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Angélica Lozano Correa

“Estoy entrenada para vivir con la diferencia”

El 9 de marzo, Angélica Lozano Correa podría pasar a la historia de Colombia como la primera política abiertamente lesbiana que llega a la Cámara de Representantes. Esta es su historia.

Angélica Lozano sabe para dónde va. Lo tiene tan claro que ese sábado de noviembre de 2013 me llevó, sin preguntas ni rodeos protocolarios al estilo “¿a qué sitio te gustaría ir?” a un restaurante que visita con frecuencia. Está ubicado en una esquina, en el Park Way  de La Soledad, cerca del Concejo de Bogotá, lugar en el que hasta diciembre pasado, ocupó el cargo de concejal.

Su periodo iba de 2012 a 2015, pero renunció a mitad de camino para aspirar, por el partido Alianza Verde, a una curul en la Cámara de Representantes. “Colombia está en un momento político histórico. Se me eriza la piel de solo pensar en el proceso de paz. Sé que después de dejar las armas vendrá una etapa larga y difícil donde el Congreso tendrá un papel definitivo y yo quiero estar ahí”.

Aunque desde hace 15 años tiene muy claro su propósito de llegar al Congreso, su idea era intentarlo en las elecciones de 2018, pero el optimismo que le despierta el proceso de paz, la impulsó a adelantar cuatro años su objetivo. “Es un riesgo grande renunciar al Concejo, un espacio donde tengo una tribuna, estoy aprendiendo y aportando, pero quiero estar en la Cámara”.

Angélica lo tiene claro. Ese sábado al mediodía, mientras yo revisaba una y otra vez la carta, sin decidir qué plato pedir, en menos de cinco minutos ella supo cuál sería su menú: pastas y jugo de maracuyá en agua y sin azúcar.

Sabe, también, qué correos responder de inmediato, cuáles más tarde y cuáles aplazar de manera indefinida. El que yo le envié en octubre para coordinar esta entrevista clasificó en esta última opción, pero el que le dirigió la persona que intermedió para fijar un día y una hora, tuvo respuesta inmediata. Así fue como logramos vernos ese día.

Como lo demostró en diciembre, tampoco duda cuando decide renunciar. En 2001, llevando apenas un año de trabajo con la entonces senadora Ingrid Betancourt, le dijo “no voy más”. Tomó la decisión el día en que Betancourt dejó su curul para anunciar su candidatura a la Presidencia de la República. “Le manifesté que había sido un año de muchos aprendizajes, pero que prefería un proceso de construcción colectiva y que por eso no la acompañaría en la campaña”.

Angélica, sin embargo, tiene recuerdos inspiradores de esa época. “En los debates en el Senado, Ingrid le daba muy duro al presidente Andrés Pastrana. Un día estábamos en la casa de ella trabajando, cuando uno de ‘los cacaos’ la llamó para reclamarle por el trato que le daba al presidente. Ella le respondió: ‘usted me dio cinco millones de pesos para mi campaña, ¿a qué cuenta se los consigno?’”

Más renuncias…

El Concejo e Ingrid no han sido las dos únicas ocasiones en las que Angélica se ha marginado de algún político o movimiento. En 2011, después de haber adherido al Partido Verde (que dos años atrás habían fundado los ex alcaldes de Bogotá Antanas Mockus, Enrique Peñalosa y Luis Eduardo Garzón) también se retiró de este movimiento. Lo hizo, incluso, cuando estaba preparando, bajo el respaldo de dicho partido, su campaña para el Concejo de Bogotá.

“Tomé la decisión después de que Peñalosa recibiera el respaldo del ex presidente Uribe para su candidatura a la Alcaldía de Bogotá y de que estableciera un acuerdo con las líderes cristianas Clara Lucía Sandoval y Claudia Rodríguez de Castellanos. A cambio de apoyarlo en su aspiración, él se comprometía a tumbar la política LGBT y a dejar en manos de algún pupilo de ellas la Alcaldía local de Chapinero”.

Seguramente, una de las ilusiones de Sandoval y Rodríguez era que si Chapinero quedaba en manos de ellas, podrían frenar desde “la meca”, la diversidad sexual y de géneros, como si fuera un asunto de “malos manejos administrativos”.

Biografía de Angélica Lozano lesbiana
“Siempre dije que sería candidata a un cargo de votación popular cuando la financiación fuera pública, porque de dónde iba a tener plata para esto. Pero perdí el miedo”.

En 2006, Angélica abandonó el Polo Democrático Alternativo, inicialmente Polo Democrático Independiente, partido del cual había sido cofundadora. “Me marginé porque se vinculó gente que no condenaba que las FARC fuera un grupo armado”.

