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Bullying en Colombia

El camino para decirle “no” al bullying por homofobia

El bullying por homofobia es una barrera para acceder al derecho a la educación. Es importante que directivas y docentes de instituciones educativas reconozcan su existencia y le apuesten a programas efectivos para su prevención y manejo.

Entre 2010 y 2011 fueron asesinadas al menos 280 personas lesbianas, gais, bisexuales y transgeneristas (LGBT) en Colombia.

Según el más reciente informe de derechos humanos de la organización Colombia Diversa, muchas de ellas fueron víctimas de desapariciones y amenazas. Los tres departamentos con mayor número de homicidios fueron: Antioquia, Valle del Cauca y Bogotá.

Estos crímenes por orientación sexual e identidad de género van más allá de la homofobia: evidencian los prejuicios que aún existen en la sociedad sobre la diversidad sexual y de géneros.

Es justamente el desconocimiento sobre estos temas, antecedente de otra forma de violencia que pocas personas reconocen, y que cada día toma más fuerza en las instituciones escolares del país: el bullying por homofobia.

“La ausencia de políticas educativas sólidas que promuevan la inclusión, el libre desarrollo de la personalidad y la autonomía, y que rechacen la discriminación y la violencia por orientaciones sexuales e identidades de género, ha contribuido al fortalecimiento de este fenómeno”, afirma Miguel Ángel Barriga en su trabajo de grado de maestría en Política Social, titulado Reconocimiento e inclusión de la diversidad sexual y de géneros en cuatro instituciones educativas del distrito capital, a partir del acuerdo 371 de 2009 del Concejo de Bogotá.

Para la muestra, el caso de Juan Carlos, estudiante de secundaria en un colegio público de Bogotá, quien es víctima de esta clase de intimidación: “he sufrido agresiones verbales y físicas por parte de mis compañeros. Ellos no aceptan una persona homosexual, es más, siento que les fastidia”, sostiene.

Cuando era niño, Juan Carlos vivía con sus padres en un pueblo colombiano. A los cuatro o cinco años, un joven abusó sexualmente de él. “Una vecina se dio cuenta y regó el chisme. Desde entonces, muchos hombres me violaron y por eso crecí sintiendo que esa era mi sexualidad. Por eso soy tan amanerado”.

En el colegio del pueblo, sus compañeros lo calificaban de “loca”. “Solamente podía compartir con tres alumnas porque los profesores también me tenían rabia. No me defendían sino que se ponían en mi contra”.

Desde 2013, está radicado en Bogotá con su familia. “Acá la intimidación escolar ha sido parecida a la del pueblo, aunque tengo una compañera que les dice a quienes me molestan: ‘si el chino es así, qué se puede hacer ¡nada!’ Ella me sugiere que les pegue, pero yo no soy agresivo. De los muchachos, solamente me habla un compañero, el novio de mi amiga, los demás le dicen a todo el mundo que no se me acerquen”, explica Juan Carlos.

Una realidad invisible

En Colombia, no hay estudios recientes que evidencien cómo está el país y, específicamente los tres departamentos mencionados en el informe de Colombia Diversa, en cuanto a intimidación escolar por homofobia.

Sin embargo, la línea base desarrollada en 2010 para determinar la situación de las personas lesbianas, gais, bisexuales y transgeneristas (LGBT) de Bogotá, identificó que, de los niños y jóvenes que dejan de asistir al colegio, el 11,91 por ciento lo hace por su orientación sexual o identidad de género (gais con un 19,74 por ciento, transgeneristas 10,94 por ciento, lesbianas 9,33 por ciento y, bisexuales, 4,60 por ciento).

En Cali, capital del departamento del Valle del Cauca, existen algunas investigaciones sobre intimidación escolar en general, pero no enfocadas en orientación sexual e identidad de género. No obstante, un estudio exploratorio llevado a cabo en 2012 por la Personería de la ciudad, basado en 280 estudiantes entre los 10 y 18 años de colegios públicos y privados, reveló que 11 de los alumnos evaluados manifestaron haber sufrido discriminación por su orientación sexual, 250 dijeron no haber sido víctima y 19 no contestaron la pregunta.

