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Guillermo Garzón Andrade

La muerte de Guillermo Garzón, más allá de un “crimen pasional”

Afirmar que el asesinato del activista LGBT Guillermo Garzón es un “crimen pasional”, es un intento por desestimar la gravedad del hecho y por responsabilizar a la víctima de lo sucedido.

En su cuenta de Twitter, Guillermo Garzón Andrade, de 50 años, se definía como “un hombre gay, interesado en la defensa y promoción de derechos de sectores LGBTI y otras minorías”.

Era contador público y trabajaba en el Fondo de Desarrollo de Proyectos de Cundinamarca (FONDECUN) en Bogotá.

El pasado martes 18 de noviembre, Garzón no llegó a su oficina, lo que preocupó a sus compañeros de trabajo.

Como tampoco respondía a sus llamadas y mensajes, uno de ellos contactó a Luis Carlos Porto, activista LGBT, para que alertara por las redes sociales que desde el sábado 15 de noviembre, ni su familia ni ellos tenían noticias de él.

En la foto que Porto publicó en Facebook, una persona comentó que había hablado con él el sábado por la mañana y que habían acordado verse por la tarde, pero que Garzón nunca apareció.

El último mensaje que se conoció de él en su perfil de Facebook fue publicado a las 12:21 del día en el que decía: “ME JODÍ! Me quedé sin laptop!”. A las 5:34 de la tarde respondió por última vez uno de los comentarios que generó su estado, en el que afirmaba: “Ahora sí, Julián, gracias, vamos a ver que se hace para reponerla” (refiriéndose a su computador portátil).

Ante la ausencia de noticias suyas, el martes 18 de noviembre una de las hermanas de Garzón decidió ir a su apartaestudio ubicado en la Calle 72 con Avenida Caracas, en compañía de la Policía. Allí encontraron su cuerpo sin vida, amordazado y con aparentes signos de tortura. El lugar estaba en desorden en señal de que habría sido asaltado.

Según informó la revista Semana, en las primeras pesquisas en su cuerpo no se encontraron heridas con armas cortopunzantes o golpes contundentes, pero sí signos de asfixia mecánica (o aquella que se produce al impedir la función respiratoria, generalmente de una manera violenta).

Noticias Caracol informó que funcionarios de la Sijin habían visto a través de cámaras ubicadas en el sector que el sábado por la noche, Garzón ingresó a su apartamento en compañía de otro hombre y horas después lo habrían hecho otros tres más. Posteriormente los cuatro hombres salieron juntos. Esto indicaría que Garzón conocía al menos a uno de los agresores.

La víctima no es culpable

Cuando los medios de comunicación difundieron la noticia de su muerte, agregaron que, según los investigadores, podría tratarse de un “crimen pasional”.

Como Sentiido lo ha abordado en otros artículos, esta no es una clasificación legal: en Colombia no hay un delito llamado “crimen pasional”. Se habla de éste cuando hay una decepción amorosa de por medio, un interés de venganza o de “cobrarle” algo a alguien.

Suelen tener lugar con personas de cualquier orientación sexual o identidad de género. De hecho, la mayoría no están relacionados con población LGBT. Son más frecuentes entre heterosexuales y muchas veces las víctimas son mujeres. Son los llamados “feminicidios” o cuando un hombre, por ejemplo, mata por celos a su compañera.

El problema con el hecho de que las autoridades expresen que muertes como la de Garzón podrían tratarse de “crímenes pasionales” y de que los medios de comunicación reproduzcan esto, es que pareciera que se intentara desestimar la gravedad de lo ocurrido.

Es una manera de decir “los gais se matan entre ellos”. Se comunica la idea de que por no ser heterosexuales, terminan mal. Se insinúa que “se lo buscaron” y, de alguna manera, se responsabiliza a la víctima por lo sucedido.

En muchos casos, se cae en el estereotipo de transmitir que “como los hombres gais son promiscuos, se buscan estas situaciones”. De esta manera, el hecho se queda en cuestionar un supuesto comportamiento de la víctima y no en buscar y sancionar a un culpable.

La expresión “crimen pasional” revela, además, que el agresor no representa un peligro para la sociedad, sino que lo que sucedió fue “algo temporal”, producto de su ira e intenso dolor.

Sin embargo, casos como el de Garzón que tanto autoridades como medios de comunicación se apresuran en calificar como “crímenes pasionales”, suelen ocultar odio y prejuicios.

Cuando unos ladrones entran a una casa a robar, pueden amarrar y encerrar a sus habitantes. Si alguno de estos hace ruido, llegan a dispararle, pero en los crímenes de odio se ven lesiones, golpes y puñaladas.

Si el cuerpo tiene señales de tortura que claramente fueron producidas para provocarle dolor a la víctima, esto es una prueba contundente para sospechar que se trata de un “crimen de odio”.

Más que hurto

Según lo ha dicho Medicina Legal, los crímenes contra hombres homosexuales en Bogotá están más asociados a un contexto de robo. La historia generalmente es la de una persona que va a su apartamento con alguien del mismo sexo que acaba de conocer en un establecimiento público o a través de redes sociales. Cuando los investigadores llegan a la escena, la encuentran muerta y la ausencia de muchas de sus pertenencias.

