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Laura Weinstein

Laura Weinstein, una fuerza que no morirá

Espiritualidad, amor, carisma y alegría, son palabras que definen a la activista trans Laura Weinstein, quien falleció el 2 de enero. Esta es la Laura que sus amigos, amigas y el movimiento LGBTIQ conoció. Su legado sigue vivo.

Laura tenía una capacidad no muy común en el activismo: la de reírse de sí misma y del mundo, a pesar de lo hostil que muchas veces le resultó. Para la muestra, pasó buena parte de su infancia en consultorios de psicología mientras veía la cara de sufrimiento de su mamá. En el colegio nunca la invitaron a una piñata: la primera vez que fue a una –cuando llevó a una sobrina– tenía 15 años. Y sobrevivió al bullying escolar porque sabía que crecería y que nunca más iba a ver a quienes le hicieron el colegio imposible. (Ver: La silenciosa lucha de Laura Weinstein). 

Aun así, el humor era su filtro para ver la vida y una de sus herramientas para responder al odio. “Tenía un humor resiliente, marcado por sus experiencias de vida”, recuerda su amigo Nikita Simone Dupuis. Un “¡ole sumercé!”, acompañado de uno de sus apuntes era suficiente para aliviar la tensión

Muchas veces estábamos llenos de trabajo y ella salía con un comentario que nos hacía morir de la risa”, agrega Jaime Tejada, quien fue su pareja durante los últimos 11 años. Poco importaba si la conversación había empezado con un tema serio, pues casi siempre terminaba con una carcajada.

“Laura siempre me pareció una mujer guapa, particularmente, porque era muy divertida”, Elizabeth Castillo, abogada y activista.

Yo me acuerdo de un plantón que hubo en el CAI de Chapinero por unas violencias de la policía hacia mujeres trans, en la supuesta localidad de Bogotá más amigable con la diversidad. Estábamos en medio de la protesta, cuando llegó otra líder trans a defender a la policía. A Laura, al principio, le daba rabia que esto pasara, pero siempre terminaba tomando todo con humor y seguía adelante con entusiasmo”, cuenta Nikita.

En 2011, siendo judía, Laura se sumó a un acto público en el que un grupo de personas iba a la Catedral de Bogotá a escuchar la misa de un Domingo de Ramos, llevando camisetas que decían “la homofobia no es cristiana” y “soy homosexual, tengo hijos, soy católico”. Era una protesta contra el mensaje que la Conferencia Episcopal de Colombia difundía ese día de que las personas homosexuales no eran aptas para adoptar menores. (Ver: La estrategia electorera de estar en contra de las personas LGBT). 

La idea era que quienes participaran del acto comulgaran. Cuando la misa terminó y salieron de la iglesia, Laura se acercó a la abogada y activista Elizabeth Castillo, quien lideraba el evento, y le dijo: “acabo de hacer la Primera Comunión”. Elizabeth no podía de la risa. Laura sabía que el panorama siempre mejoraba cuando el humor estaba de por medio. (Ver: “Venimos a dejar el mundo mejor de como lo encontramos”).

Ximena Chanaga, quien trabajó con Laura en el entonces Centro Comunitario LGBT de Chapinero, recuerda que un día llegaron unas jóvenes, cada una con un kit de vasos. Ximena les preguntó por qué todas tenían esos vasos y ellas les respondieron que muy cerca de allí los estaban regalando a las mamás de niños menores de 10 años que respondieran una encuesta. (Ver: Centro comunitario LGBT de Chapinero: cuando Bogotá salió del clóset). 

Le dije a Laura que fuéramos allá diciendo que éramos mamás. Laura dijo ‘sí’, pero estaba muerta del susto”, cuenta Ximena. Allá llegaron. Laura se sentó en una silla, mientras Ximena estaba pendiente de lo que le preguntaran:  

 Señora, ¿cuántos hijos tiene? – le dijeron a Laura. 
– Tres – respondió ella con seguridad. 

