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Madres trans

Las madres trans: otra forma de ser mamá

Cindyrella Núñez, más conocida como Cindy, es una madre trans, rol que ejercen algunas mujeres de su generación que se encargan de compartir sus enseñanzas y de cuidar a otras mujeres que no tienen su misma sangre. De esta forma han creado muchas familias.

Por: Sergio Camacho Iannini.

Hola ¿puedo pasar? – pregunta Sergio.
Hola Sergio, mi amor, bienvenida papi – le responde la madre Cindy.
¿Cómo estás? – dice Sergio.
Bien zorrita ¿y usted? – le responde la madre Cindy.
Bien – dice Sergio.
Bueno, siéntate – agrega la madre Cindy.
Si quieres, hazme el tour de tu famosa casa – le pide Sergio.
Bueno… Empelótese si quiere – le responde entre risas la madre Cindy.
Antes del tour, te traje una bobada para tu desayuno – señala Sergio.

La voz de quien habla es la de Cindyrella Núñez, más conocida como la madre Cindy. Ella es una madre trans, un rol que ejercen algunas mujeres de su generación que se encargan de compartir sus enseñanzas y de cuidar a otras mujeres y hombres que no tienen su misma sangre. De esta forma se han creado muchas familias. Cindy es así como la oyen: desparpajada. No tiene pelos en la lengua ni le da pena preguntar nada. Aunque en un principio sus cuestionamientos pueden incomodar, cuando aprendes a conocerla, es inevitable reírse con ella. (Ver: Diferentes formas de ser trans).

Acabamos de llegar a su casa en la localidad de Teusaquillo, en el centro occidente de Bogotá, una zona central de la capital colombiana, cerca de la Calle 26, unas de las principales avenidas de la ciudad. Vive en el tercer piso de un edificio viejo, pero bien conservado. Apenas me bajo del Uber sale por la ventana y me saluda con una sonrisa que me hace sentir bienvenido. Me recibe en la puerta de su apartamento como si fuera una celebridad perseguida por una cámara en esos programas de televisión en los que los famosos les enseñan a sus fans cómo viven. (Ver: Conocer personas trans).

Cindy se refiere a todo el mundo con pronombres femeninos: las amigas, las putas, las maricas.

Bueno, pues acá…– dice la madre Cindy mientras le hace el tour a Sergio por su casa.
Esto está grandísimo – responde él.
Sí, eso sí, para qué. La vista, más que todo, es muy bonita – le responde la madre Cindy.

Yo soy una mujer de casa. Esta es mi alcoba, esta es mi habitación, mis santos, porque soy muy religiosa, soy muy católica, ¿si me entiende? Más no soy una persona que le gusta estar en iglesias, no”, afirma la madre Cindy. Su habitación es grande. Las cortinas están cerradas, pero como son claras dejan pasar los últimos rayos de sol del día. Hay un tocador con un espejo y una cama doble destendida que contrasta con lo ordenada que está el resto de su casa. Al frente de la cama hay una repisa llena de figuras religiosas, como las que se usaban en los pesebres en los años ochenta y noventa. (Ver: ¿Qué dice la Biblia realmente sobre la homosexualidad?).

Esta es otra habitación, es para cuando viene mi familia o mis hijas, mis maricas. Tiene su vista. Aquí tienen la hamaca bien divina, la vista para ver a los hombres”, dice la madre Cindy, quien se ha convertido en una figura emblemática para las personas trans. Como escucharon al principio, Cindyrella no es solamente Cindyrella, ella es “la madre Cindy” y se ganó ese título gracias al cuidado colectivo que ejerce, a su lucha por los derechos trans y a los consejos maternales que da: “no consuman drogas”, “no tomen tanto trago”, “no trasnochen tanto”, “si pueden, ahorren para la vejez”, “aprovechen la juventud, que las mujeres trans se envejecen rápido por la vida que les toca llevar”. (Ver: Orgullosamente trans)

Hay muchas formas de ser mamá y de ejercer la maternidad. Aunque Cindy tiene rasgos de una mamá tradicional, las suyas no son relaciones verticales, del tipo: “aquí mando yo”. Son relaciones construidas por enseñanzas basadas en las experiencias de vida, muchas veces dolorosas, y en consejos para enfrentar un mundo violento en el que las personas trans intentan sobrevivir. La historia de Cindy y de las madres trans nos muestra que el amor de mamá no siempre nace desde el vientre, sino que aparece en lugares y momentos inesperados, y en medio de condiciones difíciles, por ejemplo, trabajando en la calle. Cindy es una prueba de esto. (Ver: Laura Weinstein, una fuerza que no morirá).

