Después de pasar 10 meses atrapada en Hong Kong, Eliana Rubashkyn logró dejar atrás esa pesadilla. Hoy está en Nueva Zelanda intentando rehacer su vida.
Hace poco más de un año, el 16 de septiembre de 2013, la vida de Eliana Rubashkyn dio un giro radical.
Sucedió cuando llegó a Hong Kong, procedente de Taiwán, con el propósito de renovar su pasaporte en el consulado de Colombia más cercano.
Las autoridades de inmigración le impidieron entrar a esta región de China. El argumento era que su físico no coincidía con la foto de su pasaporte.
Esto se debía a que Eliana había iniciado en Taiwán, donde estudiaba una maestría, su transición física de masculino a femenino y para entonces lucía muy diferente a cuando se tomó la foto del pasaporte.
De nada sirvió que ella les explicara que era una mujer transgénero y que viajaba a Hong Kong para que su pasaporte estuviera acorde con su nueva imagen.
Los funcionarios no solamente ignoraron sus argumentos sino que Eliana fue víctima de sus insultos, malos tratos y abusos sexuales. Su situación llegó a tal punto que Naciones Unidas (ONU) tuvo que intervenir, declararla refugiada y destruirle su pasaporte para que no pudieran deportarla a Colombia, que era lo que en Hong Kong tenían en mente.
Eliana estuvo 10 meses atrapada en Hong Kong, viviendo en un cuarto diminuto de un campo de refugiados. Cuando Sentiido dio a conocer su historia, ella la compartió en sus redes sociales y logró que más medios de comunicación la difundieran y que mucha gente se solidarizara con ella.
Esta bola de nieve que creó llevó a que la contactaran autoridades colombianas. Pero por su condición de refugiada y por haber perdido su nacionalidad, directivas de la ONU le sugirieron evitar mantener contacto con la cancillería de Colombia.
“De todas formas, su ayuda me habría resultado más efectiva antes, cuando se la solicité para no tener que viajar a Hong Kong”, señala Eliana.
Estar atrapada en Hong Kong, le significó suspender su maestría en la Universidad de Taipéi. Por suerte, uno de sus profesores organizó una colecta para enviarle elementos de aseo, ropa, recuerdos personales y sus libros y apuntes. Todo lo demás se quedó allá para siempre.
Discriminación en mayúscula
Normalmente la ONU se toma entre tres a cinco años en reubicar a una persona refugiada en un nuevo país. Pero por la discriminación de la que Eliana estaba siendo víctima, esta organización consideró que no podía dejarla en en Hong Kong mientras se determinaba cuál la recibiría.
Alrededor de 40 países reciben refugiados de las Naciones Unidas. Entre esos, solo unos pocos reconocen la identidad de género de una persona sin necesidad de que haya pasado por una cirugía de reasignación sexual (intervención quirúrgica mediante la cual se modifican los genitales de nacimiento para que pasen a ser como los del género con el que se identifica).
Por ser refugiada y carecer legalmente de nacionalidad, el país que la acogiera debía emitirle un nuevo pasaporte bajo sus reglas. Como Eliana no tiene entre sus planes realizarse dicha cirugía, era difícil que la recibieran -como mujer- en Francia, Noruega o Finlandia, algunos de los que la ONU había contactado.
“Los funcionarios de Naciones Unidas quedaron sorprendidos al comprobar que la mayoría de países del llamado primer mundo exigían esa intervención quirúrgica, la esterilización y modificaciones corporales, para reconocer la identidad de una persona”.
Por todo esto, Nueva Zelanda resultaba ser el país más idóneo para ella. Sin embargo, en un principio sus dirigentes negaron su solicitud de asilo argumentando que habían llenado el cupo de refugiados con personas provenientes de Siria.
Una vez funcionarios de la ONU les hicieron entender que ningún otro país aceptaría a Eliana en las condiciones en que se encontraba, Nueva Zelanda reconsideró la petición y en junio de 2014 la aceptó.
Fue así como por primera vez en la historia de la ONU, se reconoció legalmente el género de una persona transgénero en la figura de asilo político. “Un tema de identidad personal pasó a ser una decisión política. De fondo, estaban en juego mi libertad y mi derecho a la expresión y al libre desarrollo de la personalidad que no pueden depender de una modificación corporal o de una opinión gubernamental”, dice Eliana.
Según explica, es reconfortante saber que su lucha por ser ella, haya trascendido a instancias tan altas y se haya convertido en un precedente para el mundo.
Hoy en Nueva Zelanda está feliz. “Me siento en una verdadera democracia donde soy aceptada como soy. Acá la identidad de género y la orientación sexual son asuntos irrelevantes. La gente no se sorprende cuando digo que soy trans ni se codea cuando voy por la calle. Lo importante es como uno sea como persona”.
Aunque perdió su nacionalidad y la posibilidad de seguir con sus planes en Taiwán, ahora trabaja como intérprete (habla cinco idiomas) en el campo de refugiados en Nueva Zelanda donde vivió cerca de tres meses. También está en proceso de obtener su licencia profesional como química farmacéutica.
Una nueva vida
Adicionalmente la Universidad de Auckland la aceptó para continuar con sus estudios de maestría mediante una beca de cooperación Asia-Pacífico. “Finalmente para ellos yo provengo de Asia, no de Colombia”.
En este país recibe apoyo para su transición hormonal, sin ningún tipo de requerimientos psiquiátricos o médicos. “Desde julio formo parte de un grupo de apoyo a personas transgénero llamado Gender Bridge donde como profesional en farmacéutica brindo asistencia en el proceso hormonal y apoyo social y ayuda en temas de inmigración. También quiero trabajar como voluntaria en Amnistía Internacional y voy a formar parte de un proyecto sobre refugiados LGBT en el mundo”.
Eliana reconoce que aunque pasó por momentos muy difíciles, todo esto le permitió conocerse más. “Abrí mi corazón para aceptarme y poder ser quien soy. Desde la infancia, cuando quería asumir roles de género considerados femeninos, me costó reconocer mi identidad”. Y con mayor razón en la adolescencia, cuando fue víctima de rechazos y optó por afirmar una identidad de género con la que no se identificaba.
Por todo esto, hace dos años, cuando tenía 23, Eliana decidió salir de Colombia para vivir su transición lejos de este país. “Quería pasar por este proceso en la tranquilidad del anonimato, en un lugar donde nadie me conociera y donde mi decisión no fuera objeto de burlas ni agresiones. El acto más liberador de mi vida, fue cuando empecé a vivir como Eliana las 24 horas del día en Taipéi”.
“El amor y la expresión de la identidad de género son derechos fundamentales. No somos etiquetes. No somos hombres ni mujeres ni gais ni heterosexuales, sino seres humanos con derecho a ser libremente y a no vivir encarcelados por las creencias religiosas o conceptos morales de los demás”, concluye Eliana.