Al ser consultados si tenían conocimiento de compañeros objeto de discriminación por su orientación sexual o identidad de género, 100 estudiantes manifestaron conocer casos, 171 dijeron no estar enterados y nueve no contestaron la pregunta.

En Medellín, capital del departamento Antioquia, tampoco existen estadísticas que revelen lo que está pasando en esta ciudad en materia de bullying por homofobia. Hay investigaciones de instituciones educativas sobre intimidación en general, pero no documentos sobre acoso escolar por orientación sexual e identidad de género.

Estas y otras ciudades del país tienen en común que cada vez un mayor número de directivas de instituciones escolares son más conscientes de la importancia de tener un programa para la prevención y manejo del acoso escolar. Sin embargo, muchas veces estas iniciativas son el resultado de la apuesta de un docente, quien no cuenta con el apoyo de otros maestros, personal administrativo, estudiantes ni padres de familia.

La prevención del bullying no puede ser fruto del esfuerzo de un solo profesor. “La escuela es una mini sociedad, por tanto, un eficaz manejo de este fenómeno requiere la participación de toda la comunidad educativa”, completa Hernando Uribe, coordinador del Grupo de Investigación en Conflictos y Organizaciones de la Universidad Autónoma de Occidente de Cali.

De eso no se habla

Adicionalmente, todavía hay directivas, docentes y padres de familia que se niegan a aceptar que el acoso escolar por homofobia es una realidad. Y no se trata de que cada institución educativa tenga que establecer, necesariamente, un programa exclusivo para su prevención y manejo, pero sí de reconocer su existencia y de tomar medidas al respecto.

En efecto, esta no es la única forma de intimidación escolar presente, pero los colegios son más conscientes del acoso que tiene lugar por raza, religión, estrato socioeconómico o características físicas, que por orientación sexual e identidad de género.

“El programa para la prevención y manejo del bullying debe ser uno solo, porque si se establece una iniciativa enfocada solamente en intimidación por orientación sexual e identidad de género ya se estaría discriminando”, explica Adriana Peña, subsecretaria de planeación de la Secretaría de Educación de Medellín.

Y en caso de querer hacerlo, tampoco sería fácil. En muchos colegios resulta difícil promover programas para el manejo del acoso escolar en los que se aborde el respeto por las diferentes orientaciones sexuales e identidades de género. Aún es un tema tabú.

Por tanto, inicialmente resulta más efectivo enfocar estas propuestas en el respeto por la diversidad en general. “Los pocos colegios que abordan la intimidación por homofobia lo hacen sin que esto se haga público, para evitar ser estigmatizados”, agrega Pablo Correa, investigador auxiliar del proyecto Educación en diversidad sexual para colegios de Medellín, de la Universidad EAFIT de esta ciudad.

Para Olga Lucía Hoyos, directora del Departamento de Psicología de la Universidad del Norte en Barranquilla, en la diversidad sexual y de géneros aún hay muchos mitos y prejuicios. De ahí la importancia de incluir una verdadera educación sexual (no limitada a la relación genital heterosexual, la prevención de embarazos y el uso de preservativos), de manera transversal, en los programas escolares.

Es necesario incorporar las identidades de género y las orientaciones sexuales, enseñar que la heterosexualidad no está por encima de la homosexualidad e incluir ejemplos de personas gais, lesbianas, bisexuales y transgeneristas en los temas estudiados, para que a los estudiantes les resulte familiar el tema.

Una alternativa para vincular temas LGBT a los currículos es la clase de literatura. “Entre las lecturas para los más chiquitos, se puede incluir, por ejemplo, el cuento Rey y Rey de las escritoras holandesas Linda De Haan y Stern Nijland. Se trata de una reina que le invita muchas princesas a su hijo para que elija a su esposa, pero a él no le gusta ninguna. De repente, llega un príncipe a presentarle a su hermana y los dos príncipes se enamoran”, relata Yólida Yajasiel Ramírez, psicóloga y docente de la institución educativa Héctor Abad Gómez de Medellín.