Esa tarde Laura no solo dijo que tenía tres hijos, sino que dio sus nombres sin titubear. Daniel, se llama el menor, el de dos años, concluyó. “Hasta dio la fecha de su último periodo y de la última lactancia”, recuerda Ximena. El sufrimiento valió la pena porque cada una salió feliz con su kit de vasos, después de cumplir con su compromiso de participar en la encuesta.

Laura Weinstein
El lado espiritual de Laura le permitió transformarse y transformar la vida de otras personas. Foto: andresgofoto de goteam.media

Una vez en una entrevista en radio dijeron mal su apellido y Laura corrigió: “es Weinstein”. El periodista dijo: “ah, perfecto, Laura Einstein”.

De las épocas del centro comunitario, Ximena también recuerda el grupo de amigos que armaron con Daniel Verástegui, el entonces coordinador del centro; Mauricio Noguera, el abogado; Marlon Acuña, el psicólogo y David Trujillo, el comunicador. Les gustaba ir al restaurante Distrito Gayina en Chapinero a comer picadas. A Laura le encantaba el caldo de costilla de ese lugar.

Nikita aún recuerda la noche en la que fueron a cantar villancicos en la Zona T de Bogotá que, curiosamente, se llama “T”, pero en la que muchas personas trans no son bienvenidas. Esa noche se pararon al lado de un árbol de Navidad que habían puesto en la zona, mientras cantaban canciones tradicionales colombianas con algunos ajustes. Es decir, ya no era “la iguana de tierra caliente” sino “la travesti de tierra caliente”.

El acto también incluyó un ejercicio de memoria porque para Laura era fundamental recordar a las personas trans que la violencia se había llevado. De ahí que una de las fechas más importantes para ella era el 20 de noviembre, día de la memoria trans. Esa noche, después de cantar villancicos “retocados”, pusieron los nombres de mujeres trans asesinadas, para demostrar que lo menos importante era que no las dejaran entrar a un bar de la Zona T, sino la indiferencia que estaba acabando con sus vidas.

A Andrea Parra, abogada y una de sus amigas más cercanas, le pasó lo mismo que a mucha gente cuando conocía a Laura: rápidamente hubo química. En esto coincide la abogada Rebecca Schleifer: “A mí me gustaba presentarle a mis amigas activistas del exterior porque siempre tenían una conexión muy fuerte. Laura tenía un afecto y una luz que atraían a la gente”.

De ahí que con Laura lo profesional rápidamente pasara a lo personal. “Con ella hablábamos de trabajo, pero la mayor parte del tiempo teníamos conversaciones personales y de la vida”, señala Andrea Parra. En parte, porque Laura no solamente estaba pendiente de los temas laborales y de activismo, sino que siempre preguntaba: “¿usted cómo está?”, “¿cómo va la vida?”, lo que llevaba a que muchas reuniones de trabajo terminaran centradas en la cotidianidad de cada quien.

Laura trataba a sus amigos y amigas como parte de una gran familia. “Éramos como hermanas, aunque siempre le dije madre por respeto, porque se ganó ese título”, recuerda Bibian Sophia Cáceres, coordinadora del centro comunitario LGBT de Teusaquillo, quien, asegura, Laura siempre sabía cuando ella no estaba bien. “Me buscaba y me picaba la lengua para que habláramos. Movía cielo y tierra para ayudarme”.

Laura Weinstein
Laura junto a Andrea Parra en la marcha del orgullo LGBTI de Bogotá de 2019.

“Laura se distraía muy fácil, empezaba hablando de una cosa y terminaba en otra. De repente preguntaba: ¿por qué llegue acá?”, Tomás Anzola, Coordinador (e) del Grupo de Acción y Apoyo a personas Trans (GAAT).

Laura Weinstein
Laura amaba a Power Plumas y ahora junt@s trabajan por hacer del mundo un mejor lugar para las personas LGBTIQ. Ilustración: Sindy Elefante.

