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Mitos diversidad sexual

Diversidad sexual y de género: lo que se dice vs. lo que es (II parte)

Son tantas las falsas creencias que circulan alrededor de la diversidad sexual y de género que una vez más Sentiido abre las puertas de su consultorio para responder más preguntas frecuentes sobre este tema #ChaoPrejuicios. 

1. ¿Si a mi hijo le enseñan que existen diferentes orientaciones sexuales e identidades de género, se volverá gay o trans?

Ni la orientación sexual ni la identidad de género se “contagian” a manera de un virus como la gripa. Esta creencia persiste porque, infortunadamente, en muchos sectores la homosexualidad y las identidades de género trans todavía se relacionan con enfermedades o desórdenes. Sin embargo, características como la orientación sexual y la identidad de género son parte de la identidad de una persona y cada quien las descubre en su momento. La educación para la sexualidad no contempla obligar a los menores a ser homosexuales, bisexuales o trans –algo imposible– sino a respetar a quienes lo son.

Si la homosexualidad se “contagiara” al enseñar que existe, ¿por qué hay tantas personas gais cuando nunca nadie les habló del tema?

Sin embargo, muchos adultos se incomodan al saber que a su hijo le enseñan que la homosexualidad y la bisexualidad existen y que son orientaciones sexuales tan válidas como la heterosexualidad. Parte de esa incomodidad radica en que, cuando la gente escucha la palabra “homosexual”, se queda en “sexual”. Por el contrario, se omite la parte “sexual” de quienes son hetero-sexuales. Así, cuando se menciona a “Juan y a Ana” se percibe amor y familia, pero cuando se habla de “Juan y Pedro” se asocia exclusivamente con sexo. Si el tío llega a una reunión familiar con su esposa, nadie piensa en sexo, pero si llega con su novio, se cree que se están “sexualizando” a los menores presentes.

En todo caso, conocer que existen parejas del mismo sexo y personas trans no determina ni la orientación sexual ni la identidad de género de un menor, solo enseña una parte de la realidad. La educación para la sexualidad habla de una pedagogía escalonada, es decir, paso a paso, de acuerdo con el desarrollo psicológico, emocional y cognitivo de niños, niñas y adolescentes. Lo que desde temprana edad debe abordarse es el respeto por las diferencias. De hecho, una de las maneras de disminuir el bullying hacia los estudiantes LGBT o de aquellos que se salen de los comportamientos esperados socialmente de un hombre y de una mujer, es enseñando lo antes posible el respeto por la diversidad.

Es doloroso crecer en una sociedad, en una familia y en una iglesia que les dicen a las personas LGBT que está mal ser quienes son.

2. ¿La educación sexual promueve la vida sexual a edades más tempranas?

La educación para la sexualidad es mucho más que hablar de genitalidad y de sexo. Desde 1994 la ley de educación en Colombia señala que esta educación debe impartirse en todos los niveles para promover unos saberes y unas habilidades. Así, desde temprana edad los menores aprenden a cuidar sus cuerpos para saber fijar límites e identificar los espacios públicos de los privados.

Si un papá y una mamá realmente quieren ayudar a su hijo, deben enseñarle a conocer su cuerpo y a saber cómo protegerlo.

La educación para la sexualidad también permite enseñarles a niños y a niñas a reconocer los comportamientos abusivos y a reportarlos a un adulto de confianza. Las cifras de violencia sexual en niños, niñas y adolescentes son muy altas. En 2015 se reportaron en Colombia 18.000 casos de abuso sexual y se estima que solo el 30 por ciento de los casos son denunciados. El Estado está obligado a reducir estas cifras. ¿Qué pasa si niños, niñas y jóvenes no reciben una educación con información adecuada libre de prejuicios? Simple: van a estar menos protegidos.

Una educación para la sexualidad integral también contempla el ejercicio responsable de la sexualidad. Pero parte del problema es que algunos sectores consideran que la virginidad en las mujeres jóvenes debe “vigilarse”, lo que en muchos casos se traduce en impedirles su derecho a planificar. ¿Y cómo, entonces, van a reducirse las cifras de embarazo adolescente?

Algunos sectores religiosos dicen que protegen a los niños pero callan ante los escándalos de pedofilia.

