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Lo realmente obsceno

Las marchas del orgullo LGBTI son una fiesta en donde se celebra todo: desde lo más banal hasta reivindicaciones políticas serias. Es en este espacio donde muchas personas se sienten con la libertad de no tener que ocultar ni su afecto ni quiénes son.

Por: Brian Alvarado Pino*

Muchos de los críticos que enfilan sus baterías contra las marchas del orgullo LGBTI que por estos días tienen lugar en todo el mundo, casi siempre se centran en lo que para ellos son excesos: cuerpos semidesnudos, besos, incitación a placeres carnales y sexuales. Exhibicionismo. (Ver: Lo que pensaba y lo que ahora pienso de las marchas LGBT).

Para ellos, es obsceno que la gente vaya por la calle sintiéndose libre de mostrar sus cuerpos o de insinuarlos. Libre de no esconderse. Algunos dicen que no están atacando “el derecho de las personas LGBTI de ser lo que son, sino sus formas de hacerlo”, como queriendo dictar cuál debe ser el camino de la reivindicación.

¿De verdad eso les parece obsceno? Me parece mucho más obsceno un desfile militar, con tanques y mujeres y hombres armados. Los ejércitos matan, un cuerpo semidesnudo sobre una caravana, no. Cada fiesta patria, acá o en China, significa un despliegue de la capacidad de matar que tiene un Estado. Eso sí que es obsceno.

Obsceno es tener que prestar servicio militar obligatorio o tener que ir a la guerra.

Obsceno es que los papás les compren a sus hijos pistolas de juguete o que les enseñen a sus hijas que las mujeres deben estar en la casa, mientras el marido trabaja. (Ver: Decir “no”: un privilegio de los hombres).

Obsceno es que haya policías que maltratan a habitantes de calle, mientras mucha gente lo pasa por alto porque “algo habrán hecho” o porque “eso les pasa por vivir en la calle”. Obsceno es que mueran niños de hambre en La Guajira.

De cosas realmente obscenas estamos llenos, pero a la mayoría se le ha vuelto paisaje. Un cuerpo semidesnudo o un beso entre dos personas (o tres o las que sean) jamás lo será. Al fin y al cabo, señoras y señores, vinimos a este mundo a ser felices y todos tarde o temprano deberíamos probarlo. ¡Qué más felicidad que un beso bien dado!

No se preocupen por sus hijos e hijas. La niñez es sabia y está desprovista de cualquier prejuicio, son los adultos los que les enseñan el miedo a la diferencia. Son los adultos los que complican todo. (Ver: ¿Ustedes por qué siempre están juntas?).

Más bien, ejerzan de manera responsable su rol de padres o madres y explíquenles con todas las letras y con nombres propios parte de la realidad que rodea a sus criaturas. Si no se los explican ustedes, seguro lo harán otras personas o lo buscarán en Google o en redes sociales.

Esa persona que marcha por la calle orgullosa de sí misma ni es un extraterrestre ni un demonio de la tal “ideología de género“, es un ser humano como ustedes. Ustedes también tienen un cuerpo que mostrar (bueno, si así lo quieren). (Ver: Marcha ¿al desnudo?).

Sabemos que vivimos en sociedades con unas normas bastante estrictas sobre cómo debemos salir vestidos a la calle, pero si esa “obscenidad LGBTI” molesta tanto, imagino entonces que jamás irán a un carnaval de Río o de Barranquilla. Allá no es que salgan muy vestiditos para los desfiles.

La marcha del orgullo LGBTI es una fiesta, un carnaval, en donde se celebra todo: desde lo más banal y superficial hasta reivindicaciones políticas y sociales serias. Así que tómenselo con calma y más bien salgan a marchar así ustedes no sean maricas. (Ver: Vengan, marchen con nosotros).

*Politólogo y comunicador.

Si lo que realmente les consterna es la “obscenidad” del cuerpo, creo que quienes tienen un problema son ustedes.

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