Contrario a lo que se ha enseñado desde siempre, ni ser mujer equivale a ser mamá, ni hay una sola forma de ser madre. La investigadora y escritora catalana Esther Vivas, habló con Sentiido sobre maternidades en plural.
Fotos: Claudia Raigón.
Durante mucho tiempo, la sociedad y el propio feminismo se han centrado en un sólo modelo de ser mamá. Para las sociedades occidentales -y para muchas otras- la madre es esa figura abnegada cuyo único propósito en la vida es entregar todo su ser a la crianza y a la familia. (Ver: El feminismo busca incluir, no excluir).
Para una parte del feminismo, las reivindicaciones en torno a la maternidad se han centrado en un solo modelo de persona: mujer, cisgénero (o que no es trans), blanca, heterosexual, de clase media y, generalmente, madre biológica. (Ver: Ser una mamá feminista).
Pero hay muchas formas más de ejercer la maternidad y, como lo dice la investigadora catalana Esther Vivas, autora del libro “Mamá desobediente”, es fundamental para el bienestar de la sociedad romper el relato único sobre la maternidad. (Ver: “Ser mamá no es un instinto ni un mandato, es una elección”).
“Hay muchas formas de vivir la maternidad, por eso hablamos de maternidades en plural”, Esther Vivas.
“Sólo quitándole la exclusividad que tiene el ámbito femenino sobre las tareas del sostenimiento de la vida humana, es posible avanzar hacia una sociedad más igualitaria”, Esther Vivas.
Esto es así porque hay madres biológicas y adoptivas, cisgénero pero también trans; de clase media y alta y en situaciones de extrema precarización. (Ver: Cisgénero es una característica, no un insulto).
Hay mamás heterosexuales, homosexuales y bisexuales y hay madres migrantes, racializadas, desempleadas, sin y con pareja, que crían en compañía y muchas más. Maternidades múltiples en conclusión. (Ver: Madre no hay sino dos y Matías lo sabe).
Para Esther Vivas, experta en análisis social, maternidades y políticas agroalimentarias, sólo reconociendo las maternidades múltiples, así como la importancia de la red de apoyo en las labores de crianza y del cuidado, sólo quitándole la exclusividad que tiene el ámbito femenino sobre estas tareas del sostenimiento de la vida humana, es posible avanzar hacia una sociedad más igualitaria, más pacífica y con un lugar de respeto para cada quien. (Ver: El feminismo agroecológico, una apuesta por los derechos de las mujeres rurales).
Sentiido: ¿De dónde viene ese concepto tan arraigado según el cual sólo hay una forma de ser mamá?
Esther Vivas: Viene de una carga machista que bebe de las raíces judeocristianas de identificar a la madre como esa mujer sacrificada, abnegada por sus criaturas, por la familia, sin vida propia y sin otros intereses más allá de la crianza. Y en particular, en el cristianismo, viene también de identificar a la madre con la figura de la virgen María.
Al mismo tiempo, este ideal materno que se ha construido a lo largo de la historia, también está determinado por unos componentes de raza, de clase y de identidad de género.
Es decir, cuando pensamos en abstracto en un sujeto único (el de la madre abnegada y dedicada enteramente a su familia), sino también en una mamá de clase media, en una mamá biológica, heterosexual, blanca, cisgénero y sin discapacidad. Este es el prototipo de madre que generalmente imaginamos.
S: ¿Y cuál es la realidad?
E.V.: Que ese sujeto madre es un sujeto minoritario, si pensamos la maternidad a escala global. Más que hablar de “maternidad” tendríamos que hablar de maternidades en plural, entendiendo que la maternidad es diversa y que hay muchos tipos de madres: hay madres heterosexuales, hay madres lesbianas, hay madres sin compañía, madres con pareja, hay madres con pareja corresponsable y otras con pareja que no asume sus responsabilidades.
Hay madres con discapacidad, hay madres cisgénero, hay madres trans, hay madres biológicas, hay madres adoptivas, hay las llamadas madrastras. Todos estos tipos de madres configuran lo que es la maternidad y, por tanto, hay que empezar a romper con esta idea única de lo que significa la mamá. (Ver: Las madres trans: otra forma de ser mamá).
Entonces, hay que tener en cuenta que, en general, se establece un modelo de maternidad excluyente y, o encajas en este modelo de maternidad hegemónica o formas parte de los márgenes de la maternidad, de lo invisible, de lo no nombrado.