Así como a ellas se les cuida la “virginidad”, a ellos la masculinidad, asociada no solamente con frases como “corra como hombre” o “vístase como un macho” sino con iniciar la vida sexual desde temprana edad. Y entre menos información se les dé a niños y adolescentes, mayor riesgo de prácticas sexuales irresponsables, de embarazos no deseados y de adquirir enfermedades de transmisión sexual. En todo caso, informar no es incentivar.

El problema es que algunos sectores religiosos han creado un clima tan negativo en relación con la educación sexual que están poniendo en riesgo a sus propios hijos, a quienes tanto intentan proteger. Hay que trabajar con las familias a partir de sus temores para contrarrestar el pánico que de manera infundada algunas personas quieren promover.

La educación para la sexualidad debe ir más allá de una cátedra y no es responsabilidad de un solo profesor.

3. ¿Las personas creyentes discriminan a las personas LGBT?

En las sociedades latinoamericanas se está consolidando la idea de que ser una persona religiosa es sinónimo de intolerancia o de estar, de manera automática, en contra de la igualdad de derechos LGBT, pero no es así. De hecho, hay personas LGBT que profesan una fe y que se sienten rechazadas de las iglesias por su orientación sexual o identidad de género y a veces, también, por los movimientos LGBT por el hecho de tener una religión.

Lo cierto es que las iglesias están divididas. Hay sectores cristianos que a pesar de coincidir con sectores fundamentalistas en su visión sobre el matrimonio y la familia, son conscientes del uso político electoral que se les están dando a estos temas. Para enfrentar esta situación, las personas evangélicas, pentecostales y católicas moderadas deberían ser más visibles. En los debates en medios de comunicación siempre suelen estar presentes los pastores radicales mientras que los moderados no están en esas conversaciones.

A pesar de las diferencias en las visiones de mundo hay que empezar a encontrar consensos mínimos, a estar en mayor contacto con las personas de sectores religiosos con las que se puede dialogar y a construir sin dejar de denunciar. Finalmente a los sectores radicales poco les interesa el diálogo sino estar en una confrontación permanente. Llegar a acuerdos implica empatía y complejidad intelectual y las personas radicales tienden a apelar a fórmulas como crear pánico y a difundir noticias falsas.

No todas las personas católicas o evangélicas piensan igual que los sectores radicales de estas iglesias.

4. ¿Por qué no más bien que las personas LGBT hagan en su vida privada lo que quieran y no pidan adoptar niños?

Esta es una de las frases más repetidas durante los debates en Latinoamérica para permitir que las parejas del mismo sexo puedan postularse a procesos de adopción en igualdad de condiciones que las parejas heterosexuales. Quienes la formulan deben saber que todos los estudios han concluido de manera contundente que crecer con una pareja del mismo sexo no influye en la orientación sexual ni en la identidad de género de un menor ni tampoco en su desarrollo psicológico.

Ahora, frente al argumento de que por tener unos padres del mismo sexo los niños van a sufrir bullying en el colegio, el problema son quienes hacen el matoneo, no quienes lo sufren. Este es, por tanto, el asunto que debe enfrentarse y no impedir que un niño tenga un hogar que lo quiera y acoja. Es el colegio quien debe abordar la intimidación escolar. Y una última pregunta: ¿por qué los gestos de afecto o los comportamientos propios de una relación heterosexual sí pueden ser públicos y los LGBT del ámbito privado?

5. ¿Si se les permiten avances a las personas LGBT, después se va a querer legalizar la pedofilia y otros “gustos”?

Ni la identidad de género ni la orientación sexual son “gustos” sino características de la identidad de todos los seres humanos y no solamente de las personas LGBT. Ahora, que la gente construya su cuerpo según su identidad de género no afecta los derechos de terceros porque simplemente está tomando decisiones sobre sí mismo. De igual manera, que personas del mismo sexo establezcan libremente relaciones consentidas afectivas y/o sexuales es decisión de ellas y tampoco afecta los derechos de otros. Todo lo contrario sucede con la pederastia donde una persona, independiente de su orientación sexual o identidad de género, se aprovecha de una situación de poder -un adulto en relación con un menor- para satisfacción propia. Acá vale la pena aclarar que una cosa son los “gustos” y otra los abusos y delitos.

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