Muchas personas están acostumbradas a opinar si las mujeres se ajustan o no a estereotipos físicos. Esto refleja el afán que existe por intentar ajustarse -y ajustar al mundo- a un determinado modelo, desconociendo la diversidad de la realidad.
Una de las maneras en las que una persona construye su identidad es por la imagen que le devuelven de sí misma las otras personas. La “hipótesis del yo espejo” señala que cada quien construye parte de su yo a partir de las observaciones e interpretaciones que hace de las repuestas de los otros.
“En otras palabras, en la construcción de quiénes somos, está presente la retroalimentación de la gente”, señala María Nieves Quiles del Castillo, catedrática de Psicología Social en su libro El estigma social: convivir con la mirada negativa del otro.
El problema radica cuando esa retroalimentación está marcada por frases del círculo más cercano estilo: “¿cómo le alisamos ese pelo?” o “¿cómo le tapamos esa frente?”. O cuando papás o mamás se refieren a sus hijas como: “esta es la blanquita de la casa, la otra salió negrita”, en un tono peyorativo. (Ver: Cuando bebé era mono, blanco y de ojos azules).
Son comentarios que van marcando “algo está mal conmigo” o “mi aspecto no está bien”. “Hay una transmisión de padres a hijos de los patrones de belleza valorados socialmente”, explica Juanita Gempeler, psicóloga clínica especializada en terapia cognitiva comportamental, quien trabaja en Equilibrio, programa dedicado a los trastornos de la conducta alimentaria, afectivos y de ansiedad. (Ver: “Soy fea”).
Otras veces son los mismos pares en el colegio quienes sin filtro dicen: “hágase en otro lado que en la primera fila son las bonitas” o “usted no es tan bonita para ser cheerleader”. “En la infancia a uno le da miedo compartir con los papás este tipo de situaciones porque uno cree que nadie más las vive”, señala Juliana Reina, economista.
En esto coincide Ivis Pepper, quien en 2020 publicó en Sentiido la columna “Me siento fea”: “Muchas mujeres nos sentimos inconformes con nuestro físico, pero no hablamos de eso. Nos da vergüenza”. (Ver: Me siento fea)
En ocasiones, esos comentarios que afectan la autoestima, vienen incluso de docentes. “No falta la profesora que está organizando una presentación y dice: ‘las bonitas en la primera fila, el resto más atrás’. El mensaje claramente llega”, explica Gempeler. (Ver: Me siento fea, ¿qué hago?).
Ángela María Báez Silva, filósofa y psicóloga, con maestrías en literatura feminista y en Biología Cultural, recuerda que desde muy pequeña escuchaba a mujeres opinando sobre el físico de otras mujeres, sobre cuál es bonito y cuál no. “Automáticamente uno se mira y empieza a asumir que, como sea, debe ajustarse al cuerpo valorado socialmente”. (Ver: Cuando el mundo se divide entre bonitos y feos).
“La educación sexual debe incluir una formación afectiva y una sana relación con el propio cuerpo. Entre más temprano se empiece, menos autoexigencia y más posibilidades de gozarnos”, Ángela María Báez Silva, psicóloga.
Algo similar le sucede a Isabel Cristina Sánchez, psicóloga con un máster en Intervención Psicosocial y con línea de investigación en género, quien siempre ha tenido voces cercanas opinando sobre su cuerpo.
“Con 44 años sigo recibiendo los comentarios de alguien cercano que todo el tiempo se fija en mi cuerpo, que me advierte si me estoy subiendo de peso y que me felicita cuando adelgazo. Eso es un yugo. Ella dirá que lo hace por mi bien, pero para mi beneficio lo mejor es que te quedes callada, es mi cuerpo y yo soy la que viaja con él”. (Ver: 90-60-90 suman 240).
Muchas veces, agrega Sánchez, tampoco faltan los comentarios de los hermanos: “usted está gorda” o “yo de usted, si en serio quiere levantar, adelgazaría”. “Esas son frases que van creciendo en nuestra autoestima y en nuestra cabeza y creemos que para poder conquistar a alguien tenemos que recurrir a dietas súper estrictas o a ejercicio desmedido”. (Ver: La obligación de ser “bonita”)
Para Juliana Reina, economista, los comentarios en su infancia de los adultos que la rodearon también influyeron en su autopercepción. “Lo sentía más que todo de amigos de mis papás. A mis hermanas les decían ‘tan lindas las niñas’ y a mí nunca me decían nada. Era inevitable no compararme con ellas. Mi nariz es aguileña, parecida a la de mi papá, y él me molestaba mucho con ella, tratando de hacer el chiste, pero para mí era agobiante. Ya tenía suficiente con las gafas y los dientes en recreo”.
“Yo tengo dos hermanas a las que siempre les decían ‘tan bonitas las niñas’, mientras que a mí no me decían nada, eso me creó conflictos internos”, Juliana Reina.
