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María Emma Wills: lo que está en juego no son los derechos LGBT y de las mujeres, sino la democracia

Para la politóloga María Emma Wills el hecho de que el presidente Duque pareciera no gobernar para Colombia sino para un partido político que simplifica la realidad del país a “buenos” y “malos”, pone en riesgo no solo los derechos de las mujeres o de las personas LGBT, sino la democracia.

Entre enero y agosto de 2020 Colombia sumaba al menos 43 masacres y alrededor de 180 víctimas. No es fácil entender que cuatro años después de haber firmado un acuerdo de paz, esto esté sucediendo. El problema, explica la politóloga María Emma Wills, es justamente ese, que fue un Gobierno y no un Estado el que se comprometió con ese acuerdo de paz que significaba un proyecto de país.

Pero una vez que esa negociación fue sometida a un plebiscito que perdió (octubre de 2016), se convirtió en un botín de los partidos políticos. “Desde entonces, principalmente en temporada electoral, unos partidos lo jalan para un lado y otros, para el otro. Se perdió el sentido colectivo alrededor de ese proyecto”, añade Wills. El problema actual, continúa, es que no solo en Colombia, sino en países como Estados Unidos, Brasil y Venezuela, no se está gobernando para la nación sino para un partido político.

“En Colombia, el presidente Duque me convoca a ser del Centro Democrático, no a ser una colombiana que se sienta reflejada en un proyecto de Gobierno que busca sacar adelante un país”. En otras palabras: la política la entiende en términos tan partidistas que se perdió de vista que una vez una persona es elegida jefe de Estado, es eso: jefe de Estado y no un líder de un partido político.

“Es mezquino pensar que la política es por un partido político, cuando un país está tratando de transitar de la guerra a la paz”, María Emma Wills.

En este sentido, dice Wills, pareciera que el presidente Iván Duque no fuera el presidente de Colombia, sino el del Centro Democrático. “Está gobernando para el Centro Democrático y este partido nunca aceptó el acuerdo de paz. Y, además, redujo esta negociación a una discusión entre ‘buenos’ y ‘malos’”.

“Los líderes de este partido político decían, por ejemplo, que en Colombia nunca hubo conflicto armado sino unos grupos terroristas que atacaron a un Estado legítimo”, señala Wills. Es decir, juzgan que como el país tiene una Constitución, unas instituciones, unas leyes y unos procesos electorales, el Estado es legítimo. Pero la legitimidad también tiene que ver con el hecho de que la ciudadanía se reconozca en sus instituciones. “Y en muchos territorios, la gente no se siente parte de la nación. Hay una distancia entre ciudadanía e instituciones”.

De esta manera, agrega, el Centro Democrático señala que los grupos armados son “terroristas” que tienen que ser castigados. Pero esta es una lectura de la realidad que se limita a unos “buenos” -el Estado y sus instituciones- y otros “malos” que se alzaron en armas contra ese Estado. “Es decir, parten de la base de que los guerrilleros le dañaron el caminado al Estado, desconociendo un proceso histórico de largo aliento que tiene unas enormes deudas con la ciudadanía. Una lectura de ‘buenos’ y ‘malos’ en el ámbito político hace que la solución al problema planteado por la guerrilla se reduzca a: ustedes se entregan porque están derrotados (algo que no pasó en 50 años), van a la cárcel y listo”, explica Wills.

Pero pensar que el conflicto armado colombiano se ha podido solucionar con una derrota militar de la guerrilla y llevándolas a la cárcel es no tener una actitud de transacción posible. “Cuando uno entiende que hay distintas miradas sobre el pasado y acepta la pluralidad existente, se sienta a dialogar para encontrar una solución donde nadie va a salir pensando que el remedio es matar al otro”.

Sentiido: ¿Qué está pasando en Colombia? ¿Por qué las masacres y los asesinatos de líderes sociales?

María Emma Wills: Para empezar, vale la pena preguntarse qué hay de similar entre las masacres de hoy respecto de las que tuvieron lugar hacia finales de los ochenta cuando los grupos paramilitares acudieron a esta práctica para enviar el mensaje de: “acá estamos y no nos vamos a dejar”. Por un lado, cuando un grupo lleva a cabo una masacre quiere que todo el mundo sepa que ellos son quienes ahí mandan. El mensaje es el mismo: “acá mando yo, acá no manda el Estado”.

Lo que estamos viendo son las “soberanías en disputa” de las que hablaba la socióloga y docente colombiana María Teresa Uribe (1940 – 2019). Si no hay un Estado soberano, legítimo o rodeado por su ciudadanía, sino un Estado que profundiza la brecha con la ciudadanía, ese vacío de legitimidad y de soberanía lo llenan grupos criminales.

