Primera entrega de la “caravana trans” en la que decidí embarcarme por Estados Unidos. En esta parada entrevisté a Atticus Ranck, de la organización Sunserve, con quien hablé de la experiencia de ser un hombre trans en La Florida.
Soñé con salir de mi ciudad y de mi país en donde mi identidad de género está forzada a ser de una forma determinada. (Y no creo que sea la única persona trans a la que esto le haya pasado).
Pero claro, esto ni siquiera viene de ser una persona trans, sino simplemente por vivir en un cuerpo y estar en una sociedad.
Primero, viviendo en Bogotá, mi identidad se vio forzada por la expectativa de la “mujer mujer” bien femenina, bien delgada, pero con buenas curvas, heterosexual, etc. Esta exigencia que no supe cómo lidiar, marcó mi adolescencia y el principio de mi adultez.
Luego, decidí transformarme de una manera que para mí era más auténtica, y también sufrí de la presión externa no solo por la transfobia, sino también por la estigmatización de las estéticas que elegí, como tener una cresta, dibujarme cosas en la cabeza con mi propio pelo, raparme pedazos y tener el pelo verde.
Las personas se cambiaban de acera, los chicos no me daban bola, incluso a algunas mujeres homosexuales les parecía demasiado “hombre trans”. Y también sucedió que me quedé atrapado en el activismo y en cierta rudeza en mi forma de vestir y de manejar mi cuerpo.
Sin embargo, también me agoté de esa identidad. También me di cuenta, casi de golpe, que ya había dejado relegado en mi clóset todos mis vestidos favoritos, mis faldas queridas, mis escotes y zapatos Mafalda. Evidentemente, estas cosas no son en sí mismas masculinas o femeninas, ni usarlas me hace hombre o mujer.
Pero es cierto que se generan unas expectativas en el ojo de quien te mira. Si te identificas como una persona trans se espera que te veas así y asá, justamente porque yo mismo decidí representar en mi cuerpo y en mi expresión de género unas ideas políticas y decidí asumirme de ciertas formas que considero fundamentales para mí. Pero ¿y mis vestidos?, ¿y mi gran talento para maquillarme?
Así que decidí irme a un lugar donde nadie supiera de mi identidad, donde pudiera escoger cómo presentarme desde cero, desde la libertad del anonimato. Por un momento pensé que sería completamente un chico. Que iría a decir “hola, soy Ismael”, y a ponerme fajas y pantalones anchos. Sin embargo, terminé explorando todo mi maquillaje, mis faldas y la verdad me divertí.
Próxima parada: Miami
Ahora que lo escribo suena muy gracioso, terminé viviendo en Miami (Estados Unidos). Y digo gracioso (sarcásticamente) porque, en mi experiencia, La Florida me pareció un estado demasiado conservador, hostil con las personas LGBT. Y con mayor razón, si no son blancas, adineradas ni con cuerpos perfectos (y eso que el episodio en Orlando todavía no había sucedido).
También, porque pude observar con dolor cómo la locura y la desgracia económica está atravesada por la raza, por lo cual vagan por las calles inmigrantes latinos que han perdido la cabeza, que no tienen casa y que andan en los buses del condado de norte a sur y con sus coches a lo Riverside, la película colombiana, hablando solos de su presente y su pasado.
El movimiento trans allí fue bastante esquivo para mí, averigüé que es reciente y que está constituido alrededor de esas organizaciones a lo gringo que son más corporaciones que colectivos como los que admiro y conozco en mi ciudad.
Fui al festival del orgullo gay latino y pregunté en cada carpa por hombres trans, pero me decían que no era fácil, que eran más visibles las mujeres trans (no me extraña) y que los hombres se reunían algunos días en el marco de otras organizaciones.
Entonces decidí expandirme: si no era el condado de Miami Dade y la ciudad de Miami, debía haber otro condado y otra ciudad, y así fue como pasé al condado de Broward y encontré a Wilton Manors, ciudad gayfriendly, donde una cuantiosa comunidad gay vive y comparte sus actividades de esparcimiento.
Allí comencé a indagar, ¿dónde están las personas trans? Y así fue como di con Atticus Ranck, coordinador de la organización Sunserve, quien amablemente me cedió una entrevista disponible aquí y cuyos puntos esenciales traduzco a continuación.