Es el mes de la madre en Colombia y Sentiido está en la casa de la madre Cindy para conocer su historia, pasar un rato tranquilo con ella y rendirle homenaje a una mujer que, en algún momento de su vida, según ella, tocó fondo, pero que se levantó y cumplió dos grandes sueños: viajar a Italia a trabajar y ahorrar dinero para asegurarse una vejez digna.

Sentiido, con doble i, organización que aporta conocimiento en género, diversidad sexual y cambio social, se estrena en el mundo del podcast. Este episodio es sobre las madres trans. Pronto podrán escuchar más en nuestra página web o desde su aplicación favorita. Con ustedes “Las madres trans: Otra forma de ser mamá”. Se las cuenta Sergio Camacho Iannini.

Soy trabajadora, soy verraca, como trabajadora sexual fui muy buena trabajadora. Aún todavía los hombres me persiguen, soy gustadora ¿si me entiende?”. Cindyrella tiene el pelo negro y largo. Se siente orgullosa de su pelo, dice que siempre lo ha tenido bonito. Sus cejas son delgadas y están delineadas con un lápiz de color oscuro. Lleva puestos unos pantalones negros pegados al cuerpo, un saco rojo y labial del mismo color. Es coqueta. Lo demuestra cada vez puede.

Nació hace 60 años en Chaparral, Tolima, pero su infancia, al menos hasta los seis años, la pasó en Orocué, en el Casanare. Desde pequeña tuvo problemas con su mamá y su papá. Su familia no la aceptaba. “Un hijo marica, jamás”, le decían. No terminó el colegio, y desde que se fue de su casa a los 12 años pasó por varias ciudades de Colombia como Villavicencio, Armenia y Pereira. Allí trabajó en cantinas donde ejerció el trabajo sexual. En ese entonces no le pagaban con dinero, sino con fichas. Si ella hacía que el cliente pidiera un trago, se ganaba una ficha. Con ellas tenía acceso a un cuarto y a comida.

En 1985 llegó a Bogotá y como tantas mujeres trans fue a parar al barrio Santa Fe, una zona en el centro bogotano con edificios viejos, bares, tiendas y residencias. Las mujeres trans llegan a esta zona porque aquí pueden ejercer el trabajo sexual y ganar dinero para pagar un cuarto y tener un plato de comida. Pero al mismo tiempo, tiene dinámicas violentas que hay que aprender a sortear y conocer. Las madres trans suelen jugar un papel importante al enseñarles a otras chicas cómo es la vida en el Santa Fe. 

Nosotras somos verracas y somos más verracas que la gente que lleva su vida cotidiana, ¿si me entiende? Porque, hijueputa, nos toca verdaderamente día a día… Por eso es que la vida de nosotras las mujeres trans se nos acaba tan ligero, por la guerra que llevamos y por lo que nos toca luchar y por lo que cada día a día pasa algo para la cruz de atrás, que uno la lleva y nadie se la ve a uno y nadie se la carga… Una sola es la que carga todo lo que al día le pasa a uno”, afirma la madre Cindy.

Le encanta hablar. Hablar de su vida, de todo lo que le ha pasado y de cómo la ha traído hasta aquí. “Muchas veces he sentido la muerte, ¿si me entiende? La primera vez fue cuando me pegaron el primer tiro, todavía no tenía ni los 17 años. Vea donde lo tengo, aquí me entró. Para mí ha sido bonito eso de orgullecerme, de decir hijueputa, he sido una verraca, una guerrera, una luchadora”.

En el barrio Santa Fe estuvo por 10 años y aunque ahora vive en la localidad de Teusaquillo no se olvida del lugar que la recibió cuando llegó a Bogotá. En el Santa Fe están sus amigas y sus hijas. Allí también han matado a muchas. Es un lugar de memoria y resistencia. La lucha comienza y continúa desde allá. Cindy ha vivido en la calle. Ha tenido problemas con las drogas. Ha perdido a muchas amigas. Le han disparado tres veces. Ha pasado por la cárcel también tres veces. La han robado y traicionado, pero nunca ha dejado de trabajar ni se ha rendido. Dice que su corazón es su mejor amigo y el que le hace tener los pies en la tierra. Ha aprendido de las experiencias buenas y de las malas, tal vez por eso le gusta tanto hablar de su pasado.

