Hay quienes le apuestan en Colombia a hablar más de “violencia por prejuicio” que de “homofobia” o “crímenes de odio”. ¿Por qué?
Los homicidios contra personas LGBT por razón de su orientación sexual o identidad de género suelen ser conocidos como “crímenes de odio”.
Todo apunta a que fue una expresión que tuvo origen a principios de los 80, en Estados Unidos, para referirse a la violencia racial que se ejercía por prejuicio.
Actualmente, en algunos países este es un concepto jurídico que implica una sanción legal. Según María Mercedes Gómez, PhD en Teoría Política, en Estados Unidos, por ejemplo, el odio se castiga. Allá se penaliza esa reacción casi que “visceral” de un individuo contra otro.
La expresión “crimen de odio” no solamente se refiere a homicidios contra personas LGBT sino contra aquellas en los que el móvil es un odio irracional por orientación sexual, raza, religión y machismo, entre otros.
“En la población LGBT, las personas más vulnerables son las más visibles, es decir las mujeres transgeneristas”, explica Andrés Rodríguez Zorro, coordinador nacional de Certificación Forense de Medicina Legal.
En América Latina existe el crimen de odio legalmente solo en Uruguay. Sin embargo, varios países de la región como Argentina, Chile, México y Colombia tienen leyes antidiscriminación que contemplan agravantes para este tipo de violencia.
“El asunto en Colombia es que esta ley únicamente responde al odio pero no al prejuicio que conduce a éste. No hay una solución estructural al problema”, asegura el abogado Mauricio Noguera.
Debido a que en muchos países de la zona no existen leyes que penalicen los crímenes de odio, para algunas personas como María Mercedes Gómez, un término más preciso para referirse a estos actos sería “violencia por prejuicio”.
No es un miedo
La palabra homofobia, por ejemplo, es insuficiente para designar la violencia contra las personas LGBT, porque además de referirse solamente a los hombres homosexuales, aborda estos actos como una fobia más, como tenerle miedo a las alturas o a los ratones. Y agredir a una persona por su orientación sexual o identidad de género va mucho más allá de un sentimiento de miedo.
Si una persona ataca a otra por ser gay o lesbiana no lo hace por fobia sino porque muy seguramente creció escuchando que lo correcto es ser heterosexual y que cualquier otra orientación sexual debe ser censurada, castigada.
Así que “violencia por prejuicio” es un concepto que no solamente contempla el sentimiento de odio de un individuo en un momento determinado, sino el contexto en el que éste ha vivido y los prejuicios que ha construido y que lo llevaron a cometer esos actos de violencia.
Cuando alguien ataca, por ejemplo, a una mujer transgenerista, su acto va más allá de esa acción agresiva: es la respuesta a una educación recibida y, a un aval social, cuando estos hechos quedan en la impunidad.
“De alguna manera, el estado le estaría diciendo a ese individuo que no hay problema con que mate a una mujer trans”, Mauricio Noguera.
El responsable de un homicidio no es solamente el autor de los hechos, sino también el contexto social previo y posterior a esa violencia y que incluye lo que esa persona ha visto y escuchado en su vida frente a temas como la diversidad sexual.
“Esto tiene que ver con el bullying en los colegios cuando un(a) niño(a) no es heterosexual o cuando un hombre va con su pareja por la calle y otro se siente con el derecho de burlarse o gritarle maricón”, dice Noguera.
Es la suma de todo esto lo que, en un momento determinado, puede estallar en violencia por prejuicio. De ahí la importancia de enfrentar estas situaciones con medidas que vayan mucho más allá de la cárcel. La gran apuesta, sin desconocer las sanciones legales y sociales, debe ser la educación en el más amplio sentido de esta palabra.
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