Atticus me contó que comenzó su transición cuando tenía 24 años y ahora tiene 27. Lo pensó cuando tenía 17 años, pero no sabía que ser trans era una opción. Él estuvo en colectivos en la universidad y fue activo como lesbiana.
Le pregunté por sus documentos y me dijo que había cambiado su nombre y género seis meses después de comenzar a acudir a hormonas, porque ya podía hacerlo legalmente. A la pregunta de cómo era eso en Estados Unidos, me contó que dependía del estado, pero que, por lo general, hay que ir a la corte y actualizar el nombre, pero el número de seguridad social sigue igual.
Para cambiar la letra del documento (F o M) se necesita una carta del médico sobre la prescripción de hormonas e informando que la persona está en transición médica. Así, es posible cambiar la licencia de conducir y el seguro médico, pero es mucho más difícil cambiar el certificado de nacimiento, que sí requiere una cirugía de reasignación sexual.
En la escuela de posgrado, Atticus se fue haciendo más y más masculino. fue cuando exploró y buscó ayuda para comenzar su tránsito de género.
Depende del seguro
Quería saber cómo Atticus conseguía sus hormonas, y me dijo que eso dependía del seguro que uno tuviera, pero que él iba a un lugar para personas que no tenían y que ahí le hacen un estudio de cuánto dinero tiene y según eso le cobran un porcentaje.
“El tránsito de género no resuelve todos tus problemas, pero sí te hace más agradecido de ser un hombre, pues yo nunca lo tomé por sentado. Una parte difícil ha sido cambiar todos mis documentos y salir a decirle a los otros de mi tránsito, sobre todo a la familia. Encontrar un doctor apropiado también es difícil”.
Atticus no consiguió en su universidad la ayuda adecuada para su tránsito, así fue como comenzó como cliente en la organización Sunserve. Un año después, decidió hacer su práctica de posgrado allí y luego, al graduarse, vio la posibilidad de tomar la posición de coordinador, a la cual aplicó y ahora ostenta.
Sunserve ayuda a las personas trans a cambiar sus nombres, a conseguir doctores apropiados y hormonas. También ayuda si ellos han sido maltratados en el trabajo por causa de su identidad de género, o si están en el hospital o en la prisión. También, a entrenar personal para sensibilizar sobre estos temas.
“Hay muchas persona trans en el condado de Broward y hay buenas condiciones y visibilidad, pero todavía no tenemos los derechos que deberíamos tener. Hay drogadicción y no siempre es fácil. El 80% de las personas que recibimos son mujeres trans y el 20% hombres trans. Muchos de los clientes solo quieren cambiar su nombre y obtener las hormonas, pero muchos otros vienen porque no tienen dónde vivir ni un trabajo o están haciendo trabajos que no son legales, como vender drogas o trabajo sexual”.
Atticus me contó que tienen cinco diferentes grupos de apoyo para personas trans: mujeres, hombres, jóvenes, para padres y personas cercanas, y para niños. Hay de 5 a 15 personas por grupo.
Atticus confirmó mis sospechas sobre Florida y me recordó que, aunque el condado es amistoso con las personas homosexuales, hay mucho por hacer en lo referente al tema trans.
Los principales asuntos de la comunidad trans que él me comenta diría yo que son internacionales: vivienda, empleo, obtención legal y segura de hormonas, VIH y abuso de drogas.
Sunserve es una organización sin ánimo de lucro y se sostiene a través de subvenciones y donaciones. “Ser trans es una bendición en cierta forma, pero el mundo no ofrece un lugar para estas personas. Muchas sienten que deben disculparse por existir, porque el mundo es actualmente binario, lo cual significa que solo hay hombres y mujeres, y no hay lugar para alguien en el medio o alguien que esté tratando de cruzar. Quiero que la gente trans sepa que no tienen que disculparse por estar vivos, que ellos son valiosos y que está bien ser de género fluido o alguien en el medio y que está bien ser lo que sea que son”.
Y bueno, así fue como decidí embarcarme en esta “caravana trans” por Estados Unidos, de la cual esta es mi primera entrega. Segunda parada: New York, New York.
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