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Los retos de apostarles a otras masculinidades

Con el machismo, las mujeres llevan la peor parte, pero a los hombres también les va mal porque siguen cargando con el peso de tener que ser unos machos fuertes, insensibles y proveedores.

Por: Claudia Milena González Bernal*

La lucha por un mundo sin machismo no debería ser exclusiva de los movimientos feministas y de mujeres. Finalmente, por esta misma razón, muchos hombres cargan con el peso de tener que ser “unos machos insensibles, proveedores y fuertes”, lo que, en numerosos casos, termina en infartos, adicciones y riñas. (Ver: Hombres ¿feministas?).

En su libro El poder de ser vulnerable, Brené Brown, socióloga y profesora de la Universidad de Houston, explica que muchos hombres viven bajo la presión de demostrar que no son “débiles”. Así como muchas mujeres sienten una exigencia social de tener que ser guapas, delgadas y perfectas en todo, especialmente en la maternidad, para ellos la norma es: “no seas débil”. (Ver: “Soy fea”).

Según el informe sobre natalidad y mortalidad de 2022 del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), ese año se presentaron 22.864 fallecimientos, 54,8% hombres. ¿Las causas? Enfermedades cardíacas, isquémicas y cardiovasculares.

“Por el machismo, los hombres morimos en la guerra y tenemos serios problemas de alcoholismo y otras adicciones”, Leonardo Quintero, médico forense y magíster en sociología.

Y según el estudio de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Bogotá, realizado por la Secretaría de Salud, el 16% de las personas que refirieron haber usado alguna droga al menos una vez en su vida, un 22,9 % fueron hombres.

Aun así, están muy arraigadas las ideas de que los hombres no pueden ser sensibles, ni llorar ni expresar sus emociones porque eso es de “mujeres”. Y esta es una presión que no solo viene de parte de sus pares hombres, también de muchas mujeres. (Ver: Mónica Roa: el feminismo ayuda a tener relaciones familiares más sanas).

A los hombres les pedimos que sean vulnerables, les rogamos que nos dejen entrar, les suplicamos que compartan sus temores con nosotras, pero muchas mujeres no podemos tragar eso. En los momentos en que ellos son realmente vulnerables, muchas de nosotras retrocedemos ante el miedo, y ese miedo se manifiesta desde la decepción hasta el rechazo. Los hombres saben lo que realmente quieren muchas mujeres: que finjan ser vulnerables”, señala Brown en El poder de ser vulnerable.

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En enero de 2023, según Medicina Legal, se registraron 226 casos de suicidio, 185 fueron hombres. La presión de ajustarse a una determinada masculinidad tiene mucho que ver en esto.

A esto se suma que buena parte de la sociedad todavía piensa que las actividades del cuidado del hogar son exclusivas de ellas y, en la crianza, se sigue reproduciendo la imagen de que criar niñas es distinto a educar niños: a las “princesas” se les puede expresar dulzura y ternura, mientras que con ellos hay que ser más distantes, apenas darles una palmadita en la espalda o decirles: “¡bien hecho muchacho!”. (Ver: “Desde que las niñas son rosadas y los niños azules, estamos jodidos”).

Lo cierto es que aunque a los hombres también les va mal con el machismo, las mujeres siguen llevando, de lejos, la peor parte. Solamente en violencia de género, ellas siguen siendo las principales víctimas por la idea de que “les pertenecen a sus parejas o ex”. (Ver: Decir “no”: un privilegio de los hombres).

Según cifras de la Procuraduría General de la Nación, cada hora tres mujeres (128 al día y 47 mil en 2022), fueron registradas como víctimas de violencia de género (sin incluir los casos que no fueron denunciados). Sus victimarios son en su mayoría hombres: parejas, ex, amigos, vecinos o familiares. (Ver: Colombia enfrenta una emergencia de violencia machista).

Por todo esto, cada vez se conocen más propuestas de vivir otra masculinidad distinta a la tradicional, también llamadas “masculinidades emergentes” o “nuevas masculinidades”. (Ver: “A los hombres no les dicen ‘zorro’ ni ‘malcogido’ para insultarlos”).

