Hace un mes que el activista LGBT Guillermo Garzón fue asesinado. Camilo Moreno, quien fue su pareja durante cerca de dos años, recuerda al Guillermo que conoció.
El sábado 15 de noviembre, el activista LGBT Guillermo Garzón fue asesinado en su apartamento ubicado en Bogotá.
Hasta ahora las autoridades han dicho que detrás de este hecho está una banda que contacta a hombres homosexuales a través de redes sociales para coordinar encuentros en sus apartamentos y allí robarlos.
Se ha informado que tres de sus integrantes ya fueron capturados.
Además de sus familiares, amigos y compañeros de trabajo, también lamentaron su muerte quienes conocían su trabajo y trayectoria en el activismo LGBT de Colombia.
Una de las personas que más ha llorado su partida es Camilo Moreno, auxiliar administrativo del Centro de atención integral de la diversidad sexual y de géneros Juan Sebastián Romero, quien fue su pareja durante cerca de dos años.
Camilo, de 29 años, conoció a Guillermo en un conversatorio en 2005. Ese día intercambiaron algunas palabras y después de ese encuentro coincidieron en otros espacios.
En 2008 establecieron contacto a través de redes sociales pero en ese momento Guillermo tenía una relación afectiva, así que Camilo prefirió limitar el vínculo a una amistad.
Tiempo después de haber terminado con su pareja, Guillermo estaba pasando una temporada en el Eje Cafetero. En la distancia, se acercaron mucho más.
De hecho, el día que Guillermo regresó a Bogotá, no llegó directamente a su casa sino que pasó primero, aún con maletas, por la de Camilo. “Ese día nos desahogamos, nos dijimos cuánto nos queríamos y nos revelamos todas las verdades que habíamos guardado”, recuerda Camilo.
Desde entonces, a principios de 2009, formalizaron su relación. Los primeros cinco meses cada uno siguió por su lado, pero después vivieron juntos durante un año y medio.
El detonante para terminar su relación fue la aparición de “el negro”, con quien mantuvieron una relación. Es decir, estuvieron en una “trieja” (una relación afectiva de tres personas) durante seis meses. “Un día Guillermo nos terminó a los dos. Más adelante nos pidió que volviéramos, yo le dije que no y el negro que sí, así que ellos siguieron juntos tres años más”.
Solamente amigos
Aunque Guillermo y Camilo cortaron como pareja, la amistad continuó. “Estábamos pendientes el uno del otro y nos encontrábamos con frecuencia para tomar o comer algo. Siempre estuvimos en comunicación”.
Antes de conocerlo, Camilo veía la vida y las relaciones de pareja de una manera tradicional, pero asegura que Guillermo le amplió el horizonte y le hizo ver la importancia de la honestidad.
“Me enseñó a ver el mundo de una manera más crítica, que no está mal que uno mire a otra persona si le gusta y que son los integrantes de una relación y no la sociedad, quienes deciden qué se permite y qué no en ese vínculo”.
A él, agrega, le molestaba la mojigatería y la doble moral de muchas parejas que llegan al punto de mantener relaciones ocultas. “Prefería decirme de frente lo que sentía por otros hombres y no hacer las cosas a escondidas”.
Así, por ejemplo, cuando iban por la calle y alguien le llamaba la atención, se lo hacía saber a Camilo con picardía y con el humor que lo caracterizaba.
Si en algún momento quería tener un encuentro con alguien, tampoco se lo ocultaba. “Me expresaba que prefería que lo supiera por su boca y no porque alguien me lo contara. Y esa transparencia cambia mucho la forma de establecer una relación”.
Guillermo diferenciaba muy bien entre amor y sexo. “Para él era evidente que se podía tener sexo con alguien sin amarlo sino solamente respondiendo a una atracción física, mientras que era posible amar a otra persona sin ni siquiera haberla tocado”.
El hecho de que tuviera una relación sexual con otro hombre, no implicaba que quisiera establecer un vínculo afectivo. “Un día podía sentir ganas de estar con alguien, pero de ahí no iba a pasar”.
Desde el principio Camilo aceptó y respetó su forma de ver la vida. “Yo le dije que a mí no me interesaba tener relaciones paralelas con otras personas, pero que agradecía su honestidad y que estaba dispuesto a que construyéramos algo juntos”.
Camilo recuerda a Guillermo como un hombre coqueto, responsable y que decía de frente lo que le gustaba y lo que le molestaba. Era poco amigo de la rumba y muy familiar.