Bibian Sophia habló con Laura el pasado 24 de diciembre, pocos días antes de que falleciera. “Yo la sentí baja de nota, sabía que no se estaba sintiendo bien, así que le busqué algunos medicamentos naturales esperando que no fuera nada grave. Y como yo cumplo años el 29 de diciembre –ella entró a la clínica el 30– aun así, me mandó una torta con un globo. Laura se preocupaba por mi cumpleaños y mi navidad porque como no tengo familia en Bogotá, en ocasiones paso sola estas fechas”. 

A veces, agrega, le escribía por WhatsApp a las tres de la mañana pensando que al otro día le respondería, pero al momento Laura le escribía. En esto coincide Ximena Chanaga: “Si ella hubiera tenido un poder, habría sido el de la teletransportación porque Laura estaba donde uno la necesitara. Más de una vez llegó a Tolima, donde vivo, y armamos planes juntas”.

Bibian Sophia recuerda que en 2008, cuando trabajaba en webcam y no tenía mucho contacto con el mundo externo porque vivía en una especie de jaula, empezó a escribirle a Laura por redes sociales y ella siempre le respondió. “Desde el principio, ella fue una inspiración para mí de lo que yo podía llegar a ser, de que yo podía salir de eso”. Con el tiempo, terminaron trabajando juntas. Laura fue hasta su “madrina de divorcio” porque la acompañó en los trámites necesarios para terminar un vínculo. Laura vio en la premisa “entre nosotras nos cuidamos” una herramienta de fortalecimiento del movimiento trans.

Cuando estaban juntas, o con otras pares, recuerda Bibian Sophia, se les activaba el “código trans”: “Batíamos el pelo de un lado para otro, hacíamos gestos, nos dejábamos volar y todo nos daba risa. Ella me llevaba la cuerda con esas cosas que me hacen confiar un poco más en este mundo que nos tocó a las personas trans”. (Ver: El género desde una perspectiva trans). 

En su “código de comunicaciones” también había palabras como “chuchu”: “¿Ya hizo la chuchu?”, preguntaba en cualquier momento. Y la “chuchu” podía ser un documento, una tarea, una reunión… Cualquier cosa. “Ella asumía que uno le leía la mente, mientras uno se preguntaba de cuál de todos los ‘chuchus’ hablará“, agrega Tomás Anzola coordinador general (e) del GAAT. Otras frases propias de ella podrían ser “sumercé bonito” o “estoy atacada” o “muerta del odio” cuando algo le molestaba.

En la facilidad que Laura tenía de conectarse con la gente, fueron determinantes su capacidad de escucha y su empatía. Haber pasado por experiencias de vida difíciles fortaleció su habilidad de ponerse en los zapatos del otro. Y quizás por esto le entusiasmó tanto trabajar con infancias trans. En este tema, que fue pionera, logró que muchas personas trans pudieran vivir un tránsito tranquilo acompañadas de sus familias. Ella sabía que la vida de una persona trans cambia de manera significativa cuando cuenta con el apoyo familiar. (Ver: “Dejemos de decir que no queremos hijos LGBT”).

“Ahora tengo unas fotos de Laura a las que les prendo velas y les cuento todo, hasta les hago chistes, como si ella estuviera acá conmigo”, Bibian Sophia Cáceres.

Laura siempre decía que  en la medida en que una persona trans sepa que tiene derechos, su vida empieza a cambiar y, de paso, a transformar las de otras. Foto: Taller de comunicaciones, 2019.

No es fácil hablar de identidad de género en la infancia y por esto mucha gente evita el tema. Así que este fue un gran aporte de Laura del que muchos niños y niñas se han beneficiado y en el que es necesario seguir avanzando. El trabajo con infancias trans y sus familias lo hizo, principalmente, a través del grupo de apoyo del GAAT. La mayoría de los sábados de sus últimos 12 años estuvo allí escuchando a niños y niñas trans y a sus familias. (Ver: “Dejemos que nuestros hijos vivan su vida y no nuestros sueños”).

