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Mandamos un piropo de vuelta

El columnista Mauricio Rubio nos ha invitado a que comentemos su respuesta a nuestra respuesta a un texto suyo (lo sabemos, es un poco complejo) que publicó hace algunos días con respecto a la defensa del piropo.

No queremos entrar en debates sobre si el piropo sí o el piropo no, o si hay cuestiones feministas o machistas discutibles en su contestación. En realidad nos queremos enfocar en algunas de sus afirmaciones que nos develan una cuestión más de fondo que debe ser debatida: el tema del clasismo.

En su más reciente post (la respuesta a la respuesta) Rubio introduce estas tres ideas:

Intuimos que esas casas no quedan en los barrios de las verdaderas víctimas de la violencia sexual callejera. Son conjeturas que habrá que corroborar”.

Las violentadas reales son menores y viven en barrios más populares que las susceptibles con un dicho”.

(…) [la polaca] no se siente agredida con las frases de extraños que ofenden a las niñas bien locales”.

El autor insiste en que parte de la cruzada contra los piropeos en la calle está íntimamente ligada a una actitud clasista (generalmente por parte de las muejres) que tiende a vincular a los obreros con violadores o agresores.

Sin embargo notamos en estas afirmaciones una actitud así mismo clasista, en cuanto cae en la trampa de las generalizaciones y de prejuicios que se evidencian con frases como “las verdaderas víctimas de la violencia sexual” o “…que ofenden a las niñas bien locales”.

quién es el columnista Mauricio Rubio
Imagen tomada atrevidamente del post de Mauricio Rubio

¿Esto significa que sólo las mujeres (o niñas) “bien” (puntualmente, ¿en qué estrato socioeconómico dejan de ser “bien” y se vuelven no-bien”?) se molestan cuando les lanzan piropos desde los andamios?

Nos preguntamos si a las niñas no-bien no les molesta de ninguna manera que les digan cosas en la calle o si ellas no hacen este tipo de asociaciones como piropo-obrero-violador.

Del mismo modo, nos preguntamos en dónde están las “verdaderas víctimas de la violencia sexual”, pues según este texto intuimos que no están en las casas de estratos altos, las de las mismas niñas bien.

¿No es esta una generalización también clasista? ¿Acaso las violacions sólo suceden en callejones sucios y oscuros, tras las peligrosas telas verdes que las obras de Transmilenio le han sabido proveer a la ciudad?

¿No es un poco clasista de parte del autor insistir tanto en que las mujeres de clase alta son clasistas, sensibleras y, por supuesto, superficiales, al no entender el “verdadero” sentido de un piropo de andamio?

3 thoughts on “Mandamos un piropo de vuelta

  1. LA SOCIOLOGIA DE RICOS Y POBRES… empobrece

    De acuerdo que no hay coincidencia entre agresores y piropeadores… pero más que por clase noto que las mujeres frente al piropo se diferencian en su reacción dependiendo de su formación escolar, temperamento, criterio político, historia de vida… Esa referencia simplista a la clase me recuerda la vieja sociología que se creyó a pie juntillas eso de las “contradicciones fundamentales”

    Está claro que Nada justifica algo más allá del decir o del deseo, como lo referencia Mauricio Rubio en su texto de la Silla Vacía. Pero hay otras zonas más difusas. En este tema siento -estando afuera- que hay límites borrosos y entre las mismas mujeres no hay acuerdo. Me refiero a una amiga que preferiría pasar inadvertida y su belleza no se lo permite; ella dice que apenas ahora que ronda casi los cuarenta la frecuencia de los acosos y piropos ha bajado y lo celebra. Pero cuando le comenté este asunto me dijo:
    “Lamentable es que el límite entre el piropo y el acoso sea tan ambiguo… tan frágil…y que en ocasiones sea frágil también el límite que una le pone… Sin embargo, yo diría, y pese a lo que puedan pensar ciertas feministas, que decir no más actos violentos contra las mujeres, no significa decir, no más actos de gentileza y gestos de cortesía a las mujeres! ( y ahí entraríamos en debate con l@s militantes del LGTVI)…”

    Un poco más lejos de estas turbulencias reconozcamos que hay mujeres que se visten asumiendo un performance y nos gozan viendo como tropezamos o nos deja el transporte o mirando al “pedazo de carne” pasamos la calle sin atender el tráfico, precisamente la frase de lujo que reproduce el artículo en referencia a la minifalda “una minifalda no es autorización para que me toquen, pero obviamente es una provocación para que me miren”… lo que pasa es que aquí hay torpes que creen ver algo real… “palpable” y no solo dicen sino que siguen, persiguen, intimidan…

    Acepto que es necesario acabar con el imaginario torpe que no sabe leer las sutilezas y su contexto agresivo… pero vaciar la calle de provocaciones no me parece saludable…. prefiero que se llenen de provocaciones y que aprendamos a reconocer cuando y que decir o incluso hacer.

    Termino este comentario declarando mi cobardía: nunca o casi nunca me he atrevido a un piropo con una desconocida, por más provocadora que se presente. Admiro a quienes lo hacen con elegancia e incluso logran reconocimientos de parte de las piropeadas… por mi parte con alguna conocida puedo hasta declarar que tiene un escote ante el que pudorosamente inclino mi mirada… pero no más que eso.

  2. Mmmhh… Esto parece un ejemplo de la falacia tu quoque… Sin embargo, habrá que matizar esta falta, pues al menos quien escribe no pretende defender que el clasismo sea bueno porque el otro, a quien responde, también incurre en él.

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