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educación sexual

La educación sexual es un proceso, no una charla de un día

Colombia no necesita una ley más de educación sexual, sino aplicar las que ya existen. Papás, mamás y educadores deben saber que esta formación protege a sus hijos y estudiantes y que la sexualidad es una parte de la identidad.

Reducir “sexualidad” a “sexo” es una de las razones por las que algunos papás y mamás se oponen a una educación sexual de calidad. La psicóloga Elvia Vargas Trujillo explica en su libro Sexualidad… Mucho más que sexo que cuando una dimensión de la vida como la sexualidad se asocia solamente a lo que las personas hacen con sus genitales, se tiende a valorar de manera negativa.

Y las personas con una opinión negativa de la sexualidad tienen dificultades para hablar del tema y manejarlo apropiadamente”, señala Vargas Trujillo. Para ella, se trata de quienes tienden a negar que el proceso de la sexualidad se inicia desde el nacimiento y por eso les producen miedo y ansiedad las iniciativas de educación sexual. (Ver: 6 respuestas para los opositores a la educación sexual).

De ahí que algunos papás y mamás consideren la sexualidad como algo “privado” e inapropiado de enseñar. Pero la sexualidad, señala Vargas Trujillo, es parte de los seres humanos y se requiere conocimiento e información confiable para poder tomar decisiones acertadas al respecto. Así como se educa en otros aspectos de la vida, también se debe hacer sobre sexualidad.

La educación sexual no se limita a “relaciones sexuales”, “infecciones de transmisión sexual” o “embarazo”: aborda una parte de la identidad de los seres humanos.

Según esta doctora en psicología, en la interacción familiar se construyen las primeras concepciones acerca de la sexualidad relacionadas con el cuerpo, el contacto físico, los roles de género o las relaciones de pareja, aprendiendo desde muy temprano a diferenciar entre los comportamientos aceptados y rechazados en el ámbito familiar. (Ver: “La familia y la escuela, donde más se vulneran los derechos de niños y niñas”).

Aunque una parte importante de la educación sexual tiene lugar en la casa, en la escuela se complementa y amplía. “La educación sexual es el derecho a obtener información veraz y oportuna acerca de la dimensión sexual, fundamentada en evidencia científica, de acuerdo con la etapa y el proceso de desarrollo de cada quien, con el fin de contar con los conocimientos, las habilidades y las competencias que se requieren para tomar decisiones sexuales autónomas y para tener prácticas de cuidado de sí mismo y del otro”, explica el libro Sexualidad… Mucho más que sexo.

Para conocer más sobre qué contempla la educación sexual en Colombia y cómo pueden sumar esfuerzos las familias y las instituciones educativas para impartir una formación de calidad, Sentiido habló con Johanna Blanco, psicóloga con una maestría en educación y coordinadora del programa de educación integral de la sexualidad fuera de la escuela del Fondo de Población de las Naciones Unidas en Colombia.

Sentiido: ¿Cómo está contemplada la educación sexual en Colombia según la edad?

Johanna Blanco: Nosotros nos fundamentamos en un gran marco de acción: las orientaciones técnicas internacionales sobre educación en sexualidad, elaboradas por Unesco y cuatro agencias más de Naciones Unidas (2018). Estas orientaciones basadas en un estudio liderado por la Universidad de Oxford, que recoge más de 100 investigaciones y en el que participaron más de 200 personas expertas, determinan de acuerdo con el desarrollo cognitivo y emocional de cada edad, los contenidos que deben aprenderse.

“La educación sexual no es una clase, es un proceso a lo largo de la vida, dentro y fuera de la escuela”.

Estas orientaciones ofrecen un marco para trabajar la educación sexual por rangos de edad entendiendo qué herramientas y qué conocimientos se necesitan en cada etapa del desarrollo. Así, estipulan qué se debe abordar entre los 5 y 8 años, qué entre los 9 y 12 años, de los 12 a los 15, de los 15 a los 18 y de ahí en adelante, teniendo en cuenta que esta formación es un proceso, no una charla de un día.

S: Pero ¿qué estipula la legislación colombiana sobre educación sexual?

J.B.: Colombia tiene un gran marco legal: la Ley General de Educación (115 de 1994) que señala la importancia de impartir una educación integral que incluya la sexualidad. También está el Decreto 1860 que reglamenta esta ley y que estipula que la educación sexual no debe ser una cátedra aparte sino atravesar todo el currículo escolar.

“No basta con sacar una cartilla o una ley: hay que acompañar a profesores y familias en la implementación de la educación sexual”.