Fueron años de escuchar las historias de “mi familia me echó de la casa”, “me despidieron del trabajo”, “no me reciben en ningún colegio” o “me quieren quitar mis hijos por ser trans”. Pero Laura sabía que el grupo de apoyo era el momento en el que mucha gente toma fuerza y construye redes de apoyo. “Las familias que trabajaron con Laura hablan de ella con un amor profundo porque se sentían acogidas. Laura le prestaba mucha atención al bienestar de niños y niñas, algo que papás y mamás valoran mucho”, afirma Andrea Parra. (Ver: Orgullosamente trans).

El temperamento de Laura también le permitió no engancharse en disputas inútiles o en las luchas de poder de los movimientos sociales. “Nunca se enfrascó en esas rencillas personales o laborales”, agrega Andrea Parra. Eso no significa que no expresara sus opiniones o que no supiera fijar límites. Pero lo hacía con una diplomacia y un respeto al punto que esta actitud conciliadora se convirtió en uno de sus legados. “Nosotras tuvimos diferencias, pero por el temperamento de ella rápidamente dejábamos las pendejadas atrás y seguíamos hacia delante”, dice Bibian Sophia.

Laura tenía la capacidad de sentarse con el representante de cualquier organización para construir en equipo. “Ella sabía dialogar y establecer puentes no sólo con personas del activismo LGBT sino de escenarios muy distintosLaura entendía que quienes se oponen a la igualdad LGBT no están pensando en discusiones identitarias LGBT, sino que asumen que todos nosotros somos ‘el enemigo’. Laura sabía que hay una agenda colectiva en la que podemos trabajar sin que cada quien pierda sus compromisos. Por ejemplo, siendo una mujer trans, se sumó al comité de impulso por el matrimonio entre personas del mismo sexo”, agrega Elizabeth. (Ver: Matrimonio Igualitario en Colombia, paso a paso).

“Las familias con personas trans tuvieron una voz gracias al trabajo de Laura”, Ximena Chanaga.

Laura se vinculó no solo a temas trans sino en otros LGBT que ella sentía eran importantes. Ese fue un aporte muy valioso.

Laura, además, nunca antepuso sus propios intereses sobre los de los demás. Para la muestra, explica Andrea Parra, el estoicismo con el que vivió el cáncer avanzado que le fue diagnosticado en 2019. “Por razones transfóbicas los médicos no le prestaron atención cuando empezó a tener síntomas. Le atribuyeron las molestias a ‘prácticas sexuales trans’. Y con la ferocidad que ella habría reaccionado si alguien le hubiera contado que eso le estaba pasando, no sucedió igual con su propio proceso. Por tanto, el tratamiento empezó tarde, a lo que se sumó que muchas veces la trataron con el género y el nombre que no le correspondían. Todo esto lo vivió de una manera muy privada, nunca hizo de su situación una causa o algo público”. 

Muchos activismos, agrega el abogado Mauricio Noguera, son conflictivos. “Esto no quiere decir que unos sean mejores que otros, pero el de Laura era de mucho amor, tranquilidad y generosidad. El activismo trans tiene situaciones adversas y por eso uno entiende que tiene que plantarse con fuerza. Pero el de Laura era otro: de posiciones firmes, pero por la suavidad, la amabilidad y la tranquilidad que la caracterizaban, ella le llegaba más fácil a la gente, con menos barreras”.

Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo, recordó en una columna en El Espectador, que conoció a Laura cuando ella trabajaba en el centro de la diversidad de la Alcaldía de Bogotá, orientando los servicios de personas trans. “Laura le abría la puerta a uno con una sonrisa, daba la bienvenida, te preguntaba si querías café y te escuchaba. Una de sus grandes lecciones es acoger a la gente desde el primer momento”.

