Tal parece que de la Inquisición se pasó a los discursos de odio y discriminación que, a su manera, también buscan reducir a cenizas los derechos de gays, lesbianas y bisexuales.
Por: César Sánchez-Avella*
Durante siglos, representantes de la Santa Inquisición capturaron, torturaron, condenaron y quemaron en la hoguera a millones de hombres y mujeres en razón de sus prácticas sexuales.
La consumación del deseo por personas de su mismo sexo hizo que los cuerpos de numerosos seres humanos ardieran en llamas, siendo un atroz ritual purificador, ejemplarizante, y de salvaguarda del dogma católico.
Aquel holocausto, descrito por Byrne Fone en su libro “Homofobia: Una historia”, fue apenas una de las múltiples manifestaciones de odio hacia quienes expresaran una sexualidad disidente de la sacralizada cópula reproductiva entre un hombre y una mujer, parte significativa de la tradición judeocristiana que ha perpetuado por generaciones la homofobia, fenómeno social y cultural que llega hasta nuestros días.
Quienes en la actualidad continúan con tan infame tradición, han pasado de empuñar antorchas a difundir discursos de odio y discriminación, los cuáles aún se materializan en agresiones verbales y físicas en contra de niños, niñas, adolescentes y adultos que se identifiquen o sean percibidos como no heterosexuales, viéndose comprometida su vida y bienestar, llegando al punto de, como describe Judith Butler, no hallar un lugar habitable en el mundo.
Tras un largo proceso, el 24 de abril el Senado de la República votó mayoritariamente por el hundimiento del proyecto de ley de matrimonio para parejas del mismo sexo (conocido también como matrimonio igualitario).
Esta fecha, que será recordada con vergüenza por las futuras generaciones, no puede ser entendida simplemente como el día en el que dicha iniciativa legislativa fue derrotada, sino como la celebración misma de un ritual ancestral, del cual fueron partícipes numerosos miembros de la iglesia católica y de confesiones cristianas, funcionarios de la Procuraduría General de la Nación, así como políticos de diferentes partidos (y pensamiento conservador).
Y fueron los 51 congresistas que votaron en contra del matrimonio igualitario quienes levantaron sus antorchas para encender una hoguera simbólica, con la intención de reducir a cenizas parte importante de los derechos fundamentales de gays, lesbianas y bisexuales, quienes ven nuevamente cómo sus uniones, sus familias y sus afectos, siguen siendo discriminados, violentados e inmolados.
¿1 Hombre + 1 Mujer?
Pese a no ser la primera vez que una iniciativa legislativa de similares características se hunde en el Congreso de la República, en esta ocasión la infamia, la falacia y la ignorancia, además de encontrar orgullosos y tradicionales exponentes en senadores como Roberto Gerlein y Edgar Espíndola, adquirieron nuevas formas, en movilizaciones sociales reaccionarias y retardatarias como el “joven” movimiento denominado “1H+1M” (o un hombre y una mujer), que buscaba “evidenciar la amplia oposición de los colombianos ante las distintas opciones de redefinir el concepto de matrimonio y familia”, enarbolando dicha oposición como un argumento, presuntamente sólido, para negar derechos fundamentales a las familias compuestas por parejas del mismo sexo.
Lo más irónico es que, dentro de los lineamientos de este movimiento pre-fabricado, se exprese su voluntad de negar “toda forma de odio y discriminación hacia las personas de diversas orientaciones sexuales”.
Inquietudes legítimas frente a dicha aseveración serían ¿cómo calificar las acciones de un movimiento que busca imponer de forma radical el modelo de familia nuclear heterosexual (ya minoritario en Colombia) como el único que merece respeto y protección legal? ¿Será amor y sentido de justicia exigir que se perpetúe la minorización y exclusión de todo núcleo social que no se asemeje a la sagrada familia?
¿No hay una interesante coincidencia entre el contradictorio discurso de este movimiento y el sostenido por líderes católicos y cristianos que afirman “amar a los homosexuales” y a la vez promueven el repudio hacia sus uniones? ¿No estará instalado en su interior el germen homofóbico propio de la Inquisición?
Y aunque ni en el sitio web ni en la página de Facebook de “1H+1M” se estipule como evento la instalación de hogueras comunitarias a nivel nacional para quemar a gays, lesbianas, bisexuales, magistrados de la Corte Constitucional o demás herejes que osen retar “la única y perfecta esencia del matrimonio”, es claro que sus acciones y declaraciones en defensa “respetuosa” de los valores tradicionales se asemejan más a los taimados movimientos de un lobo disfrazado con piel de cordero, pues son la encarnación “perfecta” del más profundo odio, el mismo que ha querido arrebatarle la vida y dignidad a quienes viven su sexualidad y afectividad de forma distinta a la heterosexual, el mismo que llevó al fuego los cuerpos torturados de quienes osaron amar y desear de formas “impías”.
Quienes, en pleno siglo XXI, defienden de forma visceral las posturas fundamentalistas, que justifican la violencia en contra de personas con orientaciones sexuales no normativas, dados sus “gusticos” y sus conductas “contranatura”, muy posiblemente justificarían la instalación de hogueras públicas para emprender un nuevo holocausto de gays, lesbianas y bisexuales, con el fin de proteger la sociedad y la sagrada familia de sus actos y deseos sexuales.
Expertos en hogueras
A pesar de que contamos con personalidades con un profundo conocimiento en fuegos y hogueras, como el Procurador Alejandro Ordoñez Maldonado, afortunadamente estas prácticas crueles e inhumanas ya no cuentan con el respaldo popular de otrora.
Aunque emerjan grupos intolerantes como la autodenominada “resistencia católica”, que vandalizó recientemente la fachada del Centro de Cuidadanía LGBTI de Bogotá, estos no podrán erradicar nunca la heterogeneidad propia de nuestra sociedad, conformada por infinidad de formas familiares, incluidas las conformadas por parejas del mismo sexo.
Y si ya se extinguió (por ahora) la hoguera de odio y discriminación encendida en el Capitolio Nacional en días pasados ¿qué es lo que arde? Lo que arde es la esperanza, que vive aún en millones de gays, lesbianas, bisexuales, transgeneristas, intersexuales, y cada vez más personas que creemos en la igualdad de derechos.
Arde el deseo por construir una sociedad respetuosa de la diferencia, en la que no sólo se instituya el matrimonio igualitario, sino que también se erradiquen las múltiples formas de violencia y discriminación en contra de quienes ostenten una orientación sexual, identidad de género o sexual no normativa.
Arde el afecto que se sigue dando al interior de muy diversos núcleos familiares, como los conformados por parejas del mismo sexo, sus hijos e hijas, que aunque no estén plenamente protegidos por la ley, siguen sus vidas con valentía y dignidad.
En un futuro, ojalá no muy lejano, será la misma sociedad la que prenderá una hoguera, en la que las llamas consumirán escritos y declaraciones de la infamia, como las de Ordoñez, Gerlein y Espíndola.
Se quemarán todas aquellas normas que establecen una ciudadanía de primera y de segunda categoría, como las que existen en la actualidad. Se quemarán encíclicas papales y panfletos amenazantes que han difundido el odio y el miedo. Se reducirán a cenizas.
Y así todos, sin importar el sexo o género de nuestro objeto de deseo y afecto, podremos dedicarnos a buscar la felicidad a nuestro modo, que es en últimas, siguiendo a José Mujica, a lo que venimos a este mundo.
*Miembro del grupo de investigación Pensar (en) Género de la Universidad Javeriana y del Colectivo Resistir & Articular.