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Alice Castillo

“El amor por mis hijos estaba por encima de lo que decían en la iglesia”

Alice Castillo estuvo cerca de ser pastora en una iglesia evangélica. Pero cuando tuvo que escoger entre su iglesia y sus hijos LGBTIQ, no lo dudó. Su amor de madre la llevó no solo a luchar por la igualdad y el respeto de sus hijos sino por el de todas las personas LGBTIQ de Costa Rica. 

Alice Castillo se preparaba para ser pastora en una iglesia evangélica en San José, Costa Rica. Ya era directora de alabanza y maestra de la palabra de ese espacio en el que se repetía: “las personas LGBTIQ se van para el infierno” y “Dios ama al pecador más no al pecado”. Insinuaban que estas personas “eligieron” una orientación sexual o identidad de género equivocada y que si querían, podían cambiarla por “la correcta”. (Ver: Qué es el fundamentalismo religioso y qué implica realmente).

Se trataba de una de esas iglesias donde se hacen exorcismos para “sacarles” a las personas el supuesto demonio que las vuelve LGBTIQ. (Ver: ¿Qué dice la Biblia realmente sobre la homosexualidad?)

Alice nació en una familia católica como tantas latinoamericanas. La diferencia fue que ella no quería quedarse con la etiqueta “católica” sino que realmente quería explorar su espiritualidad. Primero, quiso ser monja. Luego fue devota del Sagrado Corazón de Jesús. Más adelante se vinculó a un grupo de catecúmenos y a uno de carismáticos. De allí saltó a la iglesia evangélica. (Ver: Hay muchas voces religiosas que no son “antiderechos”).

Aunque también pasó por los mormones y hasta por los Testigos de Jehová, fue la iglesia evangélica la que más la atrapó. Allá asistía con sus cuatro hijos: Andrea, Carolina, Alexandra y Daniel, quien era líder de juventudes. Alexandra dirigía los cantos. (Ver: Padre James Martin: Jesús sería el primero en acoger a las personas LGBTI).

Alice no conocía mucho sobre diversidad sexual y de género. Sus referencias eran, además de las frases displicentes de los pastores, lo que había oído en su casa cuando era niña. Su papá un día le preguntó con rabia a uno de sus hermanos (eran tres mujeres y dos hombres) si era “playo” (o marica) porque nunca había presentado una novia. Tenía 15 años. (Ver: “Soy un gay a imagen y semejanza de Dios”). 

Alice Castillo
Alice Castillo nació y vive en Costa Rica, tiene 64 años y tres hijas: Andrea, Carolina y Alexandra y un hijo, Daniel. Tiene cuatro nietos. Fue maestra y trabajó con infancias con discapacidad. 

“Fui bendecida con dos hijos diversos. Alexandra es lesbiana y Daniel, gay. Digo bendecida porque me enseñaron a ser más empática y a creer en el amor verdadero. Me dieron la fuerza para luchar no solo por sus derechos sino por los de todas las personas LGBTIQ de Costa Rica”, Alice Castillo.

A Alice el comentario le molestó: “agradezca que no es tan perro como usted”, le dijo furiosa a su papá. La respuesta de él fue golpearla y echarla de la casa. Ella se fue unos días a donde su madrina pero a los pocos días regresó y le pidió disculpas. No estaba arrepentida pero no tenía otra opción si quería continuar con su vida. (Ver: “Venimos a dejar el mundo mejor de como lo encontramos”). 

Tal parece que el universo escuchó las veces que su papá repitió: “Dios me libre de tener un hijo gay” porque, efectivamente, no tuvo un hijo gay, sino cuatro nietos LGBTIQ: Alexandra, lesbiana, y Daniel, gay, hijos de Alice; una mujer bisexual hija de una hermana de Alice y otro hombre homosexual, hijo de su otra hermana. (Ver: Ser homosexual y ser feliz).

Entre Alexandra y Daniel hay tres años de diferencia. Alice siempre le compraba barbies y muñecas a ella y a él carros y balones de fútbol. Pero entre ellos intercambiaban los juguetes. “Yo veía al niño peinando a las barbies y como le encantaba Sailor Moon, se ponía ropa mía para que le quedaran las colas largas como las de ella”. Alexandra era feliz jugando fútbol.  (Ver: Juguetes sin barreras de azul ni rosado).

Alice Castillo
Alice tuvo una crianza estricta en la que solo se hablaba de diversidad sexual y de género para referirse de manera displicente.

A Alice algo no le cuadraba. Según su educación, Alexandra estaba asumiendo roles masculinos y Daniel, femeninos. Pero nunca les dijo nada. Por el contrario, siempre que iban de compras, les preguntaba: “¿qué ropa les gusta?”. Alexandra siempre elegía lo mismo: pantalonetas, camisetas y tenis. (Ver: Los juguetes que regalamos: más que diversión, una oportunidad).

