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Mujer embarazada

Celebración de una maternidad feminista

El feminismo celebra la maternidad como opción, no como mandato social. Y se opone a una maternidad obligatoria y como condición de ser mujer.

En el contexto de las múltiples celebraciones del día de la madre quiero celebrar una maternidad feminista. Es decir, una que en vez de naturalizar y glorificar el sacrificio y la abnegación como características innatas de las mujeres, respete y promueva la autonomía y el proyecto de vida de todas las personas.

Muchos se reirán de esta idea. “¿Existe tal cosa?”, “¿las feministas no odian a los hombres y a la familia?”, “¿cómo van a tener hijos?”, dirán algunas personas. (Ver: Feminismo: lo que se dice vs. Lo que es).

Semejante caricatura del feminismo se basa en una frustración patriarcal ante la negación del feminismo a aceptar discursos que promueven la subordinación de las mujeres.

Así estos discursos vengan  —o sobre todo cuando vienen— cubiertos de empalagosa veneración a una supuesta “naturaleza femenina” que nos hace más propensas a ingratas labores como aspirar, cambiar pañales y elegir los regalos de todos los miembros de la familia para cada una de las celebraciones. (Ver: “Ser mamá no es un instinto ni un mandato, es una elección”).

El día de la madre esta situación se hace más palpable. Con frecuencia se confunde agradecimiento y amor hacia las madres, con la glorificación del trabajo femenino no remunerado en el hogar y con exigencias inhumanas de hacerlo todo a la perfección.

En otras palabras: con ocuparse del cuidado de la casa y de todos sus miembros, aportar a la economía familiar y cumplir con cánones de belleza física inalcanzables y, literalmente, imposibles para los mortales como no envejecer ni ganar peso durante un embarazo.

Además, con frecuencia los discursos con los que homenajeamos a nuestras madres con la mejor de las voluntades, terminan reproduciendo, sin que seamos conscientes de ello, la naturalización de un sistema sexo/género inequitativo donde las mujeres solemos llevar la peor parte. (Ver: ¿Madre solo hay una?).

Ser mamá, se nos dice, es darlo todo sin esperar nada a cambio. En ese sacrificio, se nos repite, las mujeres encontraremos nuestra realización personal. (Ver: Decir “No”: un privilegio de los hombres).

Por eso, para muchas personas resulta difícil pensar en las mujeres fuera de la maternidad. Ser mujer implica, tarde o temprano, ser madre. De lo contrario, se trata de una mujer “defectuosa” física, mental o emocionalmente.

El feminismo lucha por la autonomía corporal de todas las personas. Por eso, celebra la maternidad como opción, no como mandato social. Una maternidad feminista implica la elección de ser mamá dentro de una serie de opciones que una mujer puede decidir tomar o no. (Ver: El día de la madre y de la no madre).

El feminismo se opone a una  maternidad obligatoria y como condición de ser mujer.

Cada mujer decide

El feminismo apoya tanto a las mujeres que no quieren ser mamás y utilizan métodos anticonceptivos, como a las que optan por interrumpir su embarazo por serios problemas de salud física o mental o en ejercicio de su autonomía corporal. (Ver: 4 retos del aborto legal en Colombia).

También, a las que acuden a tecnologías de reproducción asistida (como la fertilización in vitro) para cumplir su sueño de ser madres biológicas como a las que deciden adoptar.

El feminismo sueña con un mundo en el que todas las mujeres, sin importar su nivel socioeconómico, orientación sexual, identidad de género y raza (entre otros), puedan decidir libremente si quieren ser mamás y cuándo y cómo. Si asumen su maternidad siendo amas de casa, madres trabajadoras, con o sin pareja, etc.

El feminismo sueña con un mundo en el que ser mamá no le cueste la vida y la integridad física a millones de mujeres como por ejemplo a través de la violencia obstétrica o de género.

Un mundo en el que ser mamá no implique ganar menos dinero (la escala de la brecha salarial, sin tener en cuenta otros factores como raza, es: padres, hombres sin hijos, mujeres sin hijos y con hijos) y que no haga a las madres más propensas a la pobreza en la tercera edad (ellas son quienes menos cotizan pensión), entre otras muchas consecuencias que la maternidad tiene en la vida íntima y profesional.

