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La vida en rosa(s)

Esta semana el rosado y el rojo estuvieron en furor y no precisamente por una nueva tendencia de la moda, si no para celebrar el amor en el día de San Valentín.

La fecha es particularmente importante en los Estados Unidos, aunque cada vez más lugares del mundo la celebran.

El 12% de la producción anual de flores de Colombia salió del país en menos de dos semanas para abastecer la demanda mundial del romántico onomástico.

Además, ayer se consumieron más pastillas de viagra que en cualquier otra fecha del año, las ventas de condones aumentaron en un 25% y 4 millones de hombres se (supone) se arrodillaron, anillo en mano, a pedirle matrimonio a sus novias (Daniel Pacheco. Caracol radio ).

Sin embargo, conviene recordar que en esta fecha no todos pueden celebrar y demostrar su amor, ni siquiera en el país que más exaltadamente lo encomia como el más grande de los valores: en 7 de los 50 estados de los Estados Unidos el amor, el compromiso, la intimidad y la plenitud sexual que tanto se promueve le es negado a al menos al 10% de sus ciudadanos.

Días como el de ayer, entonces, pese a toda su buena voluntad, no celebran valores “universales” como el amor, el compromiso y la entrega, sino nociones culturales específicas (y excluyentes) que atan dichos conceptos a preceptos ideológicos patriarcales y moralistas como la heterosexualidad y la monogamia.

En el día de San Valentín la invasión de imágenes heteronormativas es abrumante. En ninguno de los medios de comunicación que buscaban promover sus productos vi una pareja homosexual, había muy pocas interraciales y los estereotipos de género se reforzaban una y otra vez.

Todo esto está muy bien para quien se sienta cómodo dentro de dichas posiciones. Sin embargo, no podemos olvidar que esta noción del amor no es más que una dentro de muchas y que al imponerla como la única “natural” y “deseable” no estamos celebrando el amor sino sancionando socialmente una única forma de amar.

Por eso me pareció pertinente ver en The New York Times un video en el que Maureen Walsh, una representante republicana y conservadora del pequeño pueblo de Walla Walla, en el estado de Washington, hace un llamado a sus colegas para votar a favor del matrimonio igualitario.

La intervención de Walsh es conmovedora no sólo por la emoción en su voz sino porque, viniendo de las entrañas mismas del partido conservador, muestra cómo cuando nos salimos de nuestras casillas ideológicas y vemos al ser humano que tenemos en frente como lo que es –una persona con derecho a ser feliz, un ser cuya igualdad debe ser garantizada— las cosas pueden cambiar.

Walsh inicia su relato hablando de cómo ella estuvo felizmente casada durante 23 años con “el amor de su vida” quien murió hace 6. Como viuda, Walsh habla de su soledad, contrastándola con la plenitud de sus años matrimoniales y con la felicidad de tener una familia.

Lo que Walsh extraña es la fuerza del vínculo que creó con su esposo, en la intimidad e incondicionalidad construidas a lo largo de tantos años de vida compartida, y por lo tanto, agrega con la voz quebrada “cómo podría yo negarle a alguien el derecho de crear es vínculo increíble con otro individuo en la vida, eso me parece casi cruel” .

El argumento de Walsh es sencillo y contundente: la sexualidad de una persona no es motivo para negarle la plenitud del amor. Hacia el final del discurso señala, además, que su única hija es lesbiana y que ella espera poder celebrar algún día su matrimonio.

hija lesbiana de Maureen Walsh
Maureen Walsh. seattlepi.com

Así, el pequeño y conmovedor discurso de Walsh es un verdadero homenaje al amor en el día de San Valentín. Al amor de una madre que quiere la felicidad para su hija pese a sus propios prejuicios, el amor de una esposa que lamenta la partida de su esposo, y el amor de un ser humano que es capaz de enfrentar a su partido político y a la sociedad entera para luchar por los derecho al amor de los otros.

Este amor, generoso y diverso, el amor del que Maureen Walsh da prueba, debe ser el que celebremos en el día de San Valentín y durante el resto del año; y no ese otro, empalagoso y prefrabricado, que excluye a tantos y que nos reduce a todos a roles limitantes y estereotipados muy convenientes para los vendedores de rosas, diamantes y bombones.

Lee la traducción de la Intervención – Maureen Walsh

6 thoughts on “La vida en rosa(s)

  1. No soy LGBTI, pero creo que es excluyente que en el Día de San Valentín solo se promocione un modelo de pareja monógamo y se deje por fuera a aquellos que queremos celebrarlo con nuestras diferentes parejas (novias, amigovias, amigas con derechos, etc).

  2. ¡Qué buen ejemplo! Perfecto para usar como contraejemplo en una argumentación plagada de lugares comunes 🙂

  3. No soy LGBT pero me meto constantemente a esta página por la calidad de los artículos. Este es un claro ejemplo. Te felicito, buenísimo.

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