Cuando íbamos a una iglesia mormona en donde para ella era obligatorio ir con vestido, se moría de la vergüenza. Yo decía: ¿por qué le da pena ponerse un vestido? Me acuerdo que salíamos de la iglesia y ella se quedaba escondida y me decía: ‘mami, me avisa cuando venga el bus’ y apenas llegaba, corría y se montaba. Cuando nos bajábamos corría para la casa y se quitaba el vestido. Era inevitable que me preguntara: ¿En qué me equivoqué?”, señala Alice. (Ver: Los mormones y el mundo gay).

A los 12 años, Alexandra le dijo a Alice que le gustaba una compañera. A ella no le molestó porque, dice, siempre ha sido muy respetuosa con sus hijos. La historia con Daniel fue otra. Él creía que si Alice se enteraba de su orientación sexual se iba a decepcionar de él, finalmente es el menor de la casa y el único hombre, así que prefirió no contarle. Ella, sin embargo, siempre lo sospechó y cuando Daniel era adolescente lo confirmó. (Ver: “A mi yo de 12 años le diría: eres perfecta como eres”).

“Entre una iglesia que discrimina y el amor por mis hijos, los elegí a ellos”, Alice Castillo.

“A mí nadie me enseñó que tenía que ser heterosexual. Tampoco tuve que ir a decirle a mi papá y a mi mamá: soy heterosexual. Así nací. De igual manera sucede con las personas LGBTIQ”. 

“Mi hijo es ateo. Le dolió mucho el maltrato que recibió en la iglesia por ser homosexual”, Alice Castillo.

Vivíamos en Guapi y él iba a San José a verse con una supuesta novia y regresaba a la casa solo con fotos de un “amigo”. “Yo le preguntaba: ¿cómo se llama su novia? Y me respondía cualquier nombre. ¿Y cómo se llaman los papás? No me decía nada”. No le resultó difícil darse cuenta de que no había novia sino novio. Pero no dijo nada. (Ver: El Plan B de Mauricio Toro)

Llegó el segundo novio y Daniel se lo presentó como “un amigo”. Cuando entró a la universidad tuvo una novia. “Yo decía: ‘Ay, Dios mío, pobre muchacha, la está utilizando para que yo crea que tiene una novia. Estuvo con ella un buen tiempo hasta que le dijo que era gay”. 

Llegó el tercer novio que, una vez más, Daniel presentó como “un amigo”. 

– ¿Papi, cuándo me va a contar?- le preguntó Alice.
– ¿Usted sabe mami?- le respondió Daniel, pálido.  
Desde que usted tiene cuatro años yo sé que usted es gay y siempre lo he amado y respetado como es. Estoy orgullosa de usted, así que nada va a cambiar – concluyó ella. (Ver: “Dejemos que nuestros hijos vivan su vida y no nuestros sueños”).

Al darse cuenta de que tenía el apoyo de su mamá, Daniel se llenó de valor. Pero cuando en la iglesia se enteraron le prohibieron participar en las actividades que lideraba. Alexandra prefirió no decir nada porque quería seguir cantando en la iglesia.

Alice, sin embargo, empezó a sentirse incómoda. “Me fui dando cuenta de que en muchas iglesias no hablan del mensaje de amor y de inclusión de Dios cuando la Biblia es clara: hay que amar al prójimo como a uno mismo. Y mi prójimo también son mis hijos”. (Ver: La Biblia no discrimina pero sí las interpretaciones fuera de contexto).

 “Mi hija y su esposa fueron el primer matrimonio del mismo sexo en Costa Rica. Se casaron el 26 de mayo de 2020 a la media noche. Yo soñaba con verla casada de blanco y así fue. Salieron en todos los medios”.

Alice fue excomulgada por aceptar y apoyar a sus hijos LGBTIQ. Ella solo pensaba en el pastor de su iglesia quien tiene un hijo gay que vive reprimido. “Además, buena parte de esos pastores no son contundentes con los hombres que violentan física, psicológica o económicamente a sus esposas ni con los abusadores de menores, solo se ensañan con las personas LGBTIQ. Y no tiene sentido señalar a un ser humano por una parte de su identidad”. (Ver: Nace o se hace, ¿importa?).

Ahora Alice no practica ninguna religión. “No creo en Dios, al menos no en el que presentan en muchas iglesias. No creo en un Dios narcisista que espera que lo adoremos de rodillas”. Daniel, por su parte, es ateo y Alexandra creyente, pero sin necesidad de ir a una iglesia. 

