Conchita Wurst, la ganadora del concurso Eurovisión 2014, triunfó con una canción y también con el hecho de que muchos medios de comunicación hablen sin burlas de su identidad.
El pasado 10 de mayo Conchita Wurst fue seleccionada como la ganadora de Eurovisión 2014. Con una trayectoria de 59 años y una audiencia estimada de 180 millones de personas, Eurovisión es de lejos el concurso de canto más popular del mundo (los premios Grammy tienen “solo” 28 millones de televidentes) y una de las plataformas más importantes para nuevos artistas. Allí se hicieron, entre otros, el legendario grupo ABBA y Celine Dion.
El logro de Conchita, sin embargo, es aún más impresionante pues ha desafiado las convenciones sociales y a punta de talento y tenacidad ha logrado introducir su mensaje de respeto y apertura hacia la diversidad sexual y de género.
Conchita Wurst es el nombre artístico de Tom Neuwirth, un joven austriaco nacido en 1988. En 2011 le dio vida a Conchita, una poderosa cantante y original artista que con su delgada cintura, esculturales piernas, cabello ondeante, hermosos ojos y cerrada barba ha generado fuertes reacciones de rechazo y apoyo.
Pocas horas después de que Austria anunciara que Conchita sería su representante en el concurso que no ganaba desde 1966, se creó un grupo de Facebook en su contra que en cuestión de horas tenía muchos más seguidores que la página de fans de Wurst.
Mensajes de odio inundaron las redes sociales e incluso amenazaron con impedir que el certamen se llevara a cabo pues Armenia, Bielorrusia y Rusia exigieron que Conchita fuera expulsada o que sus presentaciones no fueran transmitidas en dichos países por considerar que eran “propaganda gay”.
Pese a todo Eurovisión mantuvo su apoyo a Wurst y la controversia quedó saldada el sábado en la noche. Molesto por los recientes acontecimientos en Ucrania, y la posición de intolerancia del gobierno ruso en los juegos de Sochi y a lo largo de las eliminatorias de Eurovisión, el público abucheó a las concursantes de Rusia, mientras que Conchita arrasó en la votación (conformada tanto por el público como por paneles de expertos) y fue coronada como la nueva reina de la canción europea.
Visiblemente emocionada, Conchita dijo que era un sueño cumplido y señaló que había recibido votos incluso de Rusia, lo cual le demostraba que no todos apoyan el discurso de odio promovido por sus mandatarios.
El triunfo de Conchita es sin duda histórico. Sin embargo, esta no es la primera vez que Eurovisión enfrenta una dura polémica por la identidad de género de sus participantes, ni tampoco la primera vez que el respeto y el talento terminan por imponerse a los prejuicios y a la ignorancia.
Las identidades de Conchita
En 1998 Dana Internacional, una mujer transexual que representaba a Israel, ganó el concurso. Lo que hace especial el caso de Conchita es que, a diferencia a Dana quien se identifica plenamente como mujer, Wurst da un paso más y cuestiona las nociones de feminidad y masculinidad, y la idea de que hay características que son incompatibles con ciertas identidades ¿cómo ser una mujer hermosa y sexy y tener una tupida barba?
Esta distinción es importante. Conchita Wurst es el nombre de escena del drag queen Tom Neuwirth. Aunque hay una gran variedad entre las personas trans y no todas se identifican o definen a sí mismas de igual manera, en general podría afirmarse que las personas trans experimentan una disonancia entre el sexo asignado al nacer y su identidad de género.
En varias entrevistas Neuwirth ha enfatizado que él no es trans, que se siente cómodo en el cuerpo con el que nació, y que es un artista drag. Los drag queens o kings son reinas o reyes del drag. Este término hace referencia a una representación artística, exagerada y dramática del género opuesto al que pertenece el artista. Es decir, un hombre que, en el escenario, se viste, canta y baila como una mujer.
Un punto importante es que estas representaciones no pretenden ser realistas. Por el contrario, como todo trabajo artístico consciente del poder su propia artificialidad, los artistas drag juegan con diferentes elementos del género para lograr presentaciones llenas de creatividad y talento (ver el glosario sobre algunas identidades de género).
