It’s a LGBTIQ Match es una nueva historia de los podcasts #AlOiidoConSentiido. En esta ocasión hablamos de las aplicaciones de citas con varias voces LGBTIQ. ¿Cómo les ha ido en estos espacios?
Bogotá, sábado 9 de julio de 2022, 9:00 p.m. Menú de la noche: pizza y vino con amigas. Tres horas y quince minutos después, a las 12 y 15 de la madrugada, recibí la siguiente frase: “Me quiero separar”. Mi entonces pareja, con quien tenía una relación estable, cuidada, tranquila, me estaba terminando…
Ese baldado de agua fría fue el cierre, no solo de una noche de risas, sino de una relación de 20 años. Sí, 20 años. Nada particular había pasado, al menos para mí. “Tengo búsquedas personales”, me dijo.
20 días después yo ya estaba viviendo sola, navegando entre el shock, la negación, la tristeza… Muy, muy lejos de la aceptación. Era un dolor tan profundo el que sentía que no entendía cómo había tanta gente viva en el mundo. ¿Es que tanta gente sobrevivió a una tusa? ¿Cómo hicieron? Me preguntaba una y otra vez.
En medio del duelo, instalé Bumble y Tinder en mi celular, dos de las aplicaciones de citas más conocidas en Colombia. Tenía 45 años. No sé si hice esto en un intento fallido por reemplazar rápidamente lo que había perdido. Lo que sí sé es que esa fue mi entrada triunfal al “mercado del usado virtual”.
Soy María Mercedes Acosta, cofundadora de Sentiido, think tank especializado en género, diversidad y cambio social. En 2022 me separé y entré, por primera vez, al mundo de las dating apps. Esto es “It’s a LGBTIQ Match”, una nueva historia de los podcasts #AlOiidoConSentiido. (Ver: “Busco hombre acuerpado y cero plumas”).
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Yo soy parte de esa generación de los 90 que durante años conoció gente en bares, fiestas minitecas o que alguien le presentaba. Mejor dicho, nunca pensé que, en algún momento de la vida, uno dejaría de conocer gente en vivo y en directo.
Aunque también pensaba que a partir de cierta etapa ni sería necesario porque antes de los 30 años uno ya estaría con el amor de su vida, con quien viviría hasta que la muerte los separe. (Ver: La media naranja y otras trampas del “amor verdadero”).
Sí, sí. Crecí viendo muchas películas tipo Julia Roberts y Hugh Grant, donde el amor de la vida, que, supuestamente solo es uno, puede encontrarse saliendo de una librería, de una panadería, de un supermercado, cuando un acto de torpeza a uno se le caen las cosas recién compradas en la puerta del almacén y, mientras uno se agacha a recogerlas, se encuentra de frente, ojo con ojo, con quien dejó todo tirado por lanzarse desde lo lejos a ayudar a recogerlas. La escena siguiente es un matrimonio. (Ver: Un mundo más allá del “¡enloquécelo en la cama en 5 pasos!”).
El tema es que nunca contemplé conocer gente en esa especie de catálogos de Yanbal, que son las aplicaciones de citas, pero no de productos cosméticos, sino de hombres o de mujeres o de personas no binarias. (Ver: Ni hombre ni mujer: persona no binaria).
Tinder, Bumble, Inner Circle, hppn o Grindr, entre otras aplicaciones, me parecían más propias de gente desparchada, solitaria, rara, incapaz de “levantar” en carne y hueso. Mejor dicho, llenas de eso que socialmente es lo opuesto a “buenos partidos”.
Pero separada, con 45 años, absolutamente descontextualizada del mundo del coqueteo y del levante, prácticamente en kínder en materia de citas, después de 20 años de monogamia y, ahora sí, con la certeza de que hay un momento de la vida en que ya no es tan fácil conocer gente de manera presencial, llegué al mundo de las aplicaciones de citas.
Y hoy sé que, contrario a los prejuicios que tenía, son una opción muy común y efectiva para conocer gente. Para la muestra, la historia de Lila Forero, diseñadora gráfica y una apasionada de la actuación, la ilustración y la escritura. (Ver: Chao prejuicios).
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Cuando regresé a Colombia, quería encontrar una pareja y obviamente mi círculo de amigos ya, digamos, por la edad que yo tengo ya en este momento, o sea, ya cuando uno tiene más de 40 años o creo que incluso cuando uno ya tiene más de 35 más o menos, yo creo que es difícil porque ya uno no tiene como ese montón de espacios que tiene cuando uno está en la universidad, cuando va a las fiestas de los amigos y entonces llega el primo de no sé quién y trae a tales y ya es muy difícil.
Y sobre todo, también yo trabajaba en la casa. Yo no tenía compañeros, no tenía que ir a ninguna oficina. Entonces se me se me cerraba por todos lados conocer gente.
La mayoría de mis amigos ya estaban casados con hijos, entonces ya no es, ya no era como una opción salir de rumba para ir a conocer gente, ya no. Entonces yo dije, bueno, voy a probar por las aplicaciones, aunque me daba miedo y me parecía que, o sea, miedo en el sentido que, me parecía, o sea, como exponerme, ¿no? O sea, estar ahí expuesto y decir abiertamente estoy sola y estoy buscando. Pero bueno, al final me atreví y lo hice. (Ver: No. La culpa no es de las redes).
Después de un par de años en Tinder, de abrir y de cerrar la aplicación en al menos tres oportunidades, una tarde, cuando su actual novio ya estaba en el aeropuerto El Dorado en Bogotá, rumbo a España, su país natal, Lila y él hicieron match y empezaron una conversación que desde entonces no ha parado. Hace dos años viven juntos en Barcelona.
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También, esas aplicaciones pueden ser una ayuda increíble cuando se es una persona tímida, como lo cuentan Andrés Camilo Gómez, fotógrafo y productor, y Paola Zuluaga, realizadora audiovisual.
Yo me considero y he tenido, pues, durante toda mi vida unos problemas fuertes con la ansiedad social. Y me ha costado mucho sentirme cómodo y romper barreras de timidez para hablarle a cualquier persona, en cualquier contexto. Pude hablar un poco desde un lugar que no me exigía una interacción total, directa, sabiendo que me costaba tanto como me costaba.
Cuando alguien me gusta soy muy torpe. O sea, es como… Y además me suda el bigote, me sudan las cejas, me suda la nariz y es como ese primer contacto con alguien que me impacta, ¿no? A mí me cuesta un montón.
O sea, soy… En ese sentido, soy retímida, me da como resto de ansiedad. Entonces, siento que el contacto escrito, como te permite reflexionar lo que vas a decir, ¿no?, como lo que vas a escribir, pensarlo, repensarlo, borrar…
A esto se suma que estas aplicaciones son una muy buena opción para las personas LGBTIQ, porque muchas veces de manera presencial no es tan fácil saber a quiénes les gustan las personas del mismo género o si la persona está con alguien, está casada, no sé. (Ver: ¿Cómo salir del clóset?).
Y también son muy útiles cuando, por ejemplo, todavía se está en el clóset. Y aunque estas aplicaciones son una alternativa cada vez más utilizada para conocer gente, muchas personas siguen creyendo en el “algoritmo de la vida real”, como lo relata Matilda González, Mati, abogada y activista trans. (Ver: Por qué #MeGustanTrans).
Se reducen las posibilidades de accidentes del amor en la vida real, o sea, como que ya no es como que tú vas a comprar un pan y se te caen los 100 pesos y entonces al otro, sin culpa, también se le cayó el pan. Entonces se miraron a los ojos o no sé como…
O también como los nervios de hablarle a alguien en una fiesta o de que te hablen. Es como, se vuelve, como un apéndice, como una… Sí, como un pedazo de nosotros el celular y como que nos quita esa posibilidad de socializar de otras formas porque ¿para qué? O sea, ¿para qué me voy a arriesgar a cualquier cosa? Sí, pues la aplicación ya me quita lo que sea…O sea, si me van a rechazar que me rechazan por la aplicación.
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A los argumentos “procasualidades de la vida real” de Mati, se suman Sergio Camacho, periodista que trabaja en la ONG Women’s Link; Li Cuéllar, profesional en estudios literarios con una maestría y un doctorado en historia, quien dirige Sentiido, y Yela Quim, rapera, activista, lesbofeminista, artista gorda y ciberfeminista. (Ver: Feminismos innovadores).