“Laura buscó la unión y la colaboración entre organizaciones”, Jaime Tejada.

Laura estaba convencida de que el amor debe ser la fuerza que moviliza la lucha de la diversidad sexual y de género. “Ella no era de las que decía de una vez ‘no, esto no es así’, ni pretendía imponer su voz, sino que escuchaba y a partir de ahí transformaba”, señala el psicólogo Daniel Verástegui. De ahí que uno de sus principales legados, añade Andrea Parra, sea de actitud: el movimiento LGBT tiene que revisar en dónde ocurren las fracturas porque esto dificulta el trabajo colectivo por la construcción de un mejor país. Pero Laura logró reunir y concertar. (Ver: “Nuestra estrategia es el amor”). 

Ella, dice Daniel, no ejercía como una “policía del género”. “Muchas veces pasa que, si una persona trans no vive ciertas transformaciones físicas, empieza la ‘policía del género’ a caerle, a decirle: ‘no, no eres’ o ‘sí, sí eres’. Laura respetaba los tránsitos y las decisiones de cada quien, de allí que hacía énfasis en no hablar de personas trans a secas, sino de personas con experiencias de vida trans”. (Ver: Diferentes formas de ser trans). 

Danne Aro, coordinadora de comunicaciones del GAAT, cuenta que le marcó mucho el trabajo de Laura para educar sobre las múltiples formas de transitar: físicamente, en la forma de pensar, en los sentimientos… “Los tránsitos son experiencias individuales que cada quien vive a su manera”.

“Laura siempre apoyó las movilizaciones, no solo por temas trans, sino que participaba en todas la que creía debía apoyar”, Bibian Sophia Cáceres.

La capacidad de negociación, de escucha y de respetar lo que el otro piensa, le permitieron a Laura una incidencia muy profunda política, social y académica.

Otra característica de Laura era que, en el espacio que fuera, siempre hablaba de manera cálida y desde el corazón a partir de su experiencia de vida. “Tenía una profunda paciencia y tranquilidad para explicarle a la gente, hasta con ternura, las identidades trans. Y si no sabía algo simplemente decía ‘no sé’”, recuerda Mauricio Noguera.

La misma lógica con la que nació el GAAT: mujeres trans hablando de sus experiencias de vida, fue la que utilizó en otros espacios sin importar si la audiencia era académica, estudiantil o quien fuera. Laura hablaba a partir de su cotidianidad, sin mayor elaboración teórica. “Ella decía unas frases poderosas de una manera sencilla, casi como contando una anécdota. A ella no le importaba no usar palabras especializadas ni le interesaba decorar las frases para hacerse ver más inteligente”, completa Nikita.

Esa capacidad de conectarse con cualquier persona fue evidente en los eventos internacionales. Aunque Laura no hablaba inglés, era común verla participando en un círculo donde la conversación era en este idioma. “A mí me divirtió mucho verla en un evento en Miami en febrero de 2019 porque de repente estaba en un grupo donde hablaban en inglés. Y no solamente se entendían, sino que se reían. Su forma de ser le abrió muchas puertas nacionales e internacionales. Ella era esa voz tranquila y paciente que iba a hablar con quien fuera necesario y la recibía”, cuenta Mauricio Noguera.

Pero ella no solo le abrió puertas al GAAT o a otras mujeres trans, sino también a muchos activistas trans. De hecho, Laura fue determinante en que en Colombia las alianzas entre mujeres y hombres trans sean posibles. Es raro que esto pase en otros países porque hay rivalidades, competencias o intereses muy distintos. “Ella siempre resaltó que el movimiento trans no es solamente de mujeres y abrió el espacio para que los hombres trans y las personas no binarias estuviéramos presentes”, agrega Jhonnatan Espinosa.