Otra ley es la 1620 de 2013, de convivencia escolar, que menciona la importancia de impartir una educación sexual integral. También hay una serie de sentencias de la Corte Constitucional que señalan que las instituciones educativas deben garantizar una educación sexual integral. Colombia tiene una normatividad importante, pero falta mucho en su implementación: no necesitamos una ley más, sino aplicar las que ya existen. (Ver: Ley 1620, un marco legal que protege a todos los estudiantes).

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S: ¿Cuáles son las ventajas de que niños y niñas reciban desde temprana edad una educación sexual de calidad?

J.B.: Desde temprana edad, niños y niñas necesitan información apropiada para entender sus cuerpos, las relaciones que los rodean, sus sentimientos y poder gestionar sus emociones.

“La educación sexual fortalece la autoestima, la confianza, la higiene, la empatía, la toma de decisiones, la resolución de conflictos y la gestión de las emociones”.

Hablar de educación sexual es saber responder de manera apropiada la pregunta: “¿cómo se hacen los bebés?” Nada de responderles con “la florecita” o “la cigüeña”, este es el momento para enseñarle a quien lo pregunta, y acorde con su edad, cómo se forma un bebé. Dependiendo de la etapa en la que esté, será posible explicarle algunos aspectos de manera más profunda, pero enviar el mensaje de que de esto no se habla, les hace pensar a niños y niñas que la sexualidad es algo oculto y les crea miedos que obstaculizan el aprendizaje.

La educación sexual también previene el abuso sexual porque les enseña a los menores qué secretos no guardar, teniendo en cuenta que muchos abusadores -que en más del 60 por ciento de los casos son cercanos al menor– les dicen a sus víctimas que no le cuenten a nadie porque “es un secreto entre ellos”.

S: ¿Qué decirles a los papás y mamás que creen que la educación sexual puede confundir la orientación sexual o la identidad de género de sus hijos?

J.B.: Ni la orientación sexual ni la identidad de género son características que puedan “inducirse”. No se aprende a ser heterosexual, gay o bisexual tal como sí se aprende a sumar o los nombres de los ríos de Colombia. La orientación sexual y la identidad de género son parte de la identidad de cada quien que simplemente se descubren. (Ver: Diversidad sexual y de género: lo que se dice vs. lo que es – I parte).

“Lograr que todas las personas tengan salud y bienestar es un propósito de la educación sexual”.

Cuando se habla de una educación sexual integral y de calidad, se hace referencia a una educación fundamentada en los derechos humanos, que enseña que existe la diversidad sexual y de género, sin emitir ningún juicio sobre las diferentes orientaciones sexuales o identidades de género. Lo que sí promueve es a valorar la diversidad que existe, sin señalar, sin excluir y sin violentar a nadie. (Ver: Diversidad sexual y de género: lo que se dice vs. lo que es – II parte).

S: ¿Qué decirles a los papás y mamás que creen que la educación sexual en los adolescentes los lleva a iniciar su vida sexual antes de tiempo?

J.B.: Todavía hay papás, mamás y educadores que creen que impartir una educación sexual de calidad es “alborotarles las ganas” a los adolescentes. Pero pasa todo lo contrario. Los estudiantes que reciben una educación sexual integral y de calidad, retrasan el inicio de las relaciones sexuales, reducen el número de parejas sexuales y tienen prácticas sexuales más seguras, es decir, usan preservativo y otros métodos anticonceptivos.

“La educación sexual establece las bases para aprender a tomar decisiones con autonomía, pensando en el bienestar propio y del otro”.

Esto es así porque la educación sexual aporta herramientas e información científica para que cada quien decida a conciencia cuándo y cómo empezar su vida sexual. Adicionalmente, esta formación fortalece la equidad de género, la confianza y la comunicación en las familias y mejora la autoestima y el manejo de las emociones, factores muy relacionados con el rendimiento escolar.

S: En ciertos contextos, hay adolescentes que quedan en embarazo porque creen que, si no son mamás rápido, pierden su valor como mujeres. ¿Qué hacer?

J.B.: La educación sexual contribuye a la prevención del embarazo porque transforma esos mandatos sociales de que, si una mujer no es mamá a los 16 años, no es una “mujer completa” o que el sentido de vida de una mujer es, obligatoriamente, ser mamá. También enseña a manejar la presión social para ser mamá o papá porque en zonas muy violentas, de pandillas y microtráfico, muchas veces las mamás saben que sus hijos no van a superar los 25 años, entonces son ellas mismas quienes presionan a sus hijos para que tengan hijos y ellos a su vez a sus parejas para que queden embarazadas pronto.