Esas aplicaciones yo siento que a mí me volvieron súper tímido porque hacen muy fácil conocer a otra persona. Es, simplemente, saludas y ya estás charlando con alguien, pero no está, o sea, esa persona no te está viendo, está viendo unas fotos tuyas. Bueno, creo que ya se pueden mandar audios, pero antes simplemente era texto.
Entonces, es una forma muy diferente de conocer a una persona. Y yo siento que, después, ya cuando salía a fiestas, por ejemplo, me costaba mucho, digamos entre comillas, caerle a alguien que me gustara, como que me volvía súper tímido. Entonces, yo decía: “ay, pero si está Grindr, para qué me voy a complicar y para qué voy a pasar pena con alguien”, si ya abro Grindr y me va a salir un menú enorme de tipos que están ahí.
Yo creo que uno tiene que diversificar su portafolio. Entonces, están las aplicaciones, que es una forma fácil de conocer personas, pero también hay otras formas en las que nos conocíamos antes de las aplicaciones.
Entonces, acepten si les invita, un amigo, a una fiesta con personas que de pronto no conocen y traten de entablar estas conversaciones que tal vez hemos perdido un poco con estas aplicaciones, ¿no?, como esa forma de conocerse como lo hacíamos antes de las aplicaciones.
En últimas, cuando uno está en una fiesta y de pronto conoce a alguien, uno no piensa en todas esas cosas, como que te presentan y uno dice interesante esta persona y empiezas a hablar y ya. Uno no es como: “voy a ponerme en posición de patinadora para que se dé cuenta que patino”, pues, uno no hace eso, ¿no?
Entonces, creo que también es interesante pensar en cómo uno, por eso digo que uno trabaja tanto en la creación de esa ficción de lo que uno quiere mostrar de uno mismo, a diferencia de lo que pasa en carne y hueso.
Y es que uno se ríe y alguien le llama la risa, a alguien le llama la atención la risa de uno o alguien dice algo chistoso y uno dice: “ay, tiene buen sentido del humor”. Eso es para mí lo más radical entre conocer gente en persona y en aplicaciones. Y es como: “nunca voy a ver cómo te ríes”. Y para mí es importante la risa, por ejemplo, y es difícil verlo en una aplicación.
Chatear te permite la posibilidad de repensar lo que envías, que no te permite el en vivo, ¿no?, que es más improvisado, que es más en la inmediatez y que también muestra solo lo que quieres mostrar, que en cambio, cuando ya te ves en vivo como que sale más quién eres, sale más orgánicamente todo.
Si hay algo que me molesta mucho son las personas que traten mal a quienes están en lugares de servicio ¿no? Eso es algo como que yo digo “uff”, que me hace pensar qué clase de persona es esta que puede tratar así o maltratar a personas trabajadoras, ¿no? Entonces eso. Y eso no lo puedes detectar por medio de la aplicación.
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Pero siguiendo con el mundo de quienes decidimos apostarles a estas aplicaciones, una cosa que rápidamente descubrí fue que cualquier búsqueda en la que uno estuviera, sea sexo, pareja o la que sea, suele estar permeada por muchos “no” que uno da y que uno recibe. Mejor dicho, en este mundo impera la “ley del descarte”: yo te descarto, tú me descartas. Y así una y otra vez.
Sobre todo al principio tuve unos golpes fuertes para mi autoestima, porque no sé, esto, por ejemplo, de que te pidan más fotos y tú mandas fotos y de pronto te bloquean y chao. Pero también tengo que confesar que yo hacía lo mismo también, o sea, como que es de parte y parte, o gente que te hablaba y la foto yo decía: “no, no me gusta”, entonces ¿para qué voy a seguir una conversación?
Y el tipo me preguntó que cuánto medía. Bueno, al tipo le gustaban sin duda las altas. Yo le dije no, yo le dije que medía 1.56 y no me volvió a contestar. Cuando uno hace swipe, a cuántas personas uno les dice “sí”, o sea, de cada cuántas uno dice “sí”.
Es muy poco, ¿no? O sea, uno se la pasa haciendo: “no”, “no”, “no”, “no”, “no”, a tal punto que uno de pronto dice: “ay, esa persona se veía chévere y le dije que no porque ya iba como en una línea de: “no”, “no”, “no”, “no”, “no”.
Entonces, es como… Yo me acuerdo que una vez estaba de viaje y yo iba en un bus y una persona delante mío, un tipo, estaba mirando Bumble o Tinder, una de esas y yo decía, yo en esa época no usaba la aplicación, y yo decía uishh qué superficial, como haciendo, como hace “no”, “no”, “no”, “no”, “no”, “no”. Y yo decía: “uishh yo leería todos los perfiles”. Y ahora digo: “no, yo no leo todos los perfiles”.
O sea, esas aplicaciones despiertan los sesgos más profundos que uno tiene, que uno está convencido de que uno los ha derrumbado, que uno ha luchado contra eso y apenas uno ve…
Hay fotos que uno dice, uno en el fondo sabe por qué está descartando a la persona y probablemente es por un tema de clase, o sea, solamente lo mismo que poner los kilómetros de distancia, pues tú entre más kilómetros pongas, pues la persona va a estar más alejada del barrio en el que tú vives.
Y eso es un tema de clase, también, porque tú dices no, pues quién sabe en qué barrio va a vivir si llego a hacer match con una persona que está a 20 kilómetros mío, ¿no?
Y por principio, digamos, esas aplicaciones pues te llevan a eso, a discriminar. O sea, el solo hecho de decir “si”, “no”, “a la izquierda” o “a la derecha” o tal, pues ahí ya estás como eligiendo y discriminando de alguna manera por algo que tú tienes en tu cabeza, o porque me generan atracción las personas delgadas o porque me generan atracción las personas con cierto nivel académico, por ejemplo.
A veces me rayo conmigo misma y por eso también a veces termino desinstalando la aplicación porque yo digo: “pero cómo así”, o sea, esto es, qué es, como un catálogo y entonces “me gustas”, “no me gustas” y te descarto y no me doy la oportunidad tampoco como de conocerte por cosas que son muy tuyas, ¿no?
Y claro, cuando lo descartan a uno, que suelen ser muchas veces, tantas como uno descarta, duele, y uno quiere rápidamente volverse indiferente a ese “no” o a ese rechazo a lo poco que la gente ve de uno en esas aplicaciones.
Pero con el tiempo uno va aprendiendo que tan solo son dinámicas de estas apps. Es como una curva de aprendizaje en esas aplicaciones, como que empieza con mini-traumas y después ya como que uno va cogiendo cuero.
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De hecho, no es raro que mucha gente prefiera utilizar los espacios destinados para describirse o para decir uno quién es, escribiendo todo lo que uno rechaza, incluso con frases despectivas, tal como lo explican Camilo José Monsalvo, artista plástico, quien hace styling para fotografía y televisión, Sergio y Dani Verastegui, profesional en psicología con una maestría y un doctorado en psicología.
Porque a la gente la discriminan porque es feo, porque es gordo, porque es calvo, porque es cachetón, porque el pipi es torcido, porque es peludo, porque no es peludo, sí, porque no es el cuerpo del gimnasio, porque es flaco, porque tiene barriga, sí, y la gente se esconde un poco detrás de la pantalla, del teléfono o del computador, de lo que sea… Es como su protección para poder decir todas esas cosas como sin… (Ver: ¡Somos gais y nos vemos como gais!).
Cuando tuve perfiles, nunca tuve como estas etiquetas de “no”, “no”, “no”, “no afeminados”, “no pasivos”, no… Nunca lo tuve porque sí me parece que es muy fuerte y que es muy agresivo y que, de verdad, discrimina un montón. Sí, pues para la gente ya eso es normal, siento yo. La gente lo normalizó y no lo ve como una manera de discriminar. (Ver: A mí sí se me nota).
Por ejemplo, me parecía horrible cuando ponían “no venecos” y usar la palabra “veneco”. Esa palabra “veneco” se convirtió en una forma peyorativa de referirse a los migrantes.
Y yo lo que decía: “bueno, ¿y qué pasa donde una persona venezolana esté buscando aquí lo que sea y vea ese mensaje de ‘no venecos’ cómo se va a sentir? Es horrible”. Entonces, también hay racismo, hay mucho racismo, hay gente que pone “no negros” y lo ponen así. (Ver: Ser lesbiana y afro en Colombia).
