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Hombre masturbándose en transmilenio

La mano entre las piernas

Un hombre se masturba mientras oculta su mano bajo una agenda. Seguramente sabe que nadie lo va a denunciar y por eso se atreve a hacerlo en un bus de Transmilenio.

Ya había oído varias veces las denuncias contra hombres que se masturbaban en el transporte público. No solo en Transmilenio. No solo en los últimos años. Algunas amigas me contaron cómo habían visto a hombres haciéndolo en los viejos buses “ejecutivos” decorados con sillas de tela y cortinas con pompones.

En realidad, el episodio que presencié es lo menos importante de esta columna, pues es un hecho que parecerá repetido. Un hombre mayor, sentado en una silla roja de Transmilenio, se masturbaba disimuladamente mientras miraba a las mujeres que estaban de pie cerca a él.

Tapaba su “acto” con la agenda 2015 de esas de cuero que regalan en navidad y en ocasiones miraba con precaución hacia su entrepierna para cerciorarse de que no estuviera mostrando más de lo debido.

Este hecho me obligó a tomar decisiones, no solo como ciudadana, sino como mujer y periodista. Aunque todo ocurrió en el lapso transcurrido entre dos estaciones de Transmilenio, después me di cuenta de la cantidad de posibilidades que tuve que sopesar antes de decidir confrontarlo y denunciarlo ante la ley.

Creo que el hecho, en apariencia inofensivo, revela una situación más profunda a la que nos enfrentamos la mayoría de mujeres cuando vivimos una experiencia de irrespeto, agresión, acoso o violencia en espacios públicos (y privados).

A continuación comparto algunos de los dilemas a los que me enfrenté e invito a otras personas a completar la lista, que seguramente es más extensa que esta:

1. Descubrir el “acto”: ¿hablo o me quedo callada?

Sin duda alguna esta es la pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez al descubrir que alguien está haciendo algo que irrespeta o agrede a los demás, o que va más allá de lo permitido.

Ver a un hombre masturbándose en un bus puede no ser un acto “tan grave” como un manoseo, una violación o un robo. Sin embargo, al darme cuenta de lo que pasaba, sentía que algo no estaba bien y que era una agresión contra todas las personas que estaban a su alrededor.

Mi principal temor era no saber qué pasaría si yo ponía en evidencia al hombre, si alguien más me iba a apoyar o no, si serviría de algo o si yo saldría perjudicada. ¿Qué ganaría y qué perdería hablando en voz alta?

2. ¿Para qué lo denuncio si no va a pasar nada?

Una vez descubierto públicamente, el hombre decidió bajarse del bus. Tras él fuimos otra mujer que se solidarizó y yo y lo condujimos a donde un agente de la policía. Luego de indagar por lo sucedido, el policía me preguntó si iba a poner una denuncia por el delito de injuria por vía de hecho.

Otra pregunta común entre quienes tenemos poca fe en la justicia, es decir, la mayoría de los colombianos. ¿Para qué denunciar? Existen muchos casos en los que la denuncia solo le trae problemas al denunciante mientras los delincuentes salen libres en cuestión de horas.

Sin embargo, debo admitir que muchas veces no denunciar “porque no pasa nada” es también una excusa. Solo en Bogotá, denunciar significa tener que interrumpir los planes del día, ir a la Unidad de Reacción “Inmediata” (ya saben por qué las comillas), pasar entre 4 y 6 horas a la espera de que atiendan el caso y someterse a una larga diligencia que probablemente no terminará ese día.

Es verdad. Es un proceso largo e incómodo, pero no por ello insignificante. Cuando el policía me dijo que tomaría todo el día, le dije que no, que mejor no denunciaba. ¿Por qué? No era porque yo tuviera la certeza de que nada iba a pasar, sino porque yo no quería ir hasta Paloquemao a esperar 5 horas de pie en una oficina fría y gris.

3. ¿Me pasará algo si me monto en una patrulla de la policía?

Aunque esto por definición no debería siquiera contemplarse, es algo a lo que muchas personas le tememos. Luego de cambiar de opinión y acceder a denunciar al hombre, llegó la patrulla de la policía a la estación de Transmilenio.

Entonces recordé las historias que había leído sobre mujeres que son conducidas por las autoridades para denunciar y terminan doblemente victimizadas al ser manoseadas, violadas, torturadas o muchas cosas más tanto en las patrullas como en las instalaciones de la policía.

Esta pareciera ser la ironía más triste del caso. Tenerle más prevención a la policía que al masturbador. Creer que eventualmente uno puede salir más perjudicado por quienes deben hacer cumplir la ley, que por el perpetrador del delito.

¿Será este uno de los principales motivos para que las personas dejen de denunciar los casos? En consecuencia, ¿es el acceso a la justicia algo más complicado que el triángulo víctima-victimario-autoridades?

4. ¿Estaré más expuesta después de denunciar el caso que aguantando a los masturbadores y manoseadores del servicio público?

Cuando estaba en la estación de Transmilenio esperando a que llegara la patrulla, me pregunté si me estaría exponiendo más al haber denunciado el hecho que al hacerme la loca en el bus y mirar para otro lado mientras el hombre terminaba su tarea.

Esta duda me atacó de nuevo al llegar a la URI de Paloquemao cada vez que me pedían mis datos personales en voz alta frente al “capturado”, sin tener en consideración que yo estaba en una posición de vulnerabilidad y que el hombre podría haberse grabado mi dirección de residencia.

En las largas horas de espera de esas oficinas lúgubres y frías, consideraba la posibilidad de haber subestimado la capacidad de reacción del hombre por tener más de 70 años. ¿Qué tal que sus hijos me estuvieran esperando a la salida? ¿Sería posible que fueran a timbrar a mi casa días después para darme una “sorpresa” por haberme metido con su padre?

Aunque ya han pasado varias semanas desde que sucedió el hecho, me pregunto constantemente si me equivoqué al denunciarlo. A veces me ataca la duda de si la masturbación en público es realmente tan grave como para llevar a una persona ante la policía o si me expuse innecesariamente ante muchos otros peligros que están por fuera de la escena del delito.

También algunas personas me han preguntado si el señor me tocó o me agredió físicamente, tal vez queriendo entender si realmente valía la pena hacer la denuncia “solo” porque se estaba masturbando.

Sin embargo, veo las noticias y me encuentro con los horribles episodios de mujeres agredidas física y psicológicamente, con el caso de Rosa Elvira Cely y de tantas mujeres a quienes se les ha arrebatado la dignidad y la vida, y creo que muchas cosas tienen un principio.

No digo que este hombre sea un potencial asesino o violador, pero sí creo que decidió hacer lo que hizo porque está acostumbrado al temor y al silencio de quienes en muchas ocasiones vemos que algo como esto sucede, y lo dejamos pasar como si fuera pan de cada día.

One thought on “La mano entre las piernas

  1. Ridícula, muchas mujeres cometen actos realmente mas graves de acoso y exhibicionismo y no anda haciendo escándalo.

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