadas (18.2%) dijo que el personal de la escuela había intervenido. (Ver: 6 respuestas para los opositores a la educación sexual).
La investigación resalta la importancia de que profesores y miembros de la institución educativa reaccionen siempre, sin excepciones, ante casos de acoso o intimidación escolar porque los estudiantes manifestaron que cuando la escuela interviene, se sienten más seguros y esto hace que sea menos factible que falten a clase. (Ver: El camino para decirle “no” al bullying por homofobia).
En cuanto a los tipos de acoso experimentados, la encuesta reveló que una gran mayoría, 75%, fue acosado verbalmente durante el año estudiado debido a su orientación sexual, identidad de género, expresión de género, raza o etnicidad. (Ver: Bullying escolar LGBT: más fuerte y dañino).
Por otro lado, 29.9% de los y las estudiantes LGBTIQ fueron acosados físicamente (por ejemplo, con empujones) en algún momento del año que comprende la investigación, debido a una característica personal, en particular su orientación sexual o identidad o expresión de género. (Ver: Bullying: ni inofensivo ni normal).
La actitud más frecuente por parte de la juventud LGBTIQ que padece este tipo de atropellos es el silencio. Siete de cada 10 estudiantes, (69.1%), dijeron nunca haber reportado un incidente.
En la mayoría de los casos (47.7%) el motivo más frecuente de su silencio es que no querían ser expuestos ante sus familias, las cuales no conocían su orientación sexual o identidad de género. En otros casos, (39.8%), los jóvenes no hablaron porque tenían la certeza de que el personal del colegio no haría nada al respecto.
En los casos de intimidación o acoso a estudiantes LGBTIQ, es más frecuente que otro estudiante intervenga para detener la situación a que lo haga un adulto de la institución educativa.
Mientras que sólo para el 19.6% de la juventud LGBTIQ la religión es “algo importante o muy importante”, para el 67.9% de la juventud colombiana en general, en Colombia, la religión tiene un lugar importante en su vida.
La iglesia, ¿lugar del amor fraternal?
Las comunidades de fe son algunos de los lugares más hostiles para la juventud LGBTIQ en Colombia, pues son espacios en los que constantemente se les está “bombardeando psíquicamente” con el mensaje de que algo está esencialmente equivocado en sus vidas. (Ver: “El amor por mis hijos estaba por encima de lo que decían en la iglesia”).
La encuesta encontró que 93.3% de personas ha oído mensajes negativos acerca de ser LGBTIQ en sus congregaciones religiosas y 60.3% dijo que esto ocurría de manera frecuente. Tal vez ese sea uno de los motivos por los cuales un porcentaje tan alto, 66%, no se identifique con ninguna forma de religión organizada y solo 17.7% se identifique con la misma fe que profesa su familia. (Ver: Diversidad sexual y nuevas alternativas espirituales).
En los casos en los que aún asisten a algún tipo de congregación religiosa, 82.9% de estas personas dijeron no haber compartido públicamente su orientación sexual o identidad de género con su comunidad. “Escuchar comentarios negativos sobre las personas LGBTIQ de parte de las congregaciones religiosas está asociado a baja autoestima, depresión y aumento de las ideaciones suicidas”, señala el informe. (Ver: Marica y religioso).
Las comunidades de fe juegan un papel importante en la manera como la familia ve la orientación sexual o la identidad de género de uno de sus integrantes. Por esto, es frecuente que estas ejerzan una influencia que termina en presiones sobre la juventud LGBTIQ para que se sometan a las mal llamadas “terapias de conversión”. (Ver: Ernesto Barros Cardoso: la historia de un pastor transgresor).
No es que no exista acoso verbal o físico de los pares de las personas LGBTIQ, pero el acoso institucional es la primera fuente de agresión.
Lugares de encuentro
La investigación evidenció un abismo entre el mundo adulto y el juvenil LGBTIQ. En algunos casos hay silencio y omisión, en otros acoso, matoneo, presiones indebidas e incluso actitudes violentas sobre adolescentes y jóvenes que están descubriendo sus identidades de género y orientaciones sexuales.
Como lo dice la investigación, “es urgente entrenar a docentes y al personal de las escuelas sobre temas LGBTIQ y sobre cómo actuar en casos de acoso e intimidación relacionados con identidades de género y orientaciones sexuales, para que las escuelas puedan ser lugares de aprendizaje seguros para sus estudiantes”. (Ver: Sí, todo mejora).
A pesar de todo lo anterior, la juventud LGBTIQ en Colombia manifiesta, en su mayoría, una actitud optimista frente al futuro pues 68.8% afirmó sentirse confiado en que las cosas serán mejores en el futuro. “Esto habla de la resiliencia y el impulso de la juventud LGBTIQ en Colombia y debe unirnos en el compromiso de no defraudar sus esperanzas de un mundo mejor y más incluyente”, explica el informe.
La mayoría de las personas entrevistadas se identificó como agnóstica (38.5%) y atea (27.5%). En contraste, afirmó que sus familias eran católicas (73.2%) o evangélicas (14.2%).
A pesar de la hostilidad experimentada en las aulas y en las familias, la mayoría de la juventud LGBTIQ quiere seguir educándose, tener un posgrado, (63.1%) o un título universitario (26.9%) pero la investigación señala la necesidad de seguir trabajando por ambientes seguros, incluyentes y sin discriminaron en la sociedad.
En parte, eso también se logra exponiendo a los estudiantes a historias positivas sobre personas LGBTIQ pues aún es poco frecuente este tipo de contenido: 47.2% de los estudiantes dijeron nunca haber sido expuestos a representaciones positivas de personas LGBTQ en el colegio. Y esto dice mucho.
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