Tenemos que sacar la maternidad del imaginario del sacrificio que por tantos años ha relegado labores como el cuidado de los hijos y del hogar a las mujeres, sin más remuneración que la retórica del “instinto maternal”. (Ver: Es feminismo: no humanismo ni “igualismo”).

Como sociedad tenemos que ser críticos con los discursos que justifican y promueven la explotación de un grupo de personas en beneficio de otro, sobre todo cuando se apela a la “naturaleza”: en eso se sustentó, durante siglos, el genocidio indígena y la esclavitud.

Las madres no sacrifican sus carreras y sus sueños por “instinto”, lo hacen porque el precio de negarse es muy alto. A veces les cuesta la vida.

El feminismo busca desnaturalizar el trabajo no remunerado de las mujeres como las labores del hogar y del cuidado.

El precio de la autonomía

Las mujeres que se salen de los roles tradicionales, sobre todo en lo que a la maternidad se refiere, son juzgadas como irresponsables y egoístas, culpadas por los problemas de los niños y el fracaso del hogar, calificadas como no atractivas ni merecedoras de amor y castigadas laboralmente por ser “mandonas” y “poco femeninas”.

Incluso, son atacadas físicamente por sus exparejas que no toleran verlas en otras relaciones o dueñas de su tiempo y de su vida. (Ver: Feminicidio: crónica de una muerte anunciada).

Por lo anterior, otra parte importante de las maternidades feministas es que cuestionan los estereotipos de género: reconocen y respetan a todos los miembros de la familia por quienes son, sin imponer obligaciones ni negar oportunidades según el género de quienes la integran.

Se trata de maternidades que enseñan a los niños a cuidar de los demás y a escuchar y a expresar sus sentimientos y, a las niñas, a no temer a la competencia, a abogar por sí mismas y a defender la autonomía de sus cuerpos y la fuerza de sus sueños.

Aunque mucho se habla de las niñas, los niños también son vulnerables a las presiones de género. Mientras ellas pueden explorar más con juguetes y ropa tradicionalmente masculina, los niños son castigados duramente (tanto por sus pares como por los adultos) si tienen comportamientos o muestran interés por juegos o roles tradicionalmente femeninos. (Ver: El hombre de la casa).

Por ejemplo, si una niña se viste del súper héroe de moda pocos la juzgarán, pero si un niño quiere vestirse de princesa, es muy probable que se desate una crisis familiar que puede incluso terminar en violencia verbal o física contra el niño o la madre.

Las maternidades feministas fomentan el respeto por todas las personas independientemente de su orientación sexual o identidad y expresión de género.

Reconocen que los valores de una persona se conocen por la ética en sus relaciones laborales, familiares y de pareja y no por el género de quien ame ni en cómo exprese su género. (Ver: Feminismo: de dónde viene y para dónde va).

La maternidad feminista se basa en la autonomía, la equidad y el respeto mutuo.

El feminismo celebra tanto la devoción al hogar como la entrega al trabajo siempre y cuando sean opciones y no imposiciones. Parte del trabajo feminista, como espacio de  lucha por la igualdad, es recordar a todas las madres —cis o trans, biológicas o adoptivas, heterosexuales o lesbianas, en pareja o sin ella— que no tienen que hacerlo todo solas.

Ser mamá no implica negar la individualidad de una mujer ni coartar sus derechos. Aquí estamos todas, tengamos hijos o no, para seguir luchando hasta que todas las mujeres podamos decidir libre y de manera autónoma si queremos asumir la maternidad (y cuándo y cómo).

En el mes de la madre (y todos los días del año), en vez glorificar la explotación de la mujer disfrazada de “naturaleza femenina” o “instinto maternal”, construyamos maternidades feministas que contribuyan a crear un mundo más equitativo, basado en la corresponsabilidad y el respeto y con muchas posibilidades para todas las personas, incluidas, cómo no, las madres.

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