Esto fue allá en Italia, esto fue cuando me fui de aquí de Colombia, cuando nos tocaba salir de aquí, de nuestro país, para un futuro, para algo, ¿si me entiende?”, le dice Cindy a Sergio mientras le muestra unas fotos. La foto que me está mostrando es del día en que viajó a Italia, una experiencia que cambiaría su vida.

¿Te fuiste a Italia? – le pregunta Sergio.
Sí, me fui y me tocó como un cacorro, pero bueno – responde Cindy con risa.

Sus fotos son sus tesoros, sus recuerdos. Son lo poco que se trajo de Italia. Tiene cientos de ellas. Las guarda dentro de un pequeño banco cuadrado con una tapa de cuero que se abre.

Esto fue afuera. Esto es en el coliseo. Esto fue cuando yo recién llegué porque como en ese tiempo Colombia tenía convenio con Italia, entonces la deportaban a una mucho. Yo me saqué todas esas fotos rápido y dije ‘nooo la chimba’ porque si me llegan a deportar al menos tengo prueba de que estuve allá, mi amor”, dice Cindy con risa.

Cindy se fue a Italia en 1995, una época en la que varias mujeres trans trabajadoras sexuales viajaron a Europa. Lo hizo con ayuda de un viejo amigo, el dueño de un burdel en el que ella trabajó. Viajó con un objetivo claro: ahorrar dinero para comprar una casa. Tener una propiedad era asegurarse que nadie la pudiera echar a la calle.

La vida de las personas trans, en especial en contextos como el del barrio Santa Fe o cuando son desplazadas por la violencia que viven en sus casas o por el conflicto armado colombiano, está en constante movimiento. No hay tiempo para pensar en el futuro. Hay que pagar la comida y el cuarto para pasar la noche. Pero Cindy logró romper ese ciclo y desde muy pequeña sabía que tenía que ahorrar, trabajar y comprar una casa. Y para lograrlo, el siguiente paso era irse a Italia.

Porque vi el espejo de otras compañeras mías que ya no viven. Fueron personas que pagaron arriendos, con negocios, cachesudas, famosas, con carro. Pero una propiedad para meter la cabeza cuando llegaran a viejas, no la tenían. Entonces, eso fue lo que yo hice con la persona que me patrocinó para salir fuera de mi país. A pesar de que nunca tuve estudio, pero no por mi familia, por mis padres, sino porque yo fui muy rebelde desde niño, por eso he sido muy terrible. En todo caso, me dijeron: mamita, estás en Italia, no en Colombia, no estás en el platanal. Estás en Italia, tienes que hablar italiano. Y entonces me demoré tres meses para parlarlo y capirlo”.

¿Y hablas italiano o se te olvidó? – le pregunta Sergio.
Lo parlo y lo capisco, ancora no se me ha dimenticado, ancora lo platico – responde Cindy con risa. “Esta es Venecia, la ciudad que está encima del mar, Venecia”, le dice a Sergio con una foto en su mano.

La primera Navidad y Año nuevo sola y lejos de casa le dieron durísimo. Aunque no tenía ropa adecuada para trabajar durante el invierno, una amiga la llevó a comprar una chaqueta y, en medio del frío, seguía trabajando en las calles. El plan era quedarse por dos o tres años. Terminó quedándose dieciséis. La vida le ha enseñado todo lo que tiene que saber y la ha hecho una mujer sabia. Europa, por supuesto, la transformó. Aunque no es fácil ser migrante, puta y trans, Cindy trabajaba día y noche, comenzó a viajar, sobre todo en los veranos. También siguió ahorrando y comenzó a mandarle giros a una “amiga”.

La persona se volvió alcohólica, tuvo muchos problemas y yo no sabía, y yo era mande y mande plata y ella derrochando. Por eso cuando llegué, cuando vi por primera vez mi casa, yo lloré. Y no de felicidad. Llegué y yo lloré. ¿Por qué? Porque me estrellé viendo la casa por fuera. No podía entrar porque estaba arrendada. ¿Qué fue lo que me maté? Todo lo que sufrí, todo lo que hice y voy a venir y ¿no puedo entrar porque tengo que pedir permiso? Eso fue para mí muy duro, todo lo que me jodí, lo que hice, para ni 100 pesos tenerme, ni una cuenta, la casa toda sin pintura y yo no hijueputa. A raíz de eso, ahí mismo fui donde dos abogados, calladitamente cogí e hice mis papeles y fui y lo hice investigar”, recuerda Cindy.