Es ir más allá de las lecturas en donde las mujeres solamente pueden ser princesas que se enamoran de príncipes. “A esas mujeres también pueden atraerles otras mujeres o no interesarles casarse. Esta es una manera de mostrarles a los estudiantes una realidad que normalmente se intenta ocultar”, afirma la psicóloga y docente.

programas para manejar el bullying o matoneo en los colegios
Cartel ubicado en la rectoría de la Institución Educativa José María Carbonell en Cali. Foto: Sentiido.

Más realidades

Para José Fernando Mejía, director del programa Aulas en Paz, enfocado en la prevención de violencia y promoción de la convivencia pacífica en la escuela, sería importante que las editoriales encargadas de producir textos escolares, incluyeran mayor diversidad en las propuestas que presentan a los colegios.

“Desde la primera infancia se enseña que el papá ama a la mamá, sin dar otra opción de discurso. Y esto se repite a lo largo de la vida escolar en libros, clases, ámbito familiar y medios de comunicación”, señala Hernando Uribe. El reto es educar en diversidad: demostrar que no todos los niños son iguales sino que hay diferentes orígenes, religiones, apariencias físicas, modelos de familia, entre otros.

Sin embargo, es fundamental que todo esto venga acompañado de procesos de transformación cultural porque la idea de vincular diversidad sexual y de géneros en el pensum educativo tiene numerosos opositores.

Para la muestra, en 2010 la alcaldía de Cali diseñó una caja de herramientas, con instrumentos pedagógicos, para apoyar a docentes y padres de familia en la tarea de formar a los estudiantes en competencias ciudadanas y diversidad sexual y de géneros. “Muchas personas manifestaron su rechazo a este material debido a que explicaba que la orientación sexual no era estática y que era tan válido ser heterosexual como homosexual”, dice Andrés Felipe Castelar, integrante del Grupo de Estudios en Género de la Universidad ICESI de Cali.

El informe Respuestas del Sector de Educación Frente al Bullying Homofóbico publicado por la UNESCO en 2012, propone que cuando una institución educativa impida abordar la diversidad sexual y de géneros en la educación sexual, una alternativa es incluir este tema en la formación de derechos humanos. “Es una oportunidad para tratarlo en un contexto de igualdad, respeto por las diferencias, pluralismo y rechazo contra cualquier forma de violencia”.

Contrario a lo que algunos actores de la comunidad educativa consideran, el problema no es que exista diversidad sexual y de géneros, sino que la escuela se niegue a reconocerla. “De ahí la importancia de crear estrategias que permitan convivir en el aula con múltiples expresiones de diversidad. Esto permitirá, de paso, volver más cercana a la población LGBT”, afirma Andrés Felipe Castelar.

En los espacios escolares, donde muchos niños y jóvenes empiezan su proceso de reconocerse como LGBT, no existen organizaciones que apoyen a estas personas. “Si hay comités de medio ambiente, política y deportes, ¿por qué no tener uno de diversidad sexual y de géneros?”, pregunta Hernando Uribe.

Ana Mercedes Díaz, orientadora del colegio Prado Veraniego, en Bogotá, implementa desde hace tres años el Proyecto Equidad. Mediante cine clubes, talleres y canciones, intenta que la sexualidad deje de ser un tema tabú. Y uno de los aspectos más relevantes del programa es el respeto por la diversidad sexual.

Por esto, en agosto de 2013 organizó la Feria de la Sexualidad, en donde los alumnos rotaron por diferentes módulos temáticos, entre ellos masculinidades y feminidades y orientaciones sexuales. En este último, personas LGBT les hablaron a los estudiantes sobre el respeto por las diferencias.

El programa ‘anti bullying’

También es importante que los diferentes actores de la comunidad educativa conozcan las consecuencias de la intimidación escolar y, en particular, de la que tiene lugar por homofobia. “Esta afecta la identidad de la persona y eso es especialmente duro en la adolescencia”, afirma Enrique Chaux, investigador en prevención de bullying.

