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La ideología del odio

Nadie reconocerá en sus actos odio homofóbico, transfobia o discriminación. Lo más desolador de la imposición de la heterosexualidad es lo interiorizada que está. La gente no sabe cuándo comenzó a odiar a las lesbianas, a los gais, a las travestis pero lo reproduce ciegamente.

Por: Nancy Prada Prada*

¿Por qué le va a pegar a mi perra? – grita Paula, con evidente disgusto, cuando una joven le arroja su bufanda y empuja con fuerza al animal. Aparece el padre de la joven. Le estampa a Paula un puño en la cara, “para que respete”, y le enseña un machete. No hay preguntas. No hay explicaciones. Sólo la ve desde atrás, sale a insultarla y la golpea.
¡Cálmese!– grita Paula, aterrada. – ¡Yo soy una mujer! – se ve obligada a decir, intentando aplacar la ira que empuña el arma. Entonces el hombre blande el machete y le estampa un golpe plano en el pecho, para machacarle los senos visibles.
¡Ah! ¡Entonces sí es una mujer! Qué asco. Ni se sabe lo que es – le grita.
Sigue insultándola mientras Paula se aleja, con la cara enrojecida, los senos doloridos y la impotencia ahogándole el pecho.

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Paula tiene expresiones de género masculinas, explora su propio tránsito. Es una persona fuerte y valiente. No de otra manera se puede hacer activismo público.

Paula tiene 23 años, es comunicadora social y periodista de la Universidad de Manizales y forma parte de ese nutrido grupo de jóvenes que le devuelven a una la esperanza cuando más maltrecha se la deja el mundo. La esperanza en que el orden de las cosas puede cambiar. Es activista por los derechos humanos desde muy joven, como parte del movimiento de disidencias sexuales y de género. Cofundadora de la Colectiva Subversión Marica, en Manizales, e integrante del Colectivo de Comunicaciones “La Píldora Roja”. Con la “Puta Batucada – Sorora Matancera” ha acompañado la movilización social de la ciudad y ha participado activamente en los espacios deliberativos que se proponen. Paula tiene expresiones de género masculinas, explora su propio tránsito. Es una persona fuerte y valiente. No de otra manera se puede hacer activismo público, desde el discurso y desde el cuerpo, por el respeto y la dignidad de quienes no encajamos en los estrechos límites de la heteronorma. Aquí y ahora, eso sigue siendo muy peligroso.

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En abril, durante la emergencia invernal de 2017, que produjo múltiples derrumbes y el desalojo del barrio Aranjuez, apareció una perrita, en medio del lodo y la lluvia. Fue en el Solferino, donde una mujer y su hijo pequeño se conmovieron del animal recién nacido y lo recogieron. Más tarde, cuando la perrita comenzó a convulsionar, llamaron a Paula, su amiga, por ayuda. A ella, que desde niña había tenido miedo de los perros. Ésta, sin embargo, aún cabía en la palma de la mano, estaba muy enferma y estaba sola. El veterinario recomendó “dormirla” porque era claro que no sobreviviría. No obstante, decidieron darle una oportunidad, una noche más. Así se encontraron en la vida Paula y la pequeña Abril, quien contra todo pronóstico y a fuerza de cuidados amorosos sobrevivió para convertirse en una cachorra alegre, que ahora se sienta y da la pata, aunque aún se asusta con la lluvia. Nunca se le ve tan contenta como cuando se encarama en las piernas de su humana, cada tarde, cuando ella regresa del trabajo -así, desde que era bebé- para que le acaricie las orejas y le dé palmaditas en la barriga. Remembranza, tal vez, de las primeras noches de su vida, cuando en la misma posición Paula le susurraba: “tranquila, bebé, todo va a estar bien”.

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Era el viernes 26 de octubre de 2018. Paula y Abril caminaban por la carrera 7C, en Manizales, cuando se cruzaron con un chico ciego que buscaba el consultorio jurídico de la Universidad de Manizales. Como ella sabía dónde quedaba y tenía tiempo, se ofreció a acompañarlo. Justo al lado de la universidad, cuando pasaban frente al negocio “Rellenitas Doña Francy”, el perro del lugar, un pequeño pincher, comenzó a ladrarles. Paula intervino a tiempo. Sin embargo, la dueña del pincher y del negocio le estampó la bufanda en el hocico a Abril. Paula reaccionó aireada reclamándole por el maltrato. Ahí termina el incidente con los perros. Lo que viene luego es el hombre enfurecido, el puño, el machete sobre su pecho, los insultos. Su ira intentó atacar también al chico que venía con ellas, pero cuando se supo en peligro el muchacho comenzó a mover su bastón de invidente en todas direcciones y atajó el golpe.

¿Quién la manda a vestirse como un man, no le da pena?
Qué asco.
Defínase.
Ni siquiera vale la pena ensuciar el machete con su sangre“.

Sobre los perros no se dijo más, porque los perros no eran el objeto de su ira. El hombre y su machete se dirigieron certeramente hacia aquello que verdaderamente odia: nuestra existencia.

***

He trabajado mucho tiempo con víctimas de la violencia sexista y heteronormada, he escrito bastante al respecto, sé cómo funciona. Primero tiran la piedra, el puño, el machete. Luego esconden la mano, la justifican para normalizar el golpe. Dirán que la culpable es Paula, porque interpeló, porque gritó, por grosera. Equipararán un reclamo con un insulto, la voz en alto con un machete en el pecho. Dirán que, en todo caso, ella “tenía aspecto peligroso”. Nadie, nunca, reconocerá odio homofóbico, transfobia, discriminación, violencia. El agresor invocará compasión. Esta vez dirá que es mayor, que es pobre, que es padre de familia. Buscará simpatías que le exculpen. Y las encontrará, porque lo más desolador de la imposición obligatoria de la heterosexualidad es lo interiorizada que la tenemos. La gente no sabe cuándo comenzó a odiar a las lesbianas, a los gais, a las travestis. A veces no sabe ni por qué les desprecia, pero reproduce ciegamente este orden de cosas, y no juzgará al hombre del machete por sus actos, que a la final “no son tan graves”, sino porque es humilde y tiene familia. Que no perjudiquen al “pobre” señor, saldrán a decir, y él mismo dirá que se siente “amenazado” porque Paula ha hecho público el caso.

Se ha hecho la denuncia respectiva. El caso está en manos de la justicia. Pero sabemos mucho sobre los desvaríos de la justicia en este país como para confiar demasiado en sus resultados. Entre tanto más vale, en tiempos de machetes en puestos de arepas y de hordas marchantes que convocan a la violencia, juntarnos para resistir desde la humanidad que somos, desde la humanidad que exigimos. Denunciar al odio que pugna por convertirse en norma. Mantenernos cerquita para sobrevivir a la noche horrible que no cesa.

* Escritora, feminista, filósofa, madre, amiga y amante. Dedicada a la docencia y a la investigación, fundamentalmente en estudios de género, sexualidad y memoria histórica.

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