La amiga y el esposo compraron, con la plata de Cindy, el edificio en el que hoy vive. En 2011, cuando regresó a Colombia, se encontró con que no podía entrar a su propiedad. “Imagínese y esta casa les daba un millón quinientos mensuales, en seis años lo que tuvieron mientras yo llegué y no me tuvieron ni 100 pesos ¿Dónde está la plata? y la casa sin componerla, sin hacerle ningún arreglo”, dice Cindy.

Recuperarla no fue fácil, pero lo logró. Cindy reunió a los inquilinos y les contó que era la dueña y les dijo que le tenían que pagar el arriendo a ella. “Cuando yo me posicioné de mi casa, yo decidí no devolverme a otra vez para Italia, yo dije no, ya hice lo que hice, ya me maté, ya tengo lo que yo quería, que es mi casa. Y aquí estoy”, añade Cindy. 

Cindy vive del arriendo de dos apartamentos. Le gusta estar en su casa y arreglarla. La cuida mucho. “¿Entonces te parece bueno o no te parece bueno?”, le pregunta Cindy a Sergio.  “Está hermoso. Me alegra mucho, además, que hablas con mucha felicidad de tu casa. ¿Este espacio qué significa para ti?”, le pregunta él.

Para mí es todo lo que verdaderamente hice en mi vida. ¿Si me entiende? Demostrarles a mis compañeras, a mis hijas y a la gente que nunca creyó que yo podía salir adelante, que iba a conocer otro mundo, otra cultura, otra lengua. Luché, trabajé y todo para mi imperio que tengo hoy en día, para estar relajada, tranquila como un ser humano ¿si me entiende?  Porque usted sabe que para nosotras las mujeres trans, para esperar una pensión, algo, usted sabe que eso jamás lo vamos a ver en nosotras las mujeres trans, a no ser más adelante, pero quién sabe cuánto faltará para uno ver eso. Pero si uno no se asegura uno mismo, no pone de su parte y no piensa en la vejez, paila. Pero si uno es juiciosa porque usted sabe que para nosotras las maricas, para llegar viejitas a donde la familia, la familia no lo va a aceptar a uno. Siempre lo va a discriminar, lo saca, lo bota

Para qué uno darle carga a la familia, póngase más bien pila uno: primero uno, segundo uno, tercero uno y ya, listo”.

La madre Cindy se siente orgullosa de lo que ha logrado y no es para menos. Se ha convertido en un ejemplo a seguir. La ven como una poderosa mujer y activista.

Cindy forma parte del equipo de “Yo Marcho Trans”, un espacio de protesta, memoria y resistencia que nace de la exclusión que las personas trans tienen dentro del movimiento de lesbianas, gais y bisexuales.

Hola, se cortó la llamada. Cindy es una mujer hermosa, maravillosa, ¿sabes?”. Estamos escuchando a Daniela Maldonado, artivista y una de las fundadoras de la Red Comunitaria Trans, quien describe lo que significa la casa de Cindy y la importancia de una mujer como ella. “Yo la admiro un resto. Admiro su vitalidad, su capacidad, hasta tiene más vitalidad que yo a mis treinta y tres años. Es una mujer que sube, que va, es súper talentosa con lo que hace, con los diseños. Me parece maravilloso todo su trabajo, todo su esfuerzo, la visión que tiene. La casa de Cindy ha sido un espacio de encuentro, de juntanza, de movilización, de acogida”.

Aquí yo he tenido hasta 10 personas. Entonces, sí, nos acomodamos, colchoneta y espacio es lo que hay. ¿Si me entiende? La primera regla es que no me gusta que me vengan borrachas, ni drogadas, ni nada de esas cosas, ni a chimbear aquí a la casa. Y tampoco que me lleguen a las dos o tres de la mañana o a toda hora. No, yo no permito eso. Mi horario es temprano y a la que le gusta trasnochar, entonces ya es otra cosa muy diferente mamita. A mí no me gusta eso, entonces busca un hotel, que allá puede llegar a la hora que sea y con quien sea. Tampoco que me vayan a traer a cuánto hijuepuchica se les ocurra”, explica Cindy. 

Cindy es una parte importante de la Red Comunitaria Trans, una organización que trabaja por los derechos humanos de personas trans que viven en contextos de vulnerabilidad y violencias.