Un programa anti bullying debe, necesariamente, empezar en la primera infancia y vincular a toda la comunidad del colegio. Los diferentes actores deben saber qué es intimidación, ser capaces de identificarla, tener claro cómo intervenir según un protocolo definido y disponer de una ruta a seguir si el acoso es por homofobia.

Los procedimientos establecidos pueden incluir: medidas de protección y apoyo emocional para los estudiantes víctima, fijar acciones reparadoras, organizar talleres para la promoción de la convivencia y programar entrevistas individuales con el alumno agredido, el agresor, los testigos y los padres de familia de las distintas partes.

El objetivo debe ser lograr intervenciones rápidas y eficaces, en las que se les preste atención a víctimas, victimarios y agresores. Y apostarle a procesos que, en vez de desescolarizar estudiantes, fomenten aprendizajes. Hay que desligarse, afirma José Fernando Mejía, de la idea de castigar al estudiante que intimida porque esto no enseña sino que crea resentimiento: “en lugar de acabar con el problema, deja a la víctima en situación de mayor vulnerabilidad”.

En algunos colegios funciona que sean los mismos estudiantes quienes diseñan las estrategias a implementar. Finalmente, son quienes mejor conocen qué sucede entre ellos. Para la muestra, el proyecto anti bullying Ana Frank del colegio Theodoro Hertzl de Medellín, liderado por los alumnos.

En la institución educativa José María Carbonell, de Cali, existe desde 2007 un programa de mediadores escolares para manejar los conflictos entre estudiantes, incluidas las situaciones de intimidación escolar. Los alumnos que asumen este rol son capacitados en resolución de conflictos, derechos humanos y comunicación asertiva.

“La idea es que los estudiantes que hayan tenido un enfrentamiento, se sienten cara a cara, a instancias de estos mediadores, a expresar lo que sienten y a ofrecer disculpas en caso de ser necesario. Directivas y docentes suelen utilizar su poder para resolver conflictos, pero en este caso deben cederlo a los estudiantes”, señala Carlos Arturo Morales rector de la institución.

Sin embargo, hay quienes se oponen a los procesos de mediación para resolver los casos de intimidación escolar, argumentando que los estudiantes no pueden solucionar entre ellos este tipo de problemas.

¿Mediación o no mediación?

“La mediación es una alternativa eficaz cuando se trata de conflictos, porque las personas están en posición de igualdad, pero la intimidación no puede ser tratada de esta manera, debido a que el estudiante que ejerce el acoso, se siente en situación de superioridad con respecto a la víctima. En un conflicto, las partes negocian, pero en caso de acoso escolar, se debe proteger y empoderar a la víctima sin que tenga que sentarse frente a la persona que lleva años humillándola”, explica María Clara Cuevas, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana de Cali.

Los programas de prevención y manejo del bullying deben fomentar la valoración del otro, independiente de su orientación sexual, identidad de género, raza o etnia. “Lo más aconsejable es no utilizar la palabra tolerancia sino reconocimiento del otro como distinto a mí pero con igualdad de derechos”, afirma Olga Lucía Hoyos de la Universidad del Norte.

También es ideal que promuevan la capacidad para sentir lo que otros sienten o de ponerse en los zapatos de los demás. En el fondo, el acoso escolar evidencia la escasa empatía que experimenta la persona que intimida frente al sufrimiento de quien es víctima. “No es consciente del daño que hace o no le importa”, señala María Clara Cuevas.

Es importante incentivarla no solamente en los estudiantes agresores sino en los que actúan como observadores, para que asuman un rol de defensores e impidan las situaciones de acoso: que sepan que si no hacen nada por detenerlas, contribuyen a que se mantengan.

Una manera de promover la empatía es aprovechando las clases de literatura. “En un proyecto piloto en un colegio público de Bogotá, utilizamos una obra del escritor argentino Julio Cortázar relacionada con discriminación por discapacidad, para que los estudiantes la analizaran. Así, se integró el desarrollo de la empatía con el análisis de textos”, dice el investigador Enrique Chaux.