La gordofobia también aparece muy de frente, no, muchas veces. Y discriminaciones etarias también. Y hay gente que, como Mati, en todo caso, prefiere el rechazo en aplicaciones que de frente. Como que hay tanto miedo al rechazo y las aplicaciones te reducen, o sea, como te pueden rechazar mil veces en aplicaciones, pero es diferente un rechazo en una aplicación que, pues, que de frente, no sé, que la humilla en persona…
Ahora, como el catálogo de caras y de cuerpos es infinito, muchas veces uno dice: “¿para qué me engancho con alguien, así esté buscando una relación estable, si en cualquier momento puedo encontrar algo mejor?”. Claro, entendiendo “algo mejor” como lo socialmente más apetecido: ciertos cuerpos, ciertas caras, ciertas ocupaciones y ciertos estatus socioeconómicos…
Esta es, de hecho, una de las realidades que más sentí cuando entré a estas aplicaciones. Muchas veces les damos “sí” a lo socialmente más valorado, a lo que socialmente nos han hecho creer “es lo mejor”.
Sí, te confieso que es como entrar a un restaurante y tienes un menú casi que infinito. Entonces, como que tú dices: “ay, pero si salgo con este, ¿qué tal que me está esperando algo mejor?”. Porque mira toda esta oferta de hombres que tienes solo para ti. Entonces me costaba a veces escoger, como que alguien me decía “tomémonos un café”, y yo “no, pero pues ya me voy a comprometer con este”.
No sé, tenía una visión un poco rara de que ya iba a salir con esta persona e íbamos a terminar como siendo novios o algo así. No sé por qué tenía como esa fantasía, pero al mismo tiempo pensaba: “¿qué tal que haya alguien mejor?”.
Yo creo que uno ahí piensa todo el tiempo que va a encontrar a alguien mejor, que va a encontrar a alguien más guapo, que va a encontrar a alguien que le despierte más morbo, que va a encontrar otro tipo de conexiones todo el tiempo.
Lo que creo es que alimenta una prevención en la medida en que la gente ya no pone interés en las conversaciones. La gente no está dispuesta a dar el mínimo de atención a una interacción con alguien porque ya está prevenida de saber que lo pueden dejar hablando solo en cualquier momento o que uno mismo, en medio de las charlas que va generando, se va a ir porque otra persona le llamó más la atención.
Hay gente que le ha pasado tanto eso que alguien le empieza a hablar y empiezan a hablar y de repente a uno de los dos le habló otro que le gustó más. Entonces, esta conversación ya pasa a un segundo nivel y así vas bajando y vas bajando hasta un punto en el que te ignoran.
Nunca va a llegar el ideal, nunca va a estar el ideal, tal cual, y siempre va a haber un “pero” y siempre va a haber como esa opción de poder descartar y ver el siguiente, descartar y ver el siguiente… Es como la dinámica de “siempre voy a poder buscar algo mejor”.
Yo no tuve tanto esa sensación de: “voy a encontrar algo mejor”, sino que mi pregunta más bien era “¿con quién me siento mejor yo?”, tal como lo explica Miguel Rueda, psicólogo con un doctorado en psicología y fundador y director de Pink Consultores. (Ver: Miguel Rueda y su apuesta por el amor).
El punto es saber dónde estoy, qué quiero y con quién estoy y qué quiero compartir con esa persona. Ahora, el gran número de gente que uno encuentra en una aplicación de citas, no significa, necesariamente, más oportunidades para uno o más opciones de pareja o de lo que sea que uno esté buscando porque como lo hablábamos antes: o rápidamente uno descarta o rápidamente a uno lo descartan por la razón que sea. Esto opina al respecto Ana María Torres, psicóloga, psicoterapeuta y consteladora familiar.
Todas esas opciones te dan esa ilusión de que, de verdad, todas son opciones de pareja, porque si lo vas a ver en el mundo tampoco te vas a encontrar, por más que te vayas a vivir a un barrio en donde todo el mundo es soltero. Pues no, eso no quiere decir que tú te encuentras, por más que salgas cada día con una persona diferente, que ahí esté tu pareja. No, tú pareja es realmente la que corresponde energéticamente contigo.
Es algo que tú, por más que hagas una lista, la lista finalmente no te sirve para nada. Tú conoces a esa persona y hay algo que tú sientes y mucho de lo que tenías allí escrito no lo tiene esa persona. Sin embargo, tú sientes que es ahí, que esa es la persona con la que quieres seguir compartiendo, que tú quieres seguir viendo, con quien te sientes de una determinada manera. Y eso no tiene que ver con qué cantidad de personas tengas.
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Lo cierto es que las advertencias de “no gordos” o “no venecos”, entre muchas otras, son tan frecuentes en estas aplicaciones que muchas veces afectan la autoestima y la sensación de suficiencia. Cuando mis likes no daban los resultados esperados, dudaba de mí, de mi físico, de si estaría muy vieja para andar en estas, de si me quedaría sin pareja el resto de mi vida.
Pero casi siempre, cuando estaba en medio de esas emociones o medio en crisis, aparecía lo que creía era la luz al final del túnel: Un nuevo “It’s a match” que, en últimas, lo que hacía era volver a empezar el círculo que, por lo general, volvía a terminar en esos auto cuestionamientos. Es decir, el tema a resolver era mucho más de fondo que de forma y que trabajé en terapia. Pero ahí fue cuando lo descubrí.
Ahora, estar en las aplicaciones de citas me confirmó una idea que a veces me rondaba por la cabeza. Y es que uno muchas veces suele inclinarse por personas que a simple vista, ya sea por su físico, por su estilo, por lo que escribe, percibe, quizás, de manera inconsciente que se parecen a uno.
Mejor dicho, siento que el sesgo de afinidad, al menos en mí, hizo de las suyas en estas aplicaciones y, a veces, como buen sesgo, no con los mejores resultados.
Yo, por ejemplo, descartaba de plano a la gente que no pone fotos suyas sino frases de superación o fotos de paisajes, o soplando las velas del ponqué de cumpleaños, las piscineras con gafas oscuras, las de invierno donde sólo se ven las pupilas, las que se ve el plato del almuerzo de fondo sobre la cama…
A Camila, una abogada, la descarté por otros motivos. Cuando hicimos match, en cuestión de segundos me advirtió que llevaba ocho años en Tinder y que desde entonces no había podido concretar nada con nadie y que mejor se iba a describir de una vez conmigo.
Su breve y contundente relato fue: “odio los centros comerciales, me parecen unos nidos de sanguijuelas. Detesto conocer a la gente tomándonos un café, odio salir de noche y todo lo que sea fiesta. No me gusta que nadie entre a mi apartamento oliendo a calle, etcétera, etcétera, etcétera”.
Gracias por tu positiva descripción. Fue un placer conocerte, fueron mis palabras, mientras cerraba el match. En general, les daba “sí” a los perfiles donde notaba esfuerzo por armarlos bien, con fotos recientes, bien escritos, con sentido del humor…
Esto es, por ejemplo, lo que a Andrés Camilo y a Yela les hace decir “sí” en estas aplicaciones. ¿Qué me hace decir que sí? Un buen chiste, que alguien tenga escrito un buen chiste me atrae, me parece de entrada como atractivo. Me hace decir que sí la información. La información es poder. Si una persona tiene sus redes, tiene cada cosita que te puede preguntar esa aplicación, respuesta, me atrae, me genera interés. Me genera interés qué no haya afán.
Me gusta gente que pone de manera, también muy chistosa, como sus límites o cosas como: “si no crees en la justicia social, aquí no es”. O cosas así como: “si eres de los que dices ‘el pobre es pobre porque quiere’ dale next”. O sea, cosas así como “no uribistas”.
Esas son cosas que me encantan y cosas muy chistosas. Una vez vi a una chica en Bumble que decía como: “busco pareja que tenga lavadora para poder lavar la ropa mía y de mis hijos”. Sí.
Si tuviera que hacer un balance de lo que significó para mí mi primera vez en las aplicaciones de citas, podría decir que fue una prueba de paciencia y de resistencia. Uno entra pensando que, en cuestión de minutos, segundos, incluso, va a encontrar lo que sea que uno busca: un par de deslizadas a la izquierda para descartar a alguien o a la derecha para elegir y listo.