Y por eso creo que es tan importante desde el feminismo no sólo reivindicar la maternidad, sino hacerlo en plural con todas sus identidades.
S: ¿Puedes ahondar en el concepto de maternidades en plural?
E.V.: Sí, muchas veces pensamos en la maternidad como una experiencia que viene atravesada por desigualdades de género. Es decir, nos vulneran nuestro parto, nos vulneran en el empleo como madres, nos vulneran nuestra lactancia o nos juzgan constantemente, básicamente porque somos mujeres.
Pero en realidad la maternidad no sólo está atravesada por una discriminación vinculada al género, sino también a desigualdades de clase social, de raza, de identidad de género, de orientación sexual, de edad y, por tanto, hay unas maternidades que sufren más violencia y más discriminaciones que otras.
Entonces, es importante tener esto en cuenta para reivindicar en concreto los derechos de las madres. Es decir, al final, si la maternidad no está dotada de derechos acaba convirtiéndose en un privilegio para aquellas que se lo pueden permitir.
S: ¿Puedes dar ejemplos de esto?
E.V.: Si la maternidad no está dotada de derechos, por ejemplo, a una lactancia materna más extensa, ¿qué mujer se puede permitir estar con su criatura más allá de los cuatro meses desde que nace y amamantarla, si quiere, hasta los seis en exclusiva como sugieren todas las instancias de salud? Pues sólo aquellas que tenemos un cierto poder adquisitivo nos lo podemos permitir.
Pero ¿qué pasa con esa mamá que tiene un trabajo precario o que tiene que volver al empleo? ¿O qué pasa con esa mamá que tiene un trabajo informal y ni siquiera tiene licencia de maternidad?
Es decir, si las maternidades no están dotadas de derechos, la maternidad se convierte en un privilegio para aquellas mujeres que se pueden permitir económicamente determinadas prácticas vinculadas a la experiencia materna.
S: Mucha gente no solo habla de un tipo de madre en singular, sino de una sola forma de ser mujer, pero ¿habría que hablar de mujeres en plural, no?
E.V.: Sí. Está claro que ser mujer es algo muy amplio y yo creo que también desde el feminismo -desde los feminismos- se ha reducido el sujeto mujer a uno determinado: mujer blanca, de clase media y para quien la mayor reivindicación es romper con el techo de cristal.
Y por eso creo que es tan importante que desde el feminismo nos reapropiemos de lo que significa la maternidad como un concepto que básicamente ha sido usurpado y apropiado por el patriarcado.
Esto significa ver la problemática desde una perspectiva interseccional para no acabar reivindicando sólo una maternidad que no representa la pluralidad de ser madre. (Ver: ¿Qué es la interseccionalidad?).
“Hay que pensar la maternidad como responsabilidad colectiva, desindividualizar la maternidad y desfeminizar el cuidado”, Esther Vivas.
S: ¿Qué reivindicaciones exige esa visión de las maternidades en plural?
E.V.: Del mismo modo que desde los feminismos se tiene que reivindicar ya no sólo romper con el techo de cristal, sino también acabar con los suelos pegajosos, dese el punto de vista de las maternidades también se trata de reivindicar esas maternidades vinculadas a sectores populares, a sectores que a menudo tienen sus derechos más vulnerados precisamente por su identidad de género, por su clase social, por la racialización.
Porque si no, ¿de qué maternidades estamos hablando? La maternidad viene muy condicionada por un contexto social y económico que dificulta mucho más algunas maternidades que otras.
S: ¿Qué podemos hacer para empezar a ver las maternidades en plural?
E.V.: Entender las maternidades en plural pasa por entender que la maternidad va más allá de lo biológico. Es decir, desde mi punto de vista, lo biológico es importante porque hay que dar valor a nuestras capacidades gestantes, a la capacidad de parir o de amamantar pero sin idealizarlas.
Al mismo tiempo hay que señalar que la gran mayoría de mujeres tienen estas capacidades y deben tener el derecho a transitarlas -si así lo desean- libre de abusos, de violencias, de discriminación.
Porque lo que han hecho el patriarcado y el capitalismo ha sido apropiarse de estas capacidades y utilizarlas para imponernos la maternidad como destino, sin dejarnos decidir sobre esta experiencia.
Entonces, yo creo que hay que reconciliarnos con estas capacidades biológicas que tenemos, pero sin idealizarlas o socializarlas. Porque no hay maternidades de primera ni de segunda y la maternidad va mucho más allá de lo biológico. (Ver: “Ser mamá no es un instinto ni un mandato, es una elección”).