A esto se sumaba que Laura nunca le decía “no” a nada. “Uno le preguntaba ¿pero a qué vamos a ese evento? Y ella decía ‘hay que ir, conocerles”, señala Daniel Verástegui, quien recuerda que una vez, después de una charla con el grupo Stonewall de la Universidad Javeriana, los chicos les propusieron ir a tomar algo. “Ella tenía esa capacidad de pasar de hablar de derechos trans a relajarse charlando de cualquier tema porque ese día nos dieron las cinco de la mañana con los chicos de Stonewall, muertos de la risa”.

“Parte del legado de Laura es que, si queremos avanzar, el trabajo es en equipo, creando alianzas”, Mauricio Noguera.

Laura Weinstein
“Su cuerpo le quedaba pequeño para la gran mujer que fue”, dice su amigo Nikita. En la foto, Laura durante la expedición del Decreto 1227 de 2015, conocido como “El decreto trans”.

Laura atendía las entrevistas de los estudiantes y si había que escribir una nota para un medio, lo hacía. “Mientras que uno muchas veces dice ‘no le doy una entrevista más a los estudiantes que siempre preguntan lo mismo’, ella estaba abierta al diálogo”, cuenta Nikita. De hecho, agrega Jhonnatan, cuando se veían y decían todo lo que tenían que hacer, Laura agregaba: “sí, pero hay que hacerle a tal tema”. Y, como fuera, seguían trabajando. Ella siempre impulsaba a sus pares a seguir, a avanzar.

Una muestra de cómo Laura creaba puentes fue su apuesta de acercar el judaísmo y la diversidad sexual y de género. Finalmente, su vida iba mucho más allá de ser una activista trans: estaba profundamente atravesada por su espiritualidad. “Sus posturas amorosas y su manera de actuar poco reaccionaria estaban marcadas por su fe”, cuenta Nikita. 

Laura más de una vez dijo que la comunidad judía de Bogotá era cerrada, y por esto participó en un grupo con otras personas LGBT judías en Colombia con quienes celebraba el Sabbat y otros festivos judíos. “Ella era mi comunidad judía en Bogotá. Para mí, Laura era el modelo de una buena mujer judía, con un espíritu feliz y un corazón muy grande”, dice Rebecca.

Cuando Laura falleció algunos rabinos reconocieron que Laura fue una parte importante de su historia al ser una mujer trans judía. Alguno dijo que Laura pensaba que en él iba a encontrar una guía, pero que fue ella quien se convirtió en una guía para él. 

Para Elizabeth Castillo, aunque no lo parezca, otro aporte importante de Laura fue haberse dejado las canas. “Porque no solamente retó el ser mujer, sino cómo quería serlo. En ese sentido, amé que se las dejara. La última vez que hablamos me dijo: ‘me cansé’, ‘me da mamera tinturarme y quiero explorar’”. (Ver: Brigitte Baptiste, una navegante del género). 

Para cualquier mujer, continúa Elizabeth, dejarse las canas es un ejercicio muy poderoso de afirmación de su identidad, “pero para una mujer trans lo es aún más dejar de pelear con el hecho de que el pelo se pone blanco y aprender, además, a llevarlo de esa manera tan divina en la que lo venía haciendo. Se veía regia”.

“Laura era un puente que unía límites y opuestos. Ella entendía muy bien los contextos, escuchaba y analizaba”, Daniel Verástegui.

“Laura no buscaba ser la bomba sexy ni un tipo de mujer estereotipado, solo pretendía ser ella. siempre decía que había muchas formas de ser mujer”, Mauricio Noguera.

También, amaba a los gatos, era la madrina de varios de los de sus amigas y, cuando se lo pedían, se quedaba cuidándolos. Los domingos, su único día descanso –si no había nada urgente que resolver– dormía más de la cuenta, leía y escribía poesía. Le encantaba. Y en tiempos de la reuniones de Zoom, le ayudó mucho colorear mandalas. “Ella nos decía: me avisan si suena el lápiz para silenciar mi micrófono”, recuerda Tomás Anzola.

