Un periodista del diario El Espectador afirma que los colombianos se indignan rápidamente y así de rápido también olvidan. Sentiido responde a su columna y propone otro punto de vista.
Hemos leído con interés la columna del editor judicial del diario El Espectador, Juan David Laverde Palma, sobre la “amnesia” que sufrimos los colombianos con los crímenes que suceden a diario en nuestro país. El texto, “Colombia, un país indignado por un día” desempolva datos de algunos de los crímenes que más sonaron en los medios de comunicación (esto no se dice) y en las redes sociales (esto sí se dice) para recalcar la impresionante capacidad de las personas de indignarse ante hechos atroces y olvidarlos rápidamente.
Es una preocupación que, sin duda, todos deberíamos discutir y tener presente al menos una vez en nuestra vida. Sin embargo, esta debe ir acompañada de una pregunta también importante: “¿por qué?”.
¿Por qué nos indignamos un día, salimos a la calle a protestar y al otro vamos tranquilamente a cine o a tomarnos unas cervezas con los amigos como si nada hubiera pasado? ¿Por qué nos escandaliza que a Natalia Ponce de León le arrojen ácido en su cuerpo mucho más que a las otras 900 víctimas de este crimen?
Con el ánimo de complementar la discusión, Sentiido arroja algunas posibilidades que pueden aportarle al debate.
Uno de los testimonios usados por Juan David Laverde en su columna dice: “estamos anestesiados”. Aunque hay muchos factores para creer que esto sea cierto, es muy posible que los medios masivos de comunicación tengan cierta responsabilidad también en ello.
Solo basta con mirar las ediciones digitales de los principales diarios y revistas nacionales a las 7 de la mañana y volveros a revisar a las 5 de la tarde del mismo día para saber que la memoria a corto plazo no es solo de “los colombianos” (es decir, las personas) sino también de los medios (que también son colombianos). Las noticias se reemplazan rápidamente y lo que salió en la mañana, ya no trae el mismo tráfico a la página web del periódico en la tarde.
Nos llamaba la atención que la semana pasada la Revista Semana se preguntaba, casi a manera de chiste, si el caso de Andrés Colmenares, el joven muerto en extrañas circunstancias en un Halloween, ya no producía tanto impacto entre la gente.
Con solo leerlo, el titular resultaba irónico porque no hay que ser muy suspicaz para darse cuenta de que este caso se convirtió en el anzuelo de varios medios masivos, que encontraron en la historia del fallecido y sus tres principales sospechosos una excelente oportunidad para traer tráfico a su página web.
No queremos decir con esto que el interés de los medios por informar no sea real. Lo interesante de esto es pensar también cómo se informa a las personas, en este caso, a los usuarios de Internet. ¿Es la indignación de un día también una consecuencia de la velocidad con que se procesan las noticias?
¿Cuánto le cuesta a un medio masivo que un periodista se tome 3 o 4 días para redactar un artículo? ¿Por qué el diario El Espectador, entre otros, ha optado por crear entradas en su página web con titular en el home y de contenido sólo agregan un video, sin ningún tipo de contextualización o análisis?
Como periodistas, debemos saber que esa indignación también tiene mucho que ver con la forma como se produce la información.
El hecho mismo de que las páginas web de los principales medios de comunicación de este país estén llenas de artículos de 3 o 4 párrafos sobre crímenes muestra también por qué las personas están anestesiadas.
Y más aún, cuando mezclados entre esa avalancha de noticias sobre hechos abominables, injustos y problemáticos de nuestra sociedad, aparecen pequeños recuadros anunciando videos sobre los tigres que mataron en un zoológico en Europa o lo gracioso que es ver a una abuela bailando salsa en Hong Kong entre otros hechos “curiosos”.
Nos preguntamos entonces, si es posible y creíble pensar que “los colombianos” podemos recordar todos los crímenes que han sucedido a diario desde que tenemos uso de razón, más los que hicieron historia, porque, como decía una telenovela para justificar su existencia “quien no conoce su historia está condenado a repetirla” (obviando acá el hecho de que mucha gente sabe historia y eso no le sirve para no repetir lo que otros han hecho en el pasado).
¿Con qué fin debemos recordar todos los crímenes que suceden a diario, los nombres de los asesinos y ladrones, la forma como se dieron los hechos, los casos que nunca se resolvieron? Y esta pregunta no apunta a esperar indiferencia ante el dolor y la desgracia ajena.
Pretende, por el contrario, preguntarse si los medios promueven en sus consumidores una actitud reflexiva y hasta contestataria con lo que ellos producen a diario y si los lectores, por su parte, recuerdan estos hechos solo por recordarlos o como una manera de asumir una actitud crítica frente a nuestra realidad y los conflictos sociales que vemos a diario.
Si promueven, por ejemplo, que las personas busquen las razones de fondo, las sociales, económicas y culturales por las cuales suceden estos episodios de violencia y de odio. Seguir constreñidos por la inmediatez es uno de los principales problemas de la llamada “anestesia” social. Y no lo decimos solo por muchos de los lectores. También por los medios.
No en vano se han creado en diferentes partes del mundo movimientos que apuntan a lo lento, a tomarse un tiempo para entender. Y hay casos de medios independientes en Colombia, como La Silla Vacía, que le apuntan a esta actitud. A la necesidad de contrastar, de demorarse un poco más si es necesario, si así se puede ofrecer una investigación más profunda, ofreciendo diferentes perspectivas y fuentes sobre el tema tratado, en textos que pueden llegar a los 20 o 30 párrafos.
Hoy, 9 de abril, precisamente se conmemora el “Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Victimas”. Esa, contraria a la “anestesia” que critica el Juan Manuel Laverde, es una indignación de más larga duración. Y existen muchas organizaciones y entidades trabajando por este reconocimiento, por nombrar esta violencia y porque se haga justicia y reparación. Y sin embargo, no se hace mención a esto en el artículo que critica el silencio de “los colombianos”.
Pues bien, he aquí un ejemplo de lo contrario y sería interesante tenerlo en cuenta también.
Es, en todo caso, un problema de fondo. De la “anestesia de los colombianos”, pero no solo ante lo que sucede a diario, sino también ante la forma como los medios masivos de comunicación producen la información. Ante la falta de actitud crítica y ante la pasividad que les permite a muchos tragar entero todo lo que se publica (lo que lleva a que muchas personas compartan sin darse cuenta, noticias que son abiertamente falsas de medios que lo hacen a propósito).
Es también un problema de fondo porque no tiene una única respuesta, aunque sí abre la posibilidad de analizar y discutir sus variables y causas.
Es muy posible, también, que esta indignación de Juan David Laverde tenga que pasar. El medio para el cual trabaja requerirá pasar la página, mantener el tráfico de su página web y solicitará que se escriban otras columnas y otras noticias. Y de pronto muchas personas no se acordarán tampoco de esa indignación por la avalancha de información que tendrán que procesar a diario.