En 2012, con el respaldo del Movimiento Progresistas, Gustavo Petro llegó a la alcaldía de Bogotá y, Angélica Lozano, al Concejo de esta ciudad.

En su actual campaña para la Cámara de Representantes, es la primera vez que, públicamente, se reconoce como lesbiana.

Aunque nunca lo ha ocultado y desde sus diferentes cargos ha trabajado por la igualdad de derechos de la población LGBT, en esta ocasión ha utilizado la bandera de arco iris en algún material publicitario y al referirse a las personas LGBT, en varias ocasiones se ha incluido con un “nosotros”.

No es una tarea fácil aspirar a un cargo de elección popular, siendo abiertamente LGBT, en un país en el que el procurador general de la nación persigue a las parejas del mismo sexo que quieren casarse y donde congresistas y concejales se refieren de manera displicente a esta población, sin recibir sanción alguna.

Pero Angélica prefiere dejar las cosas claras desde el principio. Y esto incluye que quienes la apoyan en su campaña no esperen que ella les vaya a retribuir con un puesto o un contrato, como suelen hacerlo muchos políticos.

“Una de mis tías me dice que no volveré a quedar en ningún cargo de elección popular porque no ayudo a la gente o la dejo tirada. Y yo le digo: ‘¿cuándo me has visto a mí detrás de un político para lograr un cargo?’ Si yo pido puestos para mis amigos, no le puedo hacer control a ese funcionario ni a la entidad a la que está vinculado y así empieza un círculo con el que no podría trabajar”.

¿Desde qué barrio nos llama?

Muestra de que no está acostumbrada a acceder a trabajos a punta de “palancas”, es su historia con el entonces senador Antonio Navarro Wolff. “En 2001, después de haber renunciado al trabajo con Ingrid Betancourt, me quedé un día en la casa viendo un debate sobre el lío del Banco del Pacífico y el ex ministro Fernando Londoño Hoyos. Vi las nueve horas que tomó y entendí muy bien de qué se trataba la situación”.

Al día siguiente, en el programa radial de Julio Sánchez Cristo que Angélica escuchaba sin falta, estaban dando una información confusa sobre el debate. “Yo llamé a la emisora y, al aire, aclaré el asunto. Me preguntaron: ‘¿usted vio las nueve horas que duró?’ ‘Sí’ ‘¿y usted qué hace?’ ‘Estoy desempleada’”. La conversación con la oyente duró 31 minutos.

– Aló ¿usted es Angélica, la que habló hace unos minutos por la radio?
– Sí.
– ¿Cómo así que está desempleada? ¿No trabajaba con Ingrid Betancourt?
– Sí, pero renuncié.
– En la oficina del senador Navarro hay una vacante, él está entrevistando gente ¿le interesa presentarse?

Quedó. Trabajó cuatro años, hasta 2005, con Antonio Navarro. Antes de que pueda formularle la siguiente pregunta, Angélica interrumpe para pedirle al mesero otro jugo de maracuyá. “Me tomé la limonada de ella”, le dice mientras me señala. “¿Si te gustó el jugo de maracuyá?” Me pregunta.

Angélica nació en mayo de 1976. Tiene 37 años. Forma parte de la primera generación de su familia que es de Bogotá. Las anteriores son de un municipio de Cundinamarca. Cuando intento conocer más acerca de su origen, me dice que su vida se parece a una historia de Corín Tellado, a una telenovela mexicana.

Es hija de padres adolescentes que “metieron la pata”. Creció al aire libre en ese municipio de Cundinamarca, feliz con sus abuelos y tíos. Cuando tenía cinco años, su abuela murió y su familia la envió a Bogotá a vivir con su mamá. “Me volví una niña introvertida, callada y tímida”.

Con un grado de rebeldía mayor al que normalmente se vive a los 12 años, Angélica le dijo a su mamá que se quería ir a estudiar interna. Fue así como en Madrid (Cundinamarca) cursó desde octavo hasta once en un colegio de monjas.

El internado representó para mí la apertura, la frescura, la felicidad y el liderazgo. Las monjas me querían porque yo me regalaba para todo. Ahí sané la inestabilidad de la infancia y salió a relucir mi verdadera personalidad”.

Biografía de Angélica Lozano lesbiana
“El proceso de paz es lo único que me gusta del presidente Santos. Es un gobierno que desprecia a los ciudadanos”.