Conchita es una creación artística, un personaje, no una persona. El artista es Tom, un hombre gay de 26 años, y la ganadora de Eurovisión es Conchita, una talentosa mujer barbada. Neuwirth afirma que Conchita surgió como una respuesta a la intolerancia que sufrió por ser un hombre homosexual afeminado, como lo explicó en entrevista con Eurovisión:
Yo creé este personaje de la mujer barbada para demostrarle al mundo que puedes hacer lo que quieras. No se trata del color de tu piel, no se trata del lugar del que eres, si quieres ser una mujer barbada puedes hacerlo porque yo no estoy lastimando a nadie.[…] En mi mente no importa a quién ames, ni si tienes una barba porque, al final de cuentas, es sólo un poco de vello facial y nada más. Y, como dije, al final de cuentas, no entiendo por qué la gente le presta tanta atención a algo que no les gusta.
Desde el nombre, Conchita representa esta transgresión. Por un lado, “Conchita Salchicha” de manera obvia une los que consideramos elementos determinantes de lo femenino y lo masculino. Por otro, defiende la opción de no tener que decidir, no identificarse plenamente con ninguna de las únicas dos opciones que hemos elegido como válidas. Más aún, en alemán wurst también quiere decir “a quién le importa”.
Así, con su nombre y apariencia, Conchita defiende el derecho de ser simplemente humano y no estar limitado al binario “hombre”/ “mujer”, y a transgredir los estereotipos para buscar nuevas maneras de expresión.
Cómo lo describieron los medios
Este mensaje de libertad de expresión y respeto parece haberse perdido en los medios de comunicación colombianos que reportaron la noticia. En su edición del 11 de mayo El Espectador tituló la noticia como “Polémico travesti barbado gana el Eurovisión 2014” (de una nota tomada de la agencia de noticias AFP), mientras que, de manera un poco menos sensacionalista, El Tiempo resaltaba que “la barbuda Conchita Wurst gana festival de Eurovisión”.
El titular de El Tiempo tiene la ventaja de darle a Conchita su nombre y de usar el pronombre femenino que en repetidas ocasiones Wurst ha dicho es el que se debe usar al referirse a ella y no a Tom Neuwirth.
En contraste, el titular de El Espectador manipula la opinión de lector afianzando estereotipos respecto a las identidades de género, irrespeta a Conchita al usar el género masculino para referirse a ella y demuestra su ignorancia (y su falta de interés por corregirla) al designar a Conchita como travesti.
Desde un punto de vista gramatical, asignar el adjetivo “polémico” a “travesti” implica que es la persona travesti quien es polémica. Esto tiene, al menos, dos problemas. Por una parte, refuerza la idea de que las personas con identidades de género no normativas son problemáticas, generan discordia, rompen la armonía.
Del otro lado, este lenguaje invisibiliza el hecho de que la polémica no corresponde al carácter de la persona sino al choque entre la expresión de su identidad y los valores conservadores y excluyentes que la califican como tal. Es decir que “polémico” no es una característica de la persona sino una etiqueta que se le asigna por cuestionar valores socialmente construidos y aceptados.
Más aún, al nombrar a Conchita como travesti y usar pronombres masculinos para referirse a ella, El Espectador (y la agencia de noticias AFP) no sólo demuestra su ignorancia respecto a cómo hablar respetuosa y objetivamente sobre asuntos de diversidad sexual y de género, sino que alardea de su falta de interés en el tema.
¿Cómo es posible que al redactar una noticia cuyo protagonista es una persona que abiertamente transgrede las expresiones tradicionales de género no se tomen la molestia de consultar a un experto o por lo menos buscar en Wikipedia la manera más exacta, informada y respetuosa de hacerlo?
Es cierto que la participación de Conchita en el festival fue polémica, pero este elemento podría expresarse sin reproducir estereotipos ni contribuir a la desinformación generalizada respecto a temas de diversidad de género.