En Latinoamérica existen colectivos al respecto en Argentina, Chile, Perú, México, Uruguay, Brasil y Colombia, entre otros países, al punto de que desde 2012 se viene realizando el Encuentro Latinoamericano de Varones Antipatriarcales (ELVA). (Ver: Gloria Careaga: el feminismo transformó mi vida).

Todavía predominan las creencias de que el rosado es el color de las niñas y el azul el de los niños, que ellos deben jugar con carritos y ellas con muñecas y cocinitas, que ellos quieren ser superhéroes y ellas princesas.

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“El machismo ha logrado que los hombres no se sientan víctimas del mismo y por eso ha sido tan difícil avanzar”, Nayila Liv Ortiz Ayala, licenciada en Etnoeducación y desarrollo comunitario.

El ELVA está a disposición para pensar en una categoría de varón de una manera más matizada porque no es lo mismo lo que pasa con un varón heterosexual a lo que pasa con uno trans. El ELVA invita a que se articulen todas esas masculinidades”, explica Campa Allen Marika, integrante de la coordinación del encuentro. (Ver: La libreta militar, una barrera para los hombres trans).

Lo que sí está claro es que no es suficiente con que los hombres cocinen, lloren, cambien pañales e incorporen un discurso progresista en su cotidianidad, porque esto no es un cambio de raíz. Es necesario viajar hasta el fondo del problema para entender cómo se empieza a instaurar esa masculinidad tradicional desde el momento de nacer o incluso antes, para cambiarla.

Según Nayila Liv Ortiz Ayala, licenciada en etnoeducación y desarrollo comunitario, a muchos hombres les cuesta incorporar nuevos discursos que partan del respeto y el reconocimiento de las otras personas porque cuando se es el sujeto del privilegio, no hay una lucha a la cual aferrarse. (Ver: Feminismo: lo que se dice vs. Lo que es).

Entretejidos

A Uriel Aguirre Cardona de 34 años, licenciado en Artes visuales, desde niño le gustó tejer y terminó creando en 2018, Entretejidos, un colectivo de hombres tejedores que les permitió reflexionar y expresar otra masculinidad. Sin embargo, a partir de la pandemia, el colectivo entró en pausa, aunque sus miembros siguen trabajando en el tema. (Ver: Cuando nos volvamos a encontrar).

Uriel cuenta que desde niño fue muy apegado a su mamá, a quien acompañaba a cursos de manualidades, siendo el único niño que asistía. Era además muy arreglado en su forma de vestir y delicado en sus modales, algo que le preocupaba mucho a su padre, un mecánico que terminaba llevándoselo durante las vacaciones de colegio o al taller para que se untara de aceite, grasa y conviviera en un ambiente de “hombres”. “Odiaba eso”, recuerda Uriel. (Ver: Juguetes sin barreras de azul ni rosado).

Lo primero que hice fue despojarme de esos lineamientos sociales que nos han inculcando. De hecho, a nuestros padres y abuelos les infundieron lo mismo como en una suerte de cadena casi indestructible, pero yo me propuse romper con esa línea. Desde niño me di cuenta de que yo sentía y me expresaba de una forma distinta”, relata.

“El machismo está tan arraigado que permea todas las dinámicas. El primer paso es evidenciar el problema y desnaturalizarlo”, Carolina Velázquez, magíster en psicología clínica y coordinadora de la línea de salud de la Universidad Javeriana.

Según Camilo Quiceno, uno de los pioneros del colectivo Entretejidos, allí pudo reflexionar sobre el cuidado de sí mismo y de los otros como ética de vida. “En uno de mis procesos con el bordado hice un poncho y lo bordé como representación de esa piel nueva que quiero para mí, así que tiene bordadas preguntas, palabras y estampados que hacen referencia a mi proceso. Los hilos me han permitido reflexionar y hacerlo junto a otras personas y con jóvenes que nos preguntaban y nos convocaban a cuestionarnos también”, añade. (Ver: Es feminismo: no humanismo ni “igualismo”).