Pero no, no suele ser así. Cada quien está ahí con una búsqueda particular que, muchas veces, no tiene nada que ver con la de uno. Algunas personas buscan una pareja estable, otras un sugar daddy o una sugar mami y otras buscan sexo que, con el tiempo, puede transformarse en algo más.
Pues no sé, a veces como quiero es ya. O sea qué tinto ni qué mierda. Como que las mejores relaciones que he tenido han sido porque he estado como “culisuelta” como estoy ahora. Y ahí es que conozco a alguien, pero como por azar, no sé…
Pero yo creo que detrás de “estoy buscando solo sexo”, está como el ideal de “ojalá me encuentre el marido que esté soñado”. Y tal como lo explican Juan Manuel Fonseca, biólogo, quien trabaja como traductor y Lila… Yo creo que bueno, hay que primero definir expectativas, ¿no? Si tu expectativa es buscar sexo, seguramente lo vas a encontrar fácil. Eso sí te lo garantizo, porque sea la persona, quien sea, el tipo de cuerpo que sea, siempre vas a encontrar a alguien que que quiera tener sexo. Probablemente tengo que buscar un poco más, pero sexo siempre vas a encontrar. Eso estoy segurísimo.
Si tu expectativa es encontrar, como dice Sergio, el príncipe azul, yo creo que sí, entonces, hay que bajar un poco más la cosa, porque pues sí es un poco más difícil. Hay que estar abierto y dispuesto a que, a que puedes, a que hay que besar muchos sapos hasta encontrar el príncipe.
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Por todo esto, uno de mis grandes aprendizajes en estas aplicaciones -y una recomendación que daría antes de entrar ahí- es tener claro uno qué busca en Bumble o en Tinder, para qué las descarga, para qué arma un perfil y dejarlo explícito, no sólo por honestidad o por transparencia, sino para tenerlo uno claro y evitar hacer y hacerse daño. Así lo ve Lina Tatiana Domínguez, psicóloga, coach ontológica certificada en duelo y en grupos de apoyo.
Cuando yo soy claro y honesto con lo que quiero y estoy buscando, lo cual está en todo su derecho, pues está bien, porque es como la puerta, digamos, clara de ‘yo elijo si esto que esta persona me ofrece lo quiero o no lo quiero en mi vida’.
El problema no es ese, el problema es cuando tú no cuentas esa historia, cuando han pasado varios contactos y al final es que viene, vienen a empezar a aparecer cosas que nunca contó o muchas personas disfrazan su historia.
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Yo sabía que en estas aplicaciones eran frecuentes entre hombres gay las advertencias de “cero locas”, “no afeminados”, “solo masculinos”. Y me encontré que en las mujeres también estaban y eran del corte: “cero marimachas” o “solo femeninas”. Frases que siempre me han llamado la atención porque, simplemente, pues uno da like a lo que le gusta y ya sin poner qué no le gusta. (Ver: “Busco hombre acuerpado y cero plumas”).
Si a una persona no le gustan las personas o las mujeres masculinas pues no les de like, pero no tiene que anunciarlo. Para mí esas son advertencias que reafirman esa caduca creencia de que “entre menos se note, mejor”. Yo antes me sentía bien cuando alguien me decían “ay, ¿eres lesbiana? ¡pero no se te nota! Sí. Y después de unos años para acá es como “pero ¿y qué si se me nota?”. Al contrario, que se me note.
Todo bien que seas gay, pero si te pareces al hombre hegemónico que es masculino, pues no pasa nada. Pero yendo un poco más allá, yo también supongo que hay mucha inseguridad, ¿no? Y también como… Y poca libertad, porque eso lo que hace es como meterte en un cuadro que no te deja salirte de “tienes que ser macho”, “tienes que comportarte de esta manera”.
Nos han metido mucho en la cabeza que hay una única forma de ser hombre, ¿no? Entonces, pues a mí hasta me da pesar de estos hombres que tienen esa visión de un hombre muy masculino, muy macho, el no parecer gay ¿no?
Entonces, “el pasar por” como que te vean en la calle y digan “no, pues este man es súper masculino pero es gay, pero es súper masculino”, ¿no? Entonces, sí me parece que hay poca libertad ahí, ¿no? Y creo que, eh, digamos que deberíamos darnos la oportunidad de explorar otras formas de ser hombre también.
Y esas advertencias tienen además un tufillo displicente, como de cierta superioridad, y que reflejan lo arraigados que están los roles de género o esa idea de que “todas las mujeres deben ser femeninas, delicadas, de pelo largo” y “todos los hombres fuertes, masculinos, de pelo corto”, desconociendo las múltiples formas de ser hombre y de ser mujer y todo lo que se encuentra en el espectro del género.
Yo sí creo que hay una idealización del hombre activo. Ojalá alto, ojalá musculoso, ojalá con una sonrisa perfecta, ojalá con mundo, del hombre gay, sí, creo que hay una idealización de esa… Creo que está súper bien lo que quieras hacer, pero entre más te parezcas a este tipo, a este estereotipo de hombre gay, pues mejor. Tienes más puertas abiertas, tienes más acogida en los mercados laborales, en los mercados de redes.
En la cultura gay la gente quiere ser siempre bonita y tener el buen cuerpo y estar bien vestido y tener carro y viajar y comer en restaurantes fancies. Y creo que las redes sociales, además de la aplicación de citas, pues han potenciado eso mucho más. Sí, como tener una vida para mostrar.
Lo hablo específicamente desde la experiencia de los hombres gay ¿no? Porque creo que con mujeres lesbianas es un poco diferente, pero con hombres gay, el cuerpazo, el tipo de gimnasio, el que está bronceadito, el que tiene los pelos perfectos, el que tiene la cara divina, ese tipo de cosas que como, modelo porno, sí.
Y pues existimos seres humanos comunes y corrientes. Y muchas veces esa búsqueda por el físico perfecto jode a la gente enormemente porque no lo tengo, no lo quiero tener, muchas veces, pero si no lo tengo y no accedo a eso…
Ahorita estoy viendo el caso de un hombre de 34 años que detesta ir al gimnasio y tiene un cuerpazo y me dice: “yo sufro cada vez que voy al gimnasio, pero si yo no tengo este cuerpo no voy a poder acceder al tipo de hombre que yo quiero”, que es igual a él.
Yo aprovecho y te cuento una anécdota: tengo un amigo que no le tiene miedo a explorar su expresión de género, ¿no? Entonces se pinta las uñas y tiene prendas que podrían ser catalogadas como femeninas ¿no? y me dice que cuando se afeita y cuando se muestra, digamos con una persona un poco más queer, nadie le habla. O sea que es súper difícil. O sea que el saluda y nadie le habla y cuando ya se deja crecer la barba, entonces se ve mucho más masculino, ha notado la diferencia porque ahí sí le hablan un montón.
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Y no dejan de llamar la atención este tipo de advertencias de “solo masculinos” o “solo femeninas” entre las mismas personas LGBTIQ porque finalmente es una población que ya sabe cómo es la discriminación, que ya conoce de primera mano qué es sentirse desvalorizado por ser quien uno es para ahora repetirlo con pares.
Por esto, como lo explica Miguel Rueda, para que esto no afecte la autoestima, es clave no tomarse como personal nada de lo que pasa en estas apps. Entender que es alguien detrás de una pantalla y que eso no está hablando de ti como persona, sino de la persona que te lo está diciendo. La percepción que esa persona tiene de mí es la percepción que esa persona tiene de mí. Eso no me define a mí como persona.
Lo mejor, incluso, sería sumarse a la premisa de Dani: yo no quiero ser parte de un colectivo, de un de un movimiento, que esté así callado o que quiera ser, no reconocer sus diferencias y no vivirlas y aplaudirlas y estar orgullosos de esas diferencias. Yo quiero pertenecer a un movimiento que hable, que diga, que sea resistente y precisamente frente a ese tipo de sociedad y de sistema.