Su figura es la de una mujer con experiencia que hoy vive tranquila, la de una madre cuidadora que da buenos consejos, la de un ser humano que se preocupa porque las demás personas estén bien.

En esa época yo hacía la relación de que las madres eran las trans más cuchas”. Juli Salamanca, directora de comunicaciones de la Red Comunitaria trans, nos cuenta sobre el concepto de madres trans y las razones por las que son tan importantes en un contexto de discriminación, exclusión y soledad, como suele ser en el que viven tantas personas trans.

Hablar de madres trans es hablar de cuidado y más cuando el círculo de pobreza trans siempre está ligado a un abandono o a una expulsión del hogar. Muchas de las mujeres trans que han pasado por la casa de Cindyrelle y por las casas de otras madres trans, fueron desplazadas y sacadas de sus familias. Las sacaron por ser trans. Muchas de ellas hacen un doble duelo y es dejar su territorio, pero también enterrar a esa familia que nunca las va a aceptar como son. Y Cindyrelle y las madres trans las acogen. Muchas de las mujeres trans llegan al barrio Santa Fe con esa idea, como de, ‘allí sí voy a poder ser’. Pero se encuentran también con un barrio súper mezquino, que sí es verdad que se puede ser en comparación a otros lugares de la ciudad, pero que también está delimitado por quién te ayuda a parar y todos estos poderes que confluyen para que tú puedas ejercer y trabajar allí”, añade Juli.

Gracias a personas como la madre Cindy a veces se encuentran con otra realidad, una donde el amor y el cuidado no están relacionados con los genes, sino más bien con experiencias comunes de vida. “Cindy ha hecho eso con todas. Es como, primero, darles la primera mano y abrir las puertas de su casa y decirle venga, esta es mi casa, se puede quedar acá un tiempo mientras se para y mira qué va a hacer. Si quiere putear o no quiere putear“, agrega Juli.

Las madres son aquellas que ayudan a sortear la calle, que es muy dura para las mujeres trans”, Juli Salamanca de la Red Comunitaria Trans.

La autoridad y el reconocimiento se los ha ganado con trabajo duro.

Maternar es un ejercicio super violento cuando hay que hacerlo sola. Hay un dicho que dice que para criar un bebé se necesita una tribu porque criar, cuidar, debería ser un ejercicio colectivo. Claro, es individual, pero tiene que ser un ejercicio que pasa por lo colectivo. Finalmente se requieren unas redes de apoyo, las redes comunitarias, muy pequeñitas pero importantes e invisibles a los ojos de todo el mundo”, afirma Daniela.

Además, creo que las madres trans han ayudado a dejar de romantizar ese concepto de madre y que madre es la que sufre. Las madres no pueden ser madres por obligación, sino madre es la que quiere y es la que cuida pero no una mártir. Y creo que estas madres trans nos han demostrado que de bajar la cabeza no tienen nada. Las personas trans tenemos muy pocos referentes en la vida. Y las madres trans se convierten en uno. Juepucha, si esta vieja pudo, yo también. Es un concepto de agradecimiento y respeto en las calles del barrio Santa Fe porque muchas de ellas -las que todavía siguen vivas- tuvieron que pararse muy duro en las calles para hacerse respetar. Y gracias a ellas, muchas de nosotras hoy podemos contar con algo de visibilidad. Si ellas no hubieran hablado desde el trabajo sexual y de dignificar su trabajo y de pedir derechos, otra sería la realidad”, afirma Juli.

Por eso Cindy se ha convertido en el personaje representativo que es. Mientras seguíamos recorriendo el edificio, no esperaba encontrarme con nadie más. Pero de pronto apareció una mujer delgada en pantaloneta y camiseta. “Qué más zorrita, vea le presento una amiga, es una periodista. Con ella estoy haciendo una grabación y todo. Ella es prácticamente mi madre, pero putativa. Fue la primera marica que yo conocí, de 12 años. Hemos compartido las buenas, las malas”.

Las buenas y las malas dice Constanza.
De todo hemos sobrevivido – agrega Cindy.
¿Vive acá? – pregunta Sergio.
Sí, claro, la tengo acá. Si somos madre e hija, ¿cómo no? – responde Cindy.