Por su parte, Leonardo Quintero, médico forense, afirma que de los movimientos feministas pudo aprender a identificar al patriarcado en su padre, en su hermano y en sí mismo. “He podido reconocerme como víctima de abuso sexual y de bullying, pero también como una persona que buscaba experiencias sexuales sin interesarse en el cuidado del otro ser humano. Y la sexualidad, como cualquier vínculo, implica responsabilidades. Por todo esto trabajo en deconstruirme, proceso que requiere compromiso y reflexión y entender que es un ejercicio permanente”, agrega. (Ver: Bullying escolar LGBT: más fuerte y dañino).

Para Quintero, el trabajo es más de fondo porque implica asimetrías de poder con la propiedad privada, el capital, la distribución de la riqueza, así como el hecho de consumir personas como objetos y la cosificación de las mujeres. Hay que llegar a cuestionar las relaciones de poder dominantes, derribar los privilegios masculinos y buscar la igualdad real, en la práctica.

El machismo, explica Carolina Velázquez, magíster en psicología clínica y coordinadora de la línea de salud de la Universidad Javeriana, puede deconstruirse. “Pero se requiere conciencia, estar muy atentos a la forma en que nos expresamos y a cómo establecemos acuerdos en hogares y parejas. Debemos ser críticos con los medios de comunicación e impartir una educación crítica desde la infancia. Se requiere de toda una voluntad social desde las instituciones y desde todas las personas que inciden en construir cultura”.

En ese sentido, la Secretaría de Cultura Recreación y Deporte de Bogotá creó la línea Calma que ha atendido, en promedio, 15 mil llamadas de hombres. La idea es ayudarles a gestionar mejor sus emociones para prevenir la violencia de género. Así, Bogotá se sumó a estrategias exitosas en Inglaterra, España y Estados Unidos. (Ver: Tres grandes del feminismo en Colombia).

La línea se une a la Escuela de Cuidado para Hombres de la Subsecretaría de Cultura Ciudadana para que quienes lo deseen puedan tener espacios de formación en distintas áreas del cuidado, incluyendo el emocional y su relación con otras personas en los ámbitos privado y público.

Uno siente la necesidad de formación para ser más empáticos. Yo me he encontrado con cosas mías que no quiero tener y que a veces no sé cómo resolver y lo he logrado juntándome con otra gente y preguntándome constantemente”, comenta Camilo Quiceno de Entretejidos.

“Muchos discursos se quedan en lo académico que dista mucho de la realidad de hombres y mujeres. Es una información que no baja tan rápido a lo rural y a donde habita el pueblo en general”, Nayila Ortiz, activista.

En España, según el diario El País, el 41% de los hombres entre 15 y 29 años (de una encuesta a 1.700 hombres), dijo no identificarse con la masculinidad tradicional, asociada al éxito y la valentía.

La secretaría Distrital de Integración Social también abrió el Colectivo Masculinidades que adelanta acciones de prevención de la violencia. En Antioquia se abrió en 2020 una escuela de masculinidades para sensibilizar a los hombres sobre la manera responsable y no violenta de relacionarse y en Bogotá se inauguró la escuela de masculinidades no violentas Mayra Barahona, una iniciativa que surgió como respuesta al feminicidio de Mayra Barahona, madre de un niño de 2 años. (Ver: Feminicidio: crónica de una muerte anunciada).

El cambio en el mundo es imparable y estamos en un momento en el que se habla de diversidad, feminismos, masculinidades en transición… Lo que demuestra que sí hay voluntad de transformación y que el patriarcado puede estar entrando en crisis. Pese a todo, el camino es esperanzador. 

*Periodista.

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One thought on “Los retos de apostarles a otras masculinidades

  1. interesante reflexion yo personalmente siento que lo femenino corre por mis venas en realidad me hubiera gustado ser trans y si creo que hay que dejar que las verdaderas emociones se expresen ser mas uatentico reprimirse menos

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