El 86% de los casos de violencia hacia mujeres es causado por sus parejas, pero en tiempos de confinamiento, han quedado más expuestas a maltratos físicos y psicológicos.
Por Irene Alonso Acosta*
Las medidas de confinamiento y de aislamiento social establecidas para contener el contagio del COVID-19 han disparado las cifras de violencia contra las mujeres en el mundo. La ONU ha dicho que en China se han presentado tres veces más denuncias de violencia intrafamiliar durante este tiempo. (Ver: Decir “no”: un privilegio de los hombres).
Según el observatorio de feminicidios Adriana Marisel Zambrano, en Argentina 21 mujeres fueron asesinadas entre el 20 de marzo y el 16 de abril. Por su parte, la organización Marea Verde publicó que en México han sido asesinadas al menos 210 mujeres durante la contingencia y de estos casos, 163 son feminicidios. En París, el abuso doméstico ha aumentado un 36%, según el ministerio de Igualdad de género de Francia. (Ver: Feminicidio: crónica de una muerte anunciada).
En Colombia, cifras del Observatorio Colombiano de las Mujeres liderado por el Gobierno, indican que la línea nacional 155 que atiende a mujeres víctimas de violencia, recibió un 91% más de llamadas durante los primeros diez días del aislamiento comparado con el mismo periodo en 2019.
Nina Chaparro, abogada y coordinadora del área de género de Dejusticia, compartió cifras preocupantes en el webinar “Coronavirus y desigualdad”: el 86% de los casos de violencia hacia las mujeres es causado por sus parejas y el 73% de la violencia intrafamiliar sucede dentro del hogar.
Pero en tiempos de confinamiento, estas cifras aumentan porque muchas mujeres están pasando todo su tiempo con sus agresores quedando aún más expuestas a maltratos físicos y psicológicos. (Ver: La media naranja y otras trampas del “amor verdadero”).
Claudia Piras, investigadora del BID, explica en la nota “Las mujeres en América Latina y el Caribe enfrentan mayores riesgos ante el Coronavirus” que el estrés por la situación económica, el encierro, el miedo y la incertidumbre crean un entorno en el que el riesgo de violencia intrafamiliar aumenta y el distanciamiento de sus redes de apoyo deja a las mujeres aún más desprotegidas.
Es tal el aumento de la violencia de género por estos días, que en regiones de España se han creado estrategias para apoyar a las mujeres. Por ejemplo, solicitar una “mascarilla 19” en una droguería se ha convertido en una manera de pedir un llamado de auxilio cuando se está en riesgo.
En Sao Paulo (Brasil) más de 700 voluntarias conformaron la “Red de justicieras” que presta asistencia médica, legal y psicológica a mujeres. En París se dispuso de hoteles para quienes vivan abuso doméstico y en Argentina los establecimientos para la atención a víctimas de violencia de género no han cerrado sus puertas a pesar de la cuarentena.
En Colombia, adicional a las líneas de atención telefónicas como la línea nacional 155, la línea 122 de la Fiscalía General y la línea 141 del ICBF, hay iniciativas locales. Por ejemplo, la Secretaría de Mujeres de Antioquia ha dispuesto 20 hogares de acogida temporal a mujeres y a familiares que dependan de ella.
En Bogotá, a través de una estrategia conjunta entre la Secretaría de la Mujer, Fenalco y la Policía Nacional es posible pedir ayuda en los establecimientos Farmatodo, Justo y Bueno, D1 y Ara en donde se activan rutas de atención con abogadas y psicólogas .
Ana Isabel Arenas, economista con énfasis en Gerencia Social y Planeación para el Desarrollo, explicaba en el webinar de Dejusticia que la cuarentena también ha aumentado la violencia económica contra las mujeres al asumir que son ellas quienes deben encargarse de las “labores del hogar”, actividades que durante este periodo de confinamiento se han triplicado.
Además del trabajo doméstico ordinario -y del trabajo de oficina que muchas continúan haciendo desde la casa- aparecen tareas extra que en muchos casos se considera les corresponden a las mujeres como el acompañamiento en la educación virtual de los hijos, así como su cuidado, atención y entretenimiento durante todo el día.
“Dar valor a las labores del cuidado es reconocer que hay prácticas necesarias para el sostenimiento de cualquier sociedad”, Ana Isabel Arenas, economista.
En el webinar de Dejusticia, Chaparro recordó que situaciones como la actual pandemia llevan a que muchas personas prioricen ciertos derechos por encima de otros. Para ella, están en riesgo derechos sexuales y reproductivos, a vidas libres de violencias, a trabajos dignos y a identidades de género y orientaciones sexuales libres.
Está claro, señaló la representante a la Cámara Ángela María Robledo, que la pandemia reafirma la necesidad de discusiones que se han aplazado: la precarización laboral de trabajos asignados a mujeres y las violencias hacia personas trans. (Ver: Prejuicios y estereotipos, los problemas detrás del “pico y género”).
Para la abogada Alejandra Trujillo, experta en temas laborales y de género, la pandemia pone en mayor nivel de vulnerabilidad a mujeres que trabajan en el sector informal. Peluquerías, venta de productos cosméticos y trabajo sexual, son sectores que en su mayoría emplean a mujeres que por estos días se quedaron sin ingresos ni seguridad social.
Además de perder su sustento diario, también corren el riesgo de que se disminuya su acceso a anticonceptivos y a atención prenatal y postnatal, explica la oficina de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe.
En muchos casos, salir en busca del sustento diario es la única opción. Pero la calle -con o sin coronavirus- no es segura para muchas mujeres. Sin embargo, la medida de “Pico y Género” que rige en Bogotá llevó a que muchas mujeres señalaran que los días en que les corresponde salir sienten más miedo de que algunos hombres vulneren la norma para acosarlas o violentarlas.
En Perú, a la semana de haber implementado esta medida, se reconoció como una equivocación. La periodista Gabriela Wiener explicó en El diario.es que contrario a cuando a los hombres les tocaba salir, en los días que les correspondió a las mujeres se vieron aglomeraciones y colas en las que no se respetaba la distancia física recomendada.
Es así, explica Wiener en su columna, porque las mujeres son las que se encargan mayoritariamente de conseguir los víveres para sus familias. “El 25% de las mujeres son las responsables únicas de los hogares peruanos”. Y el virus se contagia en aglomeraciones así sea de un solo género.
Esto por no hablar de los riesgos que una medida como el “Pico y género” representa para algunas personas trans y no binarias o que no se identifican ni como hombre ni como mujer, debido a que deja en manos de agentes de policía y de personal de seguridad de supermercados, bancos y notarías decidir quién sí y quién no cumple con la apariencia socialmente esperada de un hombre y de una mujer.
Muchas personas trans tienen miedo de salir no solo por el COVID-19 sino porque medidas como estas las exponen aún más a violencias por parte de la policía y personal de seguridad. Si bien en diferentes países de Latinoamérica se han creado redes para hacer mercados a personas trans, la cuarentena lo evidencia de frente: falta mucho por aprender en cuanto a género. (Ver: El género existe y no es una ideología).
María Inés Fernández Álvarez, Florencia Pacífico y Dolores Señorans comparten en el medio digital argentino Anfibia que el aislamiento no puede agotar las ansias de espacios más equitativos con perspectiva de género: “Debemos fortalecer las redes de cuidado colectivo y de solidaridad para que en cuarentena, nos sintamos cuidadas”.
La medida ‘Pico y género’ refuerza estereotipos sobre cómo debe ser la apariencia de hombres y mujeres.
* Antropóloga y comunicadora social. Colaboradora de Sentiido.