Lo que jalona esas muertes son disputas territoriales vinculadas a organizaciones criminales que pretenden determinar quién pone las normas o quién le dice a la gente si salir o no a la calle. Mucha gente piensa que al grupo criminal solo le interesa exportar la coca. No. Ellos quieren ser los que mandan en los territorios -y necesitan hacerlo- para que el negocio les funcione.

“La disputa es por la soberanía, es por quién manda”, María Emma Wills.

Seguimos con un Estado débil, pero no la misma debilidad de los ochenta y noventa. En esas décadas, la Fuerza Pública (ejército, marina, aviación, policía) comparada con otros países de América Latina, era pequeña, sin mayor financiación. Hoy no se puede decir lo mismo. Entonces, con tantos hombres y con tanta tecnología de guerra al servicio del Estado, ¿la soberanía aún esté en disputa?

Sí, porque el Estado no ha sabido construir confianza con la ciudadanía en los territorios ni tiene allí una presencia integral. Es decir, no hablo solamente de estar presente con hombres armados, sino de ejercer esa soberanía con buenas escuelas, carreteras y un sistema de salud que permita que la nación se sienta realmente arropada por el Estado y no en conflicto con éste.

El problema de soberanía es de legitimidad institucional. El Gobierno piensa que la legitimidad se gana simplemente por haber triunfado en las elecciones: esta debe cultivarse con unas instituciones dispuestas a escuchar a una ciudadanía que está diciendo que en esos territorios no tienen cómo alimentar a sus familias ni esperanza de cómo sacar adelante a sus niños y niñas.

“El Estado no ha logrado ejercer soberanía porque no está presente en los territorios de manera integral”, María Emma Wills.

Además, el hecho de que el proceso de paz no haya convocado a todas las élites políticas de este país, sino que las haya fisurado, hace que el Estado sea débil. Unas élites tan divididas son incapaces de generar un proyecto de Estado en los territorios. Cuando la división es tan profunda, lo que manda a nivel territorial es el mensaje de: ‘como no hay una capacidad de gobernar, hagamos lo que queramos’.

Después de 50 años de conflicto armado y de vivir los órdenes paramilitares -porque esta no fue una organización armada sino un proyecto de orden social en los territorios- estamos viendo de nuevo ese intento. Un ‘yo mando en todos los aspectos’ incluida, por supuesto, la vida cotidiana: ‘¿cómo así que ustedes están haciendo una fiesta? Si yo dije que no se podía y por eso los asesino’. Este comportamiento es típico de esos ordenes autoritarios y arbitrarios.

“El ELN está formando parte de un contexto de organizaciones criminales en los territorios”, María Emma Wills.

En este momento, así el Ejército de Liberación Nacional (ELN) reivindique una dimensión política de su lucha, no está leyendo el contexto para saber que lo que prima alrededor de las armas en los territorios no es una lógica política porque la gente está hastiada de las armas y quiere hacer política por otras vías.

Así el ELN quiera atribuirse un componente político, la lógica que arrastra su actuación es más criminal que política. O ¿a quiénes piensa el ELN que está representando? Nos estamos jugando la posibilidad de ejercer la política sin armas y de dejarle ese legado a las nuevas generaciones.

S: ¿Cómo evalúa la respuesta del Gobierno frente a las masacres que han tenido lugar recientemente en el país?

M.E.W.: Lo primero es ver qué está haciendo el Gobierno y sus instituciones para detener el desangre en los territorios. En ese sentido, el Gobierno se raja. El presidente Duque dijo que iba a actuar con mucha celeridad, pero el problema de fondo es que el Gobierno no admite que para que se cometan este tipo de hechos existe un contexto que envía el mensaje de que esto puede ocurrir y que las sanciones se van a tardar o no van a llegar.

“El Gobierno no da la talla en recuperar la esperanza para un país que está muy golpeado. ¡Colombia está en duelo!”, María Emma Wills.

Las respuestas del Gobierno han sido inadecuadas. En el viaje que el presidente hizo a Samaniego (Nariño), donde se mataron a ocho jóvenes, solamente por su actitud física pareciera no estar comprendiendo la solemnidad que merece una visita de estas porque se está viviendo un duelo nacional. Se trataba de leer las circunstancias y de ponerse a la altura de ese duelo y no fue así.

S: El Gobierno Duque hace énfasis en la importancia de diferenciar entre “masacres” y “homicidios colectivos”. ¿Qué opina?

