El debate sobre las leyes que buscan controlar lo que los usuarios comparten en Internet tiene que ir más allá de lo que el Estado debe hacer. ¿Cuál es la responsabilidad del usuario?
Hace algunos días Virginia Collera escribió, en la sección de actualidad de El País Cultura de España, una columna relacionada con la puja que perdió Google en su intención de crear una supuesta “biblioteca universal”, más conocida como Google Books.
Google, el primer “Gran hermano” de la red (el otro es, sin duda, Facebook) proyectó un plan de escanear millones de libros para ponerlos a disposición de los usuarios; el problema fue que, de los diez millones de libros digitalizados hasta el momento, seis no tenían el copyright necesario para circular gratuitamente en Internet.
Esta situación abrió un importante debate sobre hasta qué punto los autores de música, literatura, investigaciones y películas son dueños de lo que producen y cuándo los usuarios deben reconocer que están pasando por encima de los derechos de propiedad intelectual de otras personas.
Si se tiene en cuenta que el creador generalmente es quien menor ganancia obtiene por lo que hace, es justo preguntarse en qué medida el usuario está cayendo en la trampa del “acceso libre a la información”, cuando en realidad grandes empresas como Google (es decir, YouTube, Google+, Analytics, etc.) o Facebook, están monopolizando la información para obtener ganancias con los datos, visitas e intereses de los internautas (y sin pagarle a quien creó la obra “utilizada”).
Cultura “Copiar + Pegar”
Si bien la idea de Google de compartir indefinidamente la información de libros y revistas es interesante, también cabe preguntarse cómo se ha creado la “cultura” del uso de información en la red. Internet surgió masivamente hace 20 años, como un medio para conectar a las personas y darles la posibilidad de tener más acceso a la información. Hasta ahí todo muy democrático.
Hace poco se conoció que la llamada “Ley Lleras 2.0” para el control de los derechos de autor y creada con el objetivo de cumplir uno de los requisitos para la firma del TLC con Estados Unidos, perdió vigencia tras una demanda impuesta por el senador Jorge Robledo.
Esto significa que el Estado tendrá que revisar nuevamente cómo planea defender el copyright más allá de “controlar” a los usuarios de Internet por el uso que dan a la información que encuentran ahí.
La ley fue duramente criticada por ciertos políticos y por usuarios de la red, quienes consideraban que algunos de sus artículos eran muy ambiguos y dejaban suficiente espacio para la duda.
Esto, sin embargo, plantea un debate importante con respecto a la idea extendida de que, porque está en Internet, debe ser gratuito y, especialmente, puede ser apropiable.
Muchos medios de comunicación e instituciones educativas han empezado a reconocer la necesidad de ofrecerles a los lectores mejores opciones en la producción y difusión de contenidos digitales. Esto ha permitido que una gran cantidad de personas tengan mayor acceso a materiales antes ubicados en bibliotecas remotas, a los que era imposible acceder.
Esto podría conducir a una “cacería de brujas” con el argumento de que compartir cualquier tipo de información era considerado piratería, y por lo tanto, un delito.
Lo tuyo, lo mío, lo nuestro
Pero, ¿cuándo se traspasa el límite entre el acceso a la libre circulación de la información y, por ejemplo, la apropiación de materiales que fueron creados por otros? Es un hecho que los profesores de colegios y universidades deben luchar diariamente contra el plagio, una de las prácticas que más se ha incrementado con la aparición de Internet.
Muchos colegios contratan los servicios de empresas como Turnitin.com o Plagiarism.org para que profesores y estudiantes puedan medir simultáneamente, mediante una plataforma virtual, cuál es el nivel de coincidencia de un texto entregado por un alumno, con fuentes consultadas en la red (que incluyen revistas, libros, páginas web, etc.).
Resulta desconcertante que sólo por medio del uso de herramientas como estas se pueda crear conciencia en los estudiantes de que deben evitar la copia, el parafraseo o la imitación sin dar los créditos correspondientes.
Así mismo, también surge la incertidumbre de si los maestros, supeditados al uso de estos recursos, dejan de confiar en sus alumnos porque sólo “el sistema” les puede indicar si hay fraude o no (y, por lo tanto, si hay originalidad o no).