Aunque a pocos alumnos que son testigo de actos de intimidación les parecen graciosas estas situaciones, tampoco hacen nada por evitarlas: temen ser las próximas víctimas. Además, “buscan proteger su estatus dentro del grupo queriendo estar más cerca de los intimidadores (quienes con frecuencia son más populares) y más lejos de las víctimas (quienes con frecuencia son rechazadas)”, señala Enrique Chaux en el libro Educación, convivencia y agresión escolar.

En los casos de intimidación por homofobia, los testigos no actúan por miedo a que también los llamen gais o a que los demás estudiantes piensen que lo son. Finalmente, las actitudes y comportamientos frente a un tema se refuerzan en las dinámicas de grupo.

“Por un lado, los adolescentes tienden a armar grupos con aquellos que tienen actitudes homofóbicas similares. Por el otro, la necesidad de aceptación y la presión de grupo parecen llevarlos a desarrollar actitudes y comportamientos homofóbicos típicos de sus pares. Con el tiempo, tienden a parecerse cada vez más a sus pares en cuanto a la aceptación o rechazo de la homofobia”, explica Enrique Chaux en el libro Educación, convivencia y agresión escolar.

Más herramientas

Es posible, también, que no haya más estudiantes que detengan el bullying porque no saben cómo hacerlo o porque crean que no tendrán impacto. De ahí la importancia de que aprendan en la escuela cómo reaccionar cuando un compañero haga un chiste homofóbico o cuando se burlen de un niño porque no le gusta jugar fútbol.

Otro aspecto a trabajar es la asertividad, especialmente en los alumnos observadores y en quienes son víctima, para que de una forma firme, directa y no agresiva, sean capaces de defender sus derechos y de fijarles límites a quienes intentan traspasarlos.

“Los padres de familia son fundamentales en esta tarea: en ellos está evitar promover la violencia, con mensajes como ‘no sea pendejo, no se deje. Vaya y le pega más duro al que lo moleste’”, asegura Carolina Piñeros, directora de la organización Red PaPaz.

Para frenar cualquier tipo de intimidación, la intervención de los estudiantes observadores es fundamental. “En vez de reírse y servir de audiencia, pueden tomar la iniciativa de decirle ‘no más’ al estudiante agresor y de incluir en los recreos a quien está siendo aislado. Esto no es tan difícil de lograr si se actúa en grupo, si todos dicen ‘no más’”, enfatiza Chaux.

Otras habilidades clave de promover son: 1. Destrezas sociales. Contrario a los alumnos que son víctima, los agresores suelen ser estrategas sociales y manejar su entorno sin problema. 2. Pensamiento crítico. Para ayudar a que los observadores no se dejen llevar por la presión de grupo e identifiquen y cuestionen cualquier desequilibrio de poder.

También es importante que los estudiantes víctima aprendan un adecuado manejo de las emociones, especialmente de la ira y la tristeza. Llorar desconsoladamente aumenta el riesgo de ser victimizado porque envía una señal de vulnerabilidad que los agresores pueden interpretar como debilidad.

Es fundamental que la prevención y el manejo del bullying, especialmente por homofobia, no se limiten a talleres de un solo día, sino que sean programas permanentes y con espacio en el currículo.

La institución educativa debe adoptar una posición firme y clara de rechazo a la intimidación escolar y al uso de lenguaje discriminatorio por parte de estudiantes, docentes, directivas y personal administrativo. La mayoría de escuelas censura el acoso asociado a discapacidad, raza o religión, pero rara vez, el relacionado con orientación sexual e identidad de géneros.

“Aunque algunos manuales de convivencia contemplan un compromiso con el respeto, la tolerancia y la no discriminación, no presentan normas explícitas que protejan a las personas LGBT de estos actos”, señala el Diagnóstico de situación de niños y niñas, adolescentes con orientaciones sexuales o identidades de géneros no normativas, presentado en 2013 por la Alcaldía Mayor de Bogotá.