“Desde pequeña, mi familia, los amigos de mi familia y mis amigos tendían a compararme con mi hermana. Qué tiene esta que no tenga la otra. Mi hermana es un poco más narizona que yo y tiene el cabello liso y yo no. Yo soy más amarilla, mi hermana más morenita. Y nuestras personalidades también son diferentes. Yo era más introvertida y ella no”, recuerda Ivis Pepper.
A las comparaciones con su hermana se sumó que su mamá era una persona muy divertida pero decía frases que a veces resultaban hirientes. “Mi mamá murió y no quiero hablar mal de ella, pero las burlas son burlas, aunque parezcan jocosas. Ella era de las que me decía que yo tenía una cabeza extraña. Y yo decía ‘sí, tengo la cabeza extraña’ y eso no ayuda a tener una buena percepción de sí misma”, agrega Ivis Pepper.
Las parejas también tienen mucho que ver en la autopercepción, los comentarios: “a mí me gustan más pechugonas”, “lo que estás comiendo te va a subir de peso” o “si sigues comiendo así te vas a volver igual de barrigón a tu papá”, envían un mensaje contundente: eres una persona inadecuada.
Se ha dado por hecho que las personas pueden vigilar lo que socialmente se asume como “ser mujer” intentando mantener ciertos parámetros físicos.
Es a las mujeres a las que principalmente se les exige cumplir con un estereotipo físico o a quienes socialmente más se presiona para ajustarse a un modelo determinado.
Y muchas veces en vez de “parar” a quienes hacen esos comentarios, ellas empiezan a auto exigirse y a hacer todo lo necesario para parecerse a ese modelo. Según Isabel Cristina Sánchez, es clave decirles “¡no más!” a las personas que insisten con esos comentarios, pero la manera de reaccionar también tiene mucho que ver con lo aprendido en casa.
El tema de fondo es la idea de que todo el mundo puede opinar sobre los cuerpos de las mujeres, que si alguna publica en redes sociales una foto en vestido de baño, el resto puede comentar si considera que está bien o no de peso.
“Nos sentimos con el permiso de juzgar los cuerpos de otras mujeres como si fueran una propiedad compartida. Nos parece casi que una labor de buena samaritana decirle a otra mujer que no está cumpliendo con unos estándares físicos”, agrega Ángela María Báez Silva.
A esto se suma que mucha gente se oculta tras una pantalla para sentir que tiene poder o que está por encima del resto y comentar en una foto: “¡qué piernas tan feas!”. (Ver: No. La culpa no es de las redes).
“Además de ser comentarios violentos, quien tiene tiempo para hacer eso suele ser gente muy sola que no construye una vida propia y se alimenta de otros”, completa Isabel Cristina Sánchez.
“En el colegio y en la familia debe hablarse de cuidarse a sí mismo y no de estar pendientes de la opinión de los demás ni de ajustarse a las presiones sociales”, Maryi Andrea Rincón, psicóloga y sexóloga.
Lo que seguramente hay de fondo detrás de estos comentarios es un problema con el propio cuerpo que se evidencia criticando el de otras personas.
“A mí esos comentarios me hablan de alguien enredado con su cuerpo. Entonces, como yo tengo un problema con mi cuerpo, no logro entender que otra persona muestre el suyo. Me ofende y me angustia, como diciendo ‘tú tienes que tener el cuerpo que se debe tener o cómo se te ocurre mostrarlo. Yo lo que le respondería es ‘si no te gustan mis piernas, no las mires’”, afirma Gempeler. (Ver: Catalina Botero: las críticas se responden con argumentos, no con censura).
El problema, en todo caso, no son las redes sociales sino la manera como cada quien se relaciona con ellas. Porque allí no solamente están los comentarios violentos o las cuentas que promueven estereotipos físicos sino las propuestas que buscan validar las diferencias y lograr que las personas se sientan a gusto como son. (Ver: No. La culpa no es de las redes).
En esta orilla también están las amistades y familiares que quieren que las personas se sientan bien con su aspecto. Son quienes normalmente dicen: “quiérete como eres, hay cosas más graves en la vida” o “tú eres bonita”, comentarios que, a pesar de tener las mejores intenciones, no ayudan, porque son traducidos por quien los recibe como “eres una tonta por preocuparte por eso”. Son una invalidación de lo que la persona siente. “Y negar la experiencia de una persona es pasar por encima de ella”, dice Báez Silva.
“Expresiones como ‘no seas boba, tú eres bonita’, pueden ser asumidas como ‘no me estoy sintiendo escuchada’”, Maryi Andrea Rincón, psicóloga y sexóloga.
No se trata, entonces, de decir: “así estás bien”, sino de dejar que la persona hable, más que de emitir un juicio. Si una mujer está diciendo “me siento fea”, la respuesta puede ser: “¿qué te hace pensar eso?” y “¿desde cuándo te sientes así?”.
Después de escuchar, se puede demostrar un interés genuino por conocer más de lo que está pasando como una manera de comprender a la otra persona. Al sentirse escuchada, la persona asumirá que no está sola. Más que decirle “pero si tú eres divina”, la idea es validar lo que siente y expresa.