Es un hecho que los proyectos de ley estatales como la “Ley Lleras 2.0” o la ley SOPA en Estados Unidos buscan ejercer un control invasivo y policivo sobre los internautas, convirtiéndolos fácilmente en criminales.
Sin embargo, no hay que esperar a que estas leyes se aprueben para empezar a hacer más conciencia de que, por un lado, las normas del respeto por el trabajo de los demás debe ser un pilar para decidir cómo compartir y utilizar la información. Por otro, también hay poderes que se esconden detrás de la supuesta “libre circulación de la información”.
De este modo cada vez que un internauta en Colombia busca algo en Google, por ejemplo, no le aparece lo mismo que aquel que está en Argentina, así ingresen los mismos términos. Las búsquedas anteriores, las páginas visitadas y la información de sus correos electrónicos pueden influir en los resultados que se muestran.
El control sobre el manejo de la información en la red no es tan obvio como se cree. No debe ser el miedo de las leyes el que obligue a los usuarios a copiar o a dejar de hacerlo, sino la firme convicción de que, por el hecho de que sea fácil de copiar y pegar, no significa que merezca ser irrespetado.
No hay que olvidar que estos “gran hermanos” controlan a los usuarios cada vez que ellos les “regalan” sus datos de ubicación geográfica, gustos, intereses, género, fechas importantes y edad.
Opino que el enfoque es errado. Un tema es el “acceso libre a la información”, como ustedes le llaman y otro tema es el plagio. El texto empieza hablando del primero para seguir en el segundo, como si hubiera un hilo conductor “natural” entre ambos que en ningún momento es claro, ni contundente. La información que hay internet, el acceso a él y su uso son tres cosas diferentes. Que esté en internet no significa, automáticamente, que esté disponible a “todo” el mundo, si por “todo” alegamos democracia. Todas las naciones, sin excepción, censuran contenidos de sus usuarios. Algunas veces por censura política (caso de China, Estados Unidos e Irán), otras por temas descritos como terroristas, otra por cuestiones ilegales (pornografía infantil, venta de drogas, entre otros). Hay una diferencia radical entre esos términos que bien vale la pena tener en cuenta antes de analizar “el derecho a la información y la libertad en internet”, como ustedes titulan el artículo.
El segundo tema refiere al plagio. Ese es un asunto aparte que también requiere mucho cuidado. Hacer uso de lo que se encuentra publicado (qué, cómo, en dónde) difiere del copia + pega de algunos académicos y de los derechos de autor, supuestamente protegidos por leyes gubernamentales. En otras palabras, pienso que ustedes pasan muy por encima dos temas que, en primera medida, no están tan articulados como argumentan. Además, cada tema en sí necesita de un análisis mucho más preciso y cuidadoso, y sin un título que aluda a un debate que nunca se da. Por último, si el tema central era el necesario reconocimiento a los autores de los textos que publican, es preciso ser explícito sobre a qué tipo de información se refieren. No es lo mismo aquella publicada en un blog de la de un medio de comunicación de la de un journal de artículos académicos.
Una apreciación final: lo que pasó con Google no abrió un debate sobre “hasta qué punto los autores de música, literatura, investigaciones y películas son dueños de lo que producen y cuándo los usuarios deben reconocer que están pasando por encima de los derechos de propiedad intelectual de otras personas.” Primero, porque ustedes están juzgando a priori que los usuarios per se no reconocen derechos de propiedad intelectual, y segundo, porque ese debate de “piratería” está presente hace varios años.
Estimado Fernando: Gracias por compartir sus opiniones y conocimientos sobre los temas tratados en este texto.
Si bien es importante, como usted lo señala, no considerar que existe un hilo “natural” (¿en dónde existen hilos “naturales”?) entre el acceso libre a la información y el plagio, el texto pretende llamar la atención sobre la necesidad de que los usuarios de Internet reconozcan su tarea y responsabilidad en el manejo de la información (en el sentido amplio de la palabra). El debate sobre esta libertad está anclado, por una parte, a las regulaciones estatales, pero también lo está a la autonomía de los individuos y a la forma como cada uno hace uso de sus libertades a la hora de compartir sus propios datos, ideas y de hacer uso de los datos e ideas de otros.