O como lo propone Li, la pregunta de fondo más bien es: ¿acaso cómo es la gente con la que nos hemos relacionado toda la vida: amigos, parejas, top models o qué? Pues son también personas como las que están en esas aplicaciones, pero uno está como buscando como un estándar súper alto, ¿no?, como de va a aparecer una persona que escriba perfecto, que viva a un metro de mi casa, que además físicamente tenga las características que yo busco, que además, ¿no?, todo. Sí. Y esa persona no sé cuántas veces, así, con esas ideas, ha aparecido…
Ahora, los estereotipos de género también son evidentes en datos, como que Grindr, una aplicación dirigida principalmente a hombres gais u hombres que tienen sexo con hombres, es muy exitosa, mientras que las aplicaciones dirigidas exclusivamente a mujeres que buscan mujeres, no lo son.
Mejor dicho, no funcionan tanto, así como los bares y los espacios que son contemplados para mujeres que les gustan las mujeres. Todo esto, por supuesto, pues tiene que ver con temas de crianza, de educación, no con diferencias biológicas ni nada por el estilo. Sergio, Miguel, Paola y Maryi Rincón, psicóloga clínica con una maestría en sexología y un doctorado en Ciencias Humanas y Sociales, nos comparten sus posiciones al respecto.
A los hombres nos han criado en un mundo en que nos dicen que está bien tener sexo con un montón de parejas. No importa si eres heterosexual o gay. Y tal vez nos permiten un poco más esa libertad que si la tiene una mujer, tal vez está mal visto porque es como “este es el machote que tiene sexo con un montón y está buenísimo”.
Y si una mujer tiene eso incluso con otras mujeres, pues no sé, me imagino que también tendrán pues como señaladas, no como de la chica que es fácil, o la puta o la perra, o como todos esos estereotipos que les ponen a las mujeres. Porque estoy absolutamente seguro que si la mujer tuviera acceso al erotismo de la manera como los hombres tenemos acceso al erotismo, estaríamos literalmente en igualdad de condiciones. Sí.
O sea, como que es una construcción cultural que además nos hemos creído todas y todos, ¿no? Que es que los hombres son más sexuales que las mujeres, por decir algo. Yo no me pongo una cita y digo: “oye, quiero sexo o vienes a mi casa, vienes a mi casa a las cinco depilada, yo qué sé ¿no?”, pero en las mujeres sí cuesta.
Se requiere un repertorio un poquito más, un preámbulo más, conocer un poquito más, porque necesitamos tener un poquito más de seguridad con quién vamos a tener sexo y necesitamos, porque si hay un tema más romántico, por lo menos sentirnos un poco más cómodas.
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Les voy a contar de mi primer match. Fue a los cuatro o cinco días de estar en Tinder. Me entusiasmó tanto, tanto el letrero de “It’s a match” que le tomé un pantallazo y se lo mandé a una amiga con la foto del personaje en cuestión. “Mi primer match”, le dije.
Yo creo que mi entusiasmo se debía a que, hasta ese momento, yo pensaba que todos los match iban a prosperar en algo, no sabía en qué, pero en algo.
Sin embargo, empecé a entender mejor la dinámica de estas aplicaciones después de que la conversación con Ángela, como se llamaba el personaje en cuestión, fuera la siguiente: “hola”, me escribió ella. Antes de que yo le respondiera ya me había escrito: “soy heterosexual, acabo de salir de una relación larga y tormentosa y quiero experimentar”.
Rápidamente le respondí: “hola, muchas gracias por tu mensaje, pero yo tengo claro quién soy y no me interesa que nadie experimente conmigo”. En conclusión, ese match, como muchos otros que vendrían, no prosperaría ni dos minutos.
Con excepción de unos pocos casos, el patrón de mis match sería muy parecido: mujeres que se identifican como “heterosexuales” buscando mujeres en aplicaciones de citas y no precisamente amiguis para tomar el té. Así que una de las preguntas que me surgió fue: “¿qué hacen tantas mujeres heterosexuales entre comillas, buscando mujeres?”.
Digamos que no es extraño que las mujeres tengan fantasías homosexuales, pero de un tiempo para acá hay un predominio de la valoración de las experiencias, cosa que antes no pasaba. Hoy por hoy se valora que tú experimentes. Tú oyes a las personas diciendo: “he estado explorando”, “lo quiero vivir”, no solamente en el terreno de la sexualidad, sino en diferentes ámbitos de la vida. Estoy explorando y eso se valora mucho.
Entonces las personas pues están empezando, se están permitiendo con menor represión, experimentar el deseo sexual hacia personas de su mismo sexo y se permiten reconocer pues que les gustaría saber eso cómo es y cómo será que te aborde, que te toque, que te acaricie una persona pues que sabe cómo te gusta porque lo siente igual como lo sentirías tú o como tú lo sientes.
Entonces esto está llevando a que haya un deseo, un acercamiento a querer tener ese tipo de experiencia aunque para empezar la persona no, no se identifique como homosexual.
En consulta ha visto varias mujeres heterosexuales que después de una ruptura con un hombre quieren explorar con mujeres pero sin necesariamente salir del clóset, como bisexuales, pansexuales o lesbianas.
Mejor dicho, quieren explorar cerquita a la orilla LGBTIQ pero manteniendo las distancias. Siguen identificándose como heterosexuales, porque igual para compartir la vida con una pareja sienten que les hace falta una persona del sexo opuesto.
Me acuerdo que, con la primera persona que me vi en carne y hueso, Silvia, hablamos varios días, semanas, incluso, primero por el chat de Bumble, después por WhatsApp y fue hasta muy, muy avanzada la conversación que un día por teléfono me dijo: tengo que contarte un pequeño detalle, pequeñísimo, quizás algo sin importancia, pero bueno, mejor decirlo, ¿no? Soy heterosexual y nunca he tenido nada con mujeres, pero a mis 46 años quiero explorar.
Y por supuesto, lo que empieza mal, termina mal. Un día, como a los tres meses de estar saliendo, simplemente, sin ninguna explicación, dejó de responder. Ghosting se llama eso e irresponsabilidad afectiva también.
Además de las mujeres heterosexuales, entre comillas, buscando mujeres, otra cosa frecuente en estas aplicaciones son las parejas heterosexuales buscando otra persona para hacer tríos.
Yo fui invitada por más de una que respondí con un “paso”. Que normalmente esa tercera persona que buscan es otra mujer. Entonces yo digo “ey, aquí está la típica visión machista de las dos mujeres teniendo sexo con un hombre”. O sea, qué pereza, qué cosa tan horrible.
Eso sí me parece una pesadilla. O sea, me genera hasta rabia, me raya muchísimo una mujer que aparece sola en el perfil que una ve como esta imagen que genera atracción o empatía o lo que sea, y cuando ya te habla te dice: “ay, es que mi novio y yo no sé qué” y es como güey, no me interesa en lo más mínimo. Gracias.
Y lo de personas “presuntamente heterosexuales”, como dirían algunos periodistas buscando gente LGBTIQ, también incluye hombres, por supuesto, muchas veces casados y con hijos.
Las primeras semanas que tuve aplicaciones de citas, lo primero que me hizo sentir muy bien y muy impresionado era ver que hubiese tantos hombres, porque creo que es una aplicación principalmente usada por hombres cis. Lo que yo veía era como “wow, hay muchos hombres gay”.
Y después, no, después entendí que no eran hombres gay. Eran hombres buscando tener sexo con otros hombres. Y esas son dos cosas muy distintas.
Hay muchos hombres con vidas públicas heterosexuales, con vidas públicas que responden a patrones hegemónicos y patriarcales buscando experimentar con hombres. A mí me ha pasado que me he visto con gente, o sea, hemos llegado al punto de vernos y me dicen que no besan, que son de esos hombres que tienen sexo entre machos, entonces que besarse no es necesario. Que los machos no se besan. Entonces, que a lo que vinimos vamos.
Y no solo a Andrés Camilo le ha pasado, Sergio también tiene historias para contar. A mí alguna vez me habló un señor heterosexual que debo decir que me llevaba como 15 años o más tal vez y empezamos a hablar y hablamos como todos los días, de a poquito, porque pues porque Grindr es o estas aplicaciones es así como que tú entras y hablas un poquito, te desconectas o te dejan de responder unos días.