“Niños, niñas y adolescentes deben sentirse reconocidos, protegidos y apoyados”.

En el embarazo adolescente son determinantes las pautas de crianza, el acceso a servicios de salud, si se vive en el campo o en la ciudad y las creencias que existan sobre ser hombre y ser mujer. De ahí la importancia de trabajar en ampliar las oportunidades porque cuando la vida de un joven no tiene mayor proyección, muchas veces no encuentra otra opción que ser mamá o papá. También hay que transformar esas normas sociales que validan que un señor de 45 años se vaya con una niña de 13 que debería estar en la escuela. (Ver: “Desde que las niñas son rosadas y los niños azules, estamos jodidos”).

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S: Se habla de “educación sexual integral y de calidad”, pero ¿qué es integral y de calidad?

J.B.: Que sea integral es un criterio importante, pero hay nueve más para hablar de “una educación de calidad”. Esto es, debe ser científicamente precisa (todo lo que se enseñe está basado en evidencia), debe ser gradual, porque no es lo mismo lo que se le enseña a un niño de primaria que a un chico de bachillerato y debe tener un currículo escrito, objetivos de aprendizaje claros, secuencias, una propuesta pedagógica y estar basada en los derechos humanos. Se trata de una educación que fortalece la toma de decisiones orientada al propio bienestar y al de quienes le rodean.

“No es suficiente con dar un taller de un día para decir que una institución tiene un proyecto pedagógico en sexualidad”.

Cuando se habla de integral, se habla de profundidad, es decir, de una educación que abarca relaciones, anatomía, derechos y emociones. La sexualidad no es algo que yo hago, es algo que yo soy. Implica, por tanto, aprender sobre métodos anticonceptivos, embarazo e infecciones de transmisión sexual, pero también sobre amor, relaciones y los cambios propios de la pubertad. Esto sumado a abordar violencia de género, la importancia del consentimiento y herramientas para reconocer y reportar cualquier tipo de violencia.

S: ¿Qué decirles a directivas y profesores de instituciones educativas que esquivan la educación sexual con el argumento de la autonomía institucional o de que son confesionales?

J.B.: La educación, al menos la pública, debe ser laica. Este es un principio del Estado y de sus instituciones, incluyendo las educativas, lo que significa que la educación que imparten está fundamentada en la ciencia, en los valores democráticos y en los derechos humanos. Las instituciones educativas son autónomas, pero ningún proyecto educativo está por encima de la Constitución Política de Colombia y mucho menos de las normas y acuerdos internacionales que el país ha suscrito en materia educativa. La autonomía institucional se respeta y se valora, pero debe cumplir con las normas nacionales establecidas. (Ver: Rodrigo Uprimny: Dios sería el primero en defender el Estado laico).

S: ¿También está el miedo de algunos papás y mamás a reconocer que sus hijos son seres autónomos?

J.B.: Es importante que papás y mamás sepan que no van a tener a sus hijos pegados a ellos toda la vida, que van a salir al mundo a tomar sus propias decisiones. Por tanto, el gran reto es garantizarles que adquieran las mejores herramientas para que puedan tomar sus decisiones pensando en su bienestar, en el de los demás y en lo mejor para sus vidas. Sin embargo, reconocer la autonomía de los hijos es un tema que les cuesta a los papás y mamás a quienes nunca les enseñaron al respecto. 

S: ¿La ley de educación de Colombia contempla la formación de papás y mamás en sexualidad?

J.B.: La ley general de educación establece que las instituciones educativas deben tener escuelas de padres y madres y la Ley 2025 de 2020 así lo reitera, especificando que, entre los temas a abordar, está la educación sexual. Sin embargo, no todas las instituciones educativas tienen profesores, orientadores o psico-orientadores para liderar esta labor, de manera que muchas veces termina recayendo en un coordinador, profesor o funcionario que no tiene el tiempo, el conocimiento ni las herramientas para liderar estas escuelas. Y mientras papás y mamás no se formen en sexualidad, sus hijos seguirán resolviendo sus dudas con sus pares o consultando en Google páginas que no son científicas.

S: ¿Cómo enfrentar la oposición a una educación sexual que contemple la diversidad sexual y género con el argumento de que esto es imponer una “ideología de género”?