Algunas opciones podrían ser:
“A pesar de polémica, Conchita Wurst gana el Eurovisión 2014”
“Diversidad de género triunfa en Eurovisión 2014”
“Homofobia es abucheada y cantante drag triunfa en Eurovisión 2014”
o como tituló El País:
“El triunfo de la transgresión”
Porque, al fin de cuentas, eso fue lo que triunfó el sábado en la noche. El premio que Wurst recibió va mucho más allá del reconocimiento a una buena canción y al talento de un artista. Pese a la miopía de medios como El Espectador, no se trata del insólito caso de un polémico travesti.
Como dijo la propia Conchita, su triunfo es también, y quizás ante todo, “el triunfo de todos los que creen en la paz y la libertad”, de todos los que, como el Fénix de su canción, siguen renaciendo de sus cenizas para construir un mundo más democrático donde las personas puedan expresarse sin miedo a ser juzgadas o violentadas.
Es posible que una canción o un artista no vayan a cambiar las condiciones estructurales de violencia y discriminación que viven millones de personas con identidades, sexualidades y expresiones de género diferentes a las tradicionales. Dana Internacional ganó el concurso hace 16 años y todavía las mujeres trans son marginadas y despojadas de sus derechos fundamentales en muchas partes.
Sin embargo, poco a poco ir generando modelos más abiertos de expresión es un paso importante. 180 millones de personas vieron la impresionante actuación de Conchita y la mayoría que le dio sus votos fue capaz de apreciar su talento, su valentía y su belleza. Además, Eurovisión tuvo un importante papel en garantizar que Wurst no fuera tratada como un espectáculo de circo.
En las entrevistas, las preguntas sobre su barba y sobre qué pronombres usar eran abordadas con naturalidad para pasar rápidamente a los temas del concurso, es decir, preguntas relacionadas a su trayectoria, su canción, su experiencia como artista.
Conchita es consciente de la importancia de su triunfo pero también mantiene las cosas en perspectiva. Ante preguntas irrespetuosas o que se desvían de su actuación profesional, Conchita sonríe y con destreza cambia el tema señalando que la pregunta, más que la respuesta, es lo que importa.
Para Wurst, preguntas sobre sus genitales o su sexualidad, demuestran que como sociedad todavía tenemos mucho que aprender y discutir sobre el sexo y el género y que el hecho de que públicamente estemos hablando de esto es ya un logro importante.
Así que aunque el triunfo de Conchita no implique el fin de la discriminación ni la homo/transfobia, sí es un paso certero en esa dirección. Después de todo, aquí estamos, tal como ella lo quiso, hablando, e incluso cantando, sobre el tema.
A continuación les comparto la traducción de la canción con que Conchita Wurst concursó y ganó en Eurovisión 2014:
Levántate como un Fénix
Despertando en los escombros
Caminando sobre cristales
Los vecinos dicen que somos problemáticos
Bueno, se les ha acabado el tiempo
Mirándome desde el espejo.
No, esa no soy yo
Un extraño se está acercando
¿Quién puede ser esta persona?
No me conocerás del todo, hoy
Desde la luz que se desvanece volaré
Elévate como el ave fénix
Sobre las cenizas
Buscando en lugar de venganza
Un castigo justo
Te he avisado
Una vez que me haya transformado
Una vez que haya renacido
Sabes que me elevaré como el ave fénix
Pero tú eres mi llama.
Métete en tus cosas
Haz como si fueras libre
Nadie pudo presenciar
Lo que me hiciste
Porque no me reconocerías hoy
Y tienes que ver,
para creer
Desde la luz que se desvanece vuelo.
Elévate como el ave fénix
Sobre las cenizas
Buscando en vez de venganza,
Retribución.
Te he avisado
Una vez que me haya transformado
Una vez que haya renacido
Me elevo hacia al cielo
Me empujaste hacia abajo, pero
Voy a volar
Y elevarme como el ave Fénix
Sobre las cenizas
Buscando en lugar de venganza,
Retribución.
Te he avisado
Una vez que me haya transformado
Una vez que haya renacido
Sabes que me elevaré como el ave fénix
Pero tú eres mi llama.