A Laura, señala Ximena Chanaga, le gustaba reflexionar sobre el amor. “Estaba entre esa dualidad de desear el amor romántico que tanto nos venden, pero saber que ese amor es dañino. Ella se cuestionaba mucho las relaciones de amor de las mujeres trans y cómo tantas de ellas mantienen económicamente a sus parejas sintiendo que deben hacerlo para recibir el amor que cualquier persona quiere tener”, agrega Chanaga. (Ver: Por qué #MeGustanTrans). 

Yo creo que Laura no siempre fue esa mujer carismática y segura que conocimos. Pasó por un proceso de fortalecer su autoconfianza y amor propio. Ella es una muestra de cómo construir nuestra propia versión de nosotros mismos porque su decisión nunca fue quedarse en el dolor que vivió sino transformar ese sentimiento en algo útil para otras personas. Laura era un ser excepcional y a la vez común y corriente que decidió cómo quería enfrentarse al mundo”, afirma Andrea Parra.

Laura vivió y murió para las personas trans. Con el tratamiento contra el cáncer que le fue diagnosticado sintió dolor y muchas veces estuvo debilitada, pero su prioridad siempre fue seguir trabajando. Aunque quienes la rodeaban le dijeron mil veces que tenía que bajarle al ritmo, no lo hizo y siguió entregándole toda su energía al GAAT. Según Nikita, a Laura le costaba pedir ayuda porque para muchas personas ella era su mamá, su lideresa, entonces se concentraba más en el cuidado de los otros que en el propio. Ese era el último punto de su agenda diaria. 

Laura fue ese fuego transformador. Su nombre será recordado como uno de los que hizo posible el Decreto 1227 de 2015, uno de los mayores avances que han tenido las personas trans en Colombia. También, como la activista que lideró un proceso de cedulación de al menos 500 personas trans en el país. (Ver: El detrás de cámaras del decreto del cambio de sexo en Colombia). 

El GAAT en compañía de La Misión de Observación Electoral (MOE) y la organización Caribe Afirmativo, lograron que el Consejo Nacional Electoral de Colombia adoptara un protocolo para que las autoridades electorales respeten los derechos de las personas trans porque los espacios para ejercer el voto suelen ser escenarios de desconocimiento de su identidad género, de violencias en las requisas y de negación de sus nombres.

Laura Weinstein
Muy seguramente Laura quisiera ser recordada no solo como la activista trans, sino como una mujer judía comprometida con la inclusión de personas LGBT en esta comunidad.

“Laura siempre le apostó a una ley de identidad de género. ojalá, cuando sea una realidad, se llame Ley Laura Weinstein”, Bibian Sophia Cáceres.

De manera más reciente, Laura, en nombre de muchas personas LGBT, exigió por medio de una tutela la implementación de la política pública LGBT nacional (Decreto 762 del 7 de mayo de 2018). Y entre sus últimos aportes está un informe sobre personas trans migrantes en Colombia. También le apostó a la paz. Ella se preguntaba por la paz en clave trans, lo que no incluye solamente las violencias que estas personas han vivido en el conflicto armado sino su rol como agentes de transformación social.

***

Muy seguramente Laura quisiera ser recordada con muchas fiestas, sonrisas y proyectos en marcha. “Yo creo que ella quisiera ser celebrada por lo que vivió, hizo y lo que fue”, concluye Andrea Parra. En esto coincide Ximena Chanaga, quien asegura que desde algún lugar Laura está diciendo: “¡ni por el carajo me olviden!”. Y hay que cumplirle.

Gracias a Andrea Parra, Bibian Sophia Cáceres, Danne Aro, Daniel Verástegui, Elizabeth Castillo, Jaime Tejada, Jhonnatan Espinosa, Nikita Simone Dupuis , Mauricio Noguera, Rebecca Schleifer, Tomás Anzola y Ximena Chanaga por compartir con Sentiido su historia con Laura.

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