Con el tiempo, a la casa de Alice empezaron a llegar los amigos de su hijo rechazados por sus familias. “Yo empecé a asumir un rol de mamá con ellos y a decir ‘si para mí fue fácil este proceso, yo puedo ayudar a otras mamás’”. Entonces, junto a su hija Alexandra, psicóloga, crearon una página en la que durante años apoyaron a personas LGBTIQ y a sus familias. Y buscando cómo más ayudar, Alice llegó al Grupo de Apoyo a Familiares y Amigos de la Diversidad Sexual de Costa Rica, más conocido como Gafadis. (Ver: “Tener una hija lesbiana es un orgullo para mí”).

“El apoyo de la familia puede cambiar la vida de una persona LGBTIQ”, Alice Castillo.

“A mí me han llamado mamás a preguntarme si en Gafadis hacemos ‘terapias de conversión’. Mi respuesta es ‘claro, para usted, no para su hijo’”.

Un sábado, día de la primera reunión a la que asistió, contó su experiencia. Al lunes siguiente la llamaron: “¿Usted nos va a ayudar, verdad?”. “Yo les respondí que cómo se les ocurría que yo, con esta cara, iba a hablar en público y a salir en medios”. Pero desde entonces no ha parado de dar entrevistas ni de compartir su testimonio. (Ver: “Cuando los hijos salen del clóset, los papás entran en él”).

Esta experiencia de acompañamiento le ha enseñado que uno de los mayores miedos de papás y mamás de personas LGBTIQ es que alguien les haga daño a sus hijos e hijas o que no puedan cumplir con su proyecto de vida. El de algunas mamás es “mi esposo me va a dejar” o “voy a perder a mi familia porque van a dejar de hablarme”. (Ver: “Dejemos de decir que no queremos hijos LGBT”).

En un segundo plano, están las ideas de asociar homosexualidad con VIH, la tristeza de que no tendrán nietos por parte de ese hijo o hija (así muchas personas LGBTIQ tengan hijos) y la decepción por no tener la familia que soñaban. “¿No es más bonito compartir con nuestros hijos e hijas sus vidas, las que ellos y ellas eligieron y no las que nosotros queríamos imponerles?”, pregunta Alice. (Ver: “Dejemos que nuestros hijos vivan su vida y no nuestros sueños”).

“A pesar de mi formación conservadora, siempre he sido respetuosa con los derechos de las infancias. Yo no les decía a mis hijos ‘cállese que estoy hablando con adultos’. Yo le decía al adulto: ‘deme un momento que mi hijo quiere decirme algo’. Igual con la ropa y con los juguetes que elegían”.

También pasa que todavía muchas personas asocian homosexualidad con sexo. El sexo es una parte de la vida de las personas, pero no lo único. Las personas LGBTIQ también se enamoran y sienten mariposas en el estómago. En sus relaciones hay amor, cariño, como en cualquier pareja”.

Un día, Alice le preguntó a una mamá cristiana: “¿qué nos dicen los pastores cuando vamos a contarles que nuestros esposos tienen una amante? ¡Que los perdonemos! ¡Pero si su hijo es gay, que lo eche a la calle! Ese pastor no es su familia, su hijo estuvo en su vientre, usted le dio la vida. ¿A quién va a escoger, a su hijo o al pastor? Dios es perfecto y nos da hijos perfectos. La Biblia nos dice que nuestros hijos son una bendición, ¡disfrutémoslos!”.

Otra mamá una vez le preguntó a Alice llorando “¿por qué a mí?”. Y su respuesta fue: “pobre su hijo con una mamá que lo rechaza. ¿Cuántos años cree que él lleva luchando consigo mismo? Por culpa de una sociedad que le dice que no está bien ser como es. Si no la tiene a usted, entonces ¿a quién tiene?”. (Ver: “Lo de menos es que mi hijo sea gay, lo importante es él como ser humano”).

“Dios es perfecto y todo lo hace perfecto. Mis hijos, por tanto, también lo son”.

Por un cáncer que le diagnosticaron, a Alice le quitaron el nervio facial, lo que le paralizó media cara. 

“Cuando mi hermana supo que su hijo era gay, dijo ‘nadie debe enterarse’. Pero con el tiempo empezó a sentirse orgullosa de mi trabajo y a decir ‘tengo un hijo gay’. Para mi otra hermana fue más sencillo cuando su hija le contó que era bisexual, solo dijo: ‘¡ah, otra!’. Listo”. 

También le dijo que se imaginara que su hijo fallecía al día siguiente. “De nada servirá decir que lo extraña”. De repente, el día de la marcha, Alice vio llegar a esa mamá diciendo que estaba orgullosa de su hijo. De hecho, lo llamó. “Estoy en la marcha y voy a ir en primera fila”, le dijo. Él llegó a buscarla llorando de la emoción. “Ahora salen a comer los tres, con el novio y hasta se fueron a México juntos. Hace poco fui con ella a una presentación transformista de su hijo”, señala Alice.