¡Quién le manda ser así!

Incluso, muchas veces los docentes no solamente agreden verbalmente a los estudiantes LGBT, sino que se hacen los de “la vista gorda” cuando la intimidación es por homofobia. Finalmente, comparten las mismas falsas creencias que tiene buena parte de la sociedad acerca de la diversidad sexual y de géneros, lo que podría legitimar el bullying homofóbico.

En la institución educativa Héctor Abad Gómez de Medellín, estudia un niño de nueve años que desde que está en preescolar ha manifestado que quiere ser tratado como una niña. “No juega fútbol, no es brusco y  sus amigas siempre han sido mujeres. Él no se nombra como homosexual o transgenerista, porque todavía no sabe qué es eso, sino que simplemente manifiesta lo que siente”, explica Yólida Yajasiel Ramirez.

Al principio, el tema resultó incómodo para algunos docentes. Se preguntaban: “¿por qué hablar de que en un aula de clase hay un niño que se siente niña?” Partían de la base de que ese menor debía acomodarse a las normas que dicen que quien nace con genitalidad masculina debe considerarse hombre y punto.

En dicha institución también fue difícil que los profesores entendieran el caso de una niña con identidad más masculina que prefería jugar fútbol en el equipo de hombres que en el de mujeres. “Se requirió un largo trabajo para que empezaran a comprender que, independiente de sus creencias personales, debían permitirles ser a sus estudiantes”, dice Yólida Yajasiel Ramírez.

En efecto, ser profesor o psicólogo no habilita a una persona para manejar de manera eficiente estas situaciones. Estos profesionales también pueden experimentar dificultades para hablar de sexualidad y diversidad y tener creencias equívocas al respecto. “La formación docente debería incluir la diversidad sexual, el bullying en general y el homofóbico”, señala el informe de la Unesco.

Un buen punto de partida es hacerles ver que todas las personas son diferentes, que cada ser humano es único. También es importante conocer qué les preocupa tanto a ellos como a los padres de familia con respecto a la enseñanza de la diversidad sexual y de géneros.

“El paso a seguir es recibir y valorar esa información. La confrontación no tiene un desenlace positivo. La respuesta se debe enfocar en explicarles cómo están diseñados esos programas y en que analicen cómo puede sentirse un niño al que todos los días se le burlan”, asegura José Fernando Mejía.

Si padres de familia y docentes logran entender ese sufrimiento, el tema de si ser LGBT está bien o mal, no será el eje de la discusión, sino el bienestar de los estudiantes. “Y una mamá que se opone a que en el colegio de su hijo se aborden temas de diversidad sexual normalmente está preocupada por el bienestar de él”, dice José Fernando Mejía.

También es importante que las instituciones educativas fortalezcan los mecanismos de denuncia anónima, virtuales y físicos, para que los estudiantes puedan dar a conocer los casos de intimidación. Otra alternativa de denuncia es la página web www.teprotejo.org, administrada por la organización Red PaPaz.

“En los casos de denuncia por intimidación escolar, se le envía a la persona el link a las cartillas Kit PaPaz o Kit Adolescentes con información sobre qué es y cómo prevenir y manejar estas situaciones”, asegura Carolina Piñeros. Desde su puesta en marcha, en mayo de 2012 hasta el 23 de octubre de 2013, han recibido 5.197 denuncias: el 5 por ciento son por situaciones de acoso escolar.

Los casos de discriminación por homofobia no solamente tienen lugar en las instituciones escolares sino en ámbitos laborales, universitarios y familiares, entre otros. Y aunque es determinante su prevención y manejo desde la escuela, es fundamental que también llegue a los diferentes espacios de la sociedad. 

Nota: Este artículo forma parte del especial “Bullying por homofobia en Colombia”, llevado a cabo como parte de la convocatoria: “Inclusión e identidad en América Latina y el Caribe, la agenda pendiente para el desarrollo económico de todos”, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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