Palabras pronunciadas por Li Cuellar, de Sentiido, representando a la coalición: “Religiones, creencias, espiritualidades en diálogo con la población civil”, en junio de 2024, en Asunción, Paraguay, durante la 54 Asamblea General de la OEA.
Los problemas en torno a la seguridad en la región representan una creciente preocupación. Si bien América Latina alberga al 8 por ciento de la población mundial, el 33 por ciento de todos los homicidios tienen lugar aquí. (Ver: Colombia enfrenta una emergencia de violencia machista).
Diecisiete de los veinte países con más homicidios en el mundo están en América Latina, transformándolo en el continente más violento del mundo. (Ver: El riesgo de ser LGBT o mujer en Honduras).
Pero cuando hablamos de inseguridad, hablamos de un problema sistémico y multifacético, y sobre todo de seguridad humana, abarcando la sostenida y creciente desigualdad económica y social, el descrédito de la democracia como régimen político a causa de un debilitamiento del Estado y la corrupción generalizada.
Pero también se habla de la amplificación de voces que promueven el retroceso en derechos adquiridos, el afianzamiento del crimen organizado, el empobrecimiento de personas en situación de movilidad humana y una oleada de violencias particularmente hacia mujeres, niñas y diversidades sexuales con aumento de feminicidios y asesinatos por homofobia y transfobia. (Ver: Los pasos de gigante de la avanzada conservadora).
La inseguridad y la violencia también son vividas por grupos religiosos a través de la instrumentalización del discurso religioso que hacen distintos actores y sectores. Lo vemos en
gobiernos autoritarios, que persiguen, encarcelan y exilian a líderes religiosos opositores. (Ver: Qué es el fundamentalismo religioso y qué implica realmente).
Si bien América Latina alberga al 8 por ciento de la población mundial, el 33 por ciento de todos los homicidios tienen lugar ahí.
Hay sectores religiosos para quienes la “paz social” no significa crear una sociedad incluyente, plural e igualitaria, sino promover e imponer una agenda particular y excluyente.
También vemos la inseguridad en el preocupante aumento de los discursos de odio legitimando la discriminación y la violencia hacia grupos en condiciones de vulnerabilidad , y la persecución de minorías religiosas -especialmente grupos indígenas y afrodescendientes- a través de la promoción de estigmas sociales, noticias falsas o la acción de grupos religiosos mayoritarios. (Ver: Elecciones en Guatemala: una contienda de agendas conservadoras).
Uno de los pilares de las religiones y espiritualidades, desde su conformación y desde prácticas reconocidas dentro del diálogo interreligioso, es el fomento de la paz social. (Ver: El reverendo cuir).
Por esto, es inaceptable que sectores políticos utilicen discursos religiosos para fomentar el odio, la división, la polarización y la discriminación.
Pero también desde sectores religiosos específicos, para quienes la “paz social” no significa crear una sociedad inclusiva, plural e igualitaria, sino imponer una agenda particular y excluyente, alejada de los principios de los derechos humanos que el Sistema Interamericano promueve. (Ver: “Lo peor es que te hacen odiarte a ti mismo”)
Como Coalición sostenemos que el reconocimiento del derecho a la pluralidad y a la libertad religiosa en un marco igualitario son elementos constitutivos de las religiones y espiritualidades, que aportan a la construcción de una sociedad democrática, sostenible, segura y justa. (Ver: Mujer trans, pastora evangélica y mamá).
Reconocemos la intrínseca diversidad de las religiones y de las espiritualidades, sin privilegios, monopolios ni exclusiones. Afirmamos el derecho a la libertad de religión y creencia, y que ninguna persona o grupo sea utilizada como justificación para la exclusión del otro/s. (Ver: Ernesto Barros Cardoso: la historia de un pastor transgresor).
Nuestra Coalición hace los siguientes llamados a los Estados miembro de la OEA y a las organizaciones de sociedad civil presentes:
“Afirmamos el derecho a la libertad de religión y creencia, y que ninguna persona o grupo sea utilizada como justificación para la exclusión del otro/s”.
“Que los Estados miembros de la OEA reconozcan a las religiones plurales y diversas como un aporte al sostén de nuestras democracias en la promoción de derechos humanos, paz y cohesión social”.
– Que los Estados miembros de la OEA reconozcan a las religiones plurales y diversas como un aporte al sostén de nuestras democracias en la promoción de derechos humanos, paz y cohesión social, a través del fomento de instancias regionales y políticas públicas nacionales que promuevan el diálogo interreligioso, un estado laico que promueve el respeto irrestricto hacia las religiosidades, así como comunicaciones y espacios de diálogo y pedagogía sobre la importancia del respeto a la libertad y la pluralidad religiosa. (Ver: Rodrigo Uprimny: Dios sería el primero en defender el Estado laico).
– Que se desarrollen espacios de visibilización de buenas prácticas que den cuenta de cómo las religiones y espiritualidades pueden ser agentes promotores de paz, de inclusión, de justicia social y de diálogo abierto para el respeto de derechos, en contraposición a aquellas voces políticas e incluso religiosas que pretenden imponer la exclusión y la discriminación en nombre de la libertad de creencia, en una región altamente polarizada y violenta como la nuestra.
– Que se desarrollen estándares y alertas para frenar los niveles de violencia y persecución hacia minorías religiosas en América Latina -especialmente indígenas y afrodescendientes- sin permitir que la idea de discriminación sea instrumentalizada por gobiernos autoritarios o grupos religiosos mayoritarios para legitimar sus agendas particulares.
Es necesario que exista una mirada interseccional al problema de la discriminación religiosa y la presencia de discursos de odio en la región. (Ver: ¿Qué es la interseccionalidad?).
– Que los Estados miembro de la OEA promuevan espacios de encuentro junto a sociedad civil para dialogar en torno a las herramientas que ofrecen la resolución sobre Libertad religiosa y el reciente informe publicado por la CIDH. (Ver: Derechos LGBTI, firmes en la OEA).
Será una manera de encontrar caminos en que las expresiones religiosas y espirituales que participan de este organismo, puedan aportar al bienestar social y causa común en contra de la creciente violencia en la región, en términos de creencia, género, orientación sexual, identidad y expresión de género, características sexuales, edad y condición social.
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Gracias, quedan muchas conversaciones pendientes. Por una parte, sí, la necesidad del estado laico, de la libertad de pensamiento, de que no haya coincidencia ni manipulación entre religión y política. Pero, por otra parte, para adentro de los que buscan la espiritualidad, la religiosidad, volver al silencio, a la oración o a la meditación, a la serenidad del corazón. Qué bueno sería ampliar esta conversación. Andrés Calle