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La obligación de ser bonita

La obligación de ser “bonita”

El 97% de las mujeres se siente fea. En esto no solamente influye lo que la persona vio o escucho en su casa sobre la belleza, sino una cultura donde las mujeres siguen siendo criadas para ser “bonitas” y deseadas a través de un estereotipo físico.

El 97% de las mujeres se siente fea. Contrario a lo que algunas personas piensan, este no es un tema menor, de “¡qué bobada, hay cosas más graves en la vida!”. (Ver: “Soy fea”).

Para empezar, no se trata de mujeres que de vez en cuando amanecen sintiéndose menos bonitas, sino de aquellas que normalmente antes de bañarse se miran al espejo preguntándose cómo podrían tener un abdomen más plano o unas piernas más tonificadas o se fijan en su nariz que nunca les ha gustado o analizan qué podrían hacer para que su rostro sea más delgado o su pelo más liso.

La persona se siente tan incómoda con su imagen que piensa con frecuencia en este tema y a veces prefiere no asistir a eventos para evitar ser vista. Algo así como: “yo no puedo ir a esa fiesta porque ¡con este cuerpo!” o “yo qué voy a ir a esa reunión donde voy a ser la única fea”. (Ver: Me siento fea).

Se trata de una relación que la persona construye consigo misma y con quienes la rodean que la lleva a retraerse, a aislarse y muchas veces a presentar síntomas de ansiedad que pueden desembocar en depresión. “Es una situación que afecta su desempeño académico o laboral”, explica Ángela María Báez Silva, filósofa y psicóloga, con maestrías en literatura feminista y biología cultural. (Ver: Cuando el mundo se divide entre bonitos y feos).

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“Muchas mujeres sienten que alejarse de los estereotipos de belleza les trae exclusión, lo que les causa ansiedades”, Ángela María Báez, psicóloga.

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Algo así ha vivido Ivis Pepper, como prefiere identificarse, quien en enero de 2020 publicó en Sentiido una columna titulada: “Me siento fea”. “Yo y mi ex teníamos muchos problemas, pero no terminábamos. Cada vez que peleaba con él, me sentía muy mal y venían esos pensamientos de ser fea. Yo escribí la columna pensando: ‘¿será que soy la única mujer que se siente así?’”.

Ivis está muy lejos de ser la única mujer en “sentirse fea”. De hecho, su columna tiene más de 300 comentarios de mujeres relatando experiencias similares. “Después de leer esas historias yo dije ‘¡uy Dios mío! Aquí hay un problema’”, relata. Y efectivamente lo hay.

Juliana Reina, economista de 42 años, tiene una historia similar. “Yo nací con una visión muy baja. Entonces desde chiquita usaba gafas tipo lupa, lo que me causó muchos complejos. Mi hermana siempre me ganaba las peleas con un ‘gafufa’. Cuando me miraba al espejo, no me gustaba lo que veía. Y desde muy chiquita siempre llegaba a quejarme con mi mamá: soy la más peluda, esas gafas… Fuera de eso tenía los dientes en recreo y un montón de aparatos de ortodoncia que me bajaban la autoestima

“No hablamos de una insatisfacción ocasional sino de una que impide hacer cosas que la persona quisiera hacer como ir a una fiesta o verse con alguien”, Ana Lucía Jaramillo, psicóloga.

Todo eso afectó su cotidianidad. “En mi infancia y adolescencia yo fui muy tímida. Me daba miedo hablar y participar en clase. Sentía que iba a ser rechazada, que mi opinión no valía porque me sentía menos que las demás. No encajaba”.

En el colegio en el que estudió anualmente les tomaban fotos y ella odiaba el momento en que se las entregaban porque todas las estudiantes se las mostraban entre sí, celebrando lo bonitas que habían salido, mientras que Juliana solo esperaba llegar a su casa para decirle a su mamá: “no las compre, no quiero esas fotos”.

Muchas veces la presión por ser bonitas lleva a que las mujeres se comparen entre sí, incluso con hermanas o amigas de toda la vida. “Lo peor es darse uno palo comparándose con otras personas que era lo que yo hacía en el colegio. Yo me comparaba con todas las niñas lindas que veía”, recuerda Ivis Pepper.