Y sí, empezamos a hablar y me acuerdo que después ya me contó que tenía esposa y que tenía hijos, me daba también, tengo que confesar, que me daba un poco de pesar con él también porque yo decía tal vez este hombre está ahí atrapado, quién sabe cuántos años en un matrimonio y haciéndose pasar pues por una vida heterosexual, entre comillas, perfecta. Y resulta que no es feliz, ¿no? Y que está buscando o tener sexo o tener relaciones con hombres y ya era una persona de más de no sé, yo creo que 55, 60 años ¿no?
Entonces, lo raro -o lo que no me cuadra del todo- es pensar que algunas personas “supuestamente heterosexuales” vean a las personas LGBTIQ como conejillos de indias o como ratones de laboratorio para explorar, ¿no?
Creo que hay gente que sí quiere, como simplemente como usar. Sí, es como: “ay, quiero tener una experiencia loca antes de casarme o lo que sea. Antes de conocer marido”. Y sí, creo que sí hay un, hay personas que son utilitaristas con las personas LGBTIQ, o sea, sí las usan y después bueno, ya, chao.
Si eso queda claro desde el principio, pues bueno, no tiene nada de malo, pero yo creo que muchas personas no son transparentes con eso. O sea, yo creo que si desde el principio es como “mira, yo quiero tener una experiencia no heterosexual contigo o con quien sea, una y nada más”, ok, pero yo creo que la gente, todos estamos llenos de inseguridades y angustias, y también mucha gente no es capaz de ser transparente y no lo dice. Y ahí es donde entra eso del utilitarismo, creo yo.
El privilegio heterosexual te permite, incluso, hasta ser, tener un lugar de visibilidad y de deseo dentro del mundo LGBT, donde, además, crees que lo mereces y crees que te puedes meter ahí, posicionar y finalmente, hacer tu laboratorio, ¿no? Hacer tu laboratorio, tu exploración.
Ven a las lesbianas o a las personas LGBT como un fetiche para ser tan open mind para, simplemente, la cosificación sexual y no como alguien que vas a respetar, que vas a cuidar, con quien vas a ser responsablemente, vas a tener responsabilidad afectiva.
Sí, como que alguien que finalmente en la medida de la interacción tienes la posibilidad de que haga parte de las personas que respetas y cuidas en tu entorno, en tu vida, sino que se vuelve es como si fuésemos su parque de diversiones exploratorio gratuito. Vivir la experiencia, vivir la experiencia lesbiana, vivir la experiencia bisexual.
No, “yo soy heterosexual, pero yo he vivido la experiencia, yo he probado”, o sea, como para poder decir justamente esto en sus círculos, como que entras finalmente a interactuar con la comunidad LGBT, no para respetarle, cuidarla ni honrarla, sino para instrumentalizarla y poder hacer tu token de ser progre y de ser súper open mind. Una cosa así súper fea. Y se queda como solo en eso, como finalmente como en la curiosidad de una noche de experimentación y de pasión.
Aunque también hay finales menos utilitaristas porque algunas de esas personas heterosexuales, en medio de esa experimentación, terminan reconociéndose como homosexuales o bisexuales.
La bisexualidad es algo mucho más aceptado en las generaciones más jóvenes y que las personas, las mujeres, no se cuestionan tanto eso. O sea, puede que se lo cuestionen, pero no, no es tanto como en nuestra generación de la bisexualidad es una etapa, eso no existe, estás confundida. Creo que ahora las personas también se dan más esa libertad. (Ver: La bisexualidad existe y no es una etapa).
Creo que eso es un permiso que me parece chévere que la gente se esté dando. Me pasó también algunas veces con chicos que finalmente después de eso sí salieron como del clóset y asumieron como que eran, que no eran heterosexuales o que eran bisexuales.
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Un tema clave al momento de optar por estas apps es saber que hay que pasar por muchas conversaciones virtuales que avanzan a las patadas o que simplemente se estancan para que solamente algunas se concreten en conversaciones fluidas en carne y hueso.
Esta ha sido al respecto la experiencia de Silvestre Barragán, una persona trans, artista, que ha estado en los movimientos transfeministas y trabaja sobre violencia psiquiátrica. También ha sido la experiencia de Mati, Lila y Camilo. (Ver: Transfeminismos latinoamericanos: sororidad, resistencia y cambio social).
Sí, o sea, es muy, pues también es que es muy difícil mantener una conversación con alguien que uno no conoce y de manera virtual, o sea, como “hola”, “hola” y ahí muere. Sí, o sea, como…
No, me abruma como no sé, como la conversación eterna y “qué más”, “bien”, o sea la otra semana: “gracias, ¿y tú?” O sea, no sé cómo…Obviamente por el camino tú encuentras mucha gente que escribe, una noche escribe: “hola, ¿cómo estás?”. Y uno: “ay, hola, bien, no sé qué, qué haces, no sé qué”. No contestan más. Y al día siguiente: “hola”. O sea que ni siquiera, no entiendo esas búsquedas a dónde van, porque ni siquiera creo que sean para sexo. Porque yo creo que aunque sea ten constancia para eso.
Es demasiado tiempo conectado. Uno saludando, respondiendo, preguntando, además respondiendo porque todo el mundo pregunta. La gente antes de preguntar el nombre, preguntan es el tamaño, el rol, si es activo o pasivo, si es afeminado, si es sí… Entonces, es como llenando un cuestionario.
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Mi segunda cita fue, como por variar en mi caso, con una mujer heterosexual con ganas de experimentar. A esto se sumaba que Marcela, como se llama, se tomó muy a pecho su trabajo en recursos humanos y prácticamente me hizo una entrevista laboral.
Claro, no llegamos a hablar de “aspiración salarial” porque el desinterés fue rápidamente tan evidente que no sé si como mecanismo de defensa de mi cuerpo o lo que sea, no le escuchaba nada.
Estábamos a centímetros de distancia y aún así me resultaba incomprensible el 95% de lo que me decía. Una vez nos despedimos no hubo necesidad de decir nada más, pero algo que sí recuerdo de esa cita fue que las fotos que ella subió a Bumble no coincidían con su momento actual, algo que parece ser muy usual en estas aplicaciones.
Me ha pasado que te encuentres con personas cuyas fotos con las que arma su perfil no corresponden a su físico actual, que no coincida o que sea de otros momentos de su vida.
Lo más común, que sea fotos de cuando estaba más joven, que sean fotos de cuando él considera o elle considera que su cuerpo estuvo en su mejor momento. Hay muchas fotos viejas ahí, muchas fotos antiguas de gente que tenía pelo y ya no lo tiene. Gente que estaba si, o sea, gente que ya se ve que no es… Evidentemente esta foto, las fotos que pone, son de hace, no sé, ocho años.
A veces, incluso, hay gente que pone fotos que parecen ser suyas pero no lo son. Me acuerdo que nos encontramos por el Andino. Yo estaba trabajando, cualquier cosa, y nos vimos en un momento y le dije: “usted no es el de la foto”. A él no le importó y yo sí, a mí sí me importó. Pero luego, en la misma aplicación conocí al de la foto y me acuerdo que le conté y le dije: “oiga, yo salí con alguien que usaba su foto”.
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Bueno, pero una cosa es que las fotos sean de años atrás, que no coincidan con cómo está la persona actualmente, eso no es tan grave, pero otra muy distinta es jugarse la vida en estas aplicaciones, como muchas veces les sucede a las personas LGBTIQ.
Vivimos en un país en el que siguen matando personas trans, homosexuales, con orientaciones sexuales diversas y la forma en la que las encuentran o las persiguen es en este tipo de aplicaciones.
Entonces, bajo mi método o bajo las formas en las que yo lo hago es que desconfío un poco de una persona con mucho afán, con mucho afán y, así suene chistoso, con mucho interés. Una persona con mucho afán y mucho interés, a mí me hace desconfiar.
Según la Organización Caribe afirmativo, en 2022 se registraron al menos 5.501 hechos de violencia hacia las personas LGBTIQ, la mayoría asociados con prejuicios, miedos y desconocimiento sobre la diversidad sexual y de género.
Fueron hombres gais y mujeres lesbianas quienes recibieron el mayor número de violencias y a esto se suma que entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2022 fueron asesinadas al menos 145 personas LGBTIQ en el país. Es decir, aproximadamente cada dos días y medio fue asesinada una y son las personas trans y los hombres gais las principales víctimas.