J.B.: Existen sectores religiosos con recursos económicos y un amplio lobby político que se oponen a la educación sexual. Es importante que papás y mamás sepan que las familias son un entorno para educar sobre sexualidad desde un enfoque saludable y positivo. Y la idea es que escuela y familias trabajen conjuntamente. Parte de lo que dice la Ley General de Educación y el Programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de ciudadanía es que la escuela debe convocar a los actores externos a la institución para que la educación sexual tenga en cuenta el respeto y la dignidad que muchas familias y la mayoría de religiones promueven. (Ver: El género existe y no es una ideología).

S: Para oponerse a la educación sexual, algunas personas dicen que es una “imposición estatal” o producto de “presiones internacionales”. ¿Qué decir al respecto?

J.B.: Los derechos humanos son universales y Colombia debe ajustarse a estos, así como a la normativa internacional con la que se ha comprometido. Pero lo más importante es que mamás, papás y profesores tengan claro que aquellas niñas, niños y adolescentes que no cuentan con una educación sexual integral, son más vulnerables a violencias y a tomar decisiones que no aportan a su proyecto de vida.

“Mientras más se aplace la educación sexual, más en riesgo están niños, niñas y adolescentes”.

S: El problema es cuando papás y mamás les enseñan a sus hijos que es pecado ser LGBT o iniciar su vida sexual antes del matrimonio…

J.B.: He conocido testimonios de papás y mamás que dicen preferir un hijo ladrón que “marica”. Por eso hay que acompañar a las familias. El tema no se resuelve diciéndoles: “¡ustedes tienen que hablar de sexualidad con sus hijos!”. Hay que escuchar qué piensan al respecto. Cuando uno empieza a trabajar en sus creencias, en su historia y en sus expectativas, se sanan asuntos que papás, mamás, tías, abuelos han callado por mucho tiempo y el chip empieza a cambiar. Pero esto no ocurre de la noche a la mañana, se requiere de un proceso reflexivo donde uno se mira al espejo y piensa por qué creo esto y empieza a seleccionar: “esto sí me aporta, esto no” y a descartarlo. (Ver: Mauricio Arévalo: Podemos aprender a vivir con la diferencia).

S: Algunos papás y mamás argumentan que son ellos quienes deben educar a sus hijos en sexualidad y no las instituciones educativas. Y que si a ellos les parece que la diversidad sexual es un pecado, deben enseñárselo a su hijo. ¿Qué hacer en estos casos?

J.B.: Papás y mamás pueden enseñarles a sus hijos lo que consideren, pero la Ley de Infancia y Adolescencia estipula que el Estado también es responsables en la formación de los menores. Entonces, el Estado a través de sus instituciones, debe apoyar y acompañar esa labor de las familias, teniendo en cuenta que niños, niñas, adolescentes no sólo se desarrollan en el contexto familiar sino también en el colegio.

S: Así unos papás les enseñen a sus hijos que la homosexualidad es pecado, ¿la institución educativa puede enseñar que la diversidad sexual y de género existe y merece respeto?

J.B.: A la escuela no sólo se va a aprender matemáticas sino, entre otros muchos temas, a educarse sobre diversidad sexual y de género. Si en las familias y en los colegios no se enseña al respecto, ellos van a hablar del tema con el amigo o la amiga, a buscar información por Internet o con alguien que no necesariamente tiene una intención pedagógica. Y esta formación no se puede dejar al azar sino en manos de quienes conozcan del tema.

S: ¿La educación sexual también debe contemplar los estereotipos de género para superar la idea de que hombres y mujeres deben comportarse distinto?

J.B.: En muchas de nuestras sociedades, una vez el médico le asigna el sexo al bebé, según sus genitales, los papás y los otros miembros de la familia intervienen para que el niño o la niña se identifique con lo que su cultura considera apropiado para uno u otro sexo en cuanto al color de la ropa y los juguetes, entre otros. La educación sexual con perspectiva de género revisa cómo esos mandatos de género han dejado en desventaja a las mujeres y han obligado a mujeres y a hombres a cumplir con ciertos roles con los que no necesariamente se identifican.

S: ¿Cuál es el papel de la educación sexual a la hora de disminuir el bullying por orientación sexual, identidad y expresión de género, uno de los más frecuentes?

J.B.: La educación sexual es determinante a la hora de trabajar la intimidación escolar por orientación sexual, identidad o expresión de género porque cuando en la casa y en la escuela se trabaja en superar los estereotipos de género y se aprende que ninguna orientación sexual o identidad de género hace a una persona más o menos que otra, es posible convivir sin señalar ni excluir. Asimismo, la educación sexual fortalece la empatía, una habilidad fundamental para la convivencia y para entender que cada quien no solo debe hacer respetar sus derechos sino promover los del otro. (Ver:Bullying escolar LGBT: más fuerte y dañino).


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