Así empieza la competencia de “por qué ella sí levanta y yo no” o “por qué ella tiene ese novio tan guapo y yo no”. “La comparación entre mujeres es un factor determinante para querer modificar el cuerpo que se tiene”, señala Isabel Cristina Sánchez, psicóloga con un máster en Intervención Psicosocial con línea de investigación en género.

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Hay factores que pueden hacer que la presión por “ser bonita” sea más fuerte. Por ejemplo, cuando se forma parte de una familia donde la belleza física de las mujeres es considerada un valor tal como la responsabilidad o la honestidad. “Entonces, si yo no soy reconocida como bonita, siento que no soy valorada lo suficiente en mi familia”, afirma Ana María Torres, psicóloga, psicoterapeuta y consteladora familiar.

Pero la pregunta de fondo es: ¿por qué tantas mujeres se sienten feas? Lo primero es aclarar que la presión por ajustarse a un físico determinado está presente tanto en hombres como en mujeres y en personas no binarias, pero es mucho más frecuente en ellas. El hecho de que los trastornos alimentarios sean más comunes en las mujeres lo dice todo. (Ver: Ni hombre ni mujer: persona no binaria).

Sin embargo, muchos hombres también sienten que para ser aceptados deben cumplir con un estereotipo físico. “En colegios y universidades los chicos populares suelen ser los más deportistas. También resulta determinante qué tantas mujeres conquistan”, explica Torres.

“La mayoría de mujeres tiene una relación muy difícil con su cuerpo”, Ana Lucía Jaramillo, psicóloga.

Ahora, lo que no es frecuente, añade Maryi Andrea Rincón, psicóloga clínica con una maestría en sexología clínica y un doctorado en Ciencias Humanas y Sociales, es que un hombre diga: “no soy lindo” porque sabe que, en una cultura machista como la nuestra, la respuesta será “¡tan marica!”.

Entonces, por un lado, las mujeres expresan más estos sentimientos. Por otro, ellos no viven la presión física que socialmente se les exige a las mujeres. (Ver: Hay muchas formas de ser mujer).

Es más común un papá o una mamá diciéndole a su hija ‘a las gorditas no las quieren sino los papás’, a una mamá o a un papá diciéndole a su hijo ‘a los gorditos no los quieren sino los papás’. A las mujeres les caen más duro”, afirma Juanita Gempeler psicóloga clínica, especialista en terapia cognitiva comportamental. Desde hace 25 años trabaja con la doctora Maritza Rodríguez en Equilibrio, programa dedicado a los trastornos de la conducta alimentaria, afectivos y de ansiedad.

Desde temprana edad, las mujeres empiezan a socializar en función de cómo se ven. “Desde muy pequeñas estamos hablándoles de su cuerpo: tan bonita, tan bien peinada… Lo que las lleva, muy rápido, a tener una conciencia especial de su físico”, agrega Báez Silva.

A los 17 años Juliana Reina sentía que la estaba “dejando el tren” porque no había dado el primer beso, mientras que algunas de sus amigas ya habían iniciado su vida sexual.

En otras palabras, mientras que a los hombres se les enseña que deben ser capaces, lograr objetivos y cumplir metas, las mujeres son criadas para asociar su género con “belleza física” y con estar pendientes de cómo se sientan, de cómo tienen las uñas y el pelo o de cumplir con un ideal físico.

A esto se suma que socialmente se ha establecido que las mujeres tienen que ser deseadas y seducir a los hombres (nunca se contempla a otra mujer) con su físico. Para ser tenidas en cuenta, tienen que ajustarse a un determinado cuerpo.

Y culturalmente se han establecido los patrones de lo que supuestamente debe ser ese cuerpo: joven, piel clara, sin discapacidad, delgado pero con tetas y nalgas grandes y definidas, pelo largo, liso y claro y labios gruesos, todos criterios socialmente construidos.

María Nieves Quiles del Castillo, profesora de Psicología Social, explica en el libro “El estigma social: convivir con la mirada negativa del otro” que la muñeca Barbie o las princesas Disney son un referente para las niñas y todas son delgadas y con cierto estereotipo físico.

No existe una imagen social de la persona con sobrepeso asociada al éxito y a la popularidad. Esta se logra, según la literatura, el cine, los programas de televisión o la vida real, cuando la persona pasa a ser delgada”, señala Quiles del Castillo.

