Hasta marzo de 2013 estará abierta la exposición “Los niños que fuimos” en Bogotá, una interesante retrospectiva de la infancia y su lugar en la sociedad colombiana.
Uno de los grandes atractivos de la exposición “Los niños que fuimos: huellas de la infancia en Colombia”, organizada por el Banco de la República, es la diversidad de elementos de los que se vale para construir una historia de la infancia desde la época precolombina hasta mediados del siglo XX.
Pero, ¿qué es eso de “una historia de la infancia”? ¿Cómo puede hacerse historia de algo que aparentemente siempre es igual?
Podría pensarse que los niños nacen, se desarrollan y crecen. Punto. Que todos pasan por las mismas etapas. Sin embargo, no es lo mismo pensar en la infancia de alguien nacido en 1820 a la de otra persona nacida en 1920.
De hecho, la exposición nos recuerda que la infancia no se ha considerado siempre de la misma manera. Ver a los niños como pequeños consumidores o como adultos atrapados en cuerpos pequeños tiene mucha relación con el tiempo y la sociedad en que se desarrollaron.
Es por esto que la exposición, que estará abierta hasta marzo de 2013 en la Casa Republicana, no solo incluye retratos y esculturas de infantes, sino también manuales de educación, librillos de canto y lectura, juguetes, litografías y fotografías que retratan las ocupaciones de los niños en épocas de guerra o en entornos rurales y urbanos.
Empecemos, entonces, por el principio. La exposición está organizada de manera cronológica. Después de la presentación general, la planta baja de la Casa muestra algunas representaciones de la época precolombina, que muestran la maternidad y el alumbramiento.
Progresivamente se pasa a la época colonial, en la que predomina el retrato y una cercana relación de la niñez con un estado angelical, hasta llegar a la época de la modernización, en la que aparece la publicidad de productos para niños, manuales de crianza para madres y productos para adultos, con imágenes de niños.
Hay que destacar la curaduría que hicieron Patricia Londoño y Santiago Londoño para la exhibición, especialmente en materia de libros y otros documentos impresos, que muestran parte de los mecanismos utilizados para la instrucción de los menores por medio de la poesía, los cuentos y los cantos.
En el segundo piso se encuentra un interesante contraste entre los objetos que se utilizaban para estudiar en las primeras décadas del siglo XX, los juguetes y fotografías de los medios a los que recurrieron algunos niños para sobrevivir en las áreas urbanas del país.
Esto muestra el surgimiento de la mendicidad, en algunos casos, y en otros, lo que los bogotanos llamaban con el nombre de “chino” (por eso en Bogotá se les dice a los niños de esa forma) para denominar al “Lazarillo de Tormes” contemporáneo; aquel que hacía trabajos varios, no tenía hogar y se caracterizaba por su picardía.
Hay que ver en la pequeña sala denominada “Vicisitudes”, la selección de testimonios sobre la forma más apropiada para castigar a los niños, que va desde encerrarlos en el cuarto hasta molerlos a palo y prenderles fuego (!).
En este espacio también es interesante ver cómo se fusionó la vida rural con la urbana, por el crecimiento de las ciudades y de la modernización.
La sociedad de siempre
Aunque una exposición siempre tiene que discriminar, delimitar y seleccionar entre la innumerable cantidad de objetos, el caso de “Los niños que fuimos” deja la sensación de que esos “niños que fuimos” está especialmente enfocada en la vida urbana (aunque no se deje de lado la rural) y en personas blancas o mestizas. Habría sido interesante ver cómo se representó la infancia, cómo “fuimos los niños” de pobladores indígenas o afroamericanos.
Si bien la exposición incluye algunos registros de infantes indígenas o campesinos vinculados a prácticas españolas (el bautizo, la formación escolar, el ejército a la manera europea), poco hay sobre los juguetes de las poblaciones ya mencionadas o sobre la forma como sus adultos consideraban la infancia en sus sociedades y prácticas culturales.
Esta ausencia deja ver que hay una permanente idea de que la sociedad como la instauró la colonización europea prevalece, en tanto que predomina lo blanco e hispánico. Puede darse el caso, aunque difícilmente, de que haya poca existencia de objetos y registros concernientes a indígenas y afrocolombianos.
Lo que sí es más posible es la carencia de archivos, acervos o recopilación sistemática de este material, por lo menos en lo que le corresponde a las principales instituciones de historia, arte, sociología y antropología de este país.
¿Es el indígena sólo una imagen propia del museo interesado en lo prehispánico? ¿Cómo asumieron y enfrentaron otras sociedades diferentes a las urbanas o rurales permeadas por el sistema tradicional hispánico la modernización de principios del siglo XX, la instauración de sistemas educativos a la manera europea, las transformaciones del mercado?
“Cuidado con el niño”
Esta es una expresión que se dice mucho donde quiera que haya infantes y cierta posibilidad de riesgo: escalones, calles, esquinas afiladas, etc.
Sin embargo, según el material y el recuento histórico, no siempre se consideró al niño como un sujeto al que había que prestarle atención especial. La crianza no siempre fue una práctica a la que se le dedicó tanto tiempo y cuidado y, de hecho, la consideración de que los niños debían ser educados y protegidos bajo la premisa de que son “el futuro del país” es una práctica reciente.
Esta mentalidad estuvo generalmente relacionada con el surgimiento de las escuelas e instituciones formativas para hombres y mujeres, y una de las conclusiones más interesantes que permite entrever la exposición es que los objetos, el mercado y la publicidad que se produjeron a raíz de esta visión de la infancia, se enfocaron en crear niños disciplinados, similares en sus gustos y prácticas y orientados a desempeñar roles específicos en la familia y en la sociedad.
Es por esto que la exposición deja dudas interesantes sobre cómo se entiende la infancia hoy en día y cómo se moldea según ciertos parámetros de aceptación social. Los niños, según son representados en manuales escolares, canciones, actividades lúdicas y en imágenes publicitarias representan también las expectativas de diferentes instituciones y grupos sociales.
No en vano quienes se salen del molde desde pequeños producen desconcierto en padres y educadores, pues se sabe que no será tan sencillo conducirlos por el camino por el que, se espera, deben ir para cumplir los requisitos establecidos y los estereotipos que la nación ha creado sobre ellos.
Información adicional
Dónde: Casa Republicana, Biblioteca Luis Ángel Arango (Calle 11 # 4 – 14, Bogotá)
Horario: Lunes a sábado de 9:00 a.m. a 7:00 p.m. Domingos y festivos de 10:00 a.m. a 5:00 p.m. Cerrado los martes.
Entrada gratuita