“Todos los domingos, sin falta, iba a la casa de sus hermanas a visitarlas. Tenía una familia muy grande, pero siempre estaba pendiente de todos. Cuando llegaba sus sobrinos menores corrían a abrazarlo, mientras que con los mayores bromeaba y les preguntaba qué esperaban para entrar a la universidad”.
Su familia siempre lo quiso y apoyó como era. Guillermo les enseñó a respetar las diferencias.
Años atrás dos de sus hermanos fueron asesinados y hasta la fecha no se han capturado a los responsables. La impunidad era algo que lo atormentaba.
No le importaba si la víctima era o no LGBT o si la conocía o no, le dolía la injusticia en cualquiera de sus expresiones.
“Él decía: matan a mis hermanos, a tantas mujeres transgeneristas y nada pasa, la gente se queda callada”.
Una figura clave
Desde la muerte de sus hermanos, se convirtió en una de las figuras más visibles de su familia. Lo llamaban para consultarle todo y siempre estaba dispuesto a ayudar en lo que fuera necesario.
La relación con sus hermanas era tan cercana que en más de una ocasión pasó por su casa a recogerlas para que lo acompañaran a la marcha LGBT de Bogotá.
Cuando en septiembre pasado supo que su familia le tenía preparada una fiesta para celebrar su cumpleaños número 50, lo primero que les dijo fue que en la piñata no incluyeran condones ni dildos porque quería invitar a sus compañeros de oficina.
Guillermo fue uno de los activistas pioneros del movimiento LGBT de Colombia. Estuvo vinculado a organizaciones y procesos como Somos Opción, Planeta Paz y Radio Diversia, pero recientemente y por razones de tiempo, prefería el activismo virtual.
No obstante, siempre estuvo dispuesto a ayudar en donde se necesitara. Aunque no le interesaba casarse ni hacer uso de una ley de identidad de géneros, apoyaba y participaba en cualquier evento que buscara impulsar estos derechos.
Sin embargo, prefería las actividades en donde se generaran reflexiones. A él, por ejemplo, no le gustaban los llamados “besatones” porque le parecían eventos que no invitaban al diálogo y que no le aportaban nada al movimiento.
“Él siempre recordaba que las personas LGBT no debíamos buscar aceptación sino aportar en la construcción de un país en el que haya espacio para todos sin distinción alguna. La idea, decía, no es aislarnos en un gueto sino acabar con la discriminación en cualquiera de sus formas”.
Proponía ir más lejos de la vulneración de derechos LGBT para abarcar la vulneración de derechos en general, sin importar cuándo ni dónde sucedieran las injusticias. El hecho era luchar para que fueran visibles, castigadas y eliminadas.
Aunque apoyó las diferentes campañas a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, a él le interesaba ir más allá de que las relaciones de pareja tuvieran que ser, obligatoriamente, entre dos personas. “¿Por qué no abrir la discusión a otras posibilidades?” era uno de sus cuestionamientos.
De hecho, una de sus preocupaciones era las personas que no encajan dentro de las llamadas “normas sociales” o quienes, por ejemplo, no se identifican como hombre ni como mujer, no creen en el matrimonio o valoran otras formas de construirse físicamente o de establecer relaciones afectivas.
“No solamente me enseñó a mí sino a todas las personas que lo conocimos a respetar la individualidad o el hecho de ser únicos”.
Cuestionaba a los líderes LGBT que repiten con frecuencia: “yo hice”, “yo fui el primero”, “yo logré” o “gracias a mí gestión”. Les señalaba que todos los resultados eran, de una u otra manera, producto de una acción colectiva.
Según Camilo, su muerte puede servir para unir al movimiento LGBT y evitar tantas fragmentaciones si más de una persona deja a un lado su orgullo y afán de protagonismo para realmente trabajar en equipo.
“Guillermo podía sentarse a trabajar y a dialogar con alguien que no le caía bien. Su propósito de construir una mejor sociedad estaba por encima de las diferencias personales o de si el tema era o no L, G, B, T. Siempre decía que al movimiento le faltaba solidaridad y humildad”.
A él, completa, no le interesaba figurar en medios de comunicación ni llevarse el título por los logros conseguidos. No mantenía una imagen pública y otra personal, siempre era el mismo.
“Era una persona muy tierna que pocos conocieron a profundidad. Aunque era muy expresivo y mostraba fácilmente sus alegrías, compartía con pocos sus tristezas. Era un hombre muy sensible que disfrutaba sacándoles sonrisas a los demás”, concluye Camilo.
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