“Si en nuestro grupo social se privilegia, por ejemplo, tener el pelo liso, nos va a pesar romper con esa norma”, Ana María Torres, psicóloga.

Detrás de esa presión por ser “bonita” también está la historia de cada quien o la relación con sus primeros vínculos. “Si en nuestra relación con papá o mamá o con ambos nos hemos sentido poco amadas, no valoradas, no validadas, no afirmadas o no acompañadas, podemos crecer con una sensación de vacío y de inseguridad. Por lo general niños y niñas se sienten responsables de lo que les ocurre, entonces van a responsabilizarse de que hay algo malo en ellos y que por eso sus papás no los quisieron o no los validaron”, afirma Torres.

Considerar que solo ciertos cuerpos son “bonitos” está muy relacionado con lo que se vio o se escuchó en la casa. “Los seres humanos aprendemos por observación de lo que hacen y dicen padres, abuelos, tíos o incluso nanas”, añade Sánchez.

La persona termina por incorporar los comentarios o críticas que recibe de su entorno y determinar así la manera de relacionarse con su cuerpo. Puede ser desde “tú eres divina” hasta “la bonita de la casa es tú hermana, tú eres la pila”.

También, si una mamá o un papá crecen con la idea de que las personas bonitas son solamente las que cumplen con un determinado estereotipo y nunca se cuestionan esa idea, eso será lo que les transmitirán a sus hijos e hijas.

Si yo veo que mi mamá todo el tiempo busca la aprobación, empiezo a tener un aprendizaje marcado de inseguridades, de necesito agradar y de gustarles a los demás”, agrega Maryi Andrea Rincón.

Considerar que solo ciertos cuerpos son “bonitos” está muy relacionado con lo que se vio o se escuchó en la casa

“Conozco mujeres que se ajustan a los estándares de belleza impuestos socialmente, y que aún así se sienten mal, y con las mismas ansiedades que otras mujeres que no los cumplen”, Ángela María Báez Silva, psicóloga.

Si las niñas crecen asumiéndose responsables de lo que las demás personas piensen de ellas, podrán incorporar la idea: “soy fea”. Así, puede pasar que cuando tengan pareja, no lo puedan creer. Por más de que esta persona les diga que les resulta atractiva, simplemente dirán: “no puedo creer que esta persona se haya fijado en mí”.

A mí me decían ‘tú eres muy linda, tu novio no’, pero yo sentía que él era muy lindo y yo horrible, así que me preguntaba ¿qué me ve? ¿cómo puede estar conmigo? Por esto, las personas que tenemos este tipo de inseguridades tendemos a ser muy celosas y eso afecta la relación. Yo vivía pendiente de que él no saludara a nadie y de si le escribía a alguien para ver cómo era esa chica, ¿más bonita que yo? Seguramente”, añade Ivis Pepper.

Aunque todo esto pareciera ser un tema externo, físico, el problema de fondo es la forma como la persona lee la realidad y cómo se ve a sí misma. Por eso necesita ir hacia adentro para darse cuenta de qué es lo que realmente sucede.

Por supuesto, las redes sociales y los medios de comunicación también influyen al presentar como “bonitos” solamente determinados cuerpos. “Los medios comunican ‘este es el modelo’ y la persona hace la conexión: ‘yo no me parezco a este modelo, debe haber algo malo en mí’”, señala Ana Lucía Jaramillo, psicóloga clínica y profesora de Psicología de la Universidad de los Andes.

El asunto, además, con buena parte de las generaciones actuales es que quieren ya el cuerpo soñado, asumiendo que las personas famosas y con un cierto físico son más felices y exitosas que el resto. En otras palabras, que son la fórmula a seguir. “Esto crea la idea de que si me parezco a él o a ella voy a tener una vida perfecta”, señala Isabel Cristina Sánchez.

En la adolescencia, muchas mujeres se imaginan que las chicas socialmente consideradas más bonitas, son más felices. “No es cierto que las chicas ‘más bonitas’, sean más felices o tengan más amor. Ellas, como todo el mundo, viven situaciones difíciles en casa, historias de desamor y se sienten engañadas. Aunque muchas veces aparenten seguridad, también se sienten inseguras y sufren”, afirma Torres.

Mucha gente asume que las personas famosas y con un cierto físico son más felices y tienen más amor que el resto.