M.E.W.: Los mensajes que el Gobierno está enviando pretenden minimizar el problema real porque en lugar de tratar de entender si hay patrones en estas masacres y cuáles son y por qué se producen, la manera cómo actúa es mirando cada incidente por separado sin ver el conjunto. Y hay que ver las dos cosas.

Tratar de desviar la atención a si lo que ocurrió es una “masacre” o un “homicidio colectivo” no viene al caso. Esta no es una discusión técnica de conceptos de cuántos muertos fueron para llamarlo de una u otra manera. Y lo que intenta decir es que la situación “no es tan grave”. Pero si la gente que está viendo lo que sucede lo llama “masacre” es porque pretende alertar sobre la gravedad de lo que está pasando.

“Los mensajes enviados por el Gobierno son impertinentes y hasta ofensivos”, María Emma Wills.

¿Llamarlo masacre u homicidio colectivo le permite al presidente leer mejor el país? ¿O le permite decir que lo que está ocurriendo es menos grave? El mensaje de quienes realizaron la masacre de Samaniego (Nariño) es contundente: “acá mando yo”. Cuando el presidente Duque dice que en este Gobierno se está matando menos gente que en el pasado, intenta decir: “yo no soy Santos”, pero a la ciudadanía qué le importa eso. De eso no se trata ser presidente de la República. Esas discusiones sobre el concepto, lideradas por el Gobierno, banalizan el problema de fondo.

S: También se percibe un intento por parte del Gobierno de señalar que lo que está detrás de estas matanzas es el tema de la coca y, por tanto, la necesidad de fumigar con glifosato. ¿Qué opina?

M.E.W.: El verdadero problema es cómo generar en los territorios un sentido de esperanza y de pertenencia a un Estado con capacidad de rodear a su ciudadanía. Esa confianza y legitimidad no se logra alrededor de las aspersiones porque esto implica que no se está entendiendo que dentro de esos procesos productivos de coca hay una cantidad de motivaciones y de ciudadanía involucrada.

El hecho de que una persona cultive coca no la hace criminal: es un padre o una madre de familia que tiene sueños como cualquier otro ciudadano, que quiere sacar adelante a su familia, tener agua potable, que sus hijos vayan a la universidad y que no tiene otras opciones u otras condiciones. Pero que, además, cuando está tratando de pasar a otro tipo de cultivo, el Estado en lugar de apoyar ese remplazo, le dice: “vamos a fumigar”.

El Gobierno, entonces, se echa encima a esas comunidades en vez de sumarlas a un proyecto de país y a un modelo de desarrollo fundado en una relación, más democrática y consensuada, entre el Estado y su ciudadanía. Acá, el Estado se está comportando de manera autoritaria: “yo digo que se fumiga y se fumiga”, cuando esto no resuelve el problema. Se sabe, además, que la fumigación tiene efectos en la salud. La alternativa al glifosato es tener modelos de desarrollo rural que integren a esas poblaciones como ciudadanas.

S: Para algunas personas la reforma rural integral es un paso que Colombia debe dar. Posiblemente, quienes se oponen a esta posibilidad estén detrás de buena parte de lo que está pasando. ¿Qué opina?

M.E.W.: La reforma rural integral es la opción si se quiere volver a sembrar esperanza en los territorios. Para esto, lo primero es decirle al campesino que existe como sujeto político, que es un ciudadano -no de segunda sino de primera- que tiene derechos, entre ellos a participar en la construcción de un proyecto de nación que lo incluya y que responda con recursos institucionales a lo que siempre ha reclamado: tierra y desarrollo para esa tierra.

S: En algunos sectores hay una tendencia a condenar, por supuesto, los delitos que cometieron las FARC, pero a ignorar los de otros actores como los agentes del Estado y los paramilitares porque, en el fondo, consideran justificadas sus acciones. ¿Qué opina?

M.E.W.: Sí, esa es la posición de las corrientes más radicales del Centro Democrático para quienes en su narrativa histórica había unos “buenos” y llegaron unos “malos” a dañarles el caminado. Pero si todo lo reducen a “buenos” y “malos”, la persona termina metida en un discurso facilista que no exige pensar ni reconocer la complejidad histórica. Es fácil tener ese discurso porque además de autoconvencerse, lleva a convencer a buena parte de una ciudadanía que viene del catolicismo y que tiene más tendencia a pensar en esos términos.

“El discurso de ‘villanos’ y ‘héroes’ evita hacer el trabajo histórico. Intelectualmente no exige nada”, María Emma Wills.