“Los comentarios estilo ‘deja de decir eso’ nos hacen sentir como seres banales sobre lo que estamos viviendo”, señala Ivis Pepper. En esto coincide Juliana Reina: “Cuando nos dicen esas frases, uno quisiera responder ‘no tienes ni idea de lo que está pasando aquí adentro’”.
El bullying o la burla nunca ayudan. Estas prácticas no fortalecen el carácter, siempre hacen daño.
Luego de permitir que la persona se desahogue, quien escucha puede devolver un punto de vista más real: “tú estás sintiendo todo esto que expresas, pero no es cierto que tu pelo sea horrible” o “a mí me gustan mucho tus ojos”, entendiendo que eso será tomado muchas veces como palabras de alguien que se quiere acercar, algo así como “tú eres mi mamá, entonces te parezco linda pero no es verdad”.
En todo caso, agrega Juanita Gempeler, el mensaje más importante es: “no todo el mundo tiene que estar satisfecho con su cuerpo, no necesariamente se debe esperar el día en que la persona diga ‘todo lo mío me encanta’, sino que el objetivo es buscar aceptarse como uno es, lo que implica tratar de estar lo más contenta posible con lo que tiene”.
El reto es entender que cuando uno dice: “vamos a sacar lo mejor de ti”, no se trata de idealizar un referente para parecerse a ese. No es preguntar: “¿Cómo hacemos para que seas flaca?”. De entrada, el mensaje sería: “como eres no sirve y tengo que llevarte a otra cosa”, desconociendo que las personas vienen de todos los colores, tamaños y formas.
El físico es tan sólo una de las variables con las que una persona debe aprender a vivir.
En el proceso de aceptación, continua Gempeler, ayuda que la persona conozca de dónde viene su físico, es decir, que vea fotos suyas de diferentes etapas de su vida, también de sus abuelos, papás, tías y primos para descubrir a quién se parece. “El cuerpo de uno, con todas sus características, tiene una historia personal y familiar”.
“No todo el mundo tiene talento musical y no pasa nada. Tampoco todo el mundo tiene la estatura, ni el cuerpo, ni el color de ojos que quisiera y hay que vivir con eso. Ojalá la mayor cantidad de personas se sintieran cómodas como son, pero como eso no pasa, el objetivo es que la persona aprenda a vivir con lo que le gusta y lo que no de su aspecto”.
Ahora, si llega el momento en que por esa insatisfacción física a la persona le cuesta salir de su casa, necesita ayuda profesional.
Lo ideal es que una niña o adolescente sienta la tranquilidad de recurrir a sus papás o a una profesora, pero si estas opciones no están disponibles, entonces debe buscar ayuda psicológica. “Nosotras perdemos muchas oportunidades por sentirnos así. No es justo”, cuenta Ivis Pepper.
“Un ejercicio que yo hago antes de ducharme es, desnuda, mirarme al espejo, analizarme cómo he cambiado. Me digo qué ves bonito y qué no te parece tan bonito. Después analizo los pensamientos que vienen y llego a las emociones: alegría, felicidad, ira, miedo, incertidumbre, vergüenza y apunto en una libreta lo positivo y lo negativo que experimento”, explica Isabel Cristina Sánchez.
Lo importante es como cada quien se sienta. ¿Por qué la necesidad de intentar agradar al mundo?
Según Ana María Torres, psicóloga, psicoterapeuta y consteladora familiar, también ayuda mirar si hay alguien en la familia, una tía o una prima que evidentemente se siente muy a gusto con su aspecto y que lo expresa en la forma como camina, habla o cuida su cuerpo. “La idea es tratar de conectar con esa persona y con la manera como vive su relación consigo misma. En la medida en que es cercana, uno siente que eso también es posible para uno”.
Si uno se fija con detenimiento qué hace sentir a esa persona de esa manera, no suele ser que su apariencia física se ajuste a un estereotipo. “Tiene que ver más con la relación que esa persona tiene consigo misma. Es la manera como le da amor a su cuerpo que logra un bonito, no de estereotipo, sino un bonito de contento. Es de adentro hacia afuera. Ese es el verdadero concepto de belleza, el que nos ayuda a pararnos y a expresarnos diferente, más a gusto con quien somos y a la hora de relacionarnos con los demás”, concluye Torres.
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Quienes no vivimos del modo en el que el sistema patriarcal esperaría, tenemos que ser más fuertes, y para ello tenemos que dejar atrás el individualismo exacerbado que ha marcado los últimos años. Debemos organizarnos mejor, al menos de un modo tan eficaz como aquel de la gente que se encuentra todos los fines de semana en sus diferentes templos. En torno a una nueva religión no dogmática, atea/agnóstica (o por lo menos no teísta), feminista, antirracista, ecologista y aliada de LGBTIQ+ lo estaríamos, y podríamos conseguir que se estableciesen comunidades de mujeres, hombres y personas de géneros no binarios en muchos lugares, autogestionadas y con fuertes relaciones de cuidados entre sus integrantes. En el blog infinito5.home.blog escribo sobre ella