Casos como el de Garzón, evidencian que uno de los objetivos de los agresores es el hurto, pero la manera en que lo matan comunica mucho más.

Adicionalmente no son nuevos ni pocos los casos de asesinatos de hombres homosexuales, maduros, sin pareja, que viven solos y que son encontrados amordazados y con signos de tortura.

“Es evidente la sevicia con la que matan a muchos hombres gais, aprovechándose de sus circunstancias de vulnerabilidad como vivir solos o no tener una pareja”, afirma Miguel Ángel Barriga, director de la Corporación Red Somos y quien conocía a Garzón desde 2006 cuando formaron parte del Polo de Rosa, el sector LGBT del partido político Polo Democrático.

Los agresores creen que como viven solos, nadie va a denunciar lo sucedido y que el hecho va a quedar ahí. Además, saben que es fácil abordar a la víctima por la parte sexual.

Por esto, lo sucedido con Garzón es una oportunidad para reflexionar sobre los riesgos que corren los hombres gais en los encuentros ocasionales. Práctica que, desde ningún punto de vista, justifica un crimen.

El hecho de que la víctima sea un hombre homosexual no puede conducir a iniciar una investigación con prejuicios o falsas premisas. El esclarecimiento de los hechos debe ser el mismo en todos los casos.

El activista LGBT

Guillermo Garzón es recordado en el movimiento LGBT de Colombia, por su trabajo como voluntario en diferentes organizaciones. Estuvo vinculado, entre otras, a la emisora virtual Radio Diversia, a la mesa LGBT de Bogotá y a la Liga colombiana de lucha contra el Sida.

“Con él participamos en un congreso de delegados del Polo Democrático con una lista que llamamos Somos Opción. La idea era posicionar el tema LGBT dentro del partido y un escenario para hacerlo eran los congresos internos”, señala Miguel Ángel Barriga.

Con Guillermo, agrega, trabajaron el tema de VIH en el que él tenía mucha experiencia. De 2006 a 2010 estuvo vinculado al Colectivo Somos Opción que pasó a ser la Corporación Red Somos. Garzón fue su primer contador.

Según sus amigos, este activista se caracterizó por participar en diferentes colectivos, mas no por formar el suyo ni por estar vinculado mucho tiempo a uno solo. “La última vez que lo vi, me dijo que él era un grupo independiente. Estaba más dedicado al ciberactivismo, desde sus redes sociales hacía críticas y denuncias”, señala Miguel Angel Barriga.

Para la activista Laura Weins, quien conoció a Garzón en el Centro Comunitario LGBT de Chapinero y fortaleció su amistad con él cuando los dos fueron voluntarios de Radio Diversia, él estaba alejado del activismo como integrante de una organización porque quizás no encontraba un lugar en el que se sintiera cómodo.

Sin embargo, completa, siempre estaba en la lucha. “Era una persona muy crítica. Fue un luchador por la igualdad de derechos, pero sin casarse con un solo colectivo. Eso le permitió mantener su independencia y trabajar de muchas formas. No había un único lugar desde donde él actuara”, señala Weins.

Quienes lo conocieron, lo describen como una persona entregada, solidaria, carismática y alegre. “Él le hacía una broma a uno o un comentario divertido y después soltaba una carcajada muy contagiosa”, afirma Weins.

“Cuando uno lograba llegar a su corazón, allá se quedaba. Yo lo consultaba, le pedía asesoría y él siempre estaba muy pendiente de apoyarme en lo que necesitara”, afirma esta activista.

Aunque había tenido algunas relaciones sentimentales estables, actualmente no tenía pareja. “Andaba un poco solitario”, dice Luis Carlos Porto.

Según Miguel Ángel, él era irreverente y rebelde. Hablaba de emancipación sexual y disidencia sexual y política, desde donde él vivía su sexualidad.

“Para él, ese no era un tema de promiscuidad sino de libertad. Él no se refería a mantener relaciones de pareja abiertas sino de algo más profundo: la libertad de cada ser humano”. Según Weins, Garzón se enamoraba y amaba, pero su visión del amor no era de relaciones idílicas.

“Guillermo adoraba a sus hermanos y sobrinos. En su familia había muchas mujeres y después de la muerte de su papá él asumió, de alguna manera, la jefatura del hogar o de estar al tanto de todo. Él era el único profesional de la casa y sentía que eso era una responsabilidad importante”, recuerda Miguel Ángel.

A pesar de formar parte de un contexto familiar ciertamente machista, él siempre hizo respetar su orientación sexual y su forma de ver la sexualidad.

Garzón no fue un activista protagónico o “una diva”, como se les suele llamar a quienes lo son. Aunque tenía una larga trayectoria y experiencia en el tema, era una persona sencilla que reconocía el trabajo de los demás.

“Tenía en su cabeza la historia del movimiento LGBT, la primera marcha gay y sus avances durante la década de los ochenta. Pero siempre nos insistía en que si hoy existe una lucha más consistente por la igualdad de derechos, es producto de lo que otras personas habían hecho, sin ni siquiera incluirse”, afirma Miguel Ángel.

“Recuerdo los juegos que teníamos propios de la cultura gay, donde decíamos que éramos una familia y él era la hija mayor. Eso, efectivamente, era lo que habíamos construido: una familia escogida”, concluye Miguel Ángel Barriga.

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