S: ¿Puedes dar algún ejemplo de ello?
E.V.: Si vemos a las madres adoptivas en una pareja de lesbianas, una de las mamás es gestante, pero la otra también es mamá. Y esto no significa que haya maternidades de primera y de segunda. Es decir, ambas son igual de madres, entonces tenemos que ir rompiendo con esta esencialización. (Ver: “Mamá, ¿cómo así que el doctor no entiende que yo tengo dos mamás?”).
Yo creo que se trata de reivindicar lo biológico de la maternidad sin esencializarla ni idealizarla. Es decir, no solo las mujeres cisgénero tenemos criaturas, también las personas trans, las personas no binarias…(Ver: Ni hombre ni mujer: persona no binaria).
Hay personas con capacidad gestante que no se identifican como mujeres y que también ven sus derechos vulnerados a la hora de gestar y a la hora de parir o de amamantar. Y creo que la defensa de sus derechos también debería de formar parte de la agenda feminista a favor de una maternidad libre, deseada y no impuesta.
S: En Sentiido hemos hablado de las madres trans, mujeres que acompañan a otras en sus tránsitos y van conformando un núcleo familiar no sanguíneo pero muy sólido…
E.V.: Yo sí creo que hay que repensar también el modelo de familia y disputar el relato de familia a los sectores conservadores que han impuesto un modelo de familia nuclear excluyente y que no representa la diversidad de las familias que existen.
Y creo que esta experiencia que nombras forma parte de entender la familia en sentido plural y entender las maternidades en plural, como el hecho de cuidar y de acompañar a otras personas, en este caso, en sus tránsitos de género. (Ver: Transfeminismos latinoamericanos: sororidad, resistencia y cambio social).
S: Hay unas figuras muy importantes en el cuidado -sobre todo en las familias latinoamericanas- que son las nanas y las empleadas del servicio doméstico, pero también las tías, las abuelas y otras figuras que no son las madres biológicas pero ejercen un rol maternal. ¿Cómo ves estas otras formas de maternar?
E.V.: La red en el cuidado es imprescindible para sobrevivir a la maternidad. En esta sociedad capitalista es muy difícil cuidar y criar sin una red y esto muchas veces explica la depresión postparto que transitan tantas mujeres.
Entonces tenemos que entender el cuidado en clave colectiva. Hay que desindividualizar la maternidad y entender que la maternidad es una responsabilidad de todas las personas.
En una pareja heterosexual, es responsabilidad de la madre y del padre. Y más allá de entender la maternidad como un deber, también la deberíamos entender como el derecho a ser cuidados.
Entonces, el deber de cuidar te sitúa en otro lugar y te permite ver la sociedad, las ciudades y el empleo desde otra mirada: desde la vulnerabilidad que es intrínseca a la reproducción humana y a las necesidades de las personas.
S: ¿Qué está detrás de ese rechazo a la maternidad de las mujeres lesbianas y trans y qué se puede hacer al respecto?
E.V.: Cuando hablamos de maternidades lesbianas y de maternidades trans, vemos cómo desde la sociedad se ha invisibilizado la maternidad real y también se han invisibilizado estas experiencias.
Y se suma a la invisibilización del colectivo trans el caso de los hombres trans que gestan, de ahí que sea tan importante cuando desde los feminismos hablamos de la maternidad, incluir estas experiencias en la defensa de los derechos de las madres y de las personas que gestan. (Ver: El género desde una perspectiva trans).
Todo esto implica entender la maternidad en plural; cuando desde determinados sectores feministas y vinculados a la defensa de la maternidad se tiene una mirada excluyente de las personas trans y de las personas no binarias -en definitiva, de las personas que no se reconocen como mujeres cisgénero- creo que esto responde a una mirada muy esencialista de lo que significa ser mamá, y precisamente este esencialismo pesa en negativo a la hora de defender los derechos de las madres. (Ver: ¿Qué significa ser una TERF?).
“Defender los derechos de las madres nunca debería excluir, sino que debería de sumar”, Esther Vivas.
S: En muchos sistemas sociales, legales y familiares no se entienden ni se reconocen las múltiples opresiones que padecen muchas personas. ¿Cómo lograr que se reconozcan?
E.V.: Yo creo que es necesario un cambio social en relación a cómo la sociedad entiende la maternidad y la práctica materna. Es decir, la maternidad real es muy invisible y muy poco valorada. Y en este sentido pues aquellos sujetos que ejercemos como madres, las personas gestantes, también sufrimos de esta invisibilización.