Contrario a muchas de sus compañeras, esta no fue la época de empezar a tener novios. “Yo salía los viernes del colegio directo para Bogotá a hacer lo que no podía entre semana: comer otras cosas, ver televisión y compartir con mis tías y primas. No tuve socialización prerromántica ni romántica. No estaba en un ambiente de rumbear ni de conocer gente en ese plan”.

En 1994, a los 17 años, entró a estudiar derecho a la Universidad de La Sabana. “Formo parte de la primera generación de mi familia que va a la universidad. No tenía muchos referentes de cómo era cada una, pero sabía que quería estudiar en la Nacional. Me presenté y no pasé. Fue entonces cuando mi papá habló de La Sabana, pasé los papeles y entré”.

Haber estudiado en una universidad del Opus Dei, fue su mayor escuela para desarrollar la habilidad de convivir con los opuestos.

“La Sabana me entrenó para tener buenos amigos de derecha, aunque me dio duro la poca simpatía e interés que allí veía por los temas públicos”.

El Proceso 8000 lo vivió estando en la universidad. Terminó armando “combo” con personas que conoció en movilizaciones contra el presidente Ernesto Samper. “Éramos ñoños. Me leí los 13.000 folios del expediente Samper y entre nuestros propósitos estaba promover el voto bien pensado”.

Un día en un programa de televisión, la periodista Margarita Vidal entrevistó a una pareja para hablar de una iniciativa llamada Opción Colombia. La propuesta le gustó tanto que se quedó hasta los créditos para anotar un teléfono de contacto.

Cuando llegó a noveno semestre, periodo en el que debía hacer una práctica, decidió que la haría en Opción Colombia: tenía que pasar un semestre en una región del país distinta a la propia, para llevar a cabo un trabajo social.

Pidió que la mandaran a un municipio donde hubiera guerrilla o paramilitares para entender mejor el conflicto armado. Estuvo ocho meses en Puerto Nariño (Amazonas), como abogada de la alcaldía, apoyando al resguardo indígena y trabajando en la elaboración del plan de desarrollo. “No conocí la realidad del conflicto pero sí la precaria situación de los municipios de frontera. Fue maravilloso conocer una parte del país que no es noticia, salvo cuando hay masacres”.

Con las personas de Opción Colombia construyó algunas de las amistades más estables y profundas de su vida. Con ellos empezó a ir a discotecas como Antifaz, en el centro de Bogotá y con ellos conoció a su primer novio.

Terminó su carrera en 1998 y salió dispuesta a cambiar el mundo con un proyecto que se estaba gestando llamado Alternativa Política Colectiva (APC). El objetivo era constituir un partido político con gente que no robara, no fuera clientelista y acordara reglas del juego.

En ese grupo conoció, entre otros, a Antonio Navarro, Rafael Pardo, Antanas Mockus, Hernando Gómez Buendía y Carlos Vicente de Roux. “Tuve la oportunidad de escuchar muchas voces”.

Allí aprendió una premisa fundamental para su vida: no seguir caudillos por interesantes que sean. Solamente una organización sólida logra transformaciones. “¿O qué van a hacer los uribistas cuando se muera Álvaro Uribe? Yo no creo en los discursos porque todos los políticos prometen justicia social, prioridad para los pobres y acabar con la corrupción. Creo en las acciones, en quienes demuestren no estar detrás de puestos y contratos que es lo que abunda”.

APC fracasó por la ley electoral y posteriormente apareció un huracán electoral llamado Álvaro Uribe Vélez que arrasó con todo.

Cuando el amor llega…

En 1999, cuando el presidente Andrés Pastrana se acordó de uno de sus compromisos de campaña: un referendo por la reforma política, Angélica Lozano terminó promoviendo ese proceso. Y un fin de semana, con una amiga que también estaba vinculada a la causa y era novia de un amigo suyo, fueron al apartamento a ver una película.

“Ellos estaban dándose besos cuando, de repente, empecé a sentir por mi espalda una mano femenina. Me hice la boba, cuando sentí otra mano, ahora masculina. Entendí para dónde iba eso, pero me pareció un incesto”. Su amiga ya le había dicho que se identificaba como bisexual, pero ella no entendía muy bien de qué se trataba eso. Sin embargo, se quedó pensando en lo sucedido, le surgieron algunas dudas, pero nunca más pasó algo con ella.

Tiempo después, Angélica se fue a compartir apartamento con dos amigas. Y con una de ellas hubo un cuento, no de amor, pero sí de mayor exploración. “Le conté a mi papá, que era con quien yo hablaba de esos temas, que me estaba gustando una mujer y él pensó inicialmente que se trataba de Ingrid Betancourt, porque sucedió justo en la época en la que trabajaba con ella”.