Se trata de Constanza, la primera persona que cuidó de Cindy, cuando ella más lo necesitaba. Aquí está Constanza: “Ella vino desecha de la familia. Yo le brindé la estadía por mucho tiempo y hasta hoy hemos sido amigas. Y ahora estoy recogiendo de lo que yo regué ¿si? Yo fui muy especial con ella, quien cogió la droga, cayó y tocó fondo. Ella tocó fondo. Ella llegó a la indigencia. Y cuando llegaba sucia y todas esas cosas yo la hacía bañar, la regañaba y le pasaba ropa de la mía y la dejaba dormir en mi cama. Porque después de llegar a lo máximo de la droga y sin saber leer ni escribir, viajó a Italia, eso es para admirar. Tengo momentos tristes con ella y eso es lo que nos hace ser tan allegadas”.

Cindy no desampara a su madre y la deja vivir en uno de los apartamentos. Para Constanza esto es un premio por todo lo que ha hecho por Cindy. Sabe que merece que su hija trans la cuide y la apoye. Me pregunto si Cindy tendrá en un futuro una hija que haga por ella lo que está haciendo con Constanza, pero luego viene a mi mente una frase que ella me dijo: “Yo he sabido capotear la vida y aquí estoy”.  Y al final eso es todo lo que importa. Cindyrella tiene la tranquilidad de tener un lugar propio que se ha convertido en punto de encuentro, un lugar seguro para ella y para la gente que ama, un lugar para fumar marihuana o tomar el té, como ellas dicen, y para cuidarse las unas a las otras.

Siga para arriba, siga mamita – le dice Cindy a Sergio.

“Hemos estado las dos en el mismo peligro de bala, de cuchillo, de cárcel y tantas cosas que es duro recordar. Ella me entiende y yo la entiendo”, Constanza, la madre de Cindy.

“Es bonito llegar uno a la edad que uno llega y tener paz, tranquilidad. Eso es lo que yo más le aconsejo a mis hijas”, madre Cindy.

Subimos a la terraza por una escalera de hierro empinada. Ella la sube con facilidad, mientras que yo tengo que hacer equilibrio para no caerme y botar el celular con el que estoy grabando. Es el lugar favorito de su casa y lo tiene muy bien arreglado. Hay matas por todos lados, una hamaca y un viejo parlante encima de una silla. Se ve la Calle 26, el Cementerio Central y el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. Los atardeceres son espectaculares.

¿Te ayudo? – le pregunta Sergio a Cindy.
No, tranquila, no mi amor – le responde ella con risa. Y agrega: “esto es lo que me alegra, esto es lo que me da alegría, me da vida. Acá vengo y escucho mi música”. (Empieza a sonar música popular del parlante). “Cuando yo era niña, los hombres me pagaban, me perseguían, era apetecida porque era jovencita, todo relajo”.

¿Esta es la música que te gusta? – le pregunta Sergio.
Sí, baladas de los años 70, 80Por qué te lo llevaste (canta) –

Es cuando le matan a una persona o se le muere. Y acá vea, me siento divina, me siento a fumarme mi té, a tomar el aire y el sol. Me bronceo. Hago lo que quiero. Nadie me está juzgando. Nadie me está sacando. Nadie. Entonces, esto es lo bonito”.

Agradecemos a Cindy Núñez por abrirnos las puertas de su casa, a Juli Salamanca y a Daniela Maldonado por hablar con nosotros. También agradecemos a la Red comunitaria Trans. Este episodio fue producido por Sergio Camacho Iannini, Andrea Espinosa y Sebastián Duque. Lina Cuellar es la directora de Sentiido, María Mercedes Acosta, es la editora general de Sentiido. La mezcla sonora estuvo a Cargo de Elkin Oliveros.

Me gusta aconsejarlas. Eso era lo que yo quería, mi espacio, donde yo pudiera tener mi gente, la que verdaderamente me quiere, me aprecia y que yo puedo también querer, apreciar y compartir un café, un bareto, una ducha, lo que sea. Para mí eso es bonito. Eso era lo que yo quería en mi vida. Eso que yo fui una persona bazuquera, habitante de calle. Yo desde que salí de mi casa, quería salir adelante, tener lo mío, una casita”, concluye Cindy.

Este fue un episodio de Sentiido de la mano de Cartagena Federal.


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One thought on “Las madres trans: otra forma de ser mamá

  1. Es muy interesante viniendo de una persona como ella o el soy una persona mayor pero e soñado con algún día ser homosexual y usted me alegra el corazón de poder leer estos capítulos


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