Esta ha sido la experiencia de Mati, una mujer trans, en las aplicaciones de citas. En parte, la razón por la cual si soy trans, entro a una aplicación, es para reducir el nivel de violencia, de exposición, o sea, como me reduce toda la etapa en una discoteca si sabe que soy trans, no sabe que soy… Pues no sé como, como toda esa ansiedad.
O sea, si como últimamente me ha dado por hacer tríos, pues había hecho, pero como no sé, como que ya me había visto con uno, entonces me siento más segura con el que ya conocía, pues porque no me mató, no hubo transfeminicidio, entonces me veo con ese mismo y entonces lo tanteo y entonces ya me siento más segura, como si vamos a hacer trío o algo así, pues porque, pues sí, no sé, ya.
Una vez llegó un man y, como por hacerse el papi, me dijo que él, además, vendía armas. Yo ah bueno, pues no sé como… Ya, bueno, sí, comámonos, chao, bye. Pero no, no contento con contarme que tenía armas, sacó un arma y me la mostró. Yo “me voy a morir. No, me voy a morir”.
Yo, bueno, hice de todo. Yo dije que ya venía mi novio. Bueno, en fin, lo saqué. Pues qué susto. O sea, igual, no sé cómo explicarlo, como que también siento que estamos en un contexto en Colombia tan violento que él como que él no fue, él no sé, él me estaba mostrando como un perro, no sé, como un caballo.
Y no solo la inseguridad es uno de los contras de estas aplicaciones, también está la adicción que pueden despertar. Nos podemos volver adictos a ellas, porque por medio de esas aplicaciones podemos tener mucha retroalimentación o autoafirmación por medio de si me dieron like o si hice match o si me fortalece.
Ciertas personas lo hablan de compulsión, de obsesión, de estar permanentemente conectadas a las redes porque les generan cierto tipo de refuerzos o cierto tipo de validación en su vida. Pero si se usan sin ansiedad ni compulsión, también hay buenas experiencias, ilusiones, risas y conversaciones entretenidas.
Aunque he tenido historias maravillosas, o sea, como pues allá en España, como una cita fue acompañar una ocupa con un bebé, o sea, acompañar como el cuidado de una ocupa y besarnos bajo la lluvia. Sí, o sea, es como…Yo ahí he conocido gente muy valiosa, muy valiosa, y he tenido un par de conversaciones que no sé si haya, si podría tener en la presencialidad.
A mí nunca me ha pasado que alguien me hable en la calle para coquetearme. A mí nunca me ha pasado que alguien se acerque en un bar a coquetearme. Pero hay gente que me ha coqueteado como nadie ahí.
La primera relación lésbica que tuve salió de ahí. Ahora que me acuerdo, duró muy pocos meses, muy poco tiempo, pero me permitió conocer a alguien, conocer a un parche que además, curiosamente a través de ella conocí a un grupo de personas que hasta el día de hoy son mis amigos de toda la vida. (Ver: ¿Dónde están las lesbianas?).
Es muy lindo eso. Pero a veces te encuentras allí a personas que han sido, no sé, amores platónicos y de repente es como: “ay, hola, ¿cómo estás?”, ¿no? Es divertido.
Me gusta ver gente gorda, ver gente distinta, ver gente trans. Me gusta hacer amistad, hacer vinculaciones tal, tal y hablar con otras personas que están como con otras corporalidades, con otras propuestas más allá.
Y de toda esta experiencia, algo que sí me ha quedado claro son las reglas clave al momento de usar estas aplicaciones. Primero, evaluar qué tan cómodo se siente uno ahí.
Cuidarse de qué tanto le está haciendo bien y qué tanto ¿no? Sí, si lo que de pronto le está produciendo el estar en esa aplicación es sufrimiento, ansiedad, angustia, una gran incertidumbre porque le escribieron o no, o una gran adicción a estar mucho tiempo en esas aplicaciones, pues hay cosas que pensar, ¿no?, que resolver o que atender desde otro lugar.
Segundo, saber que uno no le va a gustar a todo el mundo, que eso no pasa ni en la vida real ni en las aplicaciones de citas y no pasa nada. Hay características físicas tuyas o lo que tengas puesto en tu perfil, o los filtros de búsqueda que apliques en esas aplicaciones que hacen que para alguien ahí seas indeseable. Y hay que estar ok con eso.
Siempre, siempre, así estemos en carne y hueso, se puede decir “no”.
Tercero, estar abiertos a conocer gente, pero sin grandes expectativas ni dependencias. O sea, el tema es conocer personas. Estoy, me metí en estas aplicaciones porque quiero conocer gente nueva.
Quiero conocer y pensemos que es como cuando tú estás haciendo selección de personal, tú necesitas a alguien y quieres, estás viendo, hay varios candidatos, pero no son candidatos para tu vida, si no son candidatos para conversar y vas a escucharlos, vas a conocer cómo reaccionan, que si son buenos conversadores, si te sientes cómodo, o sea, el tema es conocerlos. Si me siento bien, sí, ahí de pronto me gusta, bien.
Si me gusta, puede llegar a tener sexo, si no, pues no pasa nada, puedo tener un amigo o me cayó gordo pero vamos a darle la oportunidad de volver a salir y decir: “bueno, de pronto esta segunda vez lo vi diferente o la vi diferente”.
En la primera cita hay un súper discurso, obviamente utilizamos nuestros mejores atuendos, vamos mejor dicho, nos vamos preparadas para la guerra, pero pues yo creo que entre más las cosas sean genuinas y muy naturales pues las cosas funcionan. Pero si yo voy muy presionado y voy pensando en: “yo tengo que agradar a alguien”, pues no va a funcionar.
Entonces el tema de agradar, ahí también vemos unos rasgos. Yo como psicóloga veo esos rasgos de por qué quiero agradar, por qué no me quiero agradar yo misma y por qué quiero agradar a los demás. Ahí vemos unos rasgos también a nivel clínico de, por unas unas pequeñas actitudes, también de dependencia, ¿no?
Cuarto, saber que siempre, siempre, así estemos en carne y hueso, se puede decir “no”. Yo unos años atrás no decía nada, por ejemplo, y terminaba en encuentros sexuales en los que me sentía extraño porque no sabía cómo decir que no, porque ya había ido hasta la casa de esa persona, porque ya estábamos ahí, porque nos habíamos escrito un montón de cosas.
Hoy en día para mí es más sencillo decirle a alguien que no estoy interesado, así esté ahí. Así estemos en una cita o así nos hayamos visto en su apartamento para follar. Yo me siento más cómodo diciéndole que siempre es un buen momento para retirar el consentimiento, que siempre es un buen momento para decir que no.
Quinto, intentar conocer bien a la persona con la que uno está hablando y de la que siente que cada vez se va interesando más. Una cosa es lo que yo pueda escribir, pero el momento de verdad también será la parte de encontrarse, sí. Hay una parte que no nos lo dicen y a mí me encanta escribir y todo fue perfecto hasta que lo conocí o la conocí y no pasó química, no hubo feeling, no hubo.
Esa parte también es importante, como que no tomar ninguna decisión hasta que esa parte también no se evalúe, no se haga, sí. Y tómense el tiempo para realmente conocer a esa persona en profundidad, ¿sí?
Por temas de seguridad, por temas de que realmente sea coherente su historia con la realidad, de lo que sí es la persona. Pero cuando hayan cosas que empiecen a hacer como inconsistentes, no cuadra una cosa que dice con otra, son signos de alerta.
Sexto, tener prevista la seguridad y la logística. Es importante hablar abiertamente de que uno está ahí en esa aplicación, hablar abiertamente y sin pena con su círculo cercano para que se sumen al cuidado de uno.
Y por favor, cuando vayan a tener un encuentro, no importa sea la cita o el café, o sexo casual, u orgías o lo que sea, eso ya hace parte de la libertad de cada persona, díganle así sea a un par de amigos: “oiga, me voy a ver con este personaje. Esta es la foto y me voy a ver en tal lugar o va a venir a mi casa”, por temas de seguridad. No les dé pena con sus amigos.
Siempre tener un: “mire, voy a este lado con este man tales o con esta nena. Vamos a encontrarnos”. Y establecer como un código, un poco de seguridad. Lo recomendable es no ir de una a la casa de la otra persona, ni invitar a la casa a la otra persona. Eso no es, pues, infalible, pero por lo menos encontrarse en un sitio público antes. Y siga un poquito su instinto, si la cosa le está diciendo que no, pues no.