El asunto con su roomate quedó ahí. Más adelante, tuvo una relación en la que entendió que, definitivamente, le atraían las mujeres. Sin embargo, la siguiente persona en aparecer fue un novio. “El hombre de mi vida ya pasó y fue él. Desde el principio le dije que me gustaban las mujeres, pero que no había tenido una relación estable”.

Con él duró casi dos años. Estaban buscando apartamento para vivir juntos cuando en 2003, Angélica recibió un correo con una invitación para ir a una fiesta en un bar. Su novio no quiso ir. “Invité a muchos amigos y, entre las personas a las que le envié el correo, estaba una chica vinculada a una ONG de derechos humanos. Y allá llegó”.

Después de tomarse una botella de vodka, le dijo que estaba ahí porque Angélica le gustaba. Estuvieron juntas todo el fin de semana. El lunes, le dijo a su novio que no buscaran apartamento, que había aparecido alguien. “Le partí el corazón. Lo curioso fue que a los cuatro meses, ella me lo partió a mí porque me botó. Fue la tusa de la vida aunque ahora somos buenas amigas”.

En 2005 se enamoró. “Decidí hablar con mi familia porque no quería tener una doble vida. Lo hice un sábado en un sitio público previendo el show que pudieran armarme. Invité a mi papá para sentir apoyo. Él decía orgulloso que hacía años lo sabía, así como de mi relación con Catalina, mi novia de entonces”.

Para su familia ese fue un tema del que no se habló solamente hasta hace un año con su novia actual. “Una tía me dijo que ella siempre lo supo pero que yo no tenía por qué contarles algo que correspondía a mi vida privada”.

¡Qué hice mal!

El lunes siguiente, a las 8:00 de la mañana, su mamá la llamó al celular. Me aguanté 20 minutos escuchándole las bobadas que muchos papás dicen en ese momento: “qué hice mal”, “por qué me hace esto”, “por qué le hace esto a su abuelo”… Hasta que no resistió más y le dijo: “¡qué drama porque soy como soy!”. Le expresó que si la hacía sentir mejor, la borrara de su historia y que ella se hacía a un lado. Ahí se calmó.

Mientras tanto, la carrera política de Angélica seguía en asenso. “No quería que la gente pensara que yo era la cuota de Navarro en cualquier puesto que asumiera. Y como para ser alcalde local hay que presentar un examen porque se elige a la personas según sus competencias, decidí postularme a ese cargo”. Eran 48 candidatos, nueve aprobaron el examen, quienes pasaron a audiencia pública.

La entrevista con Luis Eduardo Garzón, alcalde de Bogotá, se transmitió en directo por televisión. “Mi tía me llevó a la alcaldía y en algún momento me dijo: no vaya a hablar de ‘eso’. Aunque sabía a qué se refería, le respondí de qué. De ‘eso’, me repitió. Es algo privado y no tiene por qué decírselo a nadie. Usted lo que debe mostrar es que está preparada para ese puesto y ya”.

En la entrevista estaban los otros dos muchachos de la terna, Luis Eduardo Garzón y ella. “Lucho quería que quedara al aire mi orientación sexual cuando yo apenas estaba en ese proceso con mi familia, así que me fui por otro lado, le hablaba de la importancia de los derechos. No veía por qué en ese momento tenía que asumir públicamente que no era heterosexual. Y no lo hice”.

Quedó. Fue elegida alcaldesa de Chapinero. Cuando terminó su periodo, se fue a estudiar inglés a Estados Unidos. Allá se encontró con Antanas Mockus. “Decidí regresar al país con todo el entusiasmo para formar parte del Partido Verde”.

Se inscribió como tercer renglón a la Cámara de Representantes. Quedaron los dos primeros: Alfonso Prada y Ángela Robledo. “Me quemé por 8000 votos”. Después, fue gerente nacional de movilización en la campaña presidencial de Mockus.

En 2013 como concejal, vino la crisis existencial. “Sentía que en ese espacio no había debate público de calidad, ni control político o técnico serio. Y hay un factor de convivencia que hace las cosas más difíciles: tenemos sesiones siete días a la semana. Es como estar en un salón de clases”. Con el agravante de tener como compañero de curso a personas como el concejal del PIN Marco Fidel Ramírez.

De esa crisis salió fortalecida y con la idea de lograr verdaderas transformaciones en Colombia. No tiene la menor duda de que la política es un mundo hostil pero sabe también que estando adentro, y no marginándose, es como pueden cambiarse las prácticas corruptas y clientelistas. Finalmente, Angélica lo tiene claro.

Nota: 21/01/2014. El texto fue editado de la versión publicada el 20/01/ 2014.

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