Son estas historias las que le devuelven la fe y las que le hacen pensar que una sociedad más justa sí es posible. Una vez conoció el caso de una mamá de casi 80 años con una hija de 50 que finalmente asumió su identidad de género. “Aguantó 50 años hasta que dijo ‘no más’. Su mamá al principio insistía en llamarla Jimmy, ahora se refiere a ella como María Francisca y dice que Dios le dio una hija. Es muy lindo ver esos cambios incluso en personas mayores”. (Ver: Cristina Rodríguez: mujer orgullosamente trans).

“Necesitamos que las personas LGBTIQ no se sientan menos que nadie, que sepan que merecen el mismo respeto y amor que cualquier otra persona”. 

Hay mamás y papás que dicen: “está bien que mi hijo o hija sea LGBTIQ, pero no quiero saber nada del tema”. ¿Cómo pretendemos que no nos hablen de una parte tan importante de sus vidas? También están los papás que les amenazan: ‘no le voy a pagar más educación si sigue con eso’, como si la orientación sexual o la identidad de género fueran una elección que la persona pudiera cambiar. ¿Qué vamos a lograr con impedirles que estudien? ¿bloquearles su proyecto de vida?”. 

El gran reto de Alice es que más personas celebren que el mundo es diverso. “Las personas LGBTIQ existen, son una realidad y, como papás y mamás, nos corresponde ayudarles a que sean libres, felices y a que tengan igualdad de derechos. Gracias a Dios yo tengo la dicha de tener una hija casada con la mujer que ama y ese es un derecho que deberían tener todas las personas”.

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3 thoughts on ““El amor por mis hijos estaba por encima de lo que decían en la iglesia”

  1. pues que estoy segura que esta señora no lee la Palabra de Dios
    en la Biblia esta escrito:
    mateo 10 37-39
    El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; 38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
    Algo que hay que tener muy claro es que Bueno y Sabio Solo Dios..
    Espero que Alice Castillo reflexione y en verdad pueda ser Salva y asi lleve a sus hijos al Camino que es Jesús y que los ayude a salir de esos malos deseos..
    antes de que sea demasiado tarde..
    lee Apocalipsis 21;8

    1. De amar a sus hijos a militar una posición LGTB es drástico. Se metió en una religión globalistas, que usa la propaganda para justificar el mal escondido detrás de la mácula inclusora.

  2. Un articulo muy interesante, el amor de una madre es incondicional, la base de todo es el respeto, el evangelio es muy bonito, las iglesias son muy especiales, las alabanzas, todo es muy bonito pero en la vida real hay situaciones reales y por muy imcomprensibles que sean siempre hay que darle la importancia que se merecen a partir del amor, desde niño crecí sintiendome un mounstro, un pecador que merecia el infierno, me odiaba a mi mismo por ser diferente! El Unico que estuvo conmigo en esos momentos fue Dios, papá es pastor y me daba miedo contarle que me gustaban otros niños, tons fue una adolescencia muy dificil, pero Dios siempre estuvo ahí! Y me enseño a amarme y a respetarme, fue un proceso duro pero logré encontrar el propósito con el que fui creado y dejé de precuntarme porque era Gay? Luego pregunté Para que? Y junto con amigos Pastores, amigos de la iglesia y mis padres (los cuales no me rechazaron) mi proceso ha sido mas objetivo frente al tema doctrinal y religioso! Algo que les comparto es que amo a Dios con todo mi corazón, no soy partidiario de colectivos o marchas y etiquetas pero las respeto, soy un ser humano que desde niño tuve la capacidad de amar y sentirme atraido por alguien del mismo sexo! Me amo, me respeto y ahora me enfoco en lo que está a mi alcance como mi proyecto de vida lo cual descuide muchos años de mi juventud por querer “Cambiar o ser libre” ¡no ignoro lo que dice la biblia! para los que me quieran tirar piedras por este escrito! Y puedo tener mil argumentos tambien! Pero Gracias a Dios tengo paz en mi corazón, y mi enfoque es ayudar a muchos padres apoyar a sus niños en este proceso desde temprana edad para que no sufran mas por el ataque de una sociedad homofobica y/o comunidad religiosa que no conocen absolutamente nada del tema, por amor a sus hijos acudan realmente al Creador! Él los guiará, ya sea que cuando se quiera actuar sea medasiado tarde, el tiempo de Dios es perfecto y su creación tambien, con el entenderán lo incomprensible y siempre los iluminara para que actuen con amor y justicia, Justicia que está por encima de los hombres,de traducciones o interpretaciones… Justicia Eterna! . Abrazos y bendiciones para todos, amen a Dios, amen al projimo, hagan el bien , respeten y acepten las diferencias y cumplan su proposito eterno! Les quiere AM

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