Séptimo, disfrutar. Si uno no está disfrutando, es mejor salirse. Que sea un proceso más de disfrute que de estrés, sí, que si estamos trabajando, no sé, en ampliar el círculo, el objetivo que queramos, que estemos gozando en el proceso, no que sea un tema de sufrimiento, de estrés, de incertidumbre, de angustia, de miedos permanentes o de tristeza. Sí.
Si tú no estás disfrutando con eso, abandónalo y cierra todas las opciones en este momento, porque eso no se hizo para sufrir. Si ya no se sienten cómodos, si se sienten inseguros, pues para qué estar ahí o si algún día algo les molesta mucho, pues sálganse, no pasa nada o déjenlas por temporadas. Yo también hacía eso.
A veces entraba mucho, por temporadas me aburría y dejaba de entrar como tres o cuatro meses porque me aburrían, porque eso pasa también mucho, porque es tan rápido y hay tanta gente pues que a veces uno se cansa y ya, no, entonces uno tiene que hacer con lo que uno se sienta tranquilo y seguro también.
Yo creo que hay que entrar es a divertirse y como ver, a charlar, ver qué se va dando, sin mucho desespero, sin mucho como expectativa. Ir tranqui, más bien dejarse sorprender si algo más profundo puede surgir. Igual también está súper chévere la posibilidad de hacer amistades, de hacer otros tipos de vinculaciones que no necesariamente sean erotizadas.
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Si uno no está disfrutando las aplicaciones de citas, es mejor salirse.
Las aplicaciones de citas son un invento interesante para salirse del círculo de las personas de siempre y para abrirse a posibilidades que uno jamás contempló.
En últimas, no he encontrado un amor de la vida en una aplicación de citas. Como muchas veces pasa, las abrí y también la cerré y no sé si las volveré a abrir, pero también sé que muchas personas sí han encontrado ahí a un amor de su vida.
Qué hizo que la historia de Lina y Juan sea una historia de éxito de Tinder. La calma. Ahí te digo con total tranquilidad la paciencia. Pero siempre fue una relación muy calmada, muy pausada, sin presiones, sin afanes, sin expectativas de que si no me escribió, entonces ya me angustié. No.
Era, fueron dos meses que pasaron donde un chat después llegaba al otro. No estaba pegada todo el tiempo a la aplicación, sino que las cosas se fueron dando. Sí. Entonces, no hubo como una dependencia o ese estrés que genera si no me escribió y si no me llamó o algo así. Y ya después pasar como al plano de conocer.
La de Sergio y Juan Manuel también es otra historia con final feliz. Creo que los dos pues nos dimos la oportunidad de empezar a tener una relación porque dijimos aquí creo que hay algo bonito, entonces aprovechémoslo. Entonces fue como bonito volver a pues, a tener a alguien que te gusta y en el que puedes tener una relación bonita, una relación sana, una relación en la que te diviertes.
Como lo demuestran la historia de Lina y Juan y la de Sergio y Juan Manuel, las aplicaciones de citas son un invento interesante para salirse del círculo de las personas de siempre y para abrirse a posibilidades que uno jamás contempló.
Claro, esto con sus particularidades. O sea, el tipo apenas hicimos el match, yo me acuerdo que me hablaba y todo el tiempo me preguntaba y que si usas tacones y que si te gustan los zapatos altos y que cuando nos veamos, que si vas a llevar unos unos hermosos zapatitos altos y me ponía el emoji de los tacones todo el tiempo y que si tú y yo le decía “no, o sea, aquí realmente, o sea, se usan los zapatos altos, pero para una fiesta o no sé, de pronto un cargo de una secretaria o eso, yo no, a mí no, o sea, yo lo máximo que uso son como texanas o eso, pero yo no”.
Y me acuerdo que aún así, igual a mí ya eso como que yo “uff”, aún así llegué a la cita. El tipo era mirándome así, o sea, todo el tiempo como mirando debajo de la mesa y mirando a ver cómo eran los zapatos que tenía puestos. Y yo dije: “no, este es un fetichista, clarísimamente”. Y él vio las botas y no, no lo erotizaron y dijo “esta no es”. Y yo, evidentemente, tampoco para mí era esta persona.
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Y no necesariamente lo que hemos conocido o lo que creemos que es lo único que nos gusta, es lo único que en realidad nos puede gustar. Estos tipos de aplicaciones te permiten ampliar tu rango, conocer a otras personas que no son las que comúnmente conoces.
Entonces, esa posibilidad de como ampliar tu rango de ver las cosas, te permite llegar a personas diferentes que también te nutre, o sea, tener esas experiencias creo que es, ha sido muy valioso, sí, y nutre, nos nutre porque nos ayudan a ver otros lugares que no hemos visto. Es para mí muy enriquecedor.
Sí, es una manera de tener más posibilidades de conocer gente que puede ser muy chévere para uno y que uno nunca se ha imaginado porque uno tiene muchos estereotipos de tiene que ser así, tiene que verse así, tiene que vivir a ocho metros de mi casa, tiene que ta ta ta. Y creo que uno también decir “bueno, voy a abrirme más”, pues abre más posibilidades.
Lo que sí sé es que en este universo de las dating apps he aprendido mucho de la humanidad y, sobre todo, de mí misma. Aprendí a decir “sí” cuando realmente lo sentía y especialmente a decir “no” cuando las banderas rojas así lo demostraban.
También experimenté muchas emociones. Por momentos dije: ¿yo qué estoy haciendo aquí? ¿Cómo terminé en esto? A veces me divertí. De vez en cuando me resultó entretenido ver el catálogo humano, tuve conversaciones que me hicieron sonreír, así no hayan pasado de ahí.
Otros match me frustraron cuando quería seguir avanzando y la cosa no pasó de una corta conversación. Me sentí mal cuando me ghostearon, aburrida cuando la persona en carne y hueso no coincidía con las fotos y feliz cuando conocía gente chévere.
Pero lo más importante es que aprendí a disfrutar de la vida estando sin pareja. Esa parte del camino no me la podía saltar si quería seguir avanzando en esto que se llama vida. Cuando eso se aprende, se aprende además a elegir en libertad y no por necesidad.
Después de ver cientos de caras aparece la tuya. Te estudio un poco, mientras exploro las otras fotos de tu perfil y finalmente pongo like. Pasa el tiempo, no me ves o, si me ves, quizás no soy lo que estás buscando.
El sistema me informa que soy demasiado exigente con la contundencia de la frase: “no hay nadie nuevo cerca de ti”. Matches, mensajes y citas sin sentido. Decido salir del cabaret virtual. Me despido de la emoción in vitro y cierro mi perfil.
La segunda es la vencida. Regreso al mundo de la app, luego de deambular entre un universo de fotos de todo tipo, paisajes, sonrisas y ojos, de nuevo me encuentro con los tuyos. Vuelvo a pensar lo mismo: me encanta. ¿Se llamará así o se estará cambiando el nombre? Sigo mirando la pantalla. Me gusta tu sonrisa. Esta vez no lo dudo y vuelvo a poner like.
Esta historia forma parte de los podcasts #AlOiidoConSentido. “It’s a LGBTIQ Match” fue una historia producida por mí María Mercedes Acosta. Rodrigo Rodríguez de Loro Podcast acompañó todo este proceso y estuvo a cargo de la edición. Gracias a las personas LGBTIQ por existir, por resistir. Gracias a las voces y testimonios que hicieron posible esta historia. (Ver: Esto no es terapia).
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“Lo más importante es que aprendí a disfrutar de la vida estando sin pareja”.
La música que escucharon en este episodio es “Tango de la noche”, de Wayne Jones; “Mourning Dove”, de Zachariah Hickman; “Lens”, de Bobby Richards; “Minor Lament for Solo Bass”, de John Patitucci; “Chiapas Marimba”, de Jimena Contreras; “Spooked”, de The Mini Vandals; “The coal mine”, de Twin Musicom; “Valerie Plain”, de Rondo Brothers; y “Mario Bava sleeps in a later lather than he expected to”, de Chris Zabriskie. Los efectos de sonido son de YouTube Audio Library y Freesound, y todo es usado bajo licencia Creative Commons.
Gracias a Fes Comunicaciones, Fescol, por hacer posible este podcast.
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