“En estos años de pandemia donde ha predominado la virtualidad ha disminuido la angustia de mostrarse de cuerpo entero. Y hay personas que ya no quieren ir a eventos presenciales”, Juanita Gempeler, psicóloga.

La felicidad está mucho más ligada con dar y compartir y con la empatía o a la capacidad de ponerse en los zapatos del otro, que en un aspecto físico.

Son mujeres que cargan, además, con la idea de que en su aspecto está su valor como persona y que pueden perderlo si un día no están arregladas o si se suben de peso. “No es cierto que ‘ser bonita’ sea la garantía de tener una vida feliz”, agrega Torres.

Muchas veces las mujeres que se sienten más feas suelen ser las que socialmente se consideran más bonitas. Y por esto sufren trastornos de alimentación y tienen una relación muy difícil con su cuerpo. Todo esto, aunque tiene que ver con sus primeros vínculos, pareciera estar relacionado con su cuerpo.

Además, añade Juanita Gempeler, la felicidad no es algo que uno logre y mantenga. “No es ‘entré en la felicidad y ahí me quedo’, sino que uno tiene momentos de felicidad y lo que uno tiene que buscar es desarrollar al máximo sus talentos y cualidades. Ahí probablemente encontrará más felicidad, algo que está más ligado con el contacto con los demás, con la capacidad de ser útil y de dar más que de recibir”.

La felicidad está mucho más ligada a la empatía o a la capacidad de ponerse en los zapatos del otro que en mi aspecto físico. De lo contrario, sólo serían felices las personas jóvenes, delgadas y con ciertas características físicas y nada más lejano de la realidad.

La capacidad de lograr desarrollarse en la vida no tiene que ver con la apariencia sino con sacarle el máximo provecho a lo que uno tiene. “Entre más pronto se aprenda a vivir con lo que uno tiene, mejor nos va”, afirma Gempeler.

También pasa que las personas que tienen relaciones afectivas con las que se sienten satisfechas, no son solamente las socialmente consideradas “más bonitas”.

En realidad, uno puede ver un físico que le parezca llamativo, pero cuando interactúa con esa persona, puede que ya no le resulte interesante. Lo que llama la atención de una persona, es percibir una armonía que hace que uno se sienta agradable con ella. Y eso no tiene que ver con estereotipos físicos”, afirma Ana María Torres.

A las personas que, por su apariencia, temen que no van a encontrar el amor, les diría que así de entrada alguien les llame la atención por su físico, el amor no crece por la apariencia. Es una suma de factores que unido a lo que se va compartiendo van permitiendo que el amor vaya creciendo”, explica Torres.

Por esto, si la persona logra mejorar su relación consigo misma, proyectará otra cosa. “¿Creo que ser bonita me va a hacer feliz o en realidad lo que necesito es aceptación, cariño y pertenencia? Vacíos que tenemos y que nos llevan a buscar a toda costa sentirnos bonitas”.

Lo que realmente nos lleva a sentirnos mejor, continúa Torres, es cuando experimentamos que en nuestra vida hay amor y valoración, que tenemos relaciones en las que nos sentimos respetadas y reconocidas. “Una joven que en su casa se ha sentido aceptada y amada, es más difícil que se sienta fea o que se afecte por sentir que los demás piensan que no es bonita. Simplemente no le va a dar importancia“.

La clave, entonces, es aprender a aceptar el cuerpo que a cada quien le correspondió en esta vida sin pensar que es ni más ni menos que otros. “Hoy, después de pasar por un proceso de psicología y psiquiatría, puedo decir: ‘soy así. Punto’. Y cada vez tengo más claro que lo que importa en la vida es lo que uno pueda hacer por otras personas y la paz y la tranquilidad que uno tenga en su corazón”, concluye Ivis Pepper.

“Uno puede ver un físico que le parezca llamativo, pero cuando interactúa con esa persona, puede que ya no le resulte interesante”, Ana María Torres, psicóloga.

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Este especial fue posible gracias a la Fundación Friedrich Ebert Stiftung Colombia.

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One thought on “La obligación de ser “bonita”

  1. Estimad@s Amig@s, qué interesante publicacion…l@s felicito y muchas gracias por permitirnos conocerla y nutrinos de este tipo de informacion…


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