Entonces creo que se trata de empezar a romper el relato único sobre la maternidad y creo que desde el feminismo hay que disputar el relato a los sectores conservadores sobre lo que significa la maternidad, ser madre.
De hecho, los sectores más conservadores se han apropiado de la maternidad, de la familia. Y esa visión reaccionaria no nos reconoce nuestros derechos, nos impide el derecho al aborto, que es la premisa imprescindible para tener acceso a una maternidad libre, deseada y no impuesta. Es decir, es una visión que reduce a la mujer al sujeto madre y a un determinado tipo de madre. (Ver: Los argumentos que sustentan la despenalización del aborto en Colombia).
“Se trata de empezar a romper el relato único sobre la maternidad”, Esther Vivas.
S: El concepto de “persona gestante” causa malestar en ciertos sectores del feminismo. ¿Qué piensas de esto?
E.V.: Tiene que ver con esa mirada reduccionista y esencialista de la maternidad. Yo considero que hay que reivindicar el sujeto político madre y que hay que hablar de lactancia materna, pero esto no quita que muchas otras personas, más allá de las mujeres cisgénero, tengan criaturas.
Estamos hablando de que las personas con capacidad gestante y sus derechos deben estar incluidos en la agenda feminista a favor de una maternidad libre de violencias y abusos.
En la medida en que se excluye a las personas gestantes de una agenda feminista a favor de la maternidad, no sólo se obvia una realidad, sino que se acaba siendo cómplice de la violencia que se ejerce contra estas personas que no sólo sufren desigualdades y abuso por el hecho de tener criaturas, sino por el hecho de tener identidades de género disidentes.
S: Sigue muy arraigada la idea de que una mujer que no es mamá no es una mujer completa, ¿a qué crees que se debe esto?
E.V.: A pesar de que la segunda ola feminista luchó para acabar con el mandato de la maternidad reivindicando acceso a métodos anticonceptivos y el derecho al aborto, es verdad que aún hoy se sigue asociando la idea de mujer a la de madre. (Ver: El día de la madre y de la no madre).
Hoy tenemos más opciones de decidir si ser madres o no que nuestras abuelas o incluso nuestras mamás. Pero aún sigue pesando el mito, el mandato de ser madre y esto tiene mucho que ver con la sociedad machista y patriarcal en la cual vivimos.
Al final, reivindicar una maternidad feminista nos implica a todas, seamos madres o no. Y lo importante cuando hablamos de una maternidad feminista no es si eres madre, sino que las mujeres que son madres y aquellas personas que gestan, puedan tener derechos y transitar esta experiencia sin abusos ni violencias. (Ver: Los peligros de lo TERF).
Y para ello necesitamos mucha más sororidad entre mujeres, madres, y mujeres no madres porque ser mamá, ser una persona gestante no es fácil en esta sociedad que es hostil al cuidado y a la vulnerabilidad humana.
Pero ser mujer y no tener hijos también es difícil porque constantemente se te cuestiona y se te critica y se te pregunta por qué no tienes hijos, “se te pasará el arroz”, “eres una egoísta”, “¿quién cuidará de ti?”.
“Cuando reivindicamos una maternidad feminista, planteamos una idea plural de lo que significa ser madre”, Esther Vivas.
S: Es paradójico que la sociedad celebre con bombos y platillos el día de la madre y todo el mundo regale flores e invite a su mamá a un restaurante, pero el machismo continúa y la violencia de género sigue viva, ¿cómo ir más allá de esa contradicción?
E.V.: El día de la madre es como la máxima expresión de esta idealización y romantización que la sociedad ha hecho de la maternidad. Se celebra el día de la madre ¿pero qué madre se celebra?
Se celebra esa mamá abnegada, esa mamá sacrificada, esa mamá al servicio de la familia, que vive por las criaturas y por el marido, si está casada. Es decir, se celebra una maternidad reduccionista.
Deberíamos replantearnos el día de la madre y celebrar la maternidad en plural, la maternidad diversa y que, por ejemplo, el día de la madre sea de reivindicación y de lucha por nuestros derechos como madres y esto pasa por erigirme yo como sujeto.
Yo como mamá soy quien decido mi embarazo, mi parto, mi lactancia. Yo quiero una experiencia materna libre de abusos y violencias. Y yo soy muchas otras cosas más allá de ser mamá.
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