Afirmar “las guerrillas son terroristas” no exige hacer preguntas. Hay malos y punto, no permite discutir sobre la tierra: a quién y por qué le pertenece. ¿Por qué, por ejemplo, el expresidente Carlos Lleras Restrepo -que no era ningún terrorista sino un señor muy bravo- aprobó una reforma agraria e impulsó la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) (organización que trabaja por la reforma agraria en Colombia)?

¿El presidente Lleras era un comunista? ¡Claro que no! Era una persona con un conocimiento del problema del país frente a la tierra, de la injusticia frente a los campesinos y de la necesidad de integrarnos a un proyecto de país. Cuando él aprueba la reforma agraria está diciendo que, efectivamente, tenemos un problema de distribución y de integración social del campesinado que el Estado debe resolver.

“El presidente Carlos Lleras Restrepo no pone el problema en términos de ‘buenos’ y ‘malos’, sino que hace una lectura social y propone una solución en esos términos”, María Emma Wills.

El problema actual no es que, en el departamento de Nariño, por ejemplo, sean “más malos” que otros colombianos y por eso tengan cultivos de coca, el problema es cómo llega la democracia a esas regiones. El tema es ofrecerles un proyecto de vida digno a una cantidad de familias que han estado en los márgenes del Estado, de tal manera que se sientan acogidas por ese proyecto de nación y valoradas como ciudadanía. Pero no como ciudadanía de tercera.

S: Existe cierta indiferencia, sobre todo en la vida urbana, frente a las masacres y el asesinato de líderes sociales, deslegitimando su gravedad con frases como “son retaliaciones entre bandas”, ¿qué opina?

M.E.W.: Uno puede entender el conflicto armado como un asunto entre guerrillas y Estado donde yo, como ciudadana, no tengo nada que ver y pongo el problema en “los otros”. Esta es una forma de desvincularse de las responsabilidades que recaen en la ciudadanía, pero la ciudadanía no es solamente un vínculo jurídico donde uno canta el himno nacional y se sabe la Constitución: es un vínculo donde uno siente que forma parte de un país que tiene un destino en común.

“Si uno no tiene la sensación de formar parte de un país que tiene un destino en común, se habla de la fragilidad de la legitimidad estatal”, María Emma Wills.

Sin embargo, también veo jóvenes, iniciativas sociales, marchas y un espíritu democrático presente en tantas movilizaciones sociales. Veo reclamos muy bien argumentados en el movimiento estudiantil, una capacidad elaborada de disputarle al Gobierno sus argumentos y un nivel muy alto de discusión política. No es que acá la gente esté totalmente desvinculada del dolor ajeno, hay de todo.

S: En campaña el presidente Duque le dijo “No” a una constituyente y a un referendo, pero se han visto menciones al respecto de sectores del Gobierno. ¿Cuáles serían las consecuencias de esta opción?

M.E.W.: Sería nefasto. Tenemos una Constitución que no ha logrado del todo ponerse en práctica y ahora convocar a un país que está dividido a hacer una nueva, es nefasto. Lo que necesitamos es un respeto y un compromiso con esa institucionalidad que, así esté frágil, es la que nos permite resolver los conflictos de manera democrática.

“Mi filiación política no es con el expresidente Santos: yo le apuesto a un proyecto de país donde la política no esté vinculada con las armas”, María Emma Wills.
Pero una constituyente en este momento equivale a decir: “las normas no me gustan, mejor las cambió”. Es una propuesta autoritaria porque el objetivo es destruir la Constitución de 1991, la plataforma de tantos movimientos sociales que impulsó un discurso de derechos mucho más amplio del que antes teníamos.

S: ¿Qué opina de la resistencia del Gobierno a entidades como la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Comisión de la Verdad?

M.E.W.: Como el Centro Democrático no cree en el acuerdo de paz, ¿por qué va a creer en las instituciones que surgieron de ese acuerdo? Ellos no legitiman el acuerdo y tampoco esas entidades. Por el contrario, intentan debilitar al máximo esos órganos. Y todo tiene el mismo origen: una lectura maniquea del pasado que se manifiesta en una posición anti acuerdos.

Es una mirada que no solo reúne componentes políticos e ideológicos sino también uno económico. Ellos creen en un modelo de desarrollo centralizado en unos técnicos y en un Estado central que debe tomar decisiones y no en un Gobierno que debe estar en discusión con la ciudadanía. Es un modelo de desarrollo conservador porque pone el énfasis en los técnicos y porque considera que el progreso económico está en manos de los grandes agroindustriales y no del campesinado. Así, se saca de un tajo al campesino como ciudadano y actor político.

“Uno ve ese núcleo duro del Centro Democrático y la pregunta que surge es: ¿qué clase de democracia tienen en la cabeza?”, María Emma Wills.

Además, hay una apuesta por un modelo de desarrollo fundado en el latifundio. Y en los lugares donde los terratenientes siguen siendo la clase dominante del orden social, la democracia no va porque hay un modelo económico y político vertical. Las decisiones se toman en la cúspide y quienes están allí son los terratenientes que tienen una cierta mirada de la sociedad: ‘yo mando’ y donde la rendición de cuentas no existe.

S: A propósito del proceso de paz y del triunfo del “No”, ¿qué tan determinante cree que fue eso de la “ideología de género”?

M.E.W.: Influyó. Sabemos que la estrategia de comunicaciones a la que le apuntaron quienes lideraron la campaña del “No” fue apostarles a mensajes para cada público. Entonces, a los cristianos les decía tal cosa y a los desempleados tal otra. Efectivamente, los del “No” se prepararon y el gobierno Santos pensó que la tenía ganada. Hicieron esfuerzos pedagógicos, pero no lograron conectarse con la población en general. Y el “No” ganó porque buena parte de la ciudadanía de este país es conservadora. Esto lo evidencia que durante un siglo tuvimos concordato. Ningún otro país de América latina tuvo concordato tanto tiempo.

“Ninguna nación se construyó tanto alrededor de la Iglesia católica como Colombia”, María Emma Wills.

Y cambiar estas mentalidades requiere un esfuerzo: son procesos largos que implican insistir con el proyecto democrático detrás del acuerdo porque lo que está en juego es qué tipo de democracia queremos: ¿Una donde el presidente decide fumigar con glifosato o una donde hay procesos más complejos de negociación y de comprensión de, por ejemplo, quién es la ciudadanía que está cultivando coca?

S: Preocupa que, por la visión de mundo del actual Gobierno, ¿se retroceda en materia de igualdad LGBT y de derechos de las mujeres?

M.E.W.: Una mirada autoritaria de “nosotros tenemos la razón” como la que estamos viendo, implica ir más allá de pensar en el movimiento de mujeres o en el LGBT, sino en cómo todos pueden unirse para buscar una democracia más pluralista que convoque a distintos sectores a defender la democracia porque eso es lo que está en juego.

Por esto, el movimiento de mujeres no se puede ir por un lado y el LGBT por el otro y así sucesivamente. El movimiento campesino, el indígena, el estudiantil y el afro también han luchado mucho por sus derechos. Imposible que no encontremos una mirada en donde lo que valga sea la dignidad de cada quien, pero en su pluralidad, lo que implica articularnos. No se puede pensar que las mujeres sigan defendiendo sus derechos como mujeres porque lo que está en juego son unos mínimos que nos hagan pensar en resolver los conflictos por la vía democrática y no por la de “acá el que manda soy yo”.

“Es fundamental llegar unidos a las elecciones de 2022. Así los partidos políticos no se unan, los movimientos sociales deben dar ejemplo”, María Emma Wills.

Sí. Hay movimientos que tienen dificultades en aceptar que los feminismos tienen mucho por enseñarles y en muchos de ellos hay machismo. Pero hay que tender puentes, hay que entablar los diálogos que sean necesarios porque lo que está en juego no son mis derechos como mujer o como persona LGBT sino la democracia.

S.: En tiempos de pandemia, ¿cómo movilizarse frente a las matanzas que están ocurriendo en Colombia?

M.E.W.: Sería importante tender puentes entre todas las plataformas virtuales que existen. Porque pasa que mucha gente solo se concentra en su tema “medio ambiente” o “mujeres” y así sucesivamente. Pero hay lugares de encuentro de todos esos temas porque lo que nos vincula es una forma de concebir la democracia que no representa Duque ni su glifosato.

“Durante ocho años se le apostó a un proceso de paz que el Centro Democrático intenta deshacer. Esos ‘vaivenes’ no construyen país”, María Emma Wills.

Tenemos que sumar liderazgos. Entiendo que a veces esto es conflictivo porque los liderazgos se ganan a pulso y están los roces de por qué hablo este y no esta, pero en este momento el camino es tratar de vincular a más gente a un proyecto de democracia incluyente donde se reconozca la desigualdad como un problema mayúsculo que se ha agudizado con la pandemia.
Los movimientos sociales podrían, además, jalonar convergencias en el campo político. Esas divisiones entre centro y centro izquierda son inadmisibles en este momento. Si los políticos no están dando la talla, los movimientos sociales deben tender puentes. El reto es una articulación o nos hundimos.

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