El activismo LGBT en Chocó es distinto. Mediante iniciativas como “La Locomía Chocoana”, la Fundación Ébano Diverso y la participación en las fiestas de San Pacho, busca que sus actividades estén ligadas con el resto de la población.
Por: Jaime García-Vila*
A Chocó llegué por amor y por un interés académico. Mi amor por este departamento es una prueba de que este sentimiento es ciego porque me enamoré de su coqueta y misteriosa imagen, antes de conocerlo.
Por otra parte, decidí hacer mi tesis de pregrado sobre los procesos participativos de las personas lesbianas, gais, bisexuales y trans (LGBT) en Quibdó, haciendo énfasis en los espacios culturales y artísticos.
Cuando fui por primera vez tuve desilusiones pero al mismo tiempo fui encontrando atributos que renovaron mi amor hacia esa tierra grande, bañada por el majestuoso Atrato y en el que parece que la naturaleza expresara sus emociones: a veces muy enojada y con torrenciales aguaceros y, otras, elegante y sutil con atardeceres que evocan una llamarada de fuego que se apaga lentamente.
En Chocó los gais comenzaron a visibilizarse hace unos veinte años. Y digo gais para no usar el término “LGBT” que sólo sirve en los lugares formales (la academia, la burocracia, las reivindicaciones políticas) pero que en la práctica no significa nada.
Con “la Locomía Chocoana” ellos lograron que la población cambiara su imaginario sobre lo que es ser gay.
En la década de los noventa ellos formaron un grupo que se llamó Locomía. Le decían La Locomía Chocoana y usaban los mismos vestidos que el grupo español, con hombreras grandes y abanicos, pero ellos le incluían elementos distintos en el baile. La agrupación estaba conformada por Erlin, Misael y Manolo. Este último falleció hace cuatro años.
Se dieron cuenta de que ser gay no era solamente tener sexo con otros hombres, sino que había aspectos en la vida de estas personas que no eran muy diferentes a los suyos: ciudadanos comunes y corrientes, con la diferencia de que su ámbito sexual y afectivo se desarrollaba con personas del mismo sexo.
Después de La Locomía vino San Pacho que son las fiestas patronales de Quibdó en honor a San Francisco de Asís. Aunque no son muy conocidas en el resto del país, estas fiestas se remontan al siglo XVII y se consolidaron en el siglo XX.
Tienen lugar entre el 20 de septiembre y el 5 de octubre, aunque llevan a cabo actividades desde agosto y luego está el “repechaje” en diciembre.
San Pacho es una fiesta fascinante porque se puede ver un sentido de comunidad en torno a una celebración religiosa y cultural. La devoción al santo se materializa tanto en la fe que le tienen como en la cuidadosa organización de las festividades.
Allí se ve una región que avanza en el mismo sentido, que pareciera sentir como un todo, que promueve un cuidado por el otro y que a partir de allí va construyendo una identidad colectiva.
La fiesta comienza con el desfile de banderas y termina con la arriada de las mismas. Del 21 de septiembre al 2 de octubre cada uno de los doce barrios franciscanos tiene su celebración que incluye una eucaristía, un desayuno, el desfile en la tarde y por la noche la verbena, el espacio de fiesta y de compartir con la comunidad.
El desfile es el momento central. Con sus caracterizaciones -uno de los aspectos más importantes del evento- las comparsas recorren los doce barrios. De esta manera, la población expresa sus preocupaciones políticas y económicas.
En las fiestas de este año hablaron del proceso de paz que se lleva en La Habana (Cuba), del reclutamiento forzado, de la educación y del empleo, entre otros temas. Una forma de protestar a través del arte y la cultura.
Dada la importancia de San Pacho, los gais no querían quedarse sin participar en esta fiesta, así que buscaron su lugar. Gracias a que Manolo vivía en la Yesquita (uno de los barrios franciscanos) y a las buenas relaciones que tenían con los vecinos, comenzaron a salir al desfile.
Así que cada 30 de septiembre más personas se agolpan en las calles para ver pasar a los gais que siempre sorprenden por la creatividad e ingenio de sus “cachés” (nombre del vestuario).
Con todos los espacios que fueron ganando en el terreno cultural, ellos se dieron cuenta de que también debían llegar al plano institucional. Así fue como Erlin Mena con la ayuda de varios de sus amigos crearon la Fundación Ébano Diverso LGBT.
Esta fundación estableció un diálogo formal con la administración municipal y el gobierno departamental. Les exigió la protección de sus derechos, la creación de programas de atención diferenciales y el apoyo a sus actividades.
En la alcaldía que próximamente termina lograron que se creara un despacho que, además de encargarse de la política pública de las mujeres, también tiene como tarea apoyar a la población LGBT.
Mi experiencia en Quibdó
De los viajes que hice, el más memorable fue el que correspondió a las fiestas de San Pacho. La Fundación Ébano Diverso LGBT estaba haciendo una campaña de salud sexual y reproductiva apoyada por la Secretaría de Salud Departamental.
El mensaje principal era que se usara el condón en las fiestas para prevenir embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual.
Ahí comenzó mi sorpresa. A diferencia del activismo LGBT de otras partes del país, para los integrantes de Ébano Diverso era fundamental que sus actividades estuvieran siempre ligadas con el resto de la población, que se hiciera evidente que ellos prestaban un servicio a los demás.
En una carroza iba uno de los miembros de la fundación que en ese momento se transformaba, se convertía en una diva y sonreía a todos los espectadores con varias tiras de condones que cada tanto iba lanzando.
Como la sexualidad para los chocoanos no es ningún tabú ni motivo de pena, hombres y mujeres recibían los preservativos de buena gana y hasta pedían más. Durante el desfile no hubo burlas y la mayoría mostró señales de respeto.
Así que cada día de por medio salíamos en el desfile del barrio correspondiente para repartir condones.
Diferente era para los paisas que estaban afuera de sus almacenes a quienes parecía chocarles más y hacían algunas muecas de reprobación.
De todos los días, el más asombroso fue el de la Yesquita. Ese día salieron 16 personas en la “comparsa gay” con vestidos que parecían entre quinceañeras y princesas. Eran de colores vívidos que contrastaban con su color de piel, pomposos en la parte inferior con largas colas y se habían puesto atavíos que la hacían más bellas y únicas.
A medida que avanzaba el desfile la población las recibía con gran calidez y afectuosidad. Aplaudían, les gritaban sus nombres para saludarlas y paraban para tomarles fotos. Era increíble.
Cada vez que sentía ese amor hacía ellas se me erizaba la piel, no podía creer que la población expresara tanto cariño hacia personas que históricamente hemos sido señaladas como “degeneradas y enfermas”.
Allí ellos estaban viendo a sus amigos, chocoanos como ellos, quienes les arreglan el pelo o amenizan sus fiestas.
Las lesbianas: mis heroínas
Las mujeres lesbianas no han participado de la mayor parte de los procesos que ha desarrollado Ébano Diverso. Por eso, ahora están consolidando su propia organización, definiendo qué quieren hacer y estableciendo planes.
Sin embargo, lo más interesante de ellas ha sido su valentía. Algunas de ellas tienen hijos de relaciones pasadas y que ahora crían con sus parejas del mismo sexo. Se han ideado mecanismos para contarles a sus hijos e hijas que tienen una orientación sexual diversa sin que eso signifique un trauma para los menores.
Han ido a los centros educativos a hablar con los profesores para contarles que su hogar no está compuesto por un hombre y una mujer, sino por dos mujeres.
Como esta situación puede llevar a que sus hijos sufran situaciones de bullying, los han recomendado a los docentes. Estos últimos han respondido con mucha atención e incluso otros padres de familia han colaborado para evitar discriminaciones.
Ellas mismas se inventaron unos procesos para socializar con el resto de la comunidad sin que su modelo de familia sea visto como algo anormal.
Chocó es un lugar singular y mágico. A pesar de la problemática social y económica que los medios colombianos no pierden oportunidad en registrar, hay muchas iniciativas sociales que vale la pena rescatar.
Son admirables las asociaciones de mujeres desplazadas que se han unido para crear microempresas, los grupos de bailes de jóvenes que solían estar en las drogas y el esfuerzo que hace la población por las fiestas de San Pacho.
Y más admirable aún es que ni gais ni lesbianas construyeron un gueto sino que se integraron al resto de la comunidad. Como una vez me dijo Misael: “en ninguna parte de Colombia vive un gay como aquí en Quibdó”.
* Estudiante de Ciencia Política de la Universidad del Rosario